Agustín Cueva: Crítica a la
teoría de la dependencia
Teoría
de la dependencia: posee varias vertientes; una de ellas
es la veta izquierdista
mientras por un lado se
critica a las corrientes burguesas desde un punto de vista cercano al marxista,
por otro se critique al marxismo-leninismo desde una óptica harto impregnada
de desarrollismo y de concepciones provenientes de las ciencias sociales
burguesas.
El debate sobre feudalismo
y capitalismo en América Latina, que derramó mucha tinta y sembró no poca confusión
teórica, es, sin duda, el ejemplo más claro,
aunque no el único, de lo que venimos diciendo. Debate situado aparentemente en
el seno del marxismo, es el que Gunder Frank y Luis Vitale
sostuvieron con la “izquierda tradicional”. (Luis Vitale nunca formuló, desde luego, una teoría de la dependencia.
Pero si trabajos suyos, como el titulado América
Latina: ¿feudal o capitalista?, alcanzaron tanta difusión, es porque se
inscribían dentro de una perspectiva teórica que ya empezaba a pensar nuestra
problemática en términos izquierdistas pero que visiblemente se alejan de los
del marxismo-leninismo)
En efecto, y siempre que uno haga caso omiso de El capital y
se ubique de lleno en la óptica de la economía y la historiografía no
marxistas, las aseveraciones de Frank y Vitale se tornan límpidas e
irrefutables. Definido el capitalismo como economía monetaria y el
feudalismo como economía de trueque o, en el mejor de los casos, como economía
“abierta” y economía “cerrada”, respectivamente, pocas dudas caben de que el
capitalismo se instaló plena y profundamente en América Latina no sólo desde su
cuna sino desde su concepción, como llegó a decirse
Para demostrarlo, ni siquiera era menester realizar nuevas
investigaciones históricas —y en efecto, nadie se tomó el trabajo de hacerlas—;
bastaba retomar los materiales proporcionados por la historiografía existente y
demostrar que en el período colonial hubo moneda y comercio.
primera gran paradoja que envolverá a la teoría de la
dependencia
“desde su cuna”: la de constituirse
como un “neomarxismo” al margen de Marx
Esta situación ambigua debilitará incluso las críticas hechas a
las teorías burguesas del desarrollo y el subdesarrollo, en la medida en que
sus impugnadores permanecen, de una u otra manera, prisioneros de ellas. Es lo
que ocurre con Gunder Frank, por ejemplo, quien en su ensayo La sociología
del desarrollo y el subdesarrollo de la sociología
El mismo debate sobre el dualismo estructural, tesis
burguesa que en realidad era menester impugnar, parece desembocar a menudo en
la simple recreación de un dualismo de signos invertidos, en el que el
planteamiento, y por lo tanto los elementos básicos del análisis, no cambian,
sino sólo su papel
En las Siete tesis
equivocadas sobre América Latina de Rodolfo Stavenhagen, por ejemplo, los
sectores “tradicional” y “moderno” siguen presentes como unidades analíticas
fundamentales, con la única diferencia de
que ahora ya no es el sector “tradicional” el causante del atraso sino más bien
el sector “moderno”.
…a conclusiones sumamente cuestionables como aquella de la
séptima tesis, en donde se formula la inviabilidad de la alianza
obrero-campesina en Latinoamérica, aduciendo que “la clase obrera urbana de
nuestros países también se beneficia con la situación de colonialismo interno El
propio autor parece haber sentido las limitaciones de este tipo de enfoque, por
lo que reformulará posteriormente su tesis del colonialismo interno en términos
de combinación de modos de producción
las contradicciones de
clases, son reemplazadas por un sistema indeterminado
de contradicciones nacionales y regionales…A
este respecto, antes que preguntarse si el modelo frankiano, por ejemplo, es
compatible o no con un análisis de clase, resulta importante constatar que en
ensayos como el titulado Chile: el
desarrollo del subdesarrollo, la lucha de clases está simplemente ausente,
pese a que en dicho país, hasta donde sabemos, la historia no parece ser muy
pobre en este aspecto
Este desplazamiento que convierte a los países y regiones en
unidades últimas e irreductibles del análisis, es el que confiere, además, un
tinte marcadamente nacionalista a la teoría de la dependencia…impide
ubicar el problema en el nivel teórico que le corresponde: esto es, como una
contradicción derivada de otra mayor, la de clases, y que sólo en determinadas
condiciones puede pasar a ocupar el papel principal
Si no nos equivocamos, el único texto en que se aborda este
problema de manera sistemática e inequívoca es Imperialismo y capitalismo de
Estado, de Aníbal Quijano; pero no se olvide que tal escrito data de 1972,
cuando ya los cimientos de la teoría de la dependencia están bastante
resquebrajados y el propio Quijano se encuentra, a nuestro juicio, más cerca
del marxismo a secas que de aquella corriente (Para no mencionar la clara ruptura operada por Aníbal Quijano, por
ejemplo, quien en uno de sus últimos trabajos no vacila en hablar de la teoría
de la dependencia en pasado y retomar la línea general de análisis del
marxismo-leninismo)
la pregunta que se hicieron los
desarrollistas al comenzar la década de los sesenta venía ya cargada de
ideología, no sólo porque al indagar cuáles eran los escollos para un
“desarrollo económico-social acelerado y armónico” de nuestros países, escamoteaban
la cuestión central (explotación de clase) y reducían la problemática a
la del simple desarrollo indeterminado de las fuerzas productivas,
imponiendo así una perspectiva economicista; sino también porque, de hecho, tal
pregunta involucraba la aceptación de que es posible alcanzar un desarrollo de
este tipo —equilibrado, armonioso, sin depresiones ni crisis—, bajo el sistema
capitalista
Frank encontró, desde luego, una fórmula mágica, la del “desarrollo del subdesarrollo”,
que entre otros supuestos implicaba el de la “continuidad en el cambio”, que
Theotonio dos Santos no tardó en señalar, con razón, como una concepción
adialéctica
Crítica a la
polémica de Dos Santos con Lenin
Lenin no afirma, en ningún momento, que las exportaciones de
capital “llevarán al crecimiento económico de los países más atrasados”,
sino que dichas inversiones producirán en estos países un acelerado desarrollo
del capitalismo que significará, a la postre, una extensión y ahondamiento
de dicho modo de producción en escala mundial.
Ahora bien, decir que desde 1916, fecha en que Lenin redactó dicho texto, hasta
1969, en que Dos Santos escribe el suyo, no ha habido una extensión y un
ahondamiento del capitalismo en América Latina, con desarrollo de las fuerzas
productivas inclusive, es lisa y llanamente insostenible
Que este desarrollo ha
sido desigual y crítico en el sistema en su conjunto y en los países
subdesarrollados en particular, así como la causa de la pauperización relativa
y, a veces, absoluta de las masas trabajadoras, es un hecho que está fuera de
duda; pero no debemos olvidar que, para Lenin, ello forma parte del concepto
mismo de desarrollo del capitalismo, que, por lo tanto, no es equivalente a la expresión
ideológica crecimiento económico
Y es que, de hecho, en los autores de la teoría de la
dependencia existe, en mayor o menor grado, una suerte de nostalgia del
desarrollo capitalista autónomo frustrado
La presencia de este trasfondo desarrollista o nacionalista no
anula, por supuesto, la validez de muchos análisis concretos, ni resta mérito a
investigaciones como la del propio Theotonio
dos Santos en “El nuevo carácter de la dependencia” (ver libro)
las claras insuficiencias explicativas del concepto dependencia,
sobre todo cuando se dejan de lado conceptos básicos como: fuerzas productivas,
relaciones sociales de producción, clases y lucha de clases; o bien, se los
reemplaza por categorías tan ambiguas como: expansión hacia fuera, colonias de
explotación o de población, grupos tradicionales y modernos, integración
social, etcétera.
…Tenemos naturalmente en mientes el libro Desarrollo y dependencia en América Latina, de Cardoso y Faletto…ser
susceptible por lo tanto de dos lecturas: una marxista y otra desarrollista, según
que uno acentúe tal o cual afirmación, ponga de relieve uno u otro concepto, o,
simplemente, atribuya diferente significado a los términos tantas veces
entrecomillados
el capítulo II del libro mencionado, intitulado “Las situaciones
fundamentales en el período de reexpansión hacia fuera”, donde parecen escaparse muchos elementos
Primero, el carácter básicamente precapitalista de América
Latina al iniciarse ese período, lo que implica ya
cierto grado de desarrollo de las fuerzas productivas y ciertas relaciones
sociales de producción; es decir, una articulación concreta de modos de
producción y, por lo tanto, de clase, que de alguna manera determinará la forma
de articulación de nuestros países al capitalismo mundial, en un movimiento
desde luego dialéctico.
Segundo, el proceso de
acumulación originaria que en esas condiciones tenía que darse y se dio; no porque América Latina no hubiera contribuido desde antaño a
la acumulación originaria en Europa, sino justamente por esto: porque su
situación colonial le impidió realizar internamente dicho proceso.
Tercero, y lo que es más
importante, toda la lucha de clases que ello implicó, aunque sólo fuese por hechos como el despojo bárbaro a los
campesinos desde México hasta Chile, la confiscación de los bienes
eclesiásticos y las revoluciones liberales en sí mismas, que no necesariamente
fueron un juego de niños
sin hablar de los
desembarcos y ocupaciones militares del Caribe y Centroamérica por las fuerzas
imperialistas, cosa igualmente omitida en Desarrollo y dependencia…Tales actos, no lo olvidemos, crearon situaciones
verdaderamente coloniales (Puerto Rico) o semicoloniales (Cuba, Santo Domingo,
Haití, Nicaragua, etc.), que el ambiguo término de “enclave” está lejos de
describir y, menos aún, de captar en su significación histórica
al adoptar un modelo teórico que parte del supuesto de que “es
el tipo de integración de las clases, y no su lucha, uno de los
‘condicionantes’ principales del proceso de desarrollo”.
En general, es el análisis de las clases y su lucha lo que
constituye el talón de Aquiles de la teoría de la dependencia. Para empezar, los grandes y casi únicos
protagonistas de la historia que esa teoría presenta son las oligarquías y
burguesías, o, en el mejor de los casos, las capas medias; cuando los sectores
populares aparecen, es siempre como una masa amorfa y manipulada por algún
caudillo o movimiento populista;
Además, no deja de ser sintomático el hecho de que, en la
década pasada, no se haya producido un solo libro sobre las clases subordinadas
a partir de aquella teoría…Existe, por supuesto, el libro ya mencionado de
Rodolfo Stavenhagen, pero cuyo marco teórico poco tiene que ver con la teoría
de la dependencia
En fin, el propio estudio de la burguesía y sus fracciones
parece haberse visto interferido por un inadecuado manejo del marxismo. Tal es
el caso de los análisis sobre la burguesía nacional (media y pequeña), a la que
comienza por pedírsele virtudes revolucionarias que jamás poseyó, para luego
negar pura y llanamente su existencia en América Latina
ambigüedad inherente al
término “oligarquía”. En todo caso, si se
trata de la aristocracia feudal o esclavista, ella ha sido eliminada de la
escena social latinoamericana hace ya bastante tiempo; o convertida, hasta en
sus últimos reductos en Ecuador o Bolivia, en fracción terrateniente
semicapitalista;… Y si por “oligarquía” se entiende simplemente el sector
agrario de la burguesía, no se ve en virtud de qué habría que esperar su total
eliminación
problema que consiste en el manejo teóricamente arbitrario de
dos modelos: el de un capitalismo “clásico” y un capitalismo “dependiente”,
que, a la postre, no son otra cosa que dos tipos ideales, en el sentido
weberiano del término.
“La historia no se repite”: he ahí una fórmula de perfiles
peligrosos, puesto que puede conducir directamente al empirismo, si es que no
se precisa su alcance y su contenido. Entendida
en el sentido de una originalidad absoluta de nuestro proceso histórico, esa
fórmula ha sembrado, de hecho, una enorme confusión
Lo que existe, al menos desde un punto de vista marxista, no son
“patrones” sino leyes, como las del desarrollo del capitalismo, por ejemplo,
que se cumplen en América Latina como por doquier, dentro de condiciones
históricas determinadas, claro está, pero cuyo estatuto tiene que ser definido
con precisión si no se quiere caer en
una teoría de la irreductible singularidad
Y es en esto, así como en la articulación específica de varios
modos de producción, y de varias fases de un mismo modo, donde reside la
particularidad del desarrollo histórico latinoamericano, en el que no cabe
buscar entonces una excesiva “originalidad”.
La historia no se repite al pie de la
letra, es cierto, pero “milagros” como el brasileño o como el del propio
Pinochet tampoco son del todo inéditos. Antes que “milagros” de la dependencia
son milagros del capitalismo tout court.
en la fórmula “capitalismo dependiente” hay algo que es un
sustantivo (capitalismo) y algo que es un adjetivo (dependiente) y que, por lo
tanto, la esencia de nuestra problemática no puede descubrirse haciendo de la
oposición capitalismo clásico / capitalismo dependiente, el rasgo de mayor
pertinencia, sino a partir de las leyes que rigen el funcionamiento de todo
capitalismo…El mantenimiento
de aquella oposición como eje central del análisis no es, por lo
demás, otra cosa que el testimonio fehaciente de cierta “continuidad en el
cambio”, toda vez que representa la
traducción a términos aparentemente marxistas del clásico binomio cepalino
“centro/periferia”, que Frank, a su turno, retomó con el nombre de
“metrópoli/satélite
En su afán de mantenerse fiel a la teoría de la dependencia,
incluso un autor tan riguroso y ceñido al marxismo como Ruy Mauro Marini se ve obligado a estilizar tanto las situaciones,
que a la postre termina trabajando con modelos antes que con leyes. En los
capítulos 5 y 6 de su libro Dialéctica
de la dependencia…Muchos de los problemas planteados por Marini son
desde luego ciertos; queda, sin embargo, la inquietud de saber si entre el
capitalismo llamado clásico y el dependiente existe realmente una diferencia
cualitativa que autorice a formular leyes específicas para uno y otro; o si
Marini no está simplemente cargando las tintas a fin de volver operables los
modelos (habla de “las leyes de
desarrollo del capitalismo dependiente”; en la 83, se refiere, en cambio a “la
manera como se manifiestan en esos países [los de América Latina] las leyes de
desarrollo del capitalismo dependiente”; mientras en otros pasajes habla de
“los grados intermedios mediante los cuales esas leyes [las leyes generales del
capitalismo] se van especificando” (p. 99); afirmaciones que no son exactamente
equivalentes.)
nuestras formaciones
sociales, determinan que incluso las leyes propias del capitalismo se
manifiesten en ellas de manera más o menos acentuada o cubiertas de “impurezas”
(como en toda formación social, por lo demás); pero sin que ello implique
diferencias cualitativas capaces de constituir un nuevo objeto teórico, regido
por leyes propias, ya que la dependencia no constituye un modo de producción
sui generis “modo de producción capitalista dependiente”, como en cierto
momento llegó a decirse), ni tampoco una fase específica de modo de producción
alguno (comparable a la fase imperialista del modo de producción capitalista,
por ejemplo), sino que es la forma de existencia concreta de ciertas
sociedades, cuya particularidad tiene que ser desde luego estudiada.
“El abismo existente allí,
entre el nivel de vida de los trabajadores y el de los sectores que alimentan a
la esfera alta de la circulación, hace inevitable que productos como
automóviles, aparatos eléctricos, etc., se destinen necesariamente a esta
última”
Como se puede dudar
también de que ramas industriales como la electromecánica (televisores,
radiorreceptores, etc.), la de productos metálicos (muebles, por ejemplo) o
petroquímicos (utensilios de material plástico), no estén dinamizadas en gran
parte de los países latinoamericanos gracias a cierto consumo popular. Después de todo, la imagen de las masas semihambrientas pero
provistas de transistores, parece ser más bien “típica” de las situaciones de
subdesarrollo
Por eso, aun aquel rasgo que Marini señala como más típico de
éstas, es decir, la sobreexplotación, que se traduce por la comprensión del
consumo individual del obrero, bien podría enunciarse con un nombre bastante
clásico: proceso de pauperización,
que en coyunturas a veces prolongadas se realiza, incluso, en términos
absolutos. Y en cuanto al problema de la realización de la plusvalía, que el
mismo autor plantea, tampoco es del todo inédito, basta recordar la polémica
que al respecto mantuvo Lenin con los populistas rusos.
“…al contrario de aquella “impresión” [la de
Halperin], la dependencia no debe ni puede considerarse como una relación
meramente “externa” impuesta a todos los latinoamericanos desde afuera y contra
su voluntad; sino que es igualmente una condición “interna” e integral de la
sociedad latinoamericana, que determina a la burguesía dominante en
Latinoamérica; y, a la vez, es consciente y gustosamente aceptada por ella”.
Frank se defiende pues, aquí como en otros ensayos, de haber
realizado y difundido un tipo de análisis en el cual las determinaciones
externas sustituyen y anulan a las determinaciones o contradicciones internas,
como núcleo explicativo del desarrollo de América Latina.
Que los autores cepalinos
vean el desarrollo industrial de Chile, a principios de los años cuarenta, como
un desarrollo “inducido” por una crisis en las “economías centrales”, que
obligó a realizar una “sustitución de importaciones” en los países
“periféricos”, parece lo más normal del mundo: se trata de una interpretación
prudente y oficial. Pero que un autor como Frank ignore la existencia de
ciertas luchas sociales en Chile, el triunfo del Frente Popular de Aguirre
Cerda en el año 38, y la consiguiente implantación de una política planificada
que “algo” tuvo que ver con la industrialización del país (en condiciones
nacionales e internacionales determinadas, claro está), es un hecho ya más
grave (Quiero hacer notar que todos los autores dependentistas,
sin excepción, aceptaron la tesis de la industrialización “por substitución de
importaciones”, al menos hasta el momento en que este trabajo fue redactado)
En primer lugar, y como lo señaló oportunamente Weffort, la
contradicción entre un Estado nacional políticamente independiente y una
economía nacional dependiente (del mercado mundial) resulta abstracta
(criticando Dependencia y Desarrollo). Se argumenta que la independencia
política se buscó precisamente por lo inverso: la mayor y mejor vinculación de
las incipientes burguesías comerciales al sistema capitalista mundial
En segundo lugar, la aseveración de que “en las situaciones de
dependencia colonial es posible afirmar con propiedad que la historia —y por
ende, el cambio— aparece como reflejo de lo que pasa en la metrópoli”, es
profundamente reveladora de cómo el esquema frankiano no está totalmente
superado por Cardoso y Faletto; sino sólo relegado a la etapa en que no existía
aún el Estado nacional, único elemento capaz de introducir cierto nivel de
contradicción. Pero ¿cómo explicar,
a partir de esta visión nacionalista de la historia, los levantamientos de los
encomenderos a mediados del siglo XVI
(sobre Weffort)… pero su error
consistió en creer que el problema podía resolverse mediante la simple
supresión de las premisas nacionales de que había partido la teoría de la
dependencia
…uno puede admitir en rigor la
tesis de la sobreexplotación a condición de no poner reparos teóricos a su
concepto mismo (remuneración permanente de la fuerza de trabajo por debajo de
su valor) y de entenderlo más bien a partir del “sentido común”; pero en cambio resulta imposible
concebir siquiera cómo las exportaciones de café brasileño habrían podido
abatir el valor real de la fuerza de trabajo en Europa, y contribuir con ello
al proceso que Marini señala (paso de la plusvalía absoluta a la plusvalía
relativa), ya que se trata de un producto netamente superfluo desde el punto de
vista de la reproducción de la fuerza de trabajo y cuyo principal consumidor ni
siquiera fue la clase obrera
En el otro caso significativo,
el de la Argentina, uno puede aceptar la incidencia de la exportación de
cereales y carnes en la disminución del valor real de la fuerza de trabajo en
Inglaterra, por ejemplo, pero entones resulta harto difícil sostener que ello
haya tenido como contrapartida la remuneración de la fuerza de trabajo
argentina por debajo de su valor, ni impedido la creación de un mercado interno
para la industria de este país. Las masas argentinas de ese período fueron de
las pocas aceptablemente nutridas del mundo capitalista en general, y dicho
país, el primero de América Latina en tener un mercado significativo para
productos industriales.
Además, los mismos ejemplos del Brasil cafetalero y la Argentina
cerealera y ganadera contradicen flagrantemente la afirmación de Marini en el
sentido de que, sin la contribución de la economía agropecuaria
latinoamericana, habría sido imposible liberar la mano de obra que Europa
necesitaba para su desarrollo industrial. Las áreas abastecedoras de cereales y carne
—que por lo demás no siempre coinciden con los países hoy subdesarrollados— y
aun un área cafetalera como la del Brasil, se poblaron, en el período en
cuestión, con inmigrantes extranjeros; esto es, con la población excedente de
Europa
Por eso, la misma fórmula, aparentemente evidente, de la teoría
de la dependencia, podría enunciarse de manera estrictamente inversa, para
poner de relieve sus limitaciones y su unilateralidad: ¿no será más bien la índole de nuestras sociedades la que determina, en
última instancia, su vinculación al sistema capitalista mundial?...En rigor, es
esta segunda formulación la que está más cerca de la verdad ( Para ser un
país dependiente…hay que tener como premisa indispensable una estructura
interna capitalista, o preñada de fuerzas históricas que tienden “naturalmente”
hacia el capitalismo)
llegaron a ufanarse de su “independencia” frente a las
organizaciones obreras, como en el caso del mismo Frank o del grupo de Monthly
Review?
A partir de esta
constatación, todo se torna en cambio coherente: el predominio omnímodo de la
categoría dependencia sobre la categoría explotación, de la nación sobre la
clase, y el mismo éxito fulgurante de la
teoría de la dependencia en todos los sectores medios intelectuales
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