14 de abril de 21014
Las potencias europeas, lideradas por Alemania, están en un curso
confrontacional con Rusia. Persiguen objetivos políticos no sólo externos, sino
también domésticos.
Instigar esta crisis y confrontación con Moscú tiene el objetivo de
unificar una Unión Europea dividida y silenciar toda oposición social.
Anteriormente, la identidad de la UE estaba fundada en cuestiones económicas,
tales como la libre circulación del capital y los bienes y una moneda común. En
el futuro, la lucha contra un enemigo común reemplazará a la economía como la
base de la cohesión interna de la UE.
Un número de editoriales de la prensa alemana dan
cuenta de esto. El corresponsal en Bruselas de Der Spiegel, Gregor Peter Schmitz, escribiendo el 20 de marzo
bajo el título “La gran oportunidad europea”, estableció, “A pesar de lo triste
que pueda ser la crisis en Crimea en muchos respectos, ésta también ofrece una
oportunidad histórica: unificar más poderosamente a Europa”.
El líder del partido verde y ministro del exterior
Joschka Fischer, afirmó aprobatoriamente en un comentario para el Süddeutsche Zeitung del 30 de
marzo, que el conflicto con Moscú le recordaba a los europeos que “la UE no es meramente
una comunidad económica, sino un actor político” cuyos “intereses estratégicos”
habían “resurgido poderosamente”.
El presidente del Comité de Asuntos Extranjeros del Bundestag
(parlamento) alemán, Norbert Röttgen, explicó en el Financial Times del 20 de
marzo: “Pero este conflicto no es sólo acerca de Crimea o Ucrania…Si en el
pasado frecuentemente luchamos para poder hablar al unísono, el conflicto con
Rusia está forzando a los europeos a cerrar filas. Puede devenir el catalizador
de una política exterior y de seguridad común”.
Al girar hacia una política exterior agresiva y militarista, la élite
dominante está respondiendo a una profunda crisis del capitalismo europeo.
Todos los intentos de unificar a Europa económica y socialmente han fracasado.
Las medidas de austeridad con las cuales Bruselas y Berlín respondieron a la
crisis financiera de 2008, han exacerbado los conflictos entre los miembros de
la UE e intensificado ampliamente los
antagonismos clasistas.
Las relaciones sociales están tensadas hasta un punto de ruptura. Dentro
de la UE, oficialmente existen 26 millones de desempleados, lo que corresponde
a una tasa del 11 por ciento. Existe una pobreza miserable en muchas regiones,
especialmente en los países del Este que fueron incorporados a la UE hace 10
años, así como también en los países que han tenido que someterse a los
programas de austeridad dictados por la UE y el Fondo Monetario Internacional.
Pero incluso en la supuestamente rica Alemania, uno de tres empleados se
considera trabaja bajo condiciones precarias y 6 millones dependen de los
“beneficios” otorgados por el Estado.
Más y más personas comienzan a oponerse a la UE y la ven por lo que es
–una herramienta de los bancos y corporaciones más poderosos, dirigida contra
el pueblo trabajador y que crea, no las condiciones de una unificación
progresista de Europa, sino una que permite la intensificación de los
conflictos nacionalistas-. Los partidos que se oponen a la UE se espera tengan
una alta votación en las elecciones europeas del próximo mes.
Bajo estas circunstancias, la propaganda de guerra contra Rusia sirve
para desviar las tensiones internas y proyectarlas hacia fuera contra un
enemigo externo. Esto se aplica especialmente en Europa del Este, donde
políticos corruptos por largo tiempo han explotado la fobia a los rusos para
mantener y asegurar su dominio.
El gobierno alemán, que por largo tiempo buscó una relación cooperativa
con Moscú, se ha embarcado ahora en una senda anti-rusa. Considera que una
política agresiva respecto de Rusia es un medio apropiado para aunar firmemente
a la UE y asegurar el dominio alemán en Europa. Está implementando en la
práctica la proclama de Febrero que establecía “el fin de la política de
moderación militar” y la adopción de una nueva política basada en “una
contribución más temprana, resuelta y sustancial respecto de la política
exterior y de seguridad”.
Alemania está preparada a utilizar cualquier medio para cumplir estos
fines. La OTAN ha comenzado a trasladar sus aviones, barcos y tropas hacia la
frontera rusa y empieza ya a realizar maniobras militares.
En Ucrania, las fuerzas nacionalistas derechistas y fascistas que
llegaron al poder con el apoyo de las potencias occidentales, han creado una
situación tan explosiva, que el más pequeño incidente puede escalar y
convertirse en un conflicto más amplio o en una guerra. Esforzándose por
integrar a Ucrania en la esfera de influencia de la OTAN y aislar a Rusia, el
gobierno alemán y sus aliados están dispuestos a consentir el riesgo de una guerra
nuclear.
Su intervención en
Ucrania tiene un propósito más. Al colaborar con partidos fascistas y grupos
paramilitares, han creado un precedente para toda Europa.
Por largo tiempo, entre los partidos establecidos
la regla era que (oficialmente al menos), no se colaboraba con los partidos que
defendieron a los nazis y sus crímenes o que propagandizaron el anti-semitismo.
El partido Svoboda claramente cae en esta categoría.
Pero a lo largo de los últimos meses, personeros europeos y
norteamericanos de alto nivel se han reunido con el líder de Svoboda Oleh
Tyahnybok y han colaborado estrechamente con su organización. Las diatribas
anti-semitas de Tyahnybok están documentadas y pueden ser apreciadas en
youtube. El héroe de Svoboda, Stepan Bandera, fue un colaborador de los nazis,
responsable del asesinato masivo de judíos y comunistas. Bandera permaneció
como un firme defensor de Mussolini hasta su muerte en Munich en 1959.
Lo que se aplica a Svoboda aún más lo hace respecto de los grupos
milicianos fascistas del Sector Derechista, de cuyos servicios las potencias
occidentales se sirvieron para derrocar al presidente ucraniano electo Viktor
Yanukovych. No sólo fascistas, sino que también conocidos elementos criminales
pueden ser encontrados en las filas del Sector Derechista.
La cooperación con Svoboda y el Sector Derechista ha abierto la puerta
para la utilización de tales fuerzas contra la clase obrera en otros países
europeos. Los preparativos en este respecto ya están bien avanzados.
Panayiotis Baltakos, un cercano colaborador del primer ministro griego
Antonis Samaras, tuvo que renunciar algunos días atrás luego de que emergiera
un video mostrando sus estrechas y amistosas relaciones con la organización
fascista Amanecer Dorado. En Francia, el presidente Hollande ha nombrado a
Manuel Valls como líder del gobierno, en conocimiento de que las políticas
neoliberales y anti-inmigración de Valls le otorgarán un nuevo impulso al
Frente Nacional neo-fascista de Marine Le Pen. En Hungría, el partido fascista
Jobbik acaba de obtener más de un quinto de los votos, siendo promovido
sistemáticamente por el partido gobernante Fidesz
Los líderes europeos pueden optar por este camino porque ninguno de los
partidos establecidos se les opone. Los partidos de la izquierda oficial, y los
partidos de la pseudo-izquierda que se encuentran en su órbita, apoyan esta
política belicista y la colaboración con los fascistas ucranianos. Glorifican
el golpe fascista en Kiev como una “revolución democrática” y muestran a Rusia
como el “agresor”. El Partido de Izquierda alemán ha respondido al resurgir del
militarismo alemán apoyando por primera vez el despliegue de las Bundeswehr
(fuerzas armadas) fuera de Alemania, con sus cinco miembros parlamentarios
votando a favor de tal despliegue en el Mediterráneo.
Aquellos que desean luchar contra el fascismo y la guerra debieran
apoyar al Partido Socialista de la Igualdad (PSG) en Alemania y al Partido
Socialista de la Igualdad en Inglaterra (SEP), los cuales participan el próximo
mes en las elecciones europeas en función de la unificación de la clase obrera
en contra del militarismo, la austeridad y la amenaza de una dictadura. El PSG
y el SEP rechazan la Unión Europea y luchan por los Estados Unidos Socialistas
de Europa. Solo la unificación de Europa sobre una base socialista puede evitar
que el continente vuelva a caer en el nacionalismo y la guerra.
Peter Schwarz
Traducción: Manuel Salgado
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