Agustín
Cueva: Los partidos comunistas y el marxismo en AL
Que la pertenencia a la ic no determinaba de manera
fatal el destino de los pc pareciera la evidencia misma.
Sólo con pensar en la trayectoria de tres partidos asiáticos hoy en el poder,
el chino, el vietnamita y el coreano, uno percibe la inmensa distancia que los
separa de sus homólogos latinoamericanos, todos miembros, no obstante, de la ic….La
experiencia de Mao, sobre todo a partir de 1935, comprueba además la siguiente
hipótesis: no es que algunos pc hayan sido —y a veces siguen siendo— débiles
porque la ic les impuso determinada línea política; al contrario, fue en la
medida en que eran débiles y carentes de arraigo popular que una línea
“exterior” parecía imponérseles
Bastante ortodoxos y de masas, los partidos chileno
y uruguayo se parecen más bien a sus equivalentes de la Europa mediterránea, hasta
la década pasada al menos. Un partido como el
Comunista de México tiene en cambio una historia surcada por todo tipo de
“heterodoxias”, que sin embargo poco lo acercaron al pueblo
casi
huelga aclarar que importantes episodios de nuestra historia, como el levantamiento comunista de 1935 en el
Brasil o del Frente Popular chileno en 1936, sólo en la leyenda difundida por
Michael Löwy son reductibles a mots d’ordre del Comintern. Innumerables
testimonios confirman la “autoctonía” del movimiento brasileño, a la vez que
ningún historiador medianamente serio dudaría de la raigambre nacional del
Frente Popular de Aguirre Cerda y Salvador Allende.
Mariátegui:
estuvo del lado de Stalin en el diferendo sobre la construcción del
socialismo en un solo país, contra el internacionalismo trotskista. Es mítica la idea de él como un profeta
heterodoxo, partidario de una concepción marxista gramsciana, que relevaría la
cultura por sobre la conquista del poder del Estado. Postuló sin tapujos la
idea de una AL feudal, cuestión pivote de los “siete ensayos”
Para
los andinos de mi generación y de la que la precedió, jcm nunca fue un
desconocido….los 7 ensayos. Por los años cuarenta y cincuenta este libro ya era
un clásico
Löwy
mutila sin el menor respeto ese texto para dar a entender que Mariátegui era filotrotskista,
siendo que Mariátegui incluso comparte abiertamente la idea de la revolución en
un solo país
Cabe desde luego preguntarse si jcm era igualmente
conocido en el Cono Sur, por ejemplo. Y la respuesta tiene que ser negativa,
pero con la aclaración de que hoy tampoco lo es
(porque sus problemas ponen más enfásis en la América andina indígena)
“[jcm abordó los problemas teóricos del
marxismo] en un número limitado de ensayos. Constituyen, si he visto bien, la
parte más débil de la obra de Mariátegui. La de menor aliento crítico. Pero
la anima la misma pasión política que al resto de su obra. Habrá que considerar
los trabajos que la integran como un tipo de trabajos subsidiarios. Discurren
en un terreno filosófico y dejan ver el inacabado proceso de aprehensión del
materialismo dialéctico por parte de Mariátegui” (esta consideración la
comparte Cueva)
Al hacerlo, jcm ligó por vez primera el discurso
marxista a nuestra realidad, evitando que aquel
discurso flotara como una sustancia etérea incapaz de incorporarse al referente
empírico que pretende explicar. ¿Nacionalización del marxismo? Si se quiere,
sí….En fin, jcm abrió el camino a una crítica marxista de las ideologías
adversarias, sobre todo, a través de sus debates con el idealismo y el
populismo
Las
reflexiones precedentes ayudan a explicar algo que todos intuimos: la revolución Cubana no surgió por
generación espontánea. Permiten entender, asimismo, aquella aseveración
de Fidel Castro que muchos ponen en duda: que antes del triunfo de 1959 él era
ya marxista-leninista. Coadyuva, por último, a comprender cómo la Revolución Cubana
sólo en apariencia constituye una trasgresión del principio de que “sin teoría
revolucionaria no hay acción revolucionaria”.
En
este decisivo plano la
Revolución Cubana es culminación y superación, a la vez, de
una serie de insurrecciones y revoluciones que marcan toda la etapa de la posguerra
en América Latina…
a)el “Bogotazo” de 1948, en donde Fidel
hizo uno de sus primeros aprendizajes, quedando marcado tanto por la acción de
las masas como por la personalidad del líder asesinado, Jorge Eliécer Gaitán,
en quien confluían en explosiva mezcla lo mejor del liberalismo radical, muchos
rasgos del populismo entonces en boga, y una suerte de difuso socialismo.
b)En
segundo lugar hay que mencionar la
revolución guatemalteca (1944-1954), en la que otro líder del futuro Movimiento
26 de Julio, el Che Guevara, hizo a su turno el aprendizaje
c)
Queda una tercera experiencia cuya
influencia sobre el proceso cubano es más difícil de aquilatar: la revolución
boliviana de 1952. Lo más probable es que de esta revolución saliera una
lección exactamente inversa a la de Guatemala; de nada sirve tener a las masas
combatiendo en las calles ni —hecho insólito— a los obreros aniquilando al
ejército de la clase dominante, si no existe una organización de vanguardia que
cumpla realmente su papel
Revolución
Cubana: de un momento en el que por primera
vez la historia universal busca totalizarse no ya a través de la acción y el
pensamiento de las metrópolis de siempre, sino por la constitución de una nueva unidad que, aún de manera difusa, empieza
a denominarse Tercer Mundo (En
este sentido, cabe subrayar que el marxismo latinoamericano se enriqueció al
experimentar una tercemundización, hecho tanto más necesario de destacar cuanto
que el “euromarxismo” tratará de sepultarlo después----de la mano del Che, que
analizó y reflexionó con fruición acerca las situaciones de los países del
tercer mundo en general y particular)
En
lo atinente al primer punto, mucho se insiste en que la Revolución Cubana sólo fue posible en cuanto sus
líderes comprendieron que nuestras sociedades no son feudales ni semifeudales,
sino plenamente capitalistas. Se trata, sin embargo, de una atribución post
factum. No existe un solo texto, ni uno solo, en que tal preocupación aparezca
esbozada siquiera por alguno de los dirigentes del 26 de Julio. Hasta agosto
de 1961, el Che seguía hablando de una reforma agraria “antifeudal y
antiimperialista”
dado que la América Latina de
los años sesenta en adelante era predominantemente y cada vez más capitalista a
juicio de todos, el debate tendió a languidecer por falta de contrincantes y de
actualidad
La
gesta cubana pone al orden del día la posibilidad de una revolución socialista,
que en su curso resolverá las tareas teóricamente “democrático-burguesas” y
desde luego las de liberación nacional (antiimperialistas)
Dictadura
en AL post 70
no se trata más de las dictaduras latinoamericanas
de tipo tradicional sino de golpes institucionales que aspiraban a remodelar la
economía, las relaciones sociales y la política de los respectivos países en
consonancia con un proceso de transnacionalización de los mismos.
Las
alternativas a la tesis de la fascistización fueron, como se recordará, por un
lado la del denominado Estado de Seguridad Nacional (sostenida por Luis
Maira, por ejemplo); por otro, y a la izquierda, la teoría del Estado de
Contrainsurgencia, de R. M. Marini (no evocamos la tesis del Estado
burocráticoautoritario, sustentada por G. O’Donnell, por situarse fuera del
debate marxista)
Con
respecto al segundo punto —cambios operados en el Estado—, también hubo consenso en detectar su remodelación en función de los
requerimientos del capital financiero, hecho que a su manera supone cierto tipo
de modernización
Queda
el cuarto punto —cuestionamiento de los marcos generales de interpretación de
la realidad latinoamericana— que a grosso modo se expresó como una oposición
entre la “teoría de la dependencia” y una “teoría de la articulación de modos
de producción bajo dominio imperialista”;
El
año 1979 es axial en la historia del marxismo latinoamericano por más de una
razón. En primer lugar, por el triunfo de la revolución sandinista, veinte años
después de la
Revolución Cubana y al cabo de tantas experiencias fallidas
de la izquierda. Revitalizante en sí misma, la victoria nicaragüense no fue
además un hecho aislado: fue el punto descollante de un proceso revolucionario
que tomaba cuerpo en El Salvador y se articulaba en Guatemala, al tiempo que
prendía en un punto lejano y hasta entonces ignorado: la Granada de Bishop
Además,
y como lo cuenta detalladamente R. Aron en sus Mémoires, la antigua
intelectualidad de izquierda, o por lo menos progresista, ya había
experimentado un viraje de 180 grados hacia finales de los setenta. Y
conste que no se trata, únicamente de un antisovietismo o anticomunismo, sino también de un expreso
antitercermundismo (Quien desee tener una idea de la furia
antitercermundista, coloreada de racismo, de importantes sectores de la
intelectualidad europea, Cfr. Le Monde diplomatique en español, año VI,
núm. 77, mayo de 1985, dossier titulado: “Una
bestia a abatir: el tercermundismo”).
El
eurocomunismo surge precisamente en este
contexto, como una expresión más de la crisis de la izquierda europea y
concibiéndose a sí mismo, en una de sus vertientes, como una alternativa
conservadora a la “vía chilena”. En
efecto, mientras la mayor parte de la izquierda latinoamericana reaccionó ante
la derrota en Chile destacando el error consistente en no haber hecho todo lo
posible para tomar realmente el poder, la dirigencia del pc italiano llegó a la
conclusión estrictamente opuesta: había que proceder con más cautela, marchando
al compás de una alianza con la Democracia Cristiana.
Algunas
razones de la aceptación del eurocomunismo en AL
Segundo,
con razón o sin ella, traía el aval de
un hombre por todos respetado, Antonio Gramsci.
Tercero:
aparecía como la “vía democrática” al socialismo, en un contexto en que la
mayoría de latinoamericanos clamábamos por un “retorno” a la vida democrática
Entre
otras cosas, nos hacía perder esa
conciencia tercermundista con que nos habíamos enriquecido en los años sesenta;
ahora, aún teóricamente se presuponía nuestra pertenencia a aquello que Gramsci
denominó “Occidente”.
que organizaciones aparentemente similares en
determinado momento experimenten con el transcurso del tiempo transformaciones
que las llevan a posiciones a veces harto disímiles. Es lo que ocurre con los
pc, no sólo a nivel latinoamericano sino mundial. En efecto ¿qué similitud hay actualmente entre los pc de la urss,
China, Albania, España y Yugoslavia, por ejemplo? Poca, como no sea una
referencia al marxismo cada vez más equívoca y una historia común cada vez más
remota…lo cual no significa que no se registren variaciones notables si se
compara, por ejemplo, el pc brasileño con el de El Salvador, el psum19 con el
pc cubano, o éste con el nicaragüense
el
propio marxismo comienza a adoptar un lenguaje equívoco, a veces enredado en la
trampa de viejas oposiciones premarxistas, como por ejemplo la de “sociedad civil” vs. “sociedad
política”. Se olvida, en este caso, que el marxismo se constituyó haciendo
la vivisección del concepto de “sociedad civil” hasta descubrir su médula
económica y su contradictoria textura clasista. Fuera de esta perspectiva, ¿qué
puede significar para un marxista la categoría de sociedad civil? Nada, como no
sea un campo semántico ambiguo
Igual
ambigüedad encierra el concepto de
“hegemonía”, una vez desprendido de su uso europeo occidental que alude a
la forma de dominación actual de la burguesía financiera; consenso en el
interior del espacio metropolitano, coerción en la “periferia”; explotación
atenuada adentro, sobreexplotación afuera. ¿Qué queda del concepto de
“hegemonía” cuando se lo aplica en las antípodas, es decir, en las sociedades
“periféricas”? Apenas una mistificación subliminal que induce a pensar que el
poder se estructura según el más puro esquema liberal:
por medio de una libre competencia de
ideas, imágenes y representaciones que termina por favorecer a los concursantes
políticos más meritorios
Cuando
Gramsci afirmó que las sociedades de “Occidente” se caracterizaban por el
robustecimiento de la “sociedad civil”, quiso señalar un reforzamiento de la
sociedad burguesa…Queda por saber si un
fortalecimiento parecido de la burguesía está ocurriendo en nuestra sociedad y
bajo qué forma y en qué condiciones
parece absolutamente idealista pensar que pueda
existir en la actualidad una democracia sin adjetivos
Nótese,
a este respecto, que las agresiones que Estados Unidos perpetra por el mundo se
basan en el consenso de la mayoría de la nación, además de que, por regla
general, siguen todos los procedimientos previstos por la Ley:
con la mayor “libertad” el Congreso vota la cantidad de fondos que ha de
destinarse a cada agresión.
No hay que olvidar que la discusión actual en el seno
de la izquierda latinoamericana no pasa por la frontera ficticia entre una
corriente supuestamente democrática y otra que no lo sería (la denominada
“leninista”); la diferencia real se da más bien entre una tendencia que trata
de congelar las aspiraciones de las masas en el nivel fijado por el
democratismo burgués, y otra que no niega la democracia sino que busca la
manera de elevarla hasta niveles revolucionarios.
Para esta última, el problema no es obviamente el de la democracia a secas, ni
el de la democracia como una esencia filosófica, sino el de cómo incorporar la
mayor cantidad de democracia para el pueblo en el proceso de transformación
radical de la realidad.
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