Pymes:
anticapitalismo, izquierda y esperanzas cifradas en sitio equivocado
A raíz de uno de
los puntos del programa presidencial elaborado por el proyecto político que
apoya a la candidatura electoral de Marcel Claude en el Chile actual de 2013, reemerge
la pregunta acerca de la realidad PYME[1].
En lo que sigue se presentarán de manera muy sucinta algunos elementos de
análisis necesarios a la hora evaluar el “problema PYME”. Se procederá de
manera sistemática; proporcionando en primer lugar elementos teóricos, para
sólo después pasar a cuestiones más concretas y actuales propias de nuestra
formación social.
I.
Aportaciones
teóricas
1)
Del lado de “los
chicos”
Aún teniendo en
cuenta que existen serios problemas definicionales a la hora de tratar el problema
pyme[2],
pareciera evidente que la utilización “política” del término PYME pretende
instalar la siguiente sencilla idea: existirían contradicciones políticas
fundamentales entre “los chicos y sus aliados” (léase PYMEs) y “los grandes”
(monopolios, grandes capitales, 1%, etc, etc). Esta idea no es nueva, sino que
sólo una reformulación de una vieja creencia instalada en la izquierda (y no
sólo en este lado del espectro político). Esta creencia supone cifrar las
“esperanzas políticas” en el pequeño productor, en tanto en él se encuentran
tanto “la virtud” como la posibilidad real de “emancipación”. En términos
teóricos, esta es una esperanza espuria en tres sentidos (imbricados entre sí):
Primero, porque
una de las formulaciones más paradigmáticas al respecto, la de Proudhon,
demostró no ser capaz de fundar su propuesta de manera rigurosa (en términos
teóricos y prácticos). No es sólo que Proudhon reprodujera en sus formulaciones
el individualismo burgués, ni tampoco que meramente repitiera ciertas ideas
básicas de la economía política burguesa. Es que, junto a ésta, él mismo es
incapaz de comprender una cuestión básica. En efecto, como establece Marx:
“En economía política existe una confusión creciente
entre dos formas de propiedad privada, una que se encuentra basada en el
trabajo del propio productor, mientras otra que está basada en la explotación
del trabajo de otros. No sólo los economistas olvidan que el último tipo de
propiedad es la directa antítesis de la primera; ellos olvidan asimismo, que la
última sólo puede crecer bajo la tumba de la primera” (Marx, El capital)
En segundo
lugar, la idea de la “virtud de los chicos”, ha sido fundamentada teóricamente
en la existencia autónoma previa al capitalismo, de un modo de producción
pequeño mercantil simple. Esta tesis, soportada entre otros por Ernest Mandel[3],
supone actualizar una lectura “histórica” del primer tomo de El Capital, en el
cual Marx desarrolla la idea de una reproducción mercantil simple, fundada en
los valores-trabajo directos. El problema con esta interpretación es importante
y posee distintas aristas. Primero, está el hecho de que, en realidad, Marx, en
este punto del primer tomo de El Capital, estaba actualizando un desarrollo
“lógico-deductivo”, necesario para comprender el funcionamiento del modo de
producción capitalista. Esto es, Marx no habría estado suponiendo la existencia
histórica efectiva del “modo de producción pequeño mercantil simple” (MPPMS),
sino que sólo entendería su “necesidad lógica” a la hora de presentar el funcionamiento
del capitalismo[4].
En segundo lugar, en términos históricos, nunca existió este modo, al menos no
de manera autónoma y predominante. Esto porque, la misma idea de la vigencia de
una mercantilización generalizada de los productos supone la “autocancelación”
de este modo como modo transicional dominante. No es sólo el hecho de que, en
general, la pequeña producción mercantil se haya encontrado vinculada
históricamente a los procesos de “acumulación primitiva” e “intercambio
desigual”, sino que se olvida la cuestión de que la vigencia de la
mercantilización a un nivel mayor que el local, requiere (o al menos así lo ha
demostrado la historia hasta hoy) la existencia de los comerciantes como
estrato social diferenciado. El mismo hecho de que Marx no conceptualice la
existencia de éstos dentro de la reproducción pequeño mercantil simple, debiera
ya alertarnos acerca de la posibilidad de realizar lecturas predominantemente
“históricas” del El Capital[5].
Una cuestión distinta es afirmar que la vigencia de la “pequeña producción” en
vastos territorios es un hecho histórico.
El punto es que esta vigencia (e.g. los Estados Unidos noroccidentales
desde 1700 hasta quizás mediados del siglo XIX), no descansa en la mercantilización
efectiva de lo producido, sino en una imbricación entre “producción para el uso”
e intercambio monetario local determinado por necesidades sociales[6].
Esto es, la vigencia histórica de la pequeña producción[7],
suponía la no vigencia de la ley del valor. Por el contrario, la pequeña producción
mercantil (con vigencia de la ley del valor) es continua y permanentemente
reproducida por el mismo funcionamiento del modo de producción capitalista,
cuestión que muchos teóricos han de hecho conceptualizado[8].
Ahora, en términos prácticos, si se quisiera actualizar a la pequeña producción
(autónoma y con posibilidad dominación y generalización) como modelo de “sociedad
futura”, primero debería trascenderse la vigencia de la ley del valor (ergo, el
capitalismo). Y esto sin tener en cuenta que esta “nueva sociedad” haría
retroceder la rueda de la historia, al menos en términos de socialización de
los procesos de trabajo, distribución, intercambio y consumo.
En tercer lugar, una forma algo distinta de
postular que “la virtud está en los chicos”, es a través del concepto de
“campesinado”. En términos de un análisis racional que tiene como su base la
historia efectiva, este término (“campesinado”), en realidad es una mera
categoría descriptiva que no llega a ser un concepto. No es sólo que Lenin haya
refutado incontrovertiblemente a los populistas rusos de finales del siglo XIX
y principios del siglo XX[9]
(quienes postulaban una transición al socialismo que se saltara al capitalismo
a partir del “campesinado” ruso), sino que la misma idea (desarrollada tanto
por marxistas como por no marxistas) de un “modo de producción campesino” es
errada. Esto fue así tanto para la Francia decimonónica, como para la Rusia de
principios del siglo XX y también para la periferia capitalista del siglo XIX y
siglo XX[10]. Tampoco
existieron “revoluciones campesinas” (quizás sí, si no se pretende que el
concepto “campesinado” sea una categoría teórica rigurosa y más que nada funja
como término descriptivo-narrativo), como muy bien le critica Ian Roxborough a
Eric Wolff[11].
Tampoco es cierto que el mismo Marx se haya decantado al final de su vida por
la “revolución campesina”: la conocida carta a Vera Zasulich (en la que Marx
juguetea con la idea que aquí discutimos), es seguida un año después del
Prefacio a la edición Rusa del Manifiesto Comunista, escrito en el cual Marx
establece claramente que el “campesinado” ruso sólo podría ser útil para un “salto
al socialismo” sin pasar por el capitalismo, con ayuda de la revolución
proletaria en Occidente. Por lo demás, Engels, en la década del noventa del
siglo XIX, ya escribió que esa posibilidad del “salto campesino” al socialismo
había pasado, dado el rápido desarrollo del capitalismo en el campo ruso en los
últimos años[12].
La siguiente cita de Pierre Vilar, tomada de
un artículo en el cual critica a los “chayanovianos”[13],
expresa de manera simple lo que en este punto enfatizamos:
“De hecho existe un modo campesino de vida que
incluye al caballero agricultor y al trabajador agrícola. Pero, como un
instrumento de análisis social, no existe tal cosa como un modo campesino de
producción (ni una economía campesina) en el cual las distinciones y luchas de
clase características del capitalismo, del feudalismo, o de su combinación,
desaparecerían en la transición”[14]
2)
Del lado de “los
grandes”
La idea de que
“la virtud está en los chicos”, incluso se ha fundado en el contexto del
desarrollo del modo de producción capitalista. En esta operación de “defensa”,
esencial ha sido la idea de entender que el capitalismo posee una “fase
monopolista” cualitativamente distinta a su “fase competitiva”. En ésta
predominaría el poder de los monopolios y la misma competencia capitalista
sería problemática. Esta es una tesis que ha estado presente dentro del
marxismo desde que Hilferding y Lenin escribieran; especial vigor ganó con los
desarrollos del marxismo soviético (desde Stalin y también luego de la
“desestalinización” de 1956). Sin embargo, la misma es problemática al menos en
dos sentidos.
Primero, por el hecho de que la misma
separación “capitalismo competitivo/capitalismo monopolista” fue desarrollada utilizando
una noción de “competencia” propia de la economía política clásica, noción que
es ajena a la superación dialéctica que de ésta suponen los desarrollos de Marx[15].
En efecto, para Marx la competencia no es mera “ausencia de coerción”, como lo
era para un Smith y un Ricardo, quienes entendían a los monopolios bajo su
forma mercantilista y medieval, esto es, sólo como una restricción (negativa) a
la “libre competencia de los capitales”. Para Marx, la competencia es inherente
a la misma existencia del capital, porque éste no puede sino aparecer como
“capitales particulares”. Es en este sentido que Paresh Chattopadhyay afirma:
“Desde este punto de vista debe enfatizarse de que
no existe ningún capitalismo monopolista como distinto de un capitalismo
competitivo. Todo capitalismo es competitivo en tanto el capital sólo puede
aparecer como muchos capitales (en sus interacciones recíprocas). Eso que
usualmente se denomina la fase monopolista del capitalismo sólo constituye una
fase particular en la socialización del capital, alcanzada mediante la mayor
concentración y centralización del capital sin importar la formas de
competencia de éste”[16]
En segundo lugar, la misma idea de la
existencia de un “capitalismo monopolista” se conflictúa con la tesis marxista
básica de la vigencia de “ley del valor”. Anwar Shaik, Diego Guerrero y Carlos
Maya Ambía (entre otros), cuestionan la idea de que pueda entenderse la
vigencia de un capitalismo monopolista y a la vez rija la ley del valor junto
con su necesario correlato de “igualación de la tasa media de ganancia”. Maya
Ambía[17],
en específico, al analizar las distintas tesis sobre el capitalismo monopolista
(sea “de Estado” o no lo sea), muestra
como las distintas escuelas (francesa, alemana, italiana, japonesa, etc), son
incapaces de fundar rigurosamente la proposición de la existencia de un “capitalismo
monopolista” manteniendo las premisas marxistas en el análisis. Las distintas
opciones (existencia de dos tasas medias de ganancia, de una estratificación de
tasas de ganancia, no existencia de una tasa media, determinación
exclusivamente política de la tasa media de ganancia, etc), en realidad se
muestran como una imposibilidad teórico-histórica.
Al señalar estos dos elementos –la comprensión
errada de la “competencia” bajo el capitalismo, y la imposibilidad de conjuntar
“teoría laboral del valor” y existencia de un capitalismo monopolista (“de
Estado” o no)-, no queremos dar la idea de que capitalismo no deba ser
conceptualizado en fases, o que el mismo es siempre igual y no sufre
transformaciones. Antes bien, la misma idea de “reproducción ampliada” y del
“desarrollo de contradicciones” (la primera, propia del Marx de El Capital, la
segunda propia de cualquier marxismo que se autoconcibe como reapropiación
fértil de Hegel), nos habla de que el capitalismo (concebido desde una
perspectiva marxista) es una estructura en desarrollo y sujeta a cambio (con un
núcleo estructural fijo que relaciona contradictoriamente capital y Trabajo).
El problema es que la forma precedente de concebir el desarrollo y las fases
del capitalismo, basada en último análisis en la idea de que “la virtud está en
los chicos”, es una errada en términos históricos y teóricos.
II.
Concepciones del
poder
Quienes postulan
que “la virtud está en los chicos”, dan cuenta de una concepción
teórico-epistemológica particular sobre “el poder”. No es sólo que al
entronizar la realidad PYME se trata de manera acrítica al mercado capitalista
(que racionalmente solo puede ser comprendido como materialización de
“coerción” dentro de un contexto de “guerra de capitales”), sino que es la
misma idea de la “distribución del poder” entre “muchos” (en tanto situación
virtuosa) como opuesta a la acumulación de éste en las manos de “unos pocos”
(en tanto situación vituperable), la que se encuentra imposibilitada de abordar
racional y materialmente lo que fenoménicamente aparece como “poder”. En primer
lugar, porque pareciera ser que se ha dejado de lado la intelección del poder
como una relación material entre agentes sociales, para adoptar una perspectiva
sustancialista en la cual el poder deviene mera “cosa” transferible. Segundo,
la perspectiva de defensa de las pymes puede con razón ser clasificada dentro
de la taxonomía propuesta por Goran Therborn en lo que respecta al problema del
poder. En efecto, el citado enfoque pro-pyme da cuenta de, a la vez, una
perspectiva “subjetivista” y una perspectiva “marginalista”. La primera (propia
de las teorías liberales y “pluralistas” sobre el poder), responde
exclusivamente a la pregunta ¿quién tiene el poder?; mientras la segunda
inquiere acerca de “la cantidad” de éste. El punto es que ambas perspectivas
(propias del enfoque pyme), no llegan a preguntarse acerca de la naturaleza del
poder. En efecto, como señala Therborn, el marxismo deja de lado de lado de
estas perspectivas, porque se pregunta eminentemente:
“…¿cuál es el carácter del poder y cómo se ejerce? Por
consiguiente, el modo de investigación materialista histórico busca definir,
antes que nada, la naturaleza el poder, y no su sujeto o su cantidad. Esto es
lo que se refleja en la escandalosa pregunta del marxismo-leninismo:
democracia, ¿de qué clase? Dictadura, ¿de qué clase?[18]
En razón de esto, un análisis materialista del
problema pyme, antes que tratar de manera fetichista una cuestión de
importancia sustancial, deberá resolver antes que nada la pregunta acerca de la
naturaleza del poder, en tanto cristalización de relaciones sociales
determinadas.
III.
Funcionamiento
histórico-práctico de la idea de que “la virtud está en los chicos”
1)
Estrategias
comunistas y “chicos”
En el trabajo
¿Cómo domina la clase dominante?, Goran Therborn desliza una interpretación de
las distintas estrategias formuladas por la tradición comunista desde finales
del siglo XIX. Esta interpretación distingue cuatro estrategias en términos
cronológicos: i) Estrategia de la II Internacional; ii) Estrategia leninista;
iii) Estrategia frente-populista; iv) Estrategia antimonopolista. Cada una de
estas estrategias tendría características particulares, así como también
compartirían todas ellas un marco común de premisas. La que nos concierne más
directamente en función del problema que aquí tratamos, es la cuarta. No es
sólo que la estrategia antimonopolista tuviera su base en una conceptualización
errada de las fases del capitalismo (como se desarrolló en el punto anterior),
sino que su función histórico-práctica fue contraria a los intereses de las
clases productoras/explotadas. En efecto, la “moda” marxista que adoptó esta
estrategia (el denominado “eurocomunismo”) no sólo abandonó el concepto de
“dictadura del proletariado”[19],
sino que tuvo una tendencia a
“…quitar importancia, en mi opinión a subestimar gravemente,
el carácter de clase de los aparatos de clase no represivos. Ahora se habla de
democratizar y no de destruir el aparato de Estado burgués”[20]
Además, es demostrativo que cada uno de los
partidos que adoptó el eurocomunismo (y su correlato estratégico
antimonopolista), terminó dejando de lado el comunismo (en unos pocos años
dejaron de existir como partidos comunistas) y tomando parte en gobiernos
socialdemócratas que adoptaron políticas abiertamente “neoliberales”. Esto
sucedió en España con Felipe González, en Francia con Miterrand, y en Italia
con el famoso “compromiso histórico” (del PCI con la DC). Boris Kagarlitsky,
por poner un ejemplo, escribió esto en 1999 sobre Francia:
“La presidencia de Mitterand en Francia comenzó con
buenas esperanzas y terminó con un desengaño universal…Los socialistas
franceses no sólo perdieron su mayoría parlamentaria, sino que en la práctica
habían rechazado su propio proyecto reformista incluso antes de que la derecha
retornara al poder. Ellos prepararon el terreno para la presidencia de Jacques
Chirac, quien no sólo abolió la mayoría de las innovaciones de los primeros
años del gobierno socialista, sino que muchos beneficios sociales de las
décadas previas”[21]
2)
“Los chicos” y
la UP
Aún si la tesis
de Therborn –que el proyecto de la UP en Chile fue ya eurocomunista antes
incluso de que esta tesis ganara vigencia en Europa- es extrema y no
completamente cierta, la misma realmente da cuenta de que una fracción no menor
de la izquierda chilena de ese período operaba con el principio de las alianzas
antimonopolistas. En efecto, como señala Stefan de Vylder[22],
el proyecto de “socialismo mediante la vía electoral” estuvo cruzado por las
contradicciones entre quienes proponían la “estrategia anticapitalista” y
quienes promovían la “estrategia antimonopolista”. La cuestión, históricamente,
es que se demostró que, incluso intentar reformas profundas operando bajo el
principio antimonopolista, deviene en un callejón sin salida. En este punto,
quien escribe considera que el análisis de De Vylder es fértil y acertado, por
lo cual lo citaremos in extenso:
“Un sector
importante de la UP incluso creía que la deficiente estructura económica de
Chile, podía servir para hacer posible un continuo mejoramiento en los niveles
de vida no sólo de los grupos de bajo ingreso, sino también de las
relativamente bien avenidas clases profesionales. Este era el corolario
ilusorio de la fundamentalmente “estrategia antimonopolista” basada en una alianza de clases deseada con
todos los estratos medios incluidos dentro de los enemigos de la oligarquía”
“…es más difícil estar de acuerdo con aquellos que
afirman que el gobierno fracasó porque fue demasiado rápido en su programa de
nacionalización. Porque para sobrevivir debió, yo creo, o haber dejado completamente
de lado su programa de expropiación (excepto quizás en lo que respecta a la
Gran Minería del cobre y casos similares donde un amplio consenso podía ser
alcanzado), o haberlo acelerado más allá con un ataque decisivo contra los
intereses de los negocios privados más poderosos, incluyendo ciertos sectores
clave que tradicionalmente nunca habían sido considerados como suficientemente
poderosos pero cuya importancia estratégica en acciones de sabotaje era inmensa
(el transporte caminero es el ejemplo más obvio).En tanto la primera opción
estaba fuera de la cuestión –tal profunda traición del programa nunca se le
ocurrió ni siquiera al menor segmento de la izquierda-, la segunda alternativa
podría haber sido la menos imposible. Sólo un firme control rápidamente
alcanzado sobre todas las actividades cruciales, podría haber mitigado los
efectos de la obstrucción económica de las fuerzas derechistas y creado las
necesarias, aún si no suficientes, condiciones para que la UP implementara una
economía planificada”[23]
De hecho, la
misma estrategia antimonopolista no logró aislar a la supuesta “oligarquía”:
“Pero incluso dejando de lado los desarrollo
internacionales, era la burguesía la que era más fuerte. Porque no fueron
aislados los intereses oligárquicos, como una vez esperó la UP, sino que fue
aislada la clase obrera industrial. La izquierda fracasó en la tarea de
neutralizar, menos todavía ganar para sí, todos aquellos sectores de los
negocios privados no monopolistas y supuestamente progresistas, los cuales
cumplían tan importante rol en la estrategia de alianzas de clase oficial de la
UP. Las alianzas que se formaron tomaron un carácter diferente; la expresión
política por excelencia de los negocios pequeños y medianos en el Chile de 1972
y 1973 fue el abiertamente pro-fascista movimiento gremialista”[24]
IV.
Pymes:
definición práctica, teoría y alianzas de clase
1)
Los problemas
del institucionalismo y las ciencias sociales burguesas
En términos
definicionales, las mismas teorías institucionalistas y neoclásicas reconocen
la dificultad de operar con el concepto de PYME y sus supuestos y corolarios:
“Hasta el día de
hoy, no ha sido posible consensuar a nivel mundial un elemento definitorio
capaz de clasificar o agrupar las empresas por tamaño…es posible encontrar
agrupaciones de empresas por tamaño a partir de: el número de trabajadores, el
monto de la inversión en activos fijos, los niveles de ventas, y en
oportunidades otras clasificaciones hechas a partir de una combinación de estas
variables”[25]
Y no es sólo porque se conjunten en un
concepto la pequeña “y” la mediana empresa, ya que la misma “pequeña empresa”
es una realidad harto heterogénea:
“Las pequeñas
empresas…diverso origen y vocación productiva, que dista mucho de ser un
segmento homogéneo…desde la manufactura a los servicios y el comercio. Son
diversas también en cuanto a su organización interna, a sus estilos de gestión,
en su menor o mayor grado de formalización, en sus relaciones laborales, en la
calificación de sus trabajadores, en la organización del trabajo y en la forma
de insertarse a los mercados”[26]
2)
Teoría, definición y alianzas de clase
Nicos Poulantzas, en sus trabajos de mediados de los 70s,
ya notaba que las mismas formas de clasificación oficiales de las empresas
hasta ese momento, indistinguían realidades clasistas diferentes, cuestión por
lo debían tratarse como mucho cuidado (y sólo como efectos indicativos):
“Estas características remiten ya a la articulación
de las relaciones de producción –propiedad económica y posesión- y de los
procesos de trabajo en sus efectos sobre las fronteras de las unidades de
producción. No pueden ser directamente aprehendidos por criterios empírico
cuantificables, que no revisten sino un papel completamente relativo de
indicios. Tal es especialmente el caso del criterio del tamaño de la empresa
evaluado según el número de trabajadores empleados, criterio privilegiado de
las distinciones estadísticas entre “grandes”, “medianas” y “pequeñas
empresas”. En efecto, este criterio deja a un lado la cuestión de la
productividad del trabajo, correlativo del alza de la composición orgánica del
capital, según las diversas ramas de la producción: una empresa de la
petroquímica y una empresa textil que empleen el mismo número de obreros puede
corresponder la una al capital monopolista, y la otra al capital no
monopolista. Tanto más cuanto que el capital monopolista está caracterizado
tendencialmente por una disminución proporcional del “trabajo vivo” con
respecto al “trabajo muerto”[27]
Más allá de la cuestión definicional, lo
central es que operar en la realidad con el término PYME lleva a fraguar
alianzas de clase equivocadas, esto si nos situamos desde la perspectiva de las
clases productoras/explotadas.
Poulantzas desarrolla este tema de manera
extensa en el texto que aquí venimos utilizando; en este escrito, sin embargo,
destacaremos cuatro cuestiones. Primero, el hecho de que la conceptualización
institucionalista de las empresas tienden a presentar a la clase capitalista
como un todo unilineal y progresivo, una totalidad unificada carente de
conflictos:
“Pero hay algo más grave: pareciendo
implicar una escala graduada y homogénea en el orden de repartición de los
diversos capitales, incluso un proceso de reproducción y de valorización de
capital unilineal, y continuo…de una parte, esfumar las líneas de
demarcación, y las contradicciones específicas, entre capital monopolista y
capital no monopolista, y esto, suponiendo una línea de paso progresiva y
uniforme entre los diversos componentes del capital. Se acredita así, la
imagen-mito de una burguesía como totalidad integrada, organizada en niveles
continuos…”[28]
Segundo, porque
mediante la escala gradual propia de las estadísticas oficiales (micro,
pequeña, mediana y gran empresa), se esfuma la diferencia clasista específica
entre la “pequeña-burguesía” y la “clase capitalista”:
“El conjunto del capital no monopolista se sitúa del
lado burgués de la barrera de clase…Una pequeña empresa capitalista no tiene,
forzosamente, con el capital monopolista, más contradicciones de las que puede
tener una empresa media capitalista…De hecho, en lo esencial, los afectados son
el pequeño comerciante y el pequeño artesano, y la barrera significativa a este
respecto –todos los elementos empíricos lo demuestran- pasa aquí entre el
pequeño capitalista (el burgués) de una parte, y el pequeño burgués, de otra”[29]
Tercero, el
operar con el término PYME lleva a dos variantes de oportunismo, variantes que
son abstractas y ahistóricas, ya que eliminan por principio la necesidad de
analizar la situación concreta de desarrollo del modo capitalista de producción
en un momento histórico específico:
“Vemos bien aquí que la identificación
capital no monopolista/pequeñaburguesía (PME), que, en el caso de la estrategia
antimonopolista, da lugar a un oportunismo de derecha, puede igualmente dar
lugar a un oportunismo de izquierda; esta identificación puede conducir a
considerar, bajo el término pequeño capital, a la pequeña burguesía como
formando parte del capital no monopolista (burguesía) y a excluir, así, a
priori, las posibilidades de alianza con las fuerzas populares que, según
las coyunturas, puede presentar”[30]
Cuarto, la misma
utilización política del término PYME, juega en contra de los intereses del
pequeño capital, el cual se arrastrado a un tipo de alianza donde el capital
medio lo hegemoniza. En este sentido argumenta Nicos Poulantzas:
“Se acredita
así el mito de una unidad de las empresas pequeñas y mediana (PME), que no es
de hecho sino un medio por el cual el capital no monopolista subordina a la
pequeña burguesía apoyándose sobre ella en su lucha contra el capital
monopolista y le crea la ilusión de una comunidad de intereses…”[31]
Por nuestra
parte, y de acuerdo a los cuatro puntos anteriores, aquí defendemos la tesis de
que el movimiento obrero, si es que se propone trascender el capitalismo, debe
fraguar una alianza estratégica en la cual él mismo tenga el rol eminente, pero
a la vez permita incluir de manera coherente a fracciones pequeño-burguesas
reales cuyos intereses y proletarización objetiva coincidan con la clase
llamada a expropiar a los expropiadores[32].
V.
Las pymes en el
chile de hoy
En términos de
datos, los trabajos de Baltera y Dussert nos presentan la siguiente información
para el chile de 2006 (presentamos los mismos sólo para que se tenga cierta
noción de cuál es la realidad actual –considerando que después de 7 años ésta
no puede hallarse demasiado modificada):
Empresas
Porcentaje
|
1994
|
2004
|
|
Micro
|
80,8%
|
81.9%
|
80.8%
|
Pequeña
|
15,9%
|
15%
|
15.9%
|
Mediana
|
2,2%
|
2.1%
|
2.2%
|
Grande
|
1%
|
0.9%
|
1%
|
Tamaño empresas según número de trabajadores
Tamaño empresa
|
Número de trabajadores
|
Micro
|
1-9
|
Pequeña
|
10-49
|
Mediana
|
50-199
|
Grande
|
+ 200
|
Tamaño empresa según ventas netas anuales
Tamaño empresa
|
Ventas neta anuales
|
Micro
|
O uf----2.400uf
|
Pequeña
|
2401 uf----25000uf
|
Mediana
|
25001----100000uf
|
grande
|
+ 100001
|
Tamaño micro y pequeña empresa según ventas netas anuales
Micro
|
Pequeña
|
Hasta 200 uf (5 millones)
|
2401uf---5000 uf (60-125 millones)
|
201uf----600uf (5-15 millones)
|
5001uf----10000uf (125-250 millones)
|
601uf----2400uf (15-60 millones)
|
10001uf-25000uf (250-625 millones)
|
En lo que sigue,
nos abocaremos a cuestionar ciertas tesis muy propias de quienes defienden la
necesidad de tener una base social PYME para su proyecto político.
1)
Las pymes
generan la mayor cantidad de empleo
Esta tesis fue
defendida explícitamente por Marcel Claude en 2011. La misma, si bien tiene
apoyo empírico real, deja de lado una cuestión esencial: el encadenamiento.
Esto es, las PYMES por sí mismas, como unidades autónomas, no existen. Su
acceso al “mercado final” está mediado por una relación de subordinación con
las grandes empresas. Esta realidad monopsónica, propia de la forma de
capitalismo actual, nos informa del hecho que, quiérase o no, la mayor parte
del empleo generado por las PYMES está inserto en procesos de trabajo y
producción determinados por las grandes empresas. Así, el empleo en el Chile de
hoy depende en gran medida de las grandes empresas, no de las PYMES (como
unidades autónomas).
2)
Pymes y
explotación
Un primer
elemento a tener en cuenta es que, en términos clasistas rigurosos, la mera
apropiación de excedente no es igual a explotación. Así, las transferencias de
valor desde las pequeñas empresas a las grandes, no constituyen
producción/apropiación de plusvalor, sino que redistribución del mismo. Es por
esto que el mismo Poulantzas escribía a mediados de los 1970s:
“La dependencia acrecentada del capital no monopolista
del capital monopolista, y la transferencia de una parte creciente del
plusvalor global del primero al segundo, no significan en absoluto que el
capital no monopolista sea “explotado” por el capital monopolista”[33]
Una segunda
cuestión a notar es que en la pymes, dado el citado fenómeno de transferencias
de valor, es característica la sobreexplotación del trabajo por el capital. El
pequeño y mediano capital, dada la incapacidad de pasar “costos acrecentados” a
“precios” de mercancías finales, descargan las presiones sufridas por la
dominación del gran capital, en la fuerza de trabajo que emplean. Esto tiene
efectos en distintos planos. Al respecto, y basándose en la ENCLA 2006, Baltera
y Dussert sostienen (lo que sigue es una mezcla de citas con ideas tomadas de
los textos ya citados)
i)
Sindicalización
En la misma encuesta se aprecia que sólo un 3,9% de pequeñas
empresas cuentan con sindicato activo, lo que da cuenta de la organización
sindical como una realidad bastante marginal dentro de estas unidades
productivas, comparada, por ejemplo, con un 46,7% de presencia de
organizaciones sindicales activas en las grandes empresas (con 200 trabajadores
o más)
ii)
Negociación
colectiva
Con respecto a la utilización de instrumentos colectivos
de negociación se describe que al año 2006 sólo en un 5,4% de las pequeñas
empresas se ha negociado colectivamente durante los últimos cinco años
iii)
Huelgas
Para
los mismos años en este estudio se observa que el año 2004 en un 0,5% de estas
empresas hubo huelga (se pregunta por los 12 últimos meses); mientras en el
2006 se declara en un 1,6% de empresas el desarrollo de huelga.
iv)
Infraccionalidad
normativa laboral
“En efecto, las cifras del cuadro están indicando que el mayor
incumplimiento relativo (cotizaciones impagas) se concentra precisamente en la
pequeña empresa”[34]
No se entregan los implementos de seguridad
adecuados a la labor de los trabajadores, ni se cumple con la institucionalidad
de la seguridad en el trabajo, las garantías a la seguridad es sobrepasada por
la gestión informal de los accidentes o enfermedades laborales.
…y lo primero que preguntan, “¿y por qué se
accidentó, tuvo la culpa él?”, “no, no lo llevan a la Mutual, llévenlo al
Policlínico que tenemos allá en tal parte”, preguntando siempre la parte
económica, no preguntando, “¿cómo estás, le paso algo grave?”, siempre la parte
económica, que es la que les importa a ellos. (E. Indupac)[35]
v)
Remuneraciones
“En las pequeñas empresas la mayor proporción de trabajadores
tiende a concentrarse en los tramos inferiores de remuneraciones. No obstante
que esta tendencia se manifiesta en todos los segmentos empresariales, se da
con mayor fuerza en las empresas de menor tamaño. En efecto, el 53,2% de los
trabajadores de la pequeña empresa, recibe una remuneración mensual entre
$120.000 y $240.000, y sólo un 15.1% recibe remuneraciones que van desde los
$600.000 a $1.440.000”[36]
En cuantos a los salarios en sí mismos, éstos en general son
variables:
“Un bono por esto, un bono por esto, y siempre con bonos.
Eso lo va premiando, cada día, es un premio, porque hay personas, casi nadie
tiene tantos bonos como los que tenemos, aquí nosotros los compañeros” (E. Tremet)[37]
vi)
Polifuncionalidad
“Las estrategias de supervivencia de estas empresas, apuntan por
una parte a la reducción de personal y por la otra a desarrollar la
polivalencia, con la finalidad de disponer de un colectivo de trabajadores
flexibles, que asegure niveles aceptables de productividad del trabajo, y así
adecuarse en forma rápida a los cambios del mercado. Al respecto, las empresas
deben cerrar, a veces, temporalmente o reducir el funcionamiento de ciertas
líneas de producción y asignar a los trabajadores a otra línea o a una nueva”[38]
A todo lo
anterior se suma el hecho de que, una
defensa política de las pymes se encuentra conflictuada con la proposición de
medidas favorables al Trabajo. Primero, porque una tal defensa implica no
reconocer el hecho de que un porcentaje no menor de pymes existe sólo por la
vigencia actual de la subcontratación. Por tanto, un movimiento político que
pretenda defender la sentida y reiterada demanda del movimiento obrero de “a
igual trabajo igual salario”, se vería en complicaciones a la hora de presentar
una política pro-pyme (más todavía, teniendo en cuenta que muchas de las
contratistas existen sólo y exclusivamente por motivos políticos –fragmentación
del movimiento sindical- y no por razones técnico-económicas). Asimismo, sería
imposible compatibilizar una política pro-unidad obrera con una política pyme,
ya que las últimas favorecen la existencia de muchos pequeños sindicatos
débiles, no unos pocos sindicatos fuertes (atomización del movimiento sindical).
Por lo demás, todo lo que aquí venimos
estableciendo no es meramente función de la dependencia de las pymes con
respecto a las grandes empresas, sino que éste fenómeno sólo acusa tendencias
inherentes a la misma lógica de movimiento del capital.
3)
Pymes y
eficiencia
En términos
teóricos, el capitalismo de hoy sigue siendo en alguna medida similar al
analizado por Therborn en 1979; en este capitalismo, las pequeñas y medianas
empresas son por regla general menos eficientes:
“El moderno capitalismo monopolista no se apoya,
predominantemente, en estratos parasitarios de rentiers, sino en la fracción
más dinámica y eficiente de la burguesía. En la gran mayoría de los casos, las
grandes empresas pagan salarios más altos y ofrecen mejores condiciones de
trabajo y mejores derechos sindicales que las empresas de tipo medio o pequeño.
La socialización de estos sectores monopolistas daría, evidentemente, una
determinada orientación y un determinado dinamismo a toda la economía. Pero
¿cómo será posible unir a los diferentes componentes de la alianza
antimonopolista? ¿Cómo podrían reconciliarse las reivindicaciones obreras de
salarios iguales, mejores condiciones de trabajo y más amplios derechos
sindicales, con la búsqueda por el capitalismo menos eficiente y no monopolista
de mayores beneficios y más autoridad?”[39]
En el Chile de hoy la tesis anterior se
cumple. Esto por tres cuestiones: a) Baltera y Dussert de hecho señalan que
empíricamente la productividad por trabajador es mucho menor en las pequeñas
empresas; b) las tasas de inversión son menores en estas empresas (como señala
Agacino); c) la gran dinámica (tasas de mortalidad/natalidad) de estas empresas
da cuenta de la poca capacidad de sobrevivencia de las mismas.
Asimsimo, en términos keynesianos, la misma
idea de la protección a las pymes está conflictuada con una estrategia
pro-crecimiento radical. Esto porque tasas altas de crecimiento tienden a hacer
desaparecer más rápidamente a las pymes que a las grandes empresas[40]
4)
Pymes, familia y
conflicto capital/Trabajo
Lo último que
quisiéramos consignar en este punto, es el hecho de que la misma estructura de
las pequeñas empresas, provee un marco en el cual el conflicto entre capital y
trabajo se encuentra velado en mayor medida que en empresas de menor tamaño. De
hecho, señalan Baltera y Dussert:
“…las pequeñas
empresas por su condición de ser intensivas en mano de obra, requieren más que
ningún otro segmento empresarial, de un compromiso de los trabajadores con el
proyecto empresa a través de una visión compartida de éste y de una cohesión
del grupo de trabajadores en torno a una concepción común…”[41]
Esta no es una
conclusión gratuita de los autores; la siguiente cita (tomada de uno de los
obreros entrevistados por estos sociólogos) ilustra de manera “típica” la
actitud probable de los trabajadores frente a los patrones en estas empresas:
“Como es una fábrica chica, hay más comunicación,
que en una fábrica grande que hay sindicatos, qué cosa, qué pelea. No. Acá él
llega todos los días y hay harto contacto con él, porque va todas las mañanas a
las partes de las máquinas y yo converso como estoy conversando con usted,
entonces sabemos todo al tiro, los dos conversamos. O sea, es como una familia
digamos, o sea”[42]
De hecho,
incluso en las pequeñas empresas es incluso posible comprender al patrón:
A veces uno
piensa que el hecho de tener una fábrica implica que las personas, los dueños
siempre andan con los bolsillos llenos de plata, cree eso uno, y no es así, no
es así, entonces aprendí a ver muchas cosas, a veces formar un sindicato no
equivale a sindicato igual peso cachai, son muchas cosas que tu puedes
conseguir sin necesariamente el signo plata de por medio” (E. Industrial
Metal)[43]
Esta visión no
es una privativa de los trabajadores, sino que también es compartida por los
patrones. Según los autores que hasta aquí venimos citando, éstos ven a sus
empresas como espacios exclusivamente privados que no funcionan (y no debieran
funcionar) bajo la lógica de cualquier reglamento ajeno; antes bien, éstas son
unidades familiares en las cuales priman los “dones” y “contra-dones”, unidades
en las cuales el jefe valora la auto-explotación y el trabajo a destajo de sus
empleados.
Si bien el
conflicto capital/Trabajo es imposible de velar completamente (en tanto
realidad objetiva) –por ejemplo, algunos de los entrevistados en los trabajos
de Baltera y Dussert sí se oponían discursivamente a los patrones[44]-
lo que aquí argumentamos es que la misma “independencia de clase” de los
trabajadores es menos susceptible de conseguir bajo un marco estructural
que privilegiara a la pequeña empresa.
VI.
Conclusión
La
conclusión a desarrollar debiera ser evidente partir de todo lo que hasta aquí
hemos desarrollado. Cualquier estrategia política anticapitalista (y quizás
también “reformista” en sentido fuerte[45])
debe tener su centro en la clase obrera. La definición de las clases no puede
estar dada por estadísticas oficiales que dependen de categorías poco fértiles
(por ejemplo, analogar mecánicamente micro-empresa con pequeña burguesía), sino
que debe fundarse en un análisis marxista racional y objetivo de lo real-actual.
En este sentido, para evaluar el Chile de hoy debe tenerse en cuenta lo
siguiente para caracterizar la posición de los agentes:
a) relación con los medios de producción;
b) papel desempeñado en la organización social del trabajo;
c) forma y cuantía de la riqueza social apropiada;
d) trayectoria de clase (tener en cuenta la distinción tríadica:
extracción, condición, posición);
e) sobredeterminación estamental (modo de vida);
f) sobredeterminación política e ideológica
Asimismo, considerar el hecho de que “burguesía” y “clase capitalista” no
son lo mismo:
“…(la
burguesía) es una penumbra social entorno al núcleo duro de capitalistas
propiamente hablando, matizándose (oscureciéndose) en los diversos elementos
sociales que funcionan como servidores o parásitos del capital sin ser
propietarios ellos mismos de capital” (Hal Draper)
“…está masa está típicamente compuesta…por
la gama de grupos profesionales, administrativos y técnicos que disfrutan las
condiciones de vida de los capitalistas mismos –todo aquello que por costumbre
incluimos en el término “burguesía” en oposición a “capital”…” (Perry Anderson)
Esto nos previene de la afirmación espuria de
que cualquiera que no posea una “relación de propiedad directa” con los medios
de producción deba ser necesariamente considerado parte de la clase obrera.
Esto es, lo que se denomina típicamente “clases profesionales” no serían ni capitalistas
ni obreros de por sí (tampoco una “clase media” –este es un no-concepto[46]-),
sino que parte de la “penumbra burguesa”. Por lo demás, como parte de ella,
tendrían la posibilidad de actualizar materialmente ciertas calificaciones
dentro del proceso de trabajo, calificaciones que, en tanto los hicieran
organizadores de éste, supondrían su incorporación en la “clase capitalista”
propiamente dicha (cumplirían la función explotadora del capital). Si ésta es
una distinción que reconoce una tendencia hacia una “polarización capitalista”;
lo mismo puede establecerse en términos de una tendencia de “polarización
obrera”. Con esto nos referimos al hecho de que posiciones propiamente
pequeño-burguesas (propietarios de medios de producción o distribución que no
asalarizan) sí pueden poseer una polarización objetiva hacia el proletariado.
Así, los pescadores artesanales en el chile actual, los trabajadores temporales
en el campo y la ciudad, e incluso dueños de pequeñas tiendas dentro de las
poblaciones, pueden poseer posiciones objetivas susceptibles de ser
incorporados en una alianza anticapitalista en la cual necesaria debe ser
eminente la clase obrera (si lo que se desea es superar el capitalismo)[47].
[1] Dice
Claude: “recuperar nuestra Soberanía monetaria y crediticia, junto a una eficaz
y estricta regulación del sistema financiero (…) Un polo financiero público
debe facilitar el financiamiento de los sectores productivos medianos y
pequeños, en la industria, la agricultura, la minería, la pesca y otras ramas
de la producción local”
“...para reconstruir nuestra Soberanía económica
es preciso ponerle fin a esos privilegios, garantías excesivas y exenciones
injustas que dañan y desincentivan la inversión y el desarrollo de nuestras
pequeñas y medianas empresas nacionales"
“...los esfuerzos de exención o de moderación tributaria deben estar
concentrados en la pequeña y la mediana empresa...”
[2] Cuestión que revisaremos con
algún detalle más adelante en este escrito
[3] Mandel se ve obligado a
conceptualizar la existencia histórica previa de un modo de producción pequeño
mercantil simple, en tanto que modo transicional, por la necesidad de
fundamentar con mayor fuerza su tesis (debatible) de que la urss fue un Estado
obrero deformado.
[4] Esta tesis es defendida por
muchos marxistas. Entre ellos, Ronald Meek y Tony Smith
[5] La siguiente cita tomada de
Robert E. Much es clarificadora: “Pero el
argumento acerca de los efectos del mercado en la PPMS define como una
consecuencia de la operación normal del mercado la destrucción de ese mismo
modo y su reemplazo por otro. Esto es, no existe reorganización de las
relaciones de producción dentro de la PPMS, solo su transformación en el MPC.
Una cosa es reconocer contradicciones, pero otra bastante distinta es construir
dentro del concepto de un modo de producción el concepto de su designado
sucesor en una jerarquía predeterminada de fases de desarrollo. Estamos de
vuelta en el mismo problema –la incompatibilidad de relaciones de producción
familiares no antagónicas con un mercado comodificado-. La gente que es
primariamente productora mercantil debe ser primariamente consumidora de
mercancías; sin embargo “es sólo sobre la base de la producción capitalista y
por tanto la división del trabajo capitalista dentro del taller, que todo lo
producido necesariamente asume la forma mercancía y por tanto los productores
son necesariamente productores de mercancías”. El mercado postulado por la PPMS
aparece como un anacronismo, importado del MPC” Robert E. Much, The cutting
Edge, 1991Fernand Braudel Center-traducción propia-
[6] Ver, por ejemplo, Leo A. Johnson
(“Producción mercantil independiente: ¿modo de producción o formación de clase
capitalista?” (Leo. A Johnson, Studies in political economy nº6,
1981-traducción propia-) y Robert E. Much, The cutting Edge,
1991Fernand Braudel Center-traducción propia-
[7] Que, por lo demás, suponía la
posibilidad de dominación e incluso explotación interna (de las mujeres y los
hijos por los hombres; de los hombres comunes de las aldeas por los hombres de
prestigio e importancia en éstas, etc). Con esto apuntamos al hecho de que la
vigencia histórica de la pequeña producción está lejos de asemejarse al “modelo
virtuoso” presentado por quienes realizan su apología.
[8] Por ejemplo, Roger Bartra, Henry
Bernstein y Francois Chevalier
[9] El desarrollo del capitalismo en
Rusia (Lenin, 1899)
[10] Ver, Pierre Vilar, Hindess y
Hirst, Ian Roxborough, etc.
[11] Teorías sobre el subdesarrollo
(Ian Roxborough, 1979)
[12] 100 años de Revolución
permanente (varios autores, 2006)
[13] Chayanov fue un economista y
agrónomo ruso de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. La mayor
parte de las teorías sobre el campesinado se basan en sus trabajos; éstos, sin
embargo, no dejan de ser una reproducción ahistórica e ingenua del paradigma
económico neoclásico.
[14] Pierre Vilar. Review (Fernand
Braudel Center), Vol. 21, No. 2 (1998), pp. 151-189
[15] La idea de que Marx no es una
mera continuación de los clásicos, es fértilmente desarrollada por Fred
Moseley, Louis Althusser, Paresh Chattopadhyay y otros.
[16] “The Marian concept of capital and the soviet experience” (Paresh
Chattopadhyay, 1992 –traducción propia-)
[17] Ver, “Ilusiones y agonías de los nietos (teóricos) de Lenin: crítica
de la teoría del capitalismo monopolista de estado” (Carlos Maya Ambía, 1994,
siglo XXI)
[18] ¿Cómo domina la clase dominante? (Goran
Therborn, 1979)
[19] El texto mencionado de Therborn
presenta una buena discusión al respecto
[21]
New Realism, New Barbarism (Boris Kagarlitsky, 1999)
[22]
Allende’s Chile: the political economy of the Unidad Popular (Stefan de Vylder,
1974)
[24] Allende’s Chile: the political economy of the Unidad Popular (Stefan
de Vylder, 1974)
[25] Los derechos laborales en la
pequeña empresa. Una mirada desde los trabajadores. Cuaderno de investigación
nº28. Departamento de estudios, dirección del trabajo. Santiago, noviembre 2006
Tesis
de grado para optar al título profesional de Sociólogo.Derechos En El Trabajo Relevancia y Práctica En La Pequeña Empresa
Industrial Profesora guía: Helia Henríquez, Septiembre 2008
[26] Los derechos laborales en la
pequeña empresa. Una mirada desde los trabajadores. Cuaderno de investigación
nº28. Departamento de estudios, dirección del trabajo. Santiago, noviembre 2006
Tesis
de grado para optar al título profesional de Sociólogo.Derechos En El Trabajo Relevancia y Práctica En La Pequeña Empresa
Industrial Profesora guía: Helia Henríquez, Septiembre 2008
[27] (“Las clases sociales en el capitalismo actual”, Nicos
Poulantzas, 1976). Es
posible apreciar en esta cita como un
autor tan riguroso y fértil como Poulantzas aún cae bajo el mito del
“capitalismo monopolista”. Ahora bien, esto no merma su punto: las formas de
medición del tamaño de las empresas es una cuestión compleja que no debe
dejarse en manos de las categorías analíticas proporcionadas por la estadística
estatal (antes bien, debe ocuparse ésta como un indicio para indagar en las
realidades clasistas subyacentes).
[28] “Las clases sociales en el capitalismo
actual” (Nicos Poulantzas, 1976)
[29] “Las clases sociales en el capitalismo
actual” (Nicos Poulantzas, 1976)
[30] “Las clases sociales en el capitalismo
actual” (Nicos Poulantzas, 1976)
[31] Las clases sociales en el capitalismo
actual” (Nicos Poulantzas, 1976)
[32]
Las alianzas siempre deben ser evaluadas de acuerdo al principio
leninista del “análisis concreto de la situación concreta”. En términos
político-estratégicos, aquí presentamos el concepto de clases
productoras/explotadas. Este concepto, además de lo evidente, está llamado a
reconocer que el capitalismo no genera sólo y exclusivamente un “trabajador
asalariado libre”, sino que también opera mediante semi-proletarios, pequeños
productores poseedores de medios de producción sin poder sobre la realidad
material, etc. Al final de este escrito diremos sucintamente qué tipo de
alianza debiera construirse para superar el capitalismo.
[33] Las clases sociales en el
capitalismo actual (Nicos Poulantzas, 1976)
[34] Los derechos laborales en la
pequeña empresa. Una mirada desde los trabajadores. Cuaderno de investigación
nº28. Departamento de estudios, dirección del trabajo. Santiago, noviembre 2006
Tesis
de grado para optar al título profesional de Sociólogo.Derechos En El Trabajo Relevancia y Práctica En La Pequeña Empresa
Industrial Profesora guía: Helia Henríquez, Septiembre 2008
[35] Los derechos laborales en la
pequeña empresa. Una mirada desde los trabajadores. Cuaderno de investigación
nº28. Departamento de estudios, dirección del trabajo. Santiago, noviembre 2006
Tesis
de grado para optar al título profesional de Sociólogo.Derechos En El Trabajo Relevancia y Práctica En La Pequeña Empresa Industrial
Profesora guía: Helia Henríquez, Septiembre 2008
[36] Los derechos laborales en la
pequeña empresa. Una mirada desde los trabajadores. Cuaderno de investigación
nº28. Departamento de estudios, dirección del trabajo. Santiago, noviembre 2006
Tesis
de grado para optar al título profesional de Sociólogo.Derechos En El Trabajo Relevancia y Práctica En La Pequeña Empresa
Industrial Profesora guía: Helia Henríquez, Septiembre 2008
[37] Los derechos laborales en la
pequeña empresa. Una mirada desde los trabajadores. Cuaderno de investigación
nº28. Departamento de estudios, dirección del trabajo. Santiago, noviembre 2006
Tesis
de grado para optar al título profesional de Sociólogo.Derechos En El Trabajo Relevancia y Práctica En La Pequeña Empresa
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[38] Los derechos laborales en la
pequeña empresa. Una mirada desde los trabajadores. Cuaderno de investigación
nº28. Departamento de estudios, dirección del trabajo. Santiago, noviembre 2006
Tesis
de grado para optar al título profesional de Sociólogo.Derechos En El Trabajo Relevancia y Práctica En La Pequeña Empresa
Industrial Profesora guía: Helia Henríquez, Septiembre 2008
[39] “¿Cómo domina la clase
dominante?” (Therborn, 1979). Notar cómo Therborn opera con la noción de
capitalismo monopolista. Esto, sin embargo, no niega la validez de su tesis en
términos generales. En este respecto, no obstante, no estamos presentando el
argumento tecnologicista de que siempre la pequeña empresa es y será menos
productiva que la gran empresa; sólo sostenemos que se da de esta manera en la
forma de capitalismo actual vigente en el mundo entero. Casos particulares en
que las pequeñas empresas son más productivas que los grandes capitales pueden
existir; sin embargo, el caso paradigmático es el que en su momento se
argumentó a favor de la pequeña agricultura (capitalista), y éste obviaba el
hecho de que los pequeños agricultores familiares son capaces de sobrevivir en
el mercado capitalista porque actualizan estrategias de subconsumo (sobre esto,
ver, por ejemplo, Henry Bernstein)
[40] Basado en Las clases sociales en
el capitalismo actual (Nicos Poulanztas, 1979)
[41] Los derechos laborales en la
pequeña empresa. Una mirada desde los trabajadores. Cuaderno de investigación
nº28. Departamento de estudios, dirección del trabajo. Santiago, noviembre 2006
Tesis
de grado para optar al título profesional de Sociólogo.Derechos En El Trabajo Relevancia y Práctica En La Pequeña Empresa
Industrial Profesora guía: Helia Henríquez, Septiembre 2008
[42] Los derechos laborales en la
pequeña empresa. Una mirada desde los trabajadores. Cuaderno de investigación
nº28. Departamento de estudios, dirección del trabajo. Santiago, noviembre 2006
[43] Los
derechos laborales en la pequeña empresa. Una mirada desde los trabajadores.
Cuaderno de investigación nº28. Departamento de estudios, dirección del
trabajo. Santiago, noviembre 2006
[44] “…siempre el oído que llega desde los mismos jefes, que el patrón se
queja que no tiene producción… todos
de repente comentamos ahí, que pucha que el patrón está bien, que gana plata,
que tiene harta venta que…”[44] Los derechos laborales en la
pequeña empresa. Una mirada desde los trabajadores. Cuaderno de investigación
nº28. Departamento de estudios, dirección del trabajo. Santiago, noviembre 2006
[45] Ver, por ejemplo “New Realism,
New Barbarism” (Boris Kagarlitsky, 1999)
[46] Esto es lo que dice Poulantzas
acerca de la clase media: Frente
al antagonismo entre la burguesía y la clase obrera, la clase media se percibe
como el pilar mediador y el factor fundamental del “equilibrio” de la sociedad
burguesa. No sólo esta clase media está considerada sobre el mismo pie que la burguesía
y la clase obrera, sino que se la concibe como el eje central de los procesos
sociales, a saber, como en el lugar en el cual se disolvería la lucha de
clases…Ésta se considera como un “grupo homogéneo” definido en general a partir
del criterio de los ingresos, del de las actitudes mentales y de las
motivaciones psicológicas, etc. Sería así el producto de una disolución
progresiva, en las sociedades capitalistas actuales, de la burguesía y del
proletariado en un crisol común: “aburguesamiento” de una parte cada vez más
amplia de la clase obrera, “desclasamiento” de una parte cada vez más amplia de
la burguesía. Esta clase constituiría el crisol de una mezcla de las clases y
de disolución de sus antagonismos, principalmente como lugar de circulación de
los individuos en un proceso de “movilidad” constante entre la burguesía y el
proletariado. Este grupo aparece como el grupo dominante en el seno de las
sociedades capitalistas actuales…Digo bien grupo, porque efectivamente,
tratándose de un conjunto disolvente de la lucha de clases, el empleo mismo del
término de clase resulta absolutamente inútil; el empleo, en este contexto, del
término “clase media” quiere decir, tratándose de esta corriente, que las
clases han dejado de existir”
[47] Además, toda la discusión
marxista reciente sobre los modos de producción nos informa de la reproducción
continuada de posiciones no propias del “trabajador asalariado libre”. Este es
el sentido de la idea de semiproletarización con la cual juguetean Roseberry y
Wallerstein; el mismo sentido tiene el concepto de “proletario disfrazado” de
Jairus Banaji.
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