lunes, 17 de junio de 2013

Agustín Cueva: Los partidos comunistas y el marxismo en AL

Agustín Cueva: Los partidos comunistas y el marxismo en AL

Que la pertenencia a la ic no determinaba de manera fatal el destino de los pc pareciera la evidencia misma. Sólo con pensar en la trayectoria de tres partidos asiáticos hoy en el poder, el chino, el vietnamita y el coreano, uno percibe la inmensa distancia que los separa de sus homólogos latinoamericanos, todos miembros, no obstante, de la ic….La experiencia de Mao, sobre todo a partir de 1935, comprueba además la siguiente hipótesis: no es que algunos pc hayan sido —y a veces siguen siendo— débiles porque la ic les impuso determinada línea política; al contrario, fue en la medida en que eran débiles y carentes de arraigo popular que una línea “exterior” parecía imponérseles

Bastante ortodoxos y de masas, los partidos chileno y uruguayo se parecen más bien a sus equivalentes de la Europa mediterránea, hasta la década pasada al menos. Un partido como el Comunista de México tiene en cambio una historia surcada por todo tipo de “heterodoxias”, que sin embargo poco lo acercaron al pueblo

casi huelga aclarar que importantes episodios de nuestra historia, como el levantamiento comunista de 1935 en el Brasil o del Frente Popular chileno en 1936, sólo en la leyenda difundida por Michael Löwy son reductibles a mots d’ordre del Comintern. Innumerables testimonios confirman la “autoctonía” del movimiento brasileño, a la vez que ningún historiador medianamente serio dudaría de la raigambre nacional del Frente Popular de Aguirre Cerda y Salvador Allende.

Mariátegui: estuvo del lado de Stalin en el diferendo sobre la construcción del socialismo en un solo país, contra el internacionalismo trotskista. Es mítica la idea de él como un profeta heterodoxo, partidario de una concepción marxista gramsciana, que relevaría la cultura por sobre la conquista del poder del Estado. Postuló sin tapujos la idea de una AL feudal, cuestión pivote de los “siete ensayos”
Para los andinos de mi generación y de la que la precedió, jcm nunca fue un desconocido….los 7 ensayos. Por los años cuarenta y cincuenta este libro ya era un clásico

Löwy mutila sin el menor respeto ese texto para dar a entender que Mariátegui era filotrotskista, siendo que Mariátegui incluso comparte abiertamente la idea de la revolución en un solo país

Cabe desde luego preguntarse si jcm era igualmente conocido en el Cono Sur, por ejemplo. Y la respuesta tiene que ser negativa, pero con la aclaración de que hoy tampoco lo es (porque sus problemas ponen más enfásis en la América andina indígena)

“[jcm abordó los problemas teóricos del marxismo] en un número limitado de ensayos. Constituyen, si he visto bien, la parte más débil de la obra de Mariátegui. La de menor aliento crítico. Pero la anima la misma pasión política que al resto de su obra. Habrá que considerar los trabajos que la integran como un tipo de trabajos subsidiarios. Discurren en un terreno filosófico y dejan ver el inacabado proceso de aprehensión del materialismo dialéctico por parte de Mariátegui” (esta consideración la comparte Cueva)

Al hacerlo, jcm ligó por vez primera el discurso marxista a nuestra realidad, evitando que aquel discurso flotara como una sustancia etérea incapaz de incorporarse al referente empírico que pretende explicar. ¿Nacionalización del marxismo? Si se quiere, sí….En fin, jcm abrió el camino a una crítica marxista de las ideologías adversarias, sobre todo, a través de sus debates con el idealismo y el populismo

Las reflexiones precedentes ayudan a explicar algo que todos intuimos: la revolución Cubana no surgió por generación espontánea. Permiten entender, asimismo, aquella aseveración de Fidel Castro que muchos ponen en duda: que antes del triunfo de 1959 él era ya marxista-leninista. Coadyuva, por último, a comprender cómo la Revolución Cubana sólo en apariencia constituye una trasgresión del principio de que “sin teoría revolucionaria no hay acción revolucionaria”.

En este decisivo plano la Revolución Cubana es culminación y superación, a la vez, de una serie de insurrecciones y revoluciones que marcan toda la etapa de la posguerra en América Latina

a)el “Bogotazo” de 1948, en donde Fidel hizo uno de sus primeros aprendizajes, quedando marcado tanto por la acción de las masas como por la personalidad del líder asesinado, Jorge Eliécer Gaitán, en quien confluían en explosiva mezcla lo mejor del liberalismo radical, muchos rasgos del populismo entonces en boga, y una suerte de difuso socialismo.

b)En segundo lugar hay que mencionar la revolución guatemalteca (1944-1954), en la que otro líder del futuro Movimiento 26 de Julio, el Che Guevara, hizo a su turno el aprendizaje
c) Queda una tercera experiencia cuya influencia sobre el proceso cubano es más difícil de aquilatar: la revolución boliviana de 1952. Lo más probable es que de esta revolución saliera una lección exactamente inversa a la de Guatemala; de nada sirve tener a las masas combatiendo en las calles ni —hecho insólito— a los obreros aniquilando al ejército de la clase dominante, si no existe una organización de vanguardia que cumpla realmente su papel

Revolución Cubana: de un momento en el que por primera vez la historia universal busca totalizarse no ya a través de la acción y el pensamiento de las metrópolis de siempre, sino por la constitución de una nueva unidad que, aún de manera difusa, empieza a denominarse Tercer Mundo  (En este sentido, cabe subrayar que el marxismo latinoamericano se enriqueció al experimentar una tercemundización, hecho tanto más necesario de destacar cuanto que el “euromarxismo” tratará de sepultarlo después----de la mano del Che, que analizó y reflexionó con fruición acerca las situaciones de los países del tercer mundo en general y particular)

En lo atinente al primer punto, mucho se insiste en que la Revolución Cubana sólo fue posible en cuanto sus líderes comprendieron que nuestras sociedades no son feudales ni semifeudales, sino plenamente capitalistas. Se trata, sin embargo, de una atribución post factum. No existe un solo texto, ni uno solo, en que tal preocupación aparezca esbozada siquiera por alguno de los dirigentes del 26 de Julio. Hasta agosto de 1961, el Che seguía hablando de una reforma agraria “antifeudal y antiimperialista

dado que la América Latina de los años sesenta en adelante era predominantemente y cada vez más capitalista a juicio de todos, el debate tendió a languidecer por falta de contrincantes y de actualidad

La gesta cubana pone al orden del día la posibilidad de una revolución socialista, que en su curso resolverá las tareas teóricamente “democrático-burguesas” y desde luego las de liberación nacional (antiimperialistas)

Dictadura en AL post 70

no se trata más de las dictaduras latinoamericanas de tipo tradicional sino de golpes institucionales que aspiraban a remodelar la economía, las relaciones sociales y la política de los respectivos países en consonancia con un proceso de transnacionalización de los mismos.

Las alternativas a la tesis de la fascistización fueron, como se recordará, por un lado la del denominado Estado de Seguridad Nacional (sostenida por Luis Maira, por ejemplo); por otro, y a la izquierda, la teoría del Estado de Contrainsurgencia, de R. M. Marini (no evocamos la tesis del Estado burocráticoautoritario, sustentada por G. O’Donnell, por situarse fuera del debate marxista)

Con respecto al segundo punto —cambios operados en el Estado—, también hubo consenso en detectar su remodelación en función de los requerimientos del capital financiero, hecho que a su manera supone cierto tipo de modernización

Queda el cuarto punto —cuestionamiento de los marcos generales de interpretación de la realidad latinoamericana— que a grosso modo se expresó como una oposición entre la “teoría de la dependencia” y una “teoría de la articulación de modos de producción bajo dominio imperialista”;

El año 1979 es axial en la historia del marxismo latinoamericano por más de una razón. En primer lugar, por el triunfo de la revolución sandinista, veinte años después de la Revolución Cubana y al cabo de tantas experiencias fallidas de la izquierda. Revitalizante en sí misma, la victoria nicaragüense no fue además un hecho aislado: fue el punto descollante de un proceso revolucionario que tomaba cuerpo en El Salvador y se articulaba en Guatemala, al tiempo que prendía en un punto lejano y hasta entonces ignorado: la Granada de Bishop

Además, y como lo cuenta detalladamente R. Aron en sus Mémoires, la antigua intelectualidad de izquierda, o por lo menos progresista, ya había experimentado un viraje de 180 grados hacia finales de los setenta. Y conste que no se trata, únicamente de un antisovietismo o anticomunismo, sino también de un expreso antitercermundismo (Quien desee tener una idea de la furia antitercermundista, coloreada de racismo, de importantes sectores de la intelectualidad europea, Cfr. Le Monde diplomatique en español, año VI, núm. 77, mayo de 1985, dossier titulado: “Una bestia a abatir: el tercermundismo”).

El eurocomunismo surge precisamente en este contexto, como una expresión más de la crisis de la izquierda europea y concibiéndose a sí mismo, en una de sus vertientes, como una alternativa conservadora a la “vía chilena”. En efecto, mientras la mayor parte de la izquierda latinoamericana reaccionó ante la derrota en Chile destacando el error consistente en no haber hecho todo lo posible para tomar realmente el poder, la dirigencia del pc italiano llegó a la conclusión estrictamente opuesta: había que proceder con más cautela, marchando al compás de una alianza con la Democracia Cristiana.

Algunas razones de la aceptación del eurocomunismo en AL

Segundo, con razón o sin ella, traía el aval de un hombre por todos respetado, Antonio Gramsci.
Tercero: aparecía como la “vía democrática” al socialismo, en un contexto en que la mayoría de latinoamericanos clamábamos por un “retorno” a la vida democrática

Entre otras cosas, nos hacía perder esa conciencia tercermundista con que nos habíamos enriquecido en los años sesenta; ahora, aún teóricamente se presuponía nuestra pertenencia a aquello que Gramsci denominó “Occidente”.

 que organizaciones aparentemente similares en determinado momento experimenten con el transcurso del tiempo transformaciones que las llevan a posiciones a veces harto disímiles. Es lo que ocurre con los pc, no sólo a nivel latinoamericano sino mundial. En efecto ¿qué similitud hay actualmente entre los pc de la urss, China, Albania, España y Yugoslavia, por ejemplo? Poca, como no sea una referencia al marxismo cada vez más equívoca y una historia común cada vez más remota…lo cual no significa que no se registren variaciones notables si se compara, por ejemplo, el pc brasileño con el de El Salvador, el psum19 con el pc cubano, o éste con el nicaragüense

el propio marxismo comienza a adoptar un lenguaje equívoco, a veces enredado en la trampa de viejas oposiciones premarxistas, como por ejemplo la de “sociedad civil” vs. “sociedad política”. Se olvida, en este caso, que el marxismo se constituyó haciendo la vivisección del concepto de “sociedad civil” hasta descubrir su médula económica y su contradictoria textura clasista. Fuera de esta perspectiva, ¿qué puede significar para un marxista la categoría de sociedad civil? Nada, como no sea un campo semántico ambiguo
Igual ambigüedad encierra el concepto de “hegemonía”, una vez desprendido de su uso europeo occidental que alude a la forma de dominación actual de la burguesía financiera; consenso en el interior del espacio metropolitano, coerción en la “periferia”; explotación atenuada adentro, sobreexplotación afuera. ¿Qué queda del concepto de “hegemonía” cuando se lo aplica en las antípodas, es decir, en las sociedades “periféricas”? Apenas una mistificación subliminal que induce a pensar que el poder se estructura según el más puro esquema liberal: por medio de una libre competencia de ideas, imágenes y representaciones que termina por favorecer a los concursantes políticos más meritorios

Cuando Gramsci afirmó que las sociedades de “Occidente” se caracterizaban por el robustecimiento de la “sociedad civil”, quiso señalar un reforzamiento de la sociedad burguesa…Queda por saber si un fortalecimiento parecido de la burguesía está ocurriendo en nuestra sociedad y bajo qué forma y en qué condiciones

parece absolutamente idealista pensar que pueda existir en la actualidad una democracia sin adjetivos

Nótese, a este respecto, que las agresiones que Estados Unidos perpetra por el mundo se basan en el consenso de la mayoría de la nación, además de que, por regla general, siguen todos los procedimientos previstos por la Ley: con la mayor “libertad” el Congreso vota la cantidad de fondos que ha de destinarse a cada agresión.


No hay que olvidar que la discusión actual en el seno de la izquierda latinoamericana no pasa por la frontera ficticia entre una corriente supuestamente democrática y otra que no lo sería (la denominada “leninista”); la diferencia real se da más bien entre una tendencia que trata de congelar las aspiraciones de las masas en el nivel fijado por el democratismo burgués, y otra que no niega la democracia sino que busca la manera de elevarla hasta niveles revolucionarios. Para esta última, el problema no es obviamente el de la democracia a secas, ni el de la democracia como una esencia filosófica, sino el de cómo incorporar la mayor cantidad de democracia para el pueblo en el proceso de transformación radical de la realidad.

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