Lo espurio de una historia lineal y gradualista. La UP y la
transformación del cambio cuantitativo en diferencia cualitativa
“…la corrección de la ley, descubierta por Hegel en su Lógica, de que los
cambios cuantitativos simples en cierto punto son transformados en diferencias
cualitativas” (Marx, El Capital)
El siguiente texto es producto
de un aporte realizado por el compañero Rafael Agacino en un debate realizado
sobre el tema de la UP en septiembre de 2013. En esa ocasión, Agacino, al
describir someramente la experiencia de los cordones industriales, creyó
pertinente a la hora de realizar esa tarea la utilización de la expresión
“saltos de conciencia de clase”. Los cordones habrían sido expresión e
indicador de este tipo de dinámica. En su momento nos pareció una idea novedosa
y fértil -y aún nos parece en gran medida una noción útil-. Sin embargo, la
misma requiere de ciertas modificaciones si es que ha de ser utilizada
fértilmente para analizar la lucha de clases que pertenece al terreno del pasado
(la historia de la cual deben sacarse lecciones), así como también para
analizar/actuar en la lucha de clases de hoy. En lo que sigue mostramos las
modificaciones que creemos necesarias para una aplicación fértil de esta noción
– “saltos de conciencia de clase”- al período de lucha de clases propio de los
años del gobierno de la Unidad Popular.
En primer lugar, debe reconocerse la filiación
histórica específica de la noción que aquí tratamos. La misma, aquí postulamos,
encaja de buena manera en la tradición teórico-práctica de la corriente
comunista-consejista. Al respecto, véase, por ejemplo, la siguiente cita que
extractamos de un texto de Paul Mattick:
“Es, por
supuesto, concebible que nada mueva a la población obrera, que aceptasen
cualquier miseria que se les ponga al paso en lugar de alzarse en oposición al
sistema responsable de ella. De cualquier manera, la ausencia de una conciencia
revolucionaria no es la ausencia de la inteligencia. Es mucho más probable que
la clase obrera moderna no soporte indefinidamente todo lo que el sistema
capitalista le tiene reservado; puede haber un punto de ruptura en que la
inteligencia puede llegar a incluir la conciencia de clase. La prontitud a
asumir los pasos revolucionarios no requiere de un comportamiento de oposición
consistente antes del primer acto independiente; una clase obrera apática bajo
ciertas condiciones puede convertirse en una clase obrera despierta bajo
condiciones diferentes. Porque es esta clase la que será más profundamente
afectada por la reversión de la suerte de la producción de capital…” (Crítica de Marcuse. El Hombre
Unidimensional en la sociedad de clases, XII, 1972, Paul Mattick)[1]
Como puede verse en esta cita, la tradición
comunista-consejista, junto a la noción de “saltos de conciencia de clase”,
tienen ciertas dimensiones inherentes que impiden un análisis materialista
objetivo de la realidad de la lucha de clases. Ciertamente, su espontaneísmo y
su relativización de la necesidad de la construcción partidaria a largo plazo,
no constituyen elementos capaces de explicar los procesos revolucionarios de
lucha de clases que pertenecen al pasado (e.g Revolución Rusa, Revolución
China, etc) –lo cual nos hace dudar de la fertilidad de su aplicación a
procesos de lucha de clases revolucionarios propios del futuro próximo-. Sin
embargo, la noción de “saltos de conciencia de clase” (y su filiación
comunista-consejista), de hecho, sí tiene una dimensión positiva que designa una
realidad objetiva propia de los procesos históricos. Esto puede verse en su
negación de la concepción de la historia como proceso “lineal” y “gradual”. Antes
bien, la noción que aquí tratamos (y su tradición consejista aparejada) concibe
la historia como hecha de “rupturas” y “quiebres” (de ahí la noción de
“salto”). Y la historia nos demuestra que, de hecho, ésta es una dimensión
crucial para comprender el devenir de los modos de producción (las sociedades
de clase) y su transformación. En efecto, el paradigmático paso del feudalismo
al capitalismo requirió de una larga “transición” (s XVI-XIX), cuya dimensión
“acumulativa” (e.g crecimiento de las fuerzas productivas) habría resultado
inane sin momentos específicos de “ruptura” (las revoluciones burguesas en
Holanda, Inglaterra, Francia, Alemania, eeuu, etc). Claramente, estos momentos
revolucionarios de ruptura serían inexplicables sin sus procesos acumulativos
antecedentes. Y lo mismo es válido para lo que se ha denominado “ciclos de
lucha de clases”[2],
noción en la que creemos es fértil insertar los rasgos útiles contenidos en la
idea “saltos de conciencia de clase”.
Con esto en
mente, y en segundo lugar, podemos comprender que lo que Glauser denomina
“período potencialmente revolucionario” (1972-1973 en Chile), es parte de un
“ciclo de lucha de clases”, el cual presenta “fases acumulativas” y “momentos
de ruptura”. Entonces, un indicador de la emergencia de estos momentos de
ruptura sería lo que Agacino denominó “saltos de conciencia de clase”. Si bien
la expresión tiene visos algo idealistas (en el entendido que “es el ser el que
determina la conciencia” y no a la inversa), la realidad material que designa, los
momentos específicos en que las contradicciones materiales se agudizan y se
hacen más evidentes a ojos de los mismos actores, es crucial a la hora de
analizar los procesos de lucha de clases. En el caso chileno que aquí
tematizamos, los “antecedentes acumulativos” que explican la posibilidad de la
emergencia de los citados “momentos de ruptura”, pueden ser vistos en:
a) El crecimiento absoluto del número de
sindicatos y la masa de afiliados entre los años 1964-1970
|
Número de sindicatos
|
Masa absoluta de afiliados a
sindicatos
|
|
1964
|
1863
|
271000
|
|
1970
|
4519
|
551000
|
-
20% del total de asalariados y empleados
36% de afiliación sindical en
la fuerza de trabajo industrial
50% de afiliación sindical en
la gran industria
|
b) La celeridad de este crecimiento sindical
en área agraria (1964-1970)
Sindicatos
agrícolas
Año
|
Nº de sindicatos
|
Nº de miembros
|
1964
|
24
|
1.658
|
1965
|
32
|
2.118
|
1966
|
201
|
10.647
|
1967
|
211
|
47.473
|
1968
|
325
|
71.721
|
1969
|
385
|
101.232
|
1970
|
488
|
127.680
|
c) El auge de ocupaciones de tierras
1967
|
1969
|
1971
|
9
|
148
|
1.278
|
d) La dinámica de las huelgas
|
1969
|
1970
|
N° de Huelgas
|
1.939
|
5.995
|
N° absoluto de
trabajadores movilizados
|
230.725
|
316.280
|
Respecto de esta última dimensión, el mismo Eduardo
Labarca describe de esta forma el contexto de la elección presidencial de 1970:
“No pasó un día sin que una
huelga no estallara, sin que una ocupación de tierra no ocurriera, sin que 10,
50 o incluso 200 fundos no fueran ocupados por sus trabajadores agrícolas.
Justo en medio de la campaña eleccionaria la primera huelga general de campesinos
fue realizada, y 55 días antes de la elección una huelga nacional general fue
llevada a cabo con éxito” (Eduardo Labarca)[3]
Es claro que estos “antecedentes acumulativos” se
explican, a su vez, por la crisis larvada del modo de producción capitalista
que comienza a emerger a mediados de la década de 1960 (derivada de la TDTMG[4]),
crisis que en América Latina (y en Chile específicamente) se expresa en el
agotamiento de la forma de acumulación capitalista implementada desde 1940 (el
mal denominado ISI)[5]. A
lo que apuntamos en este trabajo, sin embargo, es que el mismo auge de la lucha
de clases (que comienza en 1965 aproximadamente), puede ser subdividido en un
“proceso acumulativo” (si bien no lineal ni gradual, sino que desigual y
combinado) y en ciertos “momentos de ruptura” (1972-1973).
En lo que sigue describiremos (e interpretaremos)
ciertos eventos históricos que ilustran los comienzos de la emergencia de un
“momento de ruptura” para los años 1972-1973.
1) Los
cordones industriales: una dimensión esencial olvidada
Los cordones fueron muchas cosas. Lo que
generalmente se olvida es que los mismos:
a) Tuvieron su eje en aquellas industrias medias
y pequeñas que el programa antimonopolista de la UP no consideraba esenciales:
“Muchas de las pequeñas fábricas
permanecían fuera del ámbito de influencia de la CUT, porque por ejemplo tenían
menos de 25 trabajadores”[6]
Esto
implicó que esta expresión de poder obrero clasista y consciente, nació y se
desarrolló en el espacio estructural propio de más del 80% de la fuerza de
trabajo obrera de esa época[7]. Su legitimidad y su
vigencia práctica fueron, entonces, evidentes (aún si la izquierda y sus
partidos pudieron no apercibirse de esto en ese momento).
b)
Constituyeron una verdadera autoorganización por la base, manifestando el
principio de la independencia de clase en la práctica
“Los sectores tradicionalmente bien
organizados de la clase trabajadora, estaban ausentes de la red nacional de
cordones. Sus sindicatos eran el núcleo de la UP…Y la CUT trabajó duro para
impedir cualquier contacto directo entre estos trabajadores —mayoritariamente
del sector público de la economía— y los sectores organizados en los cordones”[8]
c)
Constituyeron la negación práctica de la comprensión sociológica reduccionista
de las clases, al reconocerse como clase explotada en la diversidad de sus
distintas expresiones. Esto es, actuaron como “clase en general”
(i)
El mismo origen de los cordones, propio de Junio de 1972, demuestra un
reconocimiento de la fracción agraria de clase obrera. En la zona de Melipilla
existían grandes haciendas agrícolas susceptibles de expropiación (de acuerdo a
los lineamientos establecidos por la Reforma Agraria). Sin embargo, el juez de
la zona, Olate, se negaba a permitir la necesaria expropiación. Los
trabajadores sin tierra se organizaron en Melipilla y comenzaron a luchar y
presionar. En el contexto de una manifestación general, 22 dirigentes caen
presos. A raíz de esto, la movilización de protesta se radicaliza (toma de la
ciudad, cierre de accesos, barricadas, marcha a la capital):
“En el curso de la protesta, los
trabajadores del área industrial vecina de Cerrillos se sumaron a sus
compañeros rurales en lucha… De la lucha conjunta emergió una nueva forma de
organización, forjada en el curso de las huelgas de Cerrillos, y que se
autodenominaba "Cordón Industrial”[9]
Ésta,
de hecho, no fue una alianza entre campesinos y obreros industriales (como
postularía la sociología burguesa), sino la unificación práctica de distintas
fracciones de la clase obrera[10]
(ii)
En la reedición de los cordones de Junio-Julio de 1973, los nuevos “cordones”
que se formaron incluían dentro de sí a sectores de la fracción improductiva de
la clase obrera, junto a obreros por “condición” y no necesariamente por
“posición”:
“Un nuevo Cordón en
Santiago Central agrupó a funcionarios públicos y habitantes de edificios”)[11]
Los cordones, precisamente, actualizaban y ponían en
práctica la premisa consejista-comunista de Paul Mattick:
“En cuanto al
interés colectivo de los trabajadores, debe, para prevalecer, predominar sobre
la competencia que se establece entre ellos…Todo esto se aplica al trabajo
productivo como al improductivo…Cuando Marx habla del desarrollo de la
conciencia de clase proletaria, lo hace sobre la base no ya de la distinción
entre los dos tipos de trabajo, sino de los cambios que sobrevienen en las
relaciones de clase al mismo tiempo que se mantiene la acumulación del capital
y que, por este hecho aumenta la
división de la sociedad en dos grandes clases, mientras la masa de la
población se proletariza progresivamente” (Paul Mattick, Marx y Keynes. Límites de la economía mixta)
(iii) Desde los sectores tradicionalmente
no-organizados, los cordones buscaron la coordinación y unidad de la clase en
tanto clase (como “clase en general”). Fueron más allá de lo
particular-gremial:
“Lo que los cordones representaban era una
alianza ente los trabajadores organizados y no organizados, la población de los
barrios pobres, los trabajadores agrícolas y algunas organizaciones
estudiantiles”[12]
(c) De acuerdo
todo lo anterior, los cordones fueron la negación práctica de un cierto tipo de
marxismo (gradualista y evolucionista). Este tipo de marxismo se apoyó (y aún
se apoya) en extractos aislados de la obra de Marx como el siguiente:
“A medida que disminuye el número de
los potentados del capital que usurpan y monopolizan todas las ventajas de este
período de evolución social, aumentan la miseria, la opresión, la esclavitud,
la degradación, la explotación, pero también la resistencia de la clase obrera
creciente sin cesar y cada vez más disciplinada, unida y organizada por el
mismo mecanismo de la producción capitalista. El monopolio del capital se
convierte en una traba para el modo de producción que ha crecido y prosperado
con él y bajo sus auspicios. La socialización del trabajo y la centralización
de sus resortes materiales llegan hasta el punto que no pueden aguantar más en
el entorno capitalista. Este entorno se rompe en pedazos. Ha sonado la hora de
la propiedad capitalista. Los expropiadores son a su vez expropiados” (Karl
Marx, El Capital)
No, los cordones
no constituyeron aquél tipo de contradicción inmanente mecánica, según la cual
la misma forma de acumulación capitalista, al centralizar y concentrar la
producción, conformaba el fundamento de un tránsito gradual “más allá del
capitalismo”. No, al emerger los
cordones desde franjas trabajadores empleadas en fracciones no- monopolistas,
al sostener la necesidad de la unidad de la “clase en general” (e.g. sumar al
“proletariado agrícola”, a la fracción improductiva de la clase obrera
–empleados públicos, al comprenderse como clase no sólo en función de una
“posición” determinada, sino que también de una “condición” –cordones de que
incluían a habitantes de edificios-), los cordones negaron en la práctica el
etapismo y el gradualismo y recuperaron al Marx que más merece ser citado:
“El esclavo romano
estaba ligado a su propietario por una cadena. El trabajador asalariado está
ligado a su propietario por hilos invisibles. Sólo que su propietario no es el
capitalista individual, sino la clase capitalista” (Marx, El Capital)
2) La gravitancia del
ascenso obrero y expresión en sectores “no tradicionales”
Durante los dos paros patronales (Octubre 1972 y
junio-julio 1973), se actualizó la tendencia a que los hospitales fueran
tomados por sus trabajadores y continuaran en operación. Por ejemplo, en un
contexto donde la UP y la misma CUT retiraron su llamado a la movilización de
masas después de dos días de realizado el mismo (como en octubre 1972), un compañero
sindicalista sostenía:
"A pesar de la
huelga ordenada directamente por la derecha, las 600 mil personas por las
cuales este hospital es responsable, verán que nosotros podemos ofrecer
servicios mejores y más eficientes, trabajando junto a los comités de salud
locales, que incluyen a personas de los distritos obreros"[13]
La cita es expresión de la tendencia mencionada, la
cual demuestra que:
a) Sectores
de la economía con pocos obreros en su proceso de producción[14] se incorporan a lucha
desde una perspectiva clasista
b) Un sector de baja tradición obrera y clasista se
suma a la lucha de manera decidida
c) Un sector que típicamente tiende a “polarizarse
hacia la burguesía”[15] muestra elementos que
fungen como contratendencia
3) Reconocimiento
del enemigo/negación práctica del antimonopolismo
(I) Posición en la organización social del trabajo y
efectos intra-clase de la lucha de clases
En el contexto del paro patronal de Octubre de 1972,
ciertos funcionarios administrativos (de nivel medio-alto) de una fábrica en Arica apoyaron la medida
orquestada contra el gobierno y la clase obrera. Una vez este paro patronal fue
eficazmente combatido por amplias fracciones obreras, el Ministro del Trabajo y
dirigente de la CUT Luis Figueroa pretendió reincorporar a estos funcionarios
“apatronados” e indemnizarlos íntegramente por el período de paro. Sin embargo,
los obreros de la empresa se negaron. Discutieron acaloradamente con Figueroa
y, cuando éste intentó imponer la medida por la fuerza, los mismos se tomaron
la fábrica. Finalmente, la fuerza pública logró desalojarlos y hacer valer la
medida. Ahora bien, este encadenamiento de hechos muestra que:
a) Los obreros de esa empresa reconocieron que, una
posición de dirección y supervisión en el proceso de trabajo, es una estructuralmente
distinta a propia de ellos mismos como clase[16]
b) La acción práctica de estos obreros fue
consciente de que la “lucha de clases” (entre clases) tiene efectos intra-clase
(en este caso, al interior de la clase obrera). En tanto estos trabajadores se
negaron a aceptar como “iguales” (como parte de los suyos) a quienes tomaron una
posición patronal en un momento decisivo de la lucha de clases, ellos fueron
conscientes de la citada dimensión (constitutiva de las sociedades clasistas)
(ii) Las clases como extracción, condición y
posición. Lucha contra la burguesía como un todo.
Durante el paro patronal de Octubre de 1972, los
trabajadores de la tienda Bata, formaron comités de autodefensa, especialmente
en barrios de clase media alta:
"Nosotros
formamos comités de autodefensa en cada local para repeler los ataques. Ya
tuvimos que afrontar algunos ataques, particularmente en locales de barrios de
clase media y alta. Pero nosotros no cerramos ni por un día siquiera. Estamos
contra esta huelga, y cuando llegue el momento decisivo no vamos a ceder ante
nadie. ¡Basta!"[17]
Con esta acción, estos elementos obreros
fueron conscientes, en la práctica, de que la lucha relevante no era contra la “oligarquía”,
unos pocos monopolios o incluso sólo contra los empresarios como tales. La
lucha relevante era contra la clase dominante/explotadora, que como clase se
explica por posición, condición y extracción. Es, de hecho, en lo que enfatizan Hal Draper y Perry Anderson:
“…(la burguesía) es una
penumbra social entorno al núcleo duro de capitalistas propiamente hablando,
matizándose (oscureciéndose) en los diversos elementos sociales que funcionan
como servidores o parásitos del capital sin ser propietarios ellos mismos de
capital” (Hal Draper)
“…está masa está típicamente compuesta…por
la gama de grupos profesionales, administrativos y técnicos que disfrutan las
condiciones de vida de los capitalistas mismos –todo aquello que por costumbre
incluimos en el término “burguesía” en oposición a “capital”…” (Perry Anderson)
(iii) Producir sin patrones
En Mayo de 1973 un aserradero privado en Entre Lagos
anunció un lock-out. 50 trabajadores de la empresa ocuparon la fábrica y
declararon que ellos mismos, sin el patrón pero con ayuda de la comunidad,
podían seguir operando la empresa. Así, se opusieron a la cogestión
(obrero-patronal) propuesta por la CUT:
"Nosotros pensamos que con el apoyo
de toda la población de Entre Lagos, podemos derrotar a los que piensan que
pueden usar el dinero del gobierno para construir fábricas para los patrones y
simplemente dejar a los trabajadores de lado"[18]
Este caso nuevamente demuestra cómo
ciertos elementos obreros visibilizaron, en la práctica, que lucha fundamental era
contra los patrones en su conjunto, fueran estos pequeños, medianos o grandes.
La contradicción central tenía un enemigo concreto: los patrones, y no la
oligarquía, el imperialismo o unos pocos monopolios
4)
Humanización del trabajo y socialismo como democratización de las decisiones
propias de la esfera productiva
(i) En el contexto de las “tomas de
fábrica” ocurridas durante el paro patronal de octubre de 1972, los trabajadores
de Alusa, una fábrica de embalajes, declararon:
"La
administración hizo un llamado a los trabajadores administrativos y ellos
pararon de trabajar. Pero nosotros no podíamos permitirnos ser parte de esas
maniobras. Los patrones no pueden venir a decirnos lo que debemos hacer… Así
que abrimos los depósitos, sacamos las materias primas y simplemente
continuamos produciendo: la producción aquí no paró en ningún momento. Y no
vamos a parar ahora ni nunca. Nosotros vemos a la gente trabajando con verdadera
alegría. Yo pienso que en pocos días nos hemos dado cuenta que lo que
estamos defendiendo, es algo mucho mayor que un plato de comida"[19]
Cuando estos obreros decían ver que la
gente ahora trabajaba con verdadera alegría, y que lo hacían por algo más que
un mero plato de comida, los mismos definían tajantemente cómo el “producir sin patrones” contiene una
dimensión inherente de “humanización del trabajo”. Estos obreros dotaban de
real “sentido” al trabajo y transformaban en la práctica las relaciones
sociales de producción intra-unidad productiva.
(ii) En varias ocasiones ciertos elementos
obreros establecieron claramente que su objetivo era reapropiarse de las
decisiones acerca de “cómo producir”, “quien produce”, “para quien se produce”,
“qué se produce”, “cuánto se produce”. Actualizaron prácticamente la idea de
que la democratización real solo puede ser obrera y clasista:
En el contexto de la oposición obrera al
Plan Millas (de finales de 1972), los trabajadores del Cordón
Panamericana-Norte, establecieron:
"¿Hasta dónde las personas de allá
arriba van a continuar empeorando aún más las cosas? Esto está empezando a
ponernos nerviosos, y avisamos que ninguna empresa será devuelta… de ahora en
adelante permaneceremos en estado de alerta permanente para defender nuestro
derecho de tomar las decisiones que determinen nuestras vidas"[20].
Asimismo,
en la Carta de la Coordinadora de
Cordones a Salvador Allende (5 de septiembre de 1973), los obreros fijaron
claramente su posición sobre este punto:
“Los trabajadores sentimos una honda
frustración y desaliento cuando su Presidente, su Gobierno, sus partidos, sus
organizaciones, les dan una y otra vez la orden de replegarse en vez de la voz
de avanzar. Nosotros exigimos que no sólo se nos informe, sino que también se
nos consulte sobre las decisiones, que al fin y al cabo son definitorias para
nuestro destino”
5) Independencia, centralización y
coordinación
(i)
Mientras gran parte de las organizaciones de izquierda seguían confiando en un
gobierno que ya al asumir había renunciado en la práctica a cumplir con su
mandato popular[21], uno de los primeros
“lugares” desde los cuales emanó la necesidad de convocar a una “Asamblea
Popular”, fue en el “Congreso de los trabajadores textiles” (mayo 1972). Esta
convocatoria, que tuvo un eco práctico tres meses después (Asamblea popular de
julio de 1972 en Concepción), meramente
actualizaba en la práctica el mismo programa por el cual había sido electo
Allende (el programa establecía la necesidad de la asamblea del pueblo y la
clausura del congreso, así como también ponía énfasis en la movilización por la
base). Como puede verse, éste es un ejemplo de cómo, desde la base obrera,
emergían interesantes intentos (independientes) de coordinación y
centralización de las luchas
(ii)
Terminado el paro patronal de Octubre de 1972, el 13 de noviembre 100 delegados
de los Cordones se reunieron en la fábrica Cristalerías Chile para coordinar la
lucha contra la devolución de las fábricas tomadas durante el paro. Esta amplia
coordinación (“independiente” y con un objetivo claro de centralización de la
lucha), fue ignorada, no sólo por el gobierno, sino que también por la gran
mayoría de la izquierda. En palabras del presidente del cordón O’Higgins:
“La maquinaria de izquierda simplemente
nos ignora… por eso los cordones tienen que cumplir la función de ayudar a
conocerse mejor unos a otros, a entender las luchas particulares y a alcanzar
conciencia de nuestro poder”[22]
(iii)
Un ejemplo paradigmático de cómo la noción práctica de “Frente único obrero”[23]-esto es, de la
centralización y coordinación “de clase” de las luchas- es más fértil para los
explotados en la lucha de clases que el mero frente político[24], se vio en 1973. En Junio
de este año cristalizó el 1er Congreso de la UP. Realizado en el Teatro
Municipal del Santiago, a este Congreso no acudió ningún líder partidario y sus
declaraciones fueron de un elevado grado de abstracción (alejadas de la lucha
de clases concreta). Contrastantemente, a partir de mayo de ese año los
trabajadores realizaron masivos congresos por rama. A partir de mayo existieron
3 Congresos, los cuales abarcaron el sector textil, el maderero y el pesquero.
6) Alianzas de los explotados con
hegemonía obrera
(i) Batalla en constitución
(mayo 1973)
El 21 de febrero la
población de la zona de Constitución se reunió en una Asamblea del Pueblo para
intentar abordar los problemas de los pobladores, trabajadores agrarios y
trabajadores urbanos. Dos meses después la asamblea volvió a reunirse; en esta
ocasión, se demandó la renuncia del gobernador regional, quien bloqueaba todo
intento de solución a los problemas identificados por la Asamblea. Al alero de
esta reunión se generó una movilización que terminó con la ciudad bajo control
de la Asamblea, verdadera representante de los 25 mil habitantes de
Constitución. Emergieron barricadas que cortaron los accesos, comités de salud
y coordinaciones para que cristalizara una movilización efectiva y ordenada.
Finalmente, el 11 de mayo Allende atiende a la demanda principal de la
Asamblea: el gobernador es destituido. Esta movilización es interesante de
recordar porque:
“Esa lucha ocurrió en
una ciudad provinciana sin ninguna tradición de lucha. Eso muestra el nivel de
conciencia de los trabajadores chilenos en aquel período…. Las divisiones
sectoriales y los sectarismos existentes en la cúpula de la UP y de la CUT,
fueron superados a nivel de las bases, en la medida que los trabajadores se
organizaban conjuntamente para enfrentar problemas específicos”[25]
(ii) Congreso en el teatro del pueblo en
Osorno (agosto 1973)
En agosto de 1973 en Osorno, los colectivos,
coordinaciones y organizaciones del lugar se reunieron en el “Teatro del
Pueblo”, orientados y dirigidos por el cordón industrial local. Su primera
medida fue la publicación de un programa. En este:
a) Establecían la necesidad del restablecimiento del
control obrero de la ciudad,
b) Propugnaban la acusación del proceso de
expropiación de fábricas,
c) Otorgaban el apoyo a las luchas de los mapuche por
la tierra,
d) Proponían la reorganización del servicio de salud
bajo control obrero y
e) Cursaban una invitación a los soldados rasos a
desertar y sumarse a los trabajadores
En ambos casos, tanto en Constitución como en Osorno,
se formaron acuerdos entre fracciones explotadas y depauperadas bajo una hegemonía
obrera clara y con objetivos que, si bien tenían niveles de profundidad
diferentes, siempre apuntaron al desarrollo de la lucha obrera, a la
autonomización por la base y a la necesaria independencia de clase (que
demandaba una coyuntura designada como “potencialmente revolucionaria” por
Glauser)
Conclusión
En este escrito hemos intentado demostrar tres cosas.
Primero, que la idea de los “saltos de conciencia de clase” (sugerida por
Agacino), modificada de la manera que hemos propuesto, es fértil a la hora de
interpretar los “ciclos de lucha de clases”. Esto porque los mentados “ciclos”
de hecho se componen de “fases acumulativas” y “momentos de ruptura”. El núcleo
racional de la idea de “saltos de consciencia de clase”, en tanto
designa una realidad material determinada, esto es, los momentos específicos
en que las contradicciones materiales se agudizan y se hacen más evidentes a
ojos de los mismos actores, de hecho apunta a la realidad de aquellos
“momentos de ruptura”. Segundo, se ha intentado mostrar que este núcleo
racional (“saltos de consciencia de clase”) sólo gana fertilidad, vigor y
coherencia, cuando se lo inscribe en un marco que comprende un proceso “acumulativo”
previo. En nuestro caso, la “fase acumulativa” que explica el “momento de ruptura” (1972-1973), estuvo signada
por un alza en la sindicalización, en la actividad huelguística y en las
expropiaciones (fase acumulativa que comienza aproximadamente en 1965).
Tercero, y último, intentamos ilustrar mediante indicadores aproximativos ciertos
rasgos esenciales de este “momento de ruptura”. Es claro que el mismo no fue lo
suficientemente profundo como para constituir un “poder dual” (paralelo al
Estado capitalista); sin embargo, el mismo fue de hecho un “momento de ruptura”
y no una mera defensa del “gobierno popular”:
“Este
persistente apoyo de los trabajadores, en el que la Unidad Popular quiere ver
la prueba de su propio carácter “revolucionario” y el “marxismo-leninismo” el
efecto de la “hegemonía ideológica del revisionismo en el seno de las masa”, no
era ciertamente ni lo uno ni lo otro…Sino que era el elemental instinto de
conservación de una clase obrera carente a esas alturas de toda conducción
política positiva y que no podía pues sino volverse hacia la única dirección
efectiva que había podido probar en la realidad…Pero no porque esa dirección
fuese revolucionaria, sino porque encarnaba en el Gobierno la defensa de lo ya
conquistado. Ni tampoco porque la masa de los obreros fuese convencidamente
“revisionista” y no quisiese ir más allá de ciertas limitadas reformas, por lo
demás ya sobrepasadas en los hechos; sino porque no tenía otra alternativa
práctica”[26]
Si para Glauser el
“momento de ruptura” se enmarca en este contexto, para los mismos obreros de
los Cordones Industriales, la cuestión iba incluso más allá:
“Por todo lo planteado, compañero,
nosotros los trabajadores, estamos de acuerdo en un punto con el señor Frei,
que aquí hay sólo dos alternativas: la dictadura del proletariado o la
dictadura militar” (Carta de la Coordinadora de Cordones a Salvador Allende, 5 de septiembre de 1973)
Manuel Salgado (enero 2014)
[1]
La filiación consejista que le reconocemos a la idea de la existencia “saltos
de consciencia de clase”, tiene que ver también con el hecho de que esta
corriente teórico-práctica pone énfasis en los momentos de crisis como fundamentales
para la actuación revolucionaria espontánea de las “masas”
[2]
Ver, por ejemplo, el siguiente artículo del compañero Loren Goldner, parte de
la corriente de la “izquierda
comunista”: http://insurgentnotes.com/2010/06/historical_moment/
[3]
Citado en “Allende’s Chile: the politcial economy of the Unidad Popular”
(Stefan de Vylder, 1974)
[4]
Tendencia descendente de la tasa media de ganancia
[5]
Para la crítica a la conceptualización de esta “fase” latinoamericana ver:
“American underdevelopment: an interpretative essay on historical change”
(Frederik Stearton Weaver, Latin American Perspectives, 1976); “Unity and
diversity in Latino american History” (Ian Roxborough, Journal of Latin
american studies, 1984); “Problemas y perspectivas de la teoría de la
dependencia” (Agustín cueva, 1974)
[7] De
acuerdo a las cifras que encontramos en “Allende’s Chile: the politcial economy
of the Unidad Popular” (Stefan de Vylder, 1974)
[10]
El marxismo siempre ha reconocido la existencia de la fracción agraria de la
clase obrera. Ejemplos hay muchos: a) Marx entendía que la fracción “estancada”
del ejército industrial de reserva –y el EIR era parte de la clase para Marx-
se componía mayoritariamente de trabajadores desempleados del agro; b) Una de
las tesis más fértiles de Lenin, dice relación con su énfasis en la existencia
de obreros y capitalistas en el agro ruso (esta tesis fue desarrollada en el
curso de su debate con los populistas rusos, quienes argumentaban sobre la
pureza y viabilidad de un campesinado “anterior” al capitalismo); c) Una de las
primeras expresiones históricas de una clase obrera propia del mpc , es de
hecho el proletariado agrícola inglés, como vuelve a enfatizar majaderamente en
los 1970s el historiador marxista inglés Robert Brenner
[14]
En el entendido que la producción hospitalaria es un “servicio” en el cual solo
cierta fracción de los participantes en el mismo tienen una posición en la
organización social del trabajo que no es de dirección y organización (e.g.
camilleros, enfermeros, etc)
[15] No por nada en el sector de la producción hospitalaria
pudo constituirse un gremio cuyo presidente estableció en 1973: “Por supuesto que
la gente morirá por falta de asistencia médica –en una guerra uno tiene que
matar” (en respuesta a una pregunta de un
entrevistador televisivo que inquiría acerca de si la decisión del Gremio
médico de suspender incluso las tareas de emergencia en todos los hospitales
tendría como resultado que mucha gente muriera) (Eduardo Cruz Mena, presidente
del gremio médico, Agosto de 1973)
[16]
Guglielmo Carchedi caracteriza a estas posiciones como “no-productores”; Erik
Olin Wright habla en cierto momento de los “poseedores de bienes de
organización”; una lectura marxista filtrada por Lenin entendería que, si estas
posiciones cumplen la función del capital en el proceso de producción (la
función de explotación), en ningún caso podrían ser “obreras” (sino, más bien,
burguesas o con polarización burguesa)
[21]
Por la cuestión del “Estatuto de garantías” que los parlamentarios DC hicieron
firmar a Allende, si es que éste deseaba tener los votos suficientes para poder
ser nombrado presidente por esta instancia “representativa” (recordemos que la
Constitución de 1925 no incluía segunda vuelta y que el Parlamento nombraba
tradicionalmente al candidato que en elecciones obtenía la mera mayoría
simple). El estatuto de garantías impedía cambios sustantivos en las FFAA, la
Iglesia, los medios de comunicación y la educación.
[23]
Idea de filiación trotskysta
[24]
La idea del Frente único Obrero se contrapone a la noción de “frente político”
con la cual opera actualmente la Facción trotskysta del Secretariado Unificado.
Herederos de Mandel, estos trotskystas proponen la constitución de “partidos
anticapitalistas amplios”; un ejemplo de este tipo de partidos es el NPA
francés, el cual tiene ligazones con el PS y terminó apoyando a Hollande en su
momento. Ver: http://www.wsws.org/en/articles/2014/01/13/npac2-j13.html y
http://www.permanentrevolution.net/entry/2730
[26]
“Vamos parando el chamullo” (Kalki Glauser, 1977)
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