sábado, 3 de agosto de 2013

Pymes: anticapitalismo, izquierda y esperanzas cifradas en sitio equivocado (julio 2013)

Pymes: anticapitalismo, izquierda y esperanzas cifradas en sitio equivocado

A raíz de uno de los puntos del programa presidencial elaborado por el proyecto político que apoya a la candidatura electoral de Marcel Claude en el Chile actual de 2013, reemerge la pregunta acerca de la realidad PYME[1]. En lo que sigue se presentarán de manera muy sucinta algunos elementos de análisis necesarios a la hora evaluar el “problema PYME”. Se procederá de manera sistemática; proporcionando en primer lugar elementos teóricos, para sólo después pasar a cuestiones más concretas y actuales propias de nuestra formación social.

I.                   Aportaciones teóricas

1)      Del lado de “los chicos”

Aún teniendo en cuenta que existen serios problemas definicionales a la hora de tratar el problema pyme[2], pareciera evidente que la utilización “política” del término PYME pretende instalar la siguiente sencilla idea: existirían contradicciones políticas fundamentales entre “los chicos y sus aliados” (léase PYMEs) y “los grandes” (monopolios, grandes capitales, 1%, etc, etc). Esta idea no es nueva, sino que sólo una reformulación de una vieja creencia instalada en la izquierda (y no sólo en este lado del espectro político). Esta creencia supone cifrar las “esperanzas políticas” en el pequeño productor, en tanto en él se encuentran tanto “la virtud” como la posibilidad real de “emancipación”. En términos teóricos, esta es una esperanza espuria en tres sentidos (imbricados entre sí):

Primero, porque una de las formulaciones más paradigmáticas al respecto, la de Proudhon, demostró no ser capaz de fundar su propuesta de manera rigurosa (en términos teóricos y prácticos). No es sólo que Proudhon reprodujera en sus formulaciones el individualismo burgués, ni tampoco que meramente repitiera ciertas ideas básicas de la economía política burguesa. Es que, junto a ésta, él mismo es incapaz de comprender una cuestión básica. En efecto, como establece Marx:
“En economía política existe una confusión creciente entre dos formas de propiedad privada, una que se encuentra basada en el trabajo del propio productor, mientras otra que está basada en la explotación del trabajo de otros. No sólo los economistas olvidan que el último tipo de propiedad es la directa antítesis de la primera; ellos olvidan asimismo, que la última sólo puede crecer bajo la tumba de la primera” (Marx, El capital)

En segundo lugar, la idea de la “virtud de los chicos”, ha sido fundamentada teóricamente en la existencia autónoma previa al capitalismo, de un modo de producción pequeño mercantil simple. Esta tesis, soportada entre otros por Ernest Mandel[3], supone actualizar una lectura “histórica” del primer tomo de El Capital, en el cual Marx desarrolla la idea de una reproducción mercantil simple, fundada en los valores-trabajo directos. El problema con esta interpretación es importante y posee distintas aristas. Primero, está el hecho de que, en realidad, Marx, en este punto del primer tomo de El Capital, estaba actualizando un desarrollo “lógico-deductivo”, necesario para comprender el funcionamiento del modo de producción capitalista. Esto es, Marx no habría estado suponiendo la existencia histórica efectiva del “modo de producción pequeño mercantil simple” (MPPMS), sino que sólo entendería su “necesidad lógica” a la hora de presentar el funcionamiento del capitalismo[4]. En segundo lugar, en términos históricos, nunca existió este modo, al menos no de manera autónoma y predominante. Esto porque, la misma idea de la vigencia de una mercantilización generalizada de los productos supone la “autocancelación” de este modo como modo transicional dominante. No es sólo el hecho de que, en general, la pequeña producción mercantil se haya encontrado vinculada históricamente a los procesos de “acumulación primitiva” e “intercambio desigual”, sino que se olvida la cuestión de que la vigencia de la mercantilización a un nivel mayor que el local, requiere (o al menos así lo ha demostrado la historia hasta hoy) la existencia de los comerciantes como estrato social diferenciado. El mismo hecho de que Marx no conceptualice la existencia de éstos dentro de la reproducción pequeño mercantil simple, debiera ya alertarnos acerca de la posibilidad de realizar lecturas predominantemente “históricas” del El Capital[5]. Una cuestión distinta es afirmar que la vigencia de la “pequeña producción” en vastos territorios es un hecho histórico.  El punto es que esta vigencia (e.g. los Estados Unidos noroccidentales desde 1700 hasta quizás mediados del siglo XIX), no descansa en la mercantilización efectiva de lo producido, sino en una imbricación entre “producción para el uso” e intercambio monetario local determinado por necesidades sociales[6]. Esto es, la vigencia histórica de la pequeña producción[7], suponía la no vigencia de la ley del valor. Por el contrario, la pequeña producción mercantil (con vigencia de la ley del valor) es continua y permanentemente reproducida por el mismo funcionamiento del modo de producción capitalista, cuestión que muchos teóricos han de hecho conceptualizado[8]. Ahora, en términos prácticos, si se quisiera actualizar a la pequeña producción (autónoma y con posibilidad dominación y generalización) como modelo de “sociedad futura”, primero debería trascenderse la vigencia de la ley del valor (ergo, el capitalismo). Y esto sin tener en cuenta que esta “nueva sociedad” haría retroceder la rueda de la historia, al menos en términos de socialización de los procesos de trabajo, distribución, intercambio y consumo.  
 En tercer lugar, una forma algo distinta de postular que “la virtud está en los chicos”, es a través del concepto de “campesinado”. En términos de un análisis racional que tiene como su base la historia efectiva, este término (“campesinado”), en realidad es una mera categoría descriptiva que no llega a ser un concepto. No es sólo que Lenin haya refutado incontrovertiblemente a los populistas rusos de finales del siglo XIX y principios del siglo XX[9] (quienes postulaban una transición al socialismo que se saltara al capitalismo a partir del “campesinado” ruso), sino que la misma idea (desarrollada tanto por marxistas como por no marxistas) de un “modo de producción campesino” es errada. Esto fue así tanto para la Francia decimonónica, como para la Rusia de principios del siglo XX y también para la periferia capitalista del siglo XIX y siglo XX[10]. Tampoco existieron “revoluciones campesinas” (quizás sí, si no se pretende que el concepto “campesinado” sea una categoría teórica rigurosa y más que nada funja como término descriptivo-narrativo), como muy bien le critica Ian Roxborough a Eric Wolff[11]. Tampoco es cierto que el mismo Marx se haya decantado al final de su vida por la “revolución campesina”: la conocida carta a Vera Zasulich (en la que Marx juguetea con la idea que aquí discutimos), es seguida un año después del Prefacio a la edición Rusa del Manifiesto Comunista, escrito en el cual Marx establece claramente que el “campesinado” ruso sólo podría ser útil para un “salto al socialismo” sin pasar por el capitalismo, con ayuda de la revolución proletaria en Occidente. Por lo demás, Engels, en la década del noventa del siglo XIX, ya escribió que esa posibilidad del “salto campesino” al socialismo había pasado, dado el rápido desarrollo del capitalismo en el campo ruso en los últimos años[12].

 La siguiente cita de Pierre Vilar, tomada de un artículo en el cual critica a los “chayanovianos”[13], expresa de manera simple lo que en este punto enfatizamos:
“De hecho existe un modo campesino de vida que incluye al caballero agricultor y al trabajador agrícola. Pero, como un instrumento de análisis social, no existe tal cosa como un modo campesino de producción (ni una economía campesina) en el cual las distinciones y luchas de clase características del capitalismo, del feudalismo, o de su combinación, desaparecerían en la transición”[14]

2)      Del lado de “los grandes”

La idea de que “la virtud está en los chicos”, incluso se ha fundado en el contexto del desarrollo del modo de producción capitalista. En esta operación de “defensa”, esencial ha sido la idea de entender que el capitalismo posee una “fase monopolista” cualitativamente distinta a su “fase competitiva”. En ésta predominaría el poder de los monopolios y la misma competencia capitalista sería problemática. Esta es una tesis que ha estado presente dentro del marxismo desde que Hilferding y Lenin escribieran; especial vigor ganó con los desarrollos del marxismo soviético (desde Stalin y también luego de la “desestalinización” de 1956). Sin embargo, la misma es problemática al menos en dos sentidos.
 Primero, por el hecho de que la misma separación “capitalismo competitivo/capitalismo monopolista” fue desarrollada utilizando una noción de “competencia” propia de la economía política clásica, noción que es ajena a la superación dialéctica que de ésta suponen los desarrollos de Marx[15]. En efecto, para Marx la competencia no es mera “ausencia de coerción”, como lo era para un Smith y un Ricardo, quienes entendían a los monopolios bajo su forma mercantilista y medieval, esto es, sólo como una restricción (negativa) a la “libre competencia de los capitales”. Para Marx, la competencia es inherente a la misma existencia del capital, porque éste no puede sino aparecer como “capitales particulares”. Es en este sentido que Paresh Chattopadhyay afirma:

“Desde este punto de vista debe enfatizarse de que no existe ningún capitalismo monopolista como distinto de un capitalismo competitivo. Todo capitalismo es competitivo en tanto el capital sólo puede aparecer como muchos capitales (en sus interacciones recíprocas). Eso que usualmente se denomina la fase monopolista del capitalismo sólo constituye una fase particular en la socialización del capital, alcanzada mediante la mayor concentración y centralización del capital sin importar la formas de competencia de éste”[16]

 En segundo lugar, la misma idea de la existencia de un “capitalismo monopolista” se conflictúa con la tesis marxista básica de la vigencia de “ley del valor”. Anwar Shaik, Diego Guerrero y Carlos Maya Ambía (entre otros), cuestionan la idea de que pueda entenderse la vigencia de un capitalismo monopolista y a la vez rija la ley del valor junto con su necesario correlato de “igualación de la tasa media de ganancia”. Maya Ambía[17], en específico, al analizar las distintas tesis sobre el capitalismo monopolista (sea “de Estado” o no lo sea),  muestra como las distintas escuelas (francesa, alemana, italiana, japonesa, etc), son incapaces de fundar rigurosamente la proposición de la existencia de un “capitalismo monopolista” manteniendo las premisas marxistas en el análisis. Las distintas opciones (existencia de dos tasas medias de ganancia, de una estratificación de tasas de ganancia, no existencia de una tasa media, determinación exclusivamente política de la tasa media de ganancia, etc), en realidad se muestran como una imposibilidad teórico-histórica.

 Al señalar estos dos elementos –la comprensión errada de la “competencia” bajo el capitalismo, y la imposibilidad de conjuntar “teoría laboral del valor” y existencia de un capitalismo monopolista (“de Estado” o no)-, no queremos dar la idea de que capitalismo no deba ser conceptualizado en fases, o que el mismo es siempre igual y no sufre transformaciones. Antes bien, la misma idea de “reproducción ampliada” y del “desarrollo de contradicciones” (la primera, propia del Marx de El Capital, la segunda propia de cualquier marxismo que se autoconcibe como reapropiación fértil de Hegel), nos habla de que el capitalismo (concebido desde una perspectiva marxista) es una estructura en desarrollo y sujeta a cambio (con un núcleo estructural fijo que relaciona contradictoriamente capital y Trabajo). El problema es que la forma precedente de concebir el desarrollo y las fases del capitalismo, basada en último análisis en la idea de que “la virtud está en los chicos”, es una errada en términos históricos y teóricos.

II.                Concepciones del poder

Quienes postulan que “la virtud está en los chicos”, dan cuenta de una concepción teórico-epistemológica particular sobre “el poder”. No es sólo que al entronizar la realidad PYME se trata de manera acrítica al mercado capitalista (que racionalmente solo puede ser comprendido como materialización de “coerción” dentro de un contexto de “guerra de capitales”), sino que es la misma idea de la “distribución del poder” entre “muchos” (en tanto situación virtuosa) como opuesta a la acumulación de éste en las manos de “unos pocos” (en tanto situación vituperable), la que se encuentra imposibilitada de abordar racional y materialmente lo que fenoménicamente aparece como “poder”. En primer lugar, porque pareciera ser que se ha dejado de lado la intelección del poder como una relación material entre agentes sociales, para adoptar una perspectiva sustancialista en la cual el poder deviene mera “cosa” transferible. Segundo, la perspectiva de defensa de las pymes puede con razón ser clasificada dentro de la taxonomía propuesta por Goran Therborn en lo que respecta al problema del poder. En efecto, el citado enfoque pro-pyme da cuenta de, a la vez, una perspectiva “subjetivista” y una perspectiva “marginalista”. La primera (propia de las teorías liberales y “pluralistas” sobre el poder), responde exclusivamente a la pregunta ¿quién tiene el poder?; mientras la segunda inquiere acerca de “la cantidad” de éste. El punto es que ambas perspectivas (propias del enfoque pyme), no llegan a preguntarse acerca de la naturaleza del poder. En efecto, como señala Therborn, el marxismo deja de lado de lado de estas perspectivas, porque se pregunta eminentemente:
“…¿cuál es el carácter del poder y cómo se ejerce? Por consiguiente, el modo de investigación materialista histórico busca definir, antes que nada, la naturaleza el poder, y no su sujeto o su cantidad. Esto es lo que se refleja en la escandalosa pregunta del marxismo-leninismo: democracia, ¿de qué clase? Dictadura, ¿de qué clase?[18]

 En razón de esto, un análisis materialista del problema pyme, antes que tratar de manera fetichista una cuestión de importancia sustancial, deberá resolver antes que nada la pregunta acerca de la naturaleza del poder, en tanto cristalización de relaciones sociales determinadas.

III.             Funcionamiento histórico-práctico de la idea de que “la virtud está en los chicos”

1)      Estrategias comunistas y “chicos”

En el trabajo ¿Cómo domina la clase dominante?, Goran Therborn desliza una interpretación de las distintas estrategias formuladas por la tradición comunista desde finales del siglo XIX. Esta interpretación distingue cuatro estrategias en términos cronológicos: i) Estrategia de la II Internacional; ii) Estrategia leninista; iii) Estrategia frente-populista; iv) Estrategia antimonopolista. Cada una de estas estrategias tendría características particulares, así como también compartirían todas ellas un marco común de premisas. La que nos concierne más directamente en función del problema que aquí tratamos, es la cuarta. No es sólo que la estrategia antimonopolista tuviera su base en una conceptualización errada de las fases del capitalismo (como se desarrolló en el punto anterior), sino que su función histórico-práctica fue contraria a los intereses de las clases productoras/explotadas. En efecto, la “moda” marxista que adoptó esta estrategia (el denominado “eurocomunismo”) no sólo abandonó el concepto de “dictadura del proletariado”[19], sino que tuvo una tendencia a
“…quitar importancia, en mi opinión a subestimar gravemente, el carácter de clase de los aparatos de clase no represivos. Ahora se habla de democratizar y no de destruir el aparato de Estado burgués”[20]
 Además, es demostrativo que cada uno de los partidos que adoptó el eurocomunismo (y su correlato estratégico antimonopolista), terminó dejando de lado el comunismo (en unos pocos años dejaron de existir como partidos comunistas) y tomando parte en gobiernos socialdemócratas que adoptaron políticas abiertamente “neoliberales”. Esto sucedió en España con Felipe González, en Francia con Miterrand, y en Italia con el famoso “compromiso histórico” (del PCI con la DC). Boris Kagarlitsky, por poner un ejemplo, escribió esto en 1999 sobre Francia:
“La presidencia de Mitterand en Francia comenzó con buenas esperanzas y terminó con un desengaño universal…Los socialistas franceses no sólo perdieron su mayoría parlamentaria, sino que en la práctica habían rechazado su propio proyecto reformista incluso antes de que la derecha retornara al poder. Ellos prepararon el terreno para la presidencia de Jacques Chirac, quien no sólo abolió la mayoría de las innovaciones de los primeros años del gobierno socialista, sino que muchos beneficios sociales de las décadas previas”[21]

2)      “Los chicos” y la UP

Aún si la tesis de Therborn –que el proyecto de la UP en Chile fue ya eurocomunista antes incluso de que esta tesis ganara vigencia en Europa- es extrema y no completamente cierta, la misma realmente da cuenta de que una fracción no menor de la izquierda chilena de ese período operaba con el principio de las alianzas antimonopolistas. En efecto, como señala Stefan de Vylder[22], el proyecto de “socialismo mediante la vía electoral” estuvo cruzado por las contradicciones entre quienes proponían la “estrategia anticapitalista” y quienes promovían la “estrategia antimonopolista”. La cuestión, históricamente, es que se demostró que, incluso intentar reformas profundas operando bajo el principio antimonopolista, deviene en un callejón sin salida. En este punto, quien escribe considera que el análisis de De Vylder es fértil y acertado, por lo cual lo citaremos in extenso:
“Un sector importante de la UP incluso creía que la deficiente estructura económica de Chile, podía servir para hacer posible un continuo mejoramiento en los niveles de vida no sólo de los grupos de bajo ingreso, sino también de las relativamente bien avenidas clases profesionales. Este era el corolario ilusorio de la fundamentalmente “estrategia antimonopolista”   basada en una alianza de clases deseada con todos los estratos medios incluidos dentro de los enemigos de la oligarquía”
“…es más difícil estar de acuerdo con aquellos que afirman que el gobierno fracasó porque fue demasiado rápido en su programa de nacionalización. Porque para sobrevivir debió, yo creo, o haber dejado completamente de lado su programa de expropiación (excepto quizás en lo que respecta a la Gran Minería del cobre y casos similares donde un amplio consenso podía ser alcanzado), o haberlo acelerado más allá con un ataque decisivo contra los intereses de los negocios privados más poderosos, incluyendo ciertos sectores clave que tradicionalmente nunca habían sido considerados como suficientemente poderosos pero cuya importancia estratégica en acciones de sabotaje era inmensa (el transporte caminero es el ejemplo más obvio).En tanto la primera opción estaba fuera de la cuestión –tal profunda traición del programa nunca se le ocurrió ni siquiera al menor segmento de la izquierda-, la segunda alternativa podría haber sido la menos imposible. Sólo un firme control rápidamente alcanzado sobre todas las actividades cruciales, podría haber mitigado los efectos de la obstrucción económica de las fuerzas derechistas y creado las necesarias, aún si no suficientes, condiciones para que la UP implementara una economía planificada”[23]

De hecho, la misma estrategia antimonopolista no logró aislar a la supuesta “oligarquía”:
“Pero incluso dejando de lado los desarrollo internacionales, era la burguesía la que era más fuerte. Porque no fueron aislados los intereses oligárquicos, como una vez esperó la UP, sino que fue aislada la clase obrera industrial. La izquierda fracasó en la tarea de neutralizar, menos todavía ganar para sí, todos aquellos sectores de los negocios privados no monopolistas y supuestamente progresistas, los cuales cumplían tan importante rol en la estrategia de alianzas de clase oficial de la UP. Las alianzas que se formaron tomaron un carácter diferente; la expresión política por excelencia de los negocios pequeños y medianos en el Chile de 1972 y 1973 fue el abiertamente pro-fascista movimiento gremialista”[24]

IV.             Pymes: definición práctica, teoría y alianzas de clase

1)      Los problemas del institucionalismo y las ciencias sociales burguesas
 
En términos definicionales, las mismas teorías institucionalistas y neoclásicas reconocen la dificultad de operar con el concepto de PYME y sus supuestos y corolarios:
“Hasta el día de hoy, no ha sido posible consensuar a nivel mundial un elemento definitorio capaz de clasificar o agrupar las empresas por tamaño…es posible encontrar agrupaciones de empresas por tamaño a partir de: el número de trabajadores, el monto de la inversión en activos fijos, los niveles de ventas, y en oportunidades otras clasificaciones hechas a partir de una combinación de estas variables”[25]
 Y no es sólo porque se conjunten en un concepto la pequeña “y” la mediana empresa, ya que la misma “pequeña empresa” es una realidad harto heterogénea:
“Las pequeñas empresas…diverso origen y vocación productiva, que dista mucho de ser un segmento homogéneo…desde la manufactura a los servicios y el comercio. Son diversas también en cuanto a su organización interna, a sus estilos de gestión, en su menor o mayor grado de formalización, en sus relaciones laborales, en la calificación de sus trabajadores, en la organización del trabajo y en la forma de insertarse a los mercados”[26]

2)      Teoría, definición y alianzas de clase

Nicos Poulantzas, en sus trabajos de mediados de los 70s, ya notaba que las mismas formas de clasificación oficiales de las empresas hasta ese momento, indistinguían realidades clasistas diferentes, cuestión por lo debían tratarse como mucho cuidado (y sólo como efectos indicativos):
“Estas características remiten ya a la articulación de las relaciones de producción –propiedad económica y posesión- y de los procesos de trabajo en sus efectos sobre las fronteras de las unidades de producción. No pueden ser directamente aprehendidos por criterios empírico cuantificables, que no revisten sino un papel completamente relativo de indicios. Tal es especialmente el caso del criterio del tamaño de la empresa evaluado según el número de trabajadores empleados, criterio privilegiado de las distinciones estadísticas entre “grandes”, “medianas” y “pequeñas empresas”. En efecto, este criterio deja a un lado la cuestión de la productividad del trabajo, correlativo del alza de la composición orgánica del capital, según las diversas ramas de la producción: una empresa de la petroquímica y una empresa textil que empleen el mismo número de obreros puede corresponder la una al capital monopolista, y la otra al capital no monopolista. Tanto más cuanto que el capital monopolista está caracterizado tendencialmente por una disminución proporcional del “trabajo vivo” con respecto al “trabajo muerto”[27]

 Más allá de la cuestión definicional, lo central es que operar en la realidad con el término PYME lleva a fraguar alianzas de clase equivocadas, esto si nos situamos desde la perspectiva de las clases productoras/explotadas.
 Poulantzas desarrolla este tema de manera extensa en el texto que aquí venimos utilizando; en este escrito, sin embargo, destacaremos cuatro cuestiones. Primero, el hecho de que la conceptualización institucionalista de las empresas tienden a presentar a la clase capitalista como un todo unilineal y progresivo, una totalidad unificada carente de conflictos:
“Pero hay algo más grave: pareciendo implicar una escala graduada y homogénea en el orden de repartición de los diversos capitales, incluso un proceso de reproducción y de valorización de capital  unilineal, y continuo…de una parte, esfumar las líneas de demarcación, y las contradicciones específicas, entre capital monopolista y capital no monopolista, y esto, suponiendo una línea de paso progresiva y uniforme entre los diversos componentes del capital. Se acredita así, la imagen-mito de una burguesía como totalidad integrada, organizada en niveles continuos…”[28]

Segundo, porque mediante la escala gradual propia de las estadísticas oficiales (micro, pequeña, mediana y gran empresa), se esfuma la diferencia clasista específica entre la “pequeña-burguesía” y la “clase capitalista”:
“El conjunto del capital no monopolista se sitúa del lado burgués de la barrera de clase…Una pequeña empresa capitalista no tiene, forzosamente, con el capital monopolista, más contradicciones de las que puede tener una empresa media capitalista…De hecho, en lo esencial, los afectados son el pequeño comerciante y el pequeño artesano, y la barrera significativa a este respecto –todos los elementos empíricos lo demuestran- pasa aquí entre el pequeño capitalista (el burgués) de una parte, y el pequeño burgués, de otra”[29]

Tercero, el operar con el término PYME lleva a dos variantes de oportunismo, variantes que son abstractas y ahistóricas, ya que eliminan por principio la necesidad de analizar la situación concreta de desarrollo del modo capitalista de producción en un momento histórico específico:
“Vemos bien aquí que la identificación capital no monopolista/pequeñaburguesía (PME), que, en el caso de la estrategia antimonopolista, da lugar a un oportunismo de derecha, puede igualmente dar lugar a un oportunismo de izquierda; esta identificación puede conducir a considerar, bajo el término pequeño capital, a la pequeña burguesía como formando parte del capital no monopolista (burguesía) y a excluir, así, a priori,  las posibilidades de alianza con las fuerzas populares que, según las coyunturas, puede presentar”[30] 

Cuarto, la misma utilización política del término PYME, juega en contra de los intereses del pequeño capital, el cual se arrastrado a un tipo de alianza donde el capital medio lo hegemoniza. En este sentido argumenta Nicos Poulantzas:
 “Se acredita así el mito de una unidad de las empresas pequeñas y mediana (PME), que no es de hecho sino un medio por el cual el capital no monopolista subordina a la pequeña burguesía apoyándose sobre ella en su lucha contra el capital monopolista y le crea la ilusión de una comunidad de intereses…”[31]

Por nuestra parte, y de acuerdo a los cuatro puntos anteriores, aquí defendemos la tesis de que el movimiento obrero, si es que se propone trascender el capitalismo, debe fraguar una alianza estratégica en la cual él mismo tenga el rol eminente, pero a la vez permita incluir de manera coherente a fracciones pequeño-burguesas reales cuyos intereses y proletarización objetiva coincidan con la clase llamada a expropiar a los expropiadores[32].

V.                Las pymes en el chile de hoy

En términos de datos, los trabajos de Baltera y Dussert nos presentan la siguiente información para el chile de 2006 (presentamos los mismos sólo para que se tenga cierta noción de cuál es la realidad actual –considerando que después de 7 años ésta no puede hallarse demasiado modificada):

Empresas

Porcentaje
1994
2004
Micro
80,8%
81.9%
80.8%
Pequeña
15,9%
15%
15.9%
Mediana
2,2%
2.1%
2.2%
Grande
1%
0.9%
1%
Tamaño empresas según número de trabajadores
Tamaño empresa
Número de trabajadores
Micro
1-9
Pequeña
10-49
Mediana
50-199
Grande
+ 200
Tamaño empresa según ventas netas anuales
Tamaño empresa
Ventas neta anuales
Micro
O uf----2.400uf
Pequeña
2401 uf----25000uf
Mediana
25001----100000uf
grande
+ 100001
Tamaño micro y pequeña empresa según ventas netas anuales
Micro
Pequeña
Hasta 200 uf (5 millones)
2401uf---5000 uf (60-125 millones)
201uf----600uf (5-15 millones)
5001uf----10000uf (125-250 millones)
601uf----2400uf (15-60 millones)
10001uf-25000uf (250-625 millones)

En lo que sigue, nos abocaremos a cuestionar ciertas tesis muy propias de quienes defienden la necesidad de tener una base social PYME para su proyecto político.

1)      Las pymes generan la mayor cantidad de empleo

Esta tesis fue defendida explícitamente por Marcel Claude en 2011. La misma, si bien tiene apoyo empírico real, deja de lado una cuestión esencial: el encadenamiento. Esto es, las PYMES por sí mismas, como unidades autónomas, no existen. Su acceso al “mercado final” está mediado por una relación de subordinación con las grandes empresas. Esta realidad monopsónica, propia de la forma de capitalismo actual, nos informa del hecho que, quiérase o no, la mayor parte del empleo generado por las PYMES está inserto en procesos de trabajo y producción determinados por las grandes empresas. Así, el empleo en el Chile de hoy depende en gran medida de las grandes empresas, no de las PYMES (como unidades autónomas).

2)      Pymes y explotación

Un primer elemento a tener en cuenta es que, en términos clasistas rigurosos, la mera apropiación de excedente no es igual a explotación. Así, las transferencias de valor desde las pequeñas empresas a las grandes, no constituyen producción/apropiación de plusvalor, sino que redistribución del mismo. Es por esto que el mismo Poulantzas escribía a mediados de los 1970s:
“La dependencia acrecentada del capital no monopolista del capital monopolista, y la transferencia de una parte creciente del plusvalor global del primero al segundo, no significan en absoluto que el capital no monopolista sea “explotado” por el capital monopolista”[33]

Una segunda cuestión a notar es que en la pymes, dado el citado fenómeno de transferencias de valor, es característica la sobreexplotación del trabajo por el capital. El pequeño y mediano capital, dada la incapacidad de pasar “costos acrecentados” a “precios” de mercancías finales, descargan las presiones sufridas por la dominación del gran capital, en la fuerza de trabajo que emplean. Esto tiene efectos en distintos planos. Al respecto, y basándose en la ENCLA 2006, Baltera y Dussert sostienen (lo que sigue es una mezcla de citas con ideas tomadas de los textos ya citados)

i)                    Sindicalización

En la misma encuesta  se aprecia que sólo un 3,9% de pequeñas empresas cuentan con sindicato activo, lo que da cuenta de la organización sindical como una realidad bastante marginal dentro de estas unidades productivas, comparada, por ejemplo, con un 46,7% de presencia de organizaciones sindicales activas en las grandes empresas (con 200 trabajadores o más)

ii)                  Negociación colectiva

Con respecto a la utilización de instrumentos colectivos de negociación se describe que al año 2006 sólo en un 5,4% de las pequeñas empresas se ha negociado colectivamente durante los últimos cinco años
iii)                Huelgas
Para los mismos años en este estudio se observa que el año 2004 en un 0,5% de estas empresas hubo huelga (se pregunta por los 12 últimos meses); mientras en el 2006 se declara en un 1,6% de empresas el desarrollo de huelga.

iv)                Infraccionalidad normativa laboral

“En efecto, las cifras del cuadro están indicando que el mayor incumplimiento relativo (cotizaciones impagas) se concentra precisamente en la pequeña empresa”[34]
No se entregan los implementos de seguridad adecuados a la labor de los trabajadores, ni se cumple con la institucionalidad de la seguridad en el trabajo, las garantías a la seguridad es sobrepasada por la gestión informal de los accidentes o enfermedades laborales.
…y lo primero que preguntan, “¿y por qué se accidentó, tuvo la culpa él?”, “no, no lo llevan a la Mutual, llévenlo al Policlínico que tenemos allá en tal parte”, preguntando siempre la parte económica, no preguntando, “¿cómo estás, le paso algo grave?”, siempre la parte económica, que es la que les importa a ellos. (E. Indupac)[35]

v)                  Remuneraciones
“En las pequeñas empresas la mayor proporción de trabajadores tiende a concentrarse en los tramos inferiores de remuneraciones. No obstante que esta tendencia se manifiesta en todos los segmentos empresariales, se da con mayor fuerza en las empresas de menor tamaño. En efecto, el 53,2% de los trabajadores de la pequeña empresa, recibe una remuneración mensual entre $120.000 y $240.000, y sólo un 15.1% recibe remuneraciones que van desde los $600.000 a $1.440.000”[36]
En cuantos a los salarios en sí mismos, éstos en general son variables:
“Un bono por esto, un bono por esto, y siempre con bonos. Eso lo va premiando, cada día, es un premio, porque hay personas, casi nadie tiene tantos bonos como los que tenemos, aquí nosotros los compañeros” (E. Tremet)[37]

vi)                Polifuncionalidad

“Las estrategias de supervivencia de estas empresas, apuntan por una parte a la reducción de personal y por la otra a desarrollar la polivalencia, con la finalidad de disponer de un colectivo de trabajadores flexibles, que asegure niveles aceptables de productividad del trabajo, y así adecuarse en forma rápida a los cambios del mercado. Al respecto, las empresas deben cerrar, a veces, temporalmente o reducir el funcionamiento de ciertas líneas de producción y asignar a los trabajadores a otra línea o a una nueva”[38]

A todo lo anterior  se suma el hecho de que, una defensa política de las pymes se encuentra conflictuada con la proposición de medidas favorables al Trabajo. Primero, porque una tal defensa implica no reconocer el hecho de que un porcentaje no menor de pymes existe sólo por la vigencia actual de la subcontratación. Por tanto, un movimiento político que pretenda defender la sentida y reiterada demanda del movimiento obrero de “a igual trabajo igual salario”, se vería en complicaciones a la hora de presentar una política pro-pyme (más todavía, teniendo en cuenta que muchas de las contratistas existen sólo y exclusivamente por motivos políticos –fragmentación del movimiento sindical- y no por razones técnico-económicas). Asimismo, sería imposible compatibilizar una política pro-unidad obrera con una política pyme, ya que las últimas favorecen la existencia de muchos pequeños sindicatos débiles, no unos pocos sindicatos fuertes (atomización del movimiento sindical).
 Por lo demás, todo lo que aquí venimos estableciendo no es meramente función de la dependencia de las pymes con respecto a las grandes empresas, sino que éste fenómeno sólo acusa tendencias inherentes a la misma lógica de movimiento del capital.

3)      Pymes y eficiencia

En términos teóricos, el capitalismo de hoy sigue siendo en alguna medida similar al analizado por Therborn en 1979; en este capitalismo, las pequeñas y medianas empresas son por regla general menos eficientes:
“El moderno capitalismo monopolista no se apoya, predominantemente, en estratos parasitarios de rentiers, sino en la fracción más dinámica y eficiente de la burguesía. En la gran mayoría de los casos, las grandes empresas pagan salarios más altos y ofrecen mejores condiciones de trabajo y mejores derechos sindicales que las empresas de tipo medio o pequeño. La socialización de estos sectores monopolistas daría, evidentemente, una determinada orientación y un determinado dinamismo a toda la economía. Pero ¿cómo será posible unir a los diferentes componentes de la alianza antimonopolista? ¿Cómo podrían reconciliarse las reivindicaciones obreras de salarios iguales, mejores condiciones de trabajo y más amplios derechos sindicales, con la búsqueda por el capitalismo menos eficiente y no monopolista de mayores beneficios y más autoridad?”[39]

 En el Chile de hoy la tesis anterior se cumple. Esto por tres cuestiones: a) Baltera y Dussert de hecho señalan que empíricamente la productividad por trabajador es mucho menor en las pequeñas empresas; b) las tasas de inversión son menores en estas empresas (como señala Agacino); c) la gran dinámica (tasas de mortalidad/natalidad) de estas empresas da cuenta de la poca capacidad de sobrevivencia de las mismas.
 Asimsimo, en términos keynesianos, la misma idea de la protección a las pymes está conflictuada con una estrategia pro-crecimiento radical. Esto porque tasas altas de crecimiento tienden a hacer desaparecer más rápidamente a las pymes que a las grandes empresas[40]

4)      Pymes, familia y conflicto capital/Trabajo

Lo último que quisiéramos consignar en este punto, es el hecho de que la misma estructura de las pequeñas empresas, provee un marco en el cual el conflicto entre capital y trabajo se encuentra velado en mayor medida que en empresas de menor tamaño. De hecho, señalan Baltera y Dussert:
“…las pequeñas empresas por su condición de ser intensivas en mano de obra, requieren más que ningún otro segmento empresarial, de un compromiso de los trabajadores con el proyecto empresa a través de una visión compartida de éste y de una cohesión del grupo de trabajadores en torno a una concepción común…”[41]

Esta no es una conclusión gratuita de los autores; la siguiente cita (tomada de uno de los obreros entrevistados por estos sociólogos) ilustra de manera “típica” la actitud probable de los trabajadores frente a los patrones en estas empresas:
“Como es una fábrica chica, hay más comunicación, que en una fábrica grande que hay sindicatos, qué cosa, qué pelea. No. Acá él llega todos los días y hay harto contacto con él, porque va todas las mañanas a las partes de las máquinas y yo converso como estoy conversando con usted, entonces sabemos todo al tiro, los dos conversamos. O sea, es como una familia digamos, o sea”[42]

De hecho, incluso en las pequeñas empresas es incluso posible comprender al patrón:
A veces uno piensa que el hecho de tener una fábrica implica que las personas, los dueños siempre andan con los bolsillos llenos de plata, cree eso uno, y no es así, no es así, entonces aprendí a ver muchas cosas, a veces formar un sindicato no equivale a sindicato igual peso cachai, son muchas cosas que tu puedes conseguir sin necesariamente el signo plata de por medio” (E. Industrial Metal)[43]
Esta visión no es una privativa de los trabajadores, sino que también es compartida por los patrones. Según los autores que hasta aquí venimos citando, éstos ven a sus empresas como espacios exclusivamente privados que no funcionan (y no debieran funcionar) bajo la lógica de cualquier reglamento ajeno; antes bien, éstas son unidades familiares en las cuales priman los “dones” y “contra-dones”, unidades en las cuales el jefe valora la auto-explotación y el trabajo a destajo de sus empleados.
Si bien el conflicto capital/Trabajo es imposible de velar completamente (en tanto realidad objetiva) –por ejemplo, algunos de los entrevistados en los trabajos de Baltera y Dussert sí se oponían discursivamente a los patrones[44]- lo que aquí argumentamos es que la misma “independencia de clase” de los trabajadores es menos susceptible de conseguir bajo un marco estructural que  privilegiara a la pequeña empresa.
VI.             Conclusión
La conclusión a desarrollar debiera ser evidente partir de todo lo que hasta aquí hemos desarrollado. Cualquier estrategia política anticapitalista (y quizás también “reformista” en sentido fuerte[45]) debe tener su centro en la clase obrera. La definición de las clases no puede estar dada por estadísticas oficiales que dependen de categorías poco fértiles (por ejemplo, analogar mecánicamente micro-empresa con pequeña burguesía), sino que debe fundarse en un análisis marxista racional y objetivo de lo real-actual. En este sentido, para evaluar el Chile de hoy debe tenerse en cuenta lo siguiente para caracterizar la posición de los agentes:
 a) relación con los medios de producción;
b) papel desempeñado en la organización social del trabajo;
c) forma y cuantía de la riqueza social apropiada;   
d) trayectoria de clase (tener en cuenta la distinción tríadica: extracción, condición, posición);
e) sobredeterminación  estamental (modo de vida);
f) sobredeterminación política e ideológica 
Asimismo, considerar el hecho de que “burguesía” y “clase capitalista” no son lo mismo:
“…(la burguesía) es una penumbra social entorno al núcleo duro de capitalistas propiamente hablando, matizándose (oscureciéndose) en los diversos elementos sociales que funcionan como servidores o parásitos del capital sin ser propietarios ellos mismos de capital” (Hal Draper)
 “…está masa está típicamente compuesta…por la gama de grupos profesionales, administrativos y técnicos que disfrutan las condiciones de vida de los capitalistas mismos –todo aquello que por costumbre incluimos en el término “burguesía” en oposición a “capital”…” (Perry Anderson)

 Esto nos previene de la afirmación espuria de que cualquiera que no posea una “relación de propiedad directa” con los medios de producción deba ser necesariamente considerado parte de la clase obrera. Esto es, lo que se denomina típicamente “clases profesionales” no serían ni capitalistas ni obreros de por sí (tampoco una “clase media” –este es un no-concepto[46]-), sino que parte de la “penumbra burguesa”. Por lo demás, como parte de ella, tendrían la posibilidad de actualizar materialmente ciertas calificaciones dentro del proceso de trabajo, calificaciones que, en tanto los hicieran organizadores de éste, supondrían su incorporación en la “clase capitalista” propiamente dicha (cumplirían la función explotadora del capital). Si ésta es una distinción que reconoce una tendencia hacia una “polarización capitalista”; lo mismo puede establecerse en términos de una tendencia de “polarización obrera”. Con esto nos referimos al hecho de que posiciones propiamente pequeño-burguesas (propietarios de medios de producción o distribución que no asalarizan) sí pueden poseer una polarización objetiva hacia el proletariado. Así, los pescadores artesanales en el chile actual, los trabajadores temporales en el campo y la ciudad, e incluso dueños de pequeñas tiendas dentro de las poblaciones, pueden poseer posiciones objetivas susceptibles de ser incorporados en una alianza anticapitalista en la cual necesaria debe ser eminente la clase obrera (si lo que se desea es superar el capitalismo)[47].






[1]  Dice Claude: “recuperar nuestra Soberanía monetaria y crediticia, junto a una eficaz y estricta regulación del sistema financiero (…) Un polo financiero público debe facilitar el financiamiento de los sectores productivos medianos y pequeños, en la industria, la agricultura, la minería, la pesca y otras ramas de la producción local”

“...para reconstruir nuestra Soberanía económica es preciso ponerle fin a esos privilegios, garantías excesivas y exenciones injustas que dañan y desincentivan la inversión y el desarrollo de nuestras pequeñas y medianas empresas nacionales"
“...los esfuerzos de exención o de moderación tributaria deben estar concentrados en la pequeña y la mediana empresa...”
[2] Cuestión que revisaremos con algún detalle más adelante en este escrito
[3] Mandel se ve obligado a conceptualizar la existencia histórica previa de un modo de producción pequeño mercantil simple, en tanto que modo transicional, por la necesidad de fundamentar con mayor fuerza su tesis (debatible) de que la urss fue un Estado obrero deformado.
[4] Esta tesis es defendida por muchos marxistas. Entre ellos, Ronald Meek y Tony Smith
[5] La siguiente cita tomada de Robert E. Much es clarificadora: “Pero el argumento acerca de los efectos del mercado en la PPMS define como una consecuencia de la operación normal del mercado la destrucción de ese mismo modo y su reemplazo por otro. Esto es, no existe reorganización de las relaciones de producción dentro de la PPMS, solo su transformación en el MPC. Una cosa es reconocer contradicciones, pero otra bastante distinta es construir dentro del concepto de un modo de producción el concepto de su designado sucesor en una jerarquía predeterminada de fases de desarrollo. Estamos de vuelta en el mismo problema –la incompatibilidad de relaciones de producción familiares no antagónicas con un mercado comodificado-. La gente que es primariamente productora mercantil debe ser primariamente consumidora de mercancías; sin embargo “es sólo sobre la base de la producción capitalista y por tanto la división del trabajo capitalista dentro del taller, que todo lo producido necesariamente asume la forma mercancía y por tanto los productores son necesariamente productores de mercancías”. El mercado postulado por la PPMS aparece como un anacronismo, importado del MPC” Robert E. Much, The cutting Edge, 1991Fernand Braudel Center-traducción propia-
[6] Ver, por ejemplo, Leo A. Johnson (“Producción mercantil independiente: ¿modo de producción o formación de clase capitalista?” (Leo. A Johnson, Studies in political economy nº6, 1981-traducción propia-) y Robert E. Much, The cutting Edge, 1991Fernand Braudel Center-traducción propia-
[7] Que, por lo demás, suponía la posibilidad de dominación e incluso explotación interna (de las mujeres y los hijos por los hombres; de los hombres comunes de las aldeas por los hombres de prestigio e importancia en éstas, etc). Con esto apuntamos al hecho de que la vigencia histórica de la pequeña producción está lejos de asemejarse al “modelo virtuoso” presentado por quienes realizan su apología. 
[8] Por ejemplo, Roger Bartra, Henry Bernstein y Francois Chevalier
[9] El desarrollo del capitalismo en Rusia (Lenin, 1899)
[10] Ver, Pierre Vilar, Hindess y Hirst, Ian Roxborough, etc.
[11] Teorías sobre el subdesarrollo (Ian Roxborough, 1979)
[12] 100 años de Revolución permanente (varios autores, 2006)
[13] Chayanov fue un economista y agrónomo ruso de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. La mayor parte de las teorías sobre el campesinado se basan en sus trabajos; éstos, sin embargo, no dejan de ser una reproducción ahistórica e ingenua del paradigma económico neoclásico.
[14] Pierre Vilar. Review (Fernand Braudel Center), Vol. 21, No. 2 (1998), pp. 151-189
[15] La idea de que Marx no es una mera continuación de los clásicos, es fértilmente desarrollada por Fred Moseley, Louis Althusser, Paresh Chattopadhyay y otros.
[16] “The Marian concept of capital and the soviet experience” (Paresh Chattopadhyay, 1992 –traducción propia-)
[17] Ver, “Ilusiones y agonías de los nietos (teóricos) de Lenin: crítica de la teoría del capitalismo monopolista de estado” (Carlos Maya Ambía, 1994, siglo XXI)
[18] ¿Cómo domina la clase dominante? (Goran Therborn, 1979)
[19] El texto mencionado de Therborn presenta una buena discusión al respecto
[20] ¿Cómo domina la clase dominante? (Goran Therborn, 1979)
[21] New Realism, New Barbarism (Boris Kagarlitsky, 1999)
[22] Allende’s Chile: the political economy of the Unidad Popular (Stefan de Vylder, 1974)
[23] Allende’s Chile: the political economy of the Unidad Popular (Stefan de Vylder, 1974)
[24] Allende’s Chile: the political economy of the Unidad Popular (Stefan de Vylder, 1974)
[25] Los derechos laborales en la pequeña empresa. Una mirada desde los trabajadores. Cuaderno de investigación nº28. Departamento de estudios, dirección del trabajo. Santiago, noviembre 2006
Tesis de grado para optar al título profesional de Sociólogo.Derechos En El Trabajo Relevancia y Práctica En La Pequeña Empresa Industrial Profesora guía: Helia Henríquez, Septiembre 2008
[26] Los derechos laborales en la pequeña empresa. Una mirada desde los trabajadores. Cuaderno de investigación nº28. Departamento de estudios, dirección del trabajo. Santiago, noviembre 2006
Tesis de grado para optar al título profesional de Sociólogo.Derechos En El Trabajo Relevancia y Práctica En La Pequeña Empresa Industrial Profesora guía: Helia Henríquez, Septiembre 2008
[27] (“Las clases sociales en el capitalismo actual”, Nicos Poulantzas, 1976). Es posible apreciar  en esta cita como un autor tan riguroso y fértil como Poulantzas aún cae bajo el mito del “capitalismo monopolista”. Ahora bien, esto no merma su punto: las formas de medición del tamaño de las empresas es una cuestión compleja que no debe dejarse en manos de las categorías analíticas proporcionadas por la estadística estatal (antes bien, debe ocuparse ésta como un indicio para indagar en las realidades clasistas subyacentes).
[28] “Las clases sociales en el capitalismo actual” (Nicos Poulantzas, 1976)
[29] “Las clases sociales en el capitalismo actual” (Nicos Poulantzas, 1976)
[30] “Las clases sociales en el capitalismo actual” (Nicos Poulantzas, 1976)
[31] Las clases sociales en el capitalismo actual” (Nicos Poulantzas, 1976)
[32]  Las alianzas siempre deben ser evaluadas de acuerdo al principio leninista del “análisis concreto de la situación concreta”. En términos político-estratégicos, aquí presentamos el concepto de clases productoras/explotadas. Este concepto, además de lo evidente, está llamado a reconocer que el capitalismo no genera sólo y exclusivamente un “trabajador asalariado libre”, sino que también opera mediante semi-proletarios, pequeños productores poseedores de medios de producción sin poder sobre la realidad material, etc. Al final de este escrito diremos sucintamente qué tipo de alianza debiera construirse para superar el capitalismo.
[33] Las clases sociales en el capitalismo actual (Nicos Poulantzas, 1976)
[34] Los derechos laborales en la pequeña empresa. Una mirada desde los trabajadores. Cuaderno de investigación nº28. Departamento de estudios, dirección del trabajo. Santiago, noviembre 2006
Tesis de grado para optar al título profesional de Sociólogo.Derechos En El Trabajo Relevancia y Práctica En La Pequeña Empresa Industrial Profesora guía: Helia Henríquez, Septiembre 2008
[35] Los derechos laborales en la pequeña empresa. Una mirada desde los trabajadores. Cuaderno de investigación nº28. Departamento de estudios, dirección del trabajo. Santiago, noviembre 2006
Tesis de grado para optar al título profesional de Sociólogo.Derechos En El Trabajo Relevancia y Práctica En La Pequeña Empresa Industrial Profesora guía: Helia Henríquez, Septiembre 2008
[36] Los derechos laborales en la pequeña empresa. Una mirada desde los trabajadores. Cuaderno de investigación nº28. Departamento de estudios, dirección del trabajo. Santiago, noviembre 2006
Tesis de grado para optar al título profesional de Sociólogo.Derechos En El Trabajo Relevancia y Práctica En La Pequeña Empresa Industrial Profesora guía: Helia Henríquez, Septiembre 2008
[37] Los derechos laborales en la pequeña empresa. Una mirada desde los trabajadores. Cuaderno de investigación nº28. Departamento de estudios, dirección del trabajo. Santiago, noviembre 2006
Tesis de grado para optar al título profesional de Sociólogo.Derechos En El Trabajo Relevancia y Práctica En La Pequeña Empresa Industrial Profesora guía: Helia Henríquez, Septiembre 2008
[38] Los derechos laborales en la pequeña empresa. Una mirada desde los trabajadores. Cuaderno de investigación nº28. Departamento de estudios, dirección del trabajo. Santiago, noviembre 2006
Tesis de grado para optar al título profesional de Sociólogo.Derechos En El Trabajo Relevancia y Práctica En La Pequeña Empresa Industrial Profesora guía: Helia Henríquez, Septiembre 2008
[39] “¿Cómo domina la clase dominante?” (Therborn, 1979). Notar cómo Therborn opera con la noción de capitalismo monopolista. Esto, sin embargo, no niega la validez de su tesis en términos generales. En este respecto, no obstante, no estamos presentando el argumento tecnologicista de que siempre la pequeña empresa es y será menos productiva que la gran empresa; sólo sostenemos que se da de esta manera en la forma de capitalismo actual vigente en el mundo entero. Casos particulares en que las pequeñas empresas son más productivas que los grandes capitales pueden existir; sin embargo, el caso paradigmático es el que en su momento se argumentó a favor de la pequeña agricultura (capitalista), y éste obviaba el hecho de que los pequeños agricultores familiares son capaces de sobrevivir en el mercado capitalista porque actualizan estrategias de subconsumo (sobre esto, ver, por ejemplo, Henry Bernstein)
[40] Basado en Las clases sociales en el capitalismo actual (Nicos Poulanztas, 1979)
[41] Los derechos laborales en la pequeña empresa. Una mirada desde los trabajadores. Cuaderno de investigación nº28. Departamento de estudios, dirección del trabajo. Santiago, noviembre 2006
Tesis de grado para optar al título profesional de Sociólogo.Derechos En El Trabajo Relevancia y Práctica En La Pequeña Empresa Industrial Profesora guía: Helia Henríquez, Septiembre 2008
[42] Los derechos laborales en la pequeña empresa. Una mirada desde los trabajadores. Cuaderno de investigación nº28. Departamento de estudios, dirección del trabajo. Santiago, noviembre 2006
[43]  Los derechos laborales en la pequeña empresa. Una mirada desde los trabajadores. Cuaderno de investigación nº28. Departamento de estudios, dirección del trabajo. Santiago, noviembre 2006
[44] “…siempre el oído que llega desde los mismos jefes, que el patrón se queja que no tiene producción… todos de repente comentamos ahí, que pucha que el patrón está bien, que gana plata, que tiene harta venta que…”[44] Los derechos laborales en la pequeña empresa. Una mirada desde los trabajadores. Cuaderno de investigación nº28. Departamento de estudios, dirección del trabajo. Santiago, noviembre 2006
[45] Ver, por ejemplo “New Realism, New Barbarism” (Boris Kagarlitsky, 1999)
[46] Esto es lo que dice Poulantzas acerca de la clase media: Frente al antagonismo entre la burguesía y la clase obrera, la clase media se percibe como el pilar mediador y el factor fundamental del “equilibrio” de la sociedad burguesa. No sólo esta clase media está considerada sobre el mismo pie que la burguesía y la clase obrera, sino que se la concibe como el eje central de los procesos sociales, a saber, como en el lugar en el cual se disolvería la lucha de clases…Ésta se considera como un “grupo homogéneo” definido en general a partir del criterio de los ingresos, del de las actitudes mentales y de las motivaciones psicológicas, etc. Sería así el producto de una disolución progresiva, en las sociedades capitalistas actuales, de la burguesía y del proletariado en un crisol común: “aburguesamiento” de una parte cada vez más amplia de la clase obrera, “desclasamiento” de una parte cada vez más amplia de la burguesía. Esta clase constituiría el crisol de una mezcla de las clases y de disolución de sus antagonismos, principalmente como lugar de circulación de los individuos en un proceso de “movilidad” constante entre la burguesía y el proletariado. Este grupo aparece como el grupo dominante en el seno de las sociedades capitalistas actuales…Digo bien grupo, porque efectivamente, tratándose de un conjunto disolvente de la lucha de clases, el empleo mismo del término de clase resulta absolutamente inútil; el empleo, en este contexto, del término “clase media” quiere decir, tratándose de esta corriente, que las clases han dejado de existir”
[47] Además, toda la discusión marxista reciente sobre los modos de producción nos informa de la reproducción continuada de posiciones no propias del “trabajador asalariado libre”. Este es el sentido de la idea de semiproletarización con la cual juguetean Roseberry y Wallerstein; el mismo sentido tiene el concepto de “proletario disfrazado” de Jairus Banaji.