miércoles, 30 de abril de 2014

La lucha de clases en el apogeo de la revolución francesa, 1793-1795 (Daniel Guérin, 1973)


Preámbulo: algunas ideas fundamentales

“Durante toda la Revolución Francesa se planteó, de forma constante y antagónica, la cuestión de las formas del poder popular. La propia burguesía se apropió de la idea de la “soberanía popular”. Necesitó oponer esa antítesis a la soberanía de derecho divino”

“En el siglo XVIII, el filósofo inglés Locke había hecho la primera labor de zapa. Según él, la idea de que el monarca recibe su poder exclusivamente de Dios y no debe cuentas a nadie en la tierra era una idea reciente, una invención de los últimos siglos”

“A decir verdad, la democracia directa solamente había existido en algunas ciudades, especialmente en Atenas; e incluso en ésta última, los grandes pensadores, asustados ante el poder de la plebe, la habían denigrado”

Ahora bien, la burguesía moderna, aunque necesitaba proclamar contra el absolutismo la idea de que  todo poder emana del pueblo, no podía admitir que éste pretendiese ejercerlo…había que encontrar un paliativo. Los republicanos ingleses del siglo XVII incorporaron la idea de soberanía del pueblo a una institución que, originalmente, no tenía ninguna relación con ella. En Inglaterra, el Parlamento había nacido de la desintegración del régimen feudal. Era el fruto de un compromiso entre la aristocracia y la burguesía. Los grandes señores habían adoptado la costumbre de reunirse para tratar sus asuntos en común. Poco a poco, tuvieron que ir admitiendo en el “consejo de barones” a los diputados de la naciente burguesía de las ciudades. Los republicanos ingleses convirtieron aquél Parlamente en la expresión de la soberanía popular”

“Naturalmente, aquella innovación era progresiva; estaba encaminada a hacer estallar la antigua institución nacida en la era feudal, le da un contenido nuevo. Pero, al mismo tiempo, se le asignaban límites: en teoría, todo poder emanaba del pueblo; pero, en la práctica se negaba a éste el derecho a ejercerlo por sí mismo: únicamente tenía permiso para “delegarlo”; la soberanía pasaba a una asamblea que afirmaba dictar las leyes y gobernaba en su nombre”

“La gran ventaja de los representantes es su capacidad para discutir los asuntos políticos. El pueblo no es apto para ello en absoluto, lo cual constituye uno de los grandes inconvenientes de la democracia. La mayoría de las repúblicas antiguas adolecían de un gran defecto: en ellas el pueblo tenía derecho a adoptar resoluciones activas, que exigen algún tipo de ejecución, cosa de la que aquél es totalmente incapaz. El pueblo debe entrar en el gobierno exclusivamente para escoger a sus representantes” (Montesquieu, “El Espíritu de las leyes”)

“El propio Rousseau guardó el más absoluto silencio con respecto al sufragio universal”

“La burguesía revolucionaria comprendió la necesidad de soltar el lastre: después de tres años de Revolución, como tenía necesidad apremiante de apoyo popular, acabó por conceder al pueblo el sufragio universal”

“Ni sistema representativo ni democracia directa. ¿Entonces? Rousseau salió del apuro mediante una escapatoria. Rehabilitó el sistema representativo después de haberlo vituperado; se resignó a aceptar la delegación de la soberanía popular, pero con la condición de que se le ofreciesen al pueblo algunas garantías contra la arbitrariedad de sus delegados: los diputados del pueblo no serían sus “representantes”, solamente sus “comisarios”. No podrían decidir nada de forma definitiva. “Toda ley que el pueblo no haya ratificado en persona es nula

Rousseau había preparado el camino a Robespierre

“La constitución de Robespierre, la más democrática de las constituciones francesas, fue un hábil intento de compromiso entre la concepción burguesa del parlamento soberano y la aspiración popular a la soberanía directa: la realidad del poder permanecía entre las manos de la asamblea parlamentaria; el pueblo solamente podía ejercer por sí mismo su soberanía, dentro de sus asambleas plenarias, para oponer su voto a determinadas leyes elaboradas por el parlamento central”

“Con esto, estamos cerca del límite máximo de las concesiones que la burguesía se resignó a hacer para obtener el apoyo de los descamisados. Pero solamente lo hizo sobre el papel, puesto que nunca dio cumplimiento a la constitución de 1793. Robespierre siguió siendo irreductiblemente hostil a la democracia directa: “Se –decía- que el pueblo no puede ser un juez en constante actividad; por ello, no es ése mi objetivo”. Pretendía organizar la soberanía “de forma igualmente alejada de la tempestuosa democracia absoluta y de la pérfida tranquilidad del despotismo representativo”

“Pero ocurrió lo que tenía que ocurrir: la ruda lógica popular no hizo caso de ninguna de las artimañas destinadas a desviarla de su camino”

“…los sans-culottes opusieron, en numerosas ocasiones, la auténtica soberanía del pueblo, que se ejercía directamente allí donde estuviese reunido –en sus secciones, en sus municipios, en sus sociedades populares-, a la supuesta soberanía de la asamblea parlamentaria”

“Así, el 3 de septiembre de 1792, la sección de la Cité presentó a la aprobación de las demás secciones de París un memorial: “Los ciudadanos de París declaran…que solamente reconocen como soberano a la mayoría de las columnas de la República…que reconocen a los diputados en la Convención únicamente como redactores  de un proyecto de constitución y administradores provisionales de la República”

“El 4 de mayo (de 1793), con motivo del desfile de una delegación del barrio de Saint-Antoine hasta la Convención, su orador declaró que le seguían 8 mil ciudadanos, “miembros del pueblo soberano que venían a dictar sus voluntades a sus mandatarios”

“La lógica popular no partió de una idea preconcebida, de una teoría de la democracia directa”

“Por el contrario, el pueblo se dejó seducir por la acción de la asamblea central soberana, que impresionaba su imaginación y le infundía respeto, pues era el símbolo de la unidad de la nación, que la víspera estaba dividida en estados y provincias. No se lanzó contra el parlamento e intento sustituirlo por otra forma de poder, emanación suya directa, hasta que aquél, intérprete de los intereses de la burguesía, no contrarió sus propios intereses. Fue entonces, y sólo entonces, cuando invocó el dogma de la soberanía del pueblo para atacar violentamente a sus delegados e intentar ejercer la soberanía por sí mismo”

“El pueblo no hace metafísica. Espontáneamente, utilizó y amplió instituciones antiguas, dándoles un contenido nuevo. La Comuna de París procedía de una antigua tradición que se remontaba al siglo XI…En el siglo XIV, la comuna parisiense, dirigida por el preboste de los comerciantes, Etienne Marcel, se había enfrentado al poder real y a los otros dos “estados”. Ése fue, en resumen, el origen histórico de la comuna”

En 1789 una asamblea de electores elegía a los diputados de París para los Estados generales; después de la toma de la Bastilla, dicha asamblea se hizo cargo de la administración de la capital y se adjudicó el antiguo nombre de comuna. Pero su semejanza con la comuna medieval era puramente formal. Entre la comuna medieval y la comuna revolucionaria hay la misma diferencia que entre la corporación anterior a 1789 y el sindicato moderno: la comuna medieval y la corporación estaban inmersas todavía en la sociedad feudal, eran anteriores a la sociedad burguesa y constituían sus primeros rudimentos, mientras que la comuna revolucionaria, el sindicato obrero moderno, superan la sociedad burguesa y abren el camino a un nuevo tipo de sociedad”

“Las 48 secciones de París, que en el marco de la comuna constituyeron los auténticos focos del nuevo poder popular, tenían un origen mucho más reciente”

“...el ministro de Luis XVI, Necker, había dividido a París en 60 distritos para la elección de los electores que, a su vez, designaban a los representantes parisienses del Tercer Estado”

“Inmediatamente después del 14 de julio de 1789, la subdivisión de París en 60 oficinas electorales, que, en un principio, debían reunirse una sola y única vez, se convirtió en permanente: posteriormente se sustituyeron aquéllas por 48 secciones. En vísperas del 10 de Agosto de 1792, las secciones arrancaron a la Asamblea el derecho a reunirse permanentemente; y, después del 10 de Agosto, se admitió en ellas, no ya sólo a quienes pagaban un “censo”, sino a todos los ciudadanos”

“Un fenómeno característico de todas las revoluciones consiste en la coexistencia momentánea de dos formas antagónicas de poder político. La dualidad de poderes, aunque todavía relativamente embrionaria, se manifestó, ya con cierta claridad, durante la Revolución Francesa”

“…1789. Al comienzo de la Revolución había dualidad de poderes, no sólo entre el Rey y la Asamblea Nacional, sino también entre la Asamblea Nacional, intérprete de las voluntades de la alta burguesía, y la Comuna de París, que se apoyaba en las capas inferiores del Tercer Estado de la capital”

“…insurrección del 10 de Agosto de 1792la asamblea de las secciones sustituyó la Comuna legal y se constituyó en Comuna Revolucionaria. Ésta se presentó ante la asamblea burguesa como el órgano de la voluntad popular”

“Pero la dualidad de poderes es un hecho revolucionario y no constitucional. Tiene que ser transitoria por fuerza. Tarde o temprano, uno de los poderes debe eliminar al otro. Inmediatamente después del 10 de Agosto de 1792, los poderes de la Comuna Revolucionaria y los de la Asamblea se equilibraron por un instante. Aquella situación, que provocó una crisis política aguda, se prolongó durante dos semanas solamente. La comuna llevó la peor parte

“El 31 de marzo de 1793, la dualidad de poderes volvió a adoptar una forma abierta. Como el 10 de Agosto, una comuna revolucionaria había sustituido a la comuna legal y había asumido las funciones de nuevo poder, frente a la Convención y a su Comité de Salud Pública. Pero aquella vez la dualidad duró solamente el transcurso de una mañana. El poder oficial se encargó de aniquilar a la Comuna insurrecta”

“Volvió a agudizarse en noviembre de 1793, cuando la Comuna, después de sustituir a la Convención, arrastró al país a la campaña de descristianización e impuso a la Asamblea el culto a la Razón. La burguesía replicó recortando los poderes de la Comuna, que, por decreto el 4 de diciembre, quedó estrechamente subordinada al poder central”

“En el período de febrero a marzo de 1794, la lucha entre los dos poderes se reavivó. El que emanaba de las masas estuvo representado entonces más por las sociedades populares de las secciones, agrupadas en un comité central, que por la propia comuna. Pero los dirigentes de esta última, bajo la presión popular, sintieron en dos ocasiones la tentación de dar un golpe de Estado: una antes de la caída de los herbertistas, y otra antes de la de Robespierre. Aquello constituyó el canto de cisne de la dualidad de poderes. La burguesía acusó a los partidarios de la Comuna de “querer envilecer la representación nacional” y destrozó el poder popular, con lo que dio el golpe de gracia a la Revolución”  

“…el Parlamento estaba revelando su incapacidad congénita para seguir la rápida marcha de la Revolución”

“…en primer lugar, porque se lo había elegido para un período largo, durante el cual la conciencia de la masas había experimentado modificaciones profundas”

“…en segundo lugar, porque, como en el momento en que se le acababa de elegir reflejaba la voluntad de la mayoría retrógrada, constituía, no la vanguardia de la Nación, sino su retaguardia”

“Pero la vanguardia de la Revolución no estaba solamente en la capital. La necesidad de expresar la voluntad de la vanguardia popular, no sólo de París, sino también de toda Francia, de forma mucho más directa y frecuente de lo que podía hacerlo el régimen parlamentario, hizo que surgiese espontáneamente la idea de una federación de las comunas. Tampoco en aquél caso se trataba de una réplica del pasado, de una resurrección de las ligas de las comunas de la Edad Media, son de una institución enteramente nueva. De igual forma que la comuna parisiense, originalmente la federación fue una creación de la burguesía avanzada”

“La Asamblea Nacional receló de aquella aspiración, recuperó el movimiento, y la fiesta de la Federación del 14 de Julio de 1790 no fue sino una caricatura de federación, desviada en provecho del poder central y del propio rey. Pero la idea de federación siguió anclada en la conciencia popular y, posteriormente a la caricatura, surgió de nuevo la imagen auténtica: los “federados” llegados para asistir a la fiesta de la Federación del 14 de Julio de 1792, se unieron espontáneamente a los sans-culottes de las secciones parisienses para acabar con la realeza.  La Comuna insurrecta del 10 de Agosto fue la doble emanación de la Asamblea de los delegados de las 48 secciones parisienses y del Comité de acción de los “federados” presentes en París”
“Los filósofos burgueses que habían declarado imposible la democracia directa en países de gran extensión, a consecuencia de la imposibilidad material de reunir en una sola asamblea al conjunto de los ciudadanos, quedaban desautorizados: espontáneamente, la Comuna había descubierto una forma nueva de representación, más directa y más ágil que el sistema parlamentario, que sin ser perfecta, dado que toda forma de representación contiene errores, reduce sus inconvenientes al mínimo”   

“No obstante, la burguesía se obstinó en sostener que la democracia de tipo municipal era una forma regresiva y no progresiva con relación al régimen parlamentario. Acusó, con mala fe, a los partidarios de la Comuna de pretender resucitar el pasado”

“Ahora bien, el nuevo poder, cuyo embrión era la comuna, no aspiraba en absoluto a volver a la parcelación, a la división de la Edad Media; no volvía a poner en tela de juicio la unidad de la Nación conquistada a tan alto precio. Al contrario, era la expresión de dicha unidad, superior a la de carácter autoritario realizada por el absolutismo primero, y después por el régimen representativo y por el centralismo burgués”. Ejemplos:

“En la primavera de 1793, en plena lucha contra la mayoría girondina de la asamblea parlamentaria, la idea de una federación de las comunas de Francia, bajo la égida de la comuna parisiense, volvió a surgir, una vez más por apremio de la necesidad”

“Las invitaba a permanecer estrechamente unidas con la comuna parisiense: “Eso es –escribía- lo que desea París…Ese es el único federalismo que desean los habitantes de París…todas las comunas de Francia deben ser hermanas”  

“El segundo poder tenía una doble cara: por una parte, era la forma de democracia que permitía a las masas trabajadoras expresar sus voluntades del modo más directo y perfecto posible; y, por otro, era autoritario”

“Pero las capas retrógradas de la población, todavía ciegas o que se sentían amenazada en su privilegios, no se dejaban convencer…Así, pues, la minoría consciente no pudo dejar de usar la fuerza”

“El  de abril de 1793, Marat exclamaba en la Convención: “La libertad debe establecerse por la violencia, y ha llegado la hora de establecer momentáneamente el despotismo de la libertad para aplastar el despotismo de los reyes”. El mismo Rousseau había contemplado esta alternativa “…Marat propuso…un tribuno militar, un dictador”

“La burguesía revolucionaria y los sans-culottes constituían dos minorías en relación con el conjunto de la nación. Aquellas dos minorías estaban de acuerdo con respecto a la necesidad de destruir por la violencia revolucionaria la resistencia de la contrarrevolución. Pero no estaban interesadas en el mismo tipo de violencia. La burguesía revolucionaria ejercía un terror arbitrario, incontrolado, bárbaro, por medio de una dictadura desde arriba, la del Comité de salud pública (camuflada apenas bajo la ficción de la Convención soberana, y que tendía a concentrarse en un número cada vez más limitado de personas); la vanguardia popular quería un “terror” ejercido en el momento oportuno por los sans-culottes en armas, organizados democráticamente en su clubs y en la comuna contra los saboteadores de la Revolución. La confusión entre esas dos tendencias al autoritarismo se comete con gran facilidad, porque nacieron juntas. Cuando, en abril de 1793, después de la traición de Dumoriez, los descamisados se alzaron para exigir medidas de excepción, la burguesía revolucionaria los siguió; pero, en lugar de establecer el poder autoritario en la comuna, en los órganos locales del poder popular federados entre sí, hizo que emanase de un poder central, que afirmaba que su legitimidad procedía del parlamento”

“Aquella sustitución de la imposición popular reclamada por los descamisados por una dictadura, en ciertos aspectos antipopular, provocó las protestas violentas e incoherentes de los militantes que fueron víctimas de ellas: enragés, herbertistas, babouvistas”

“En primer lugar, era parte integrante del asalto de las masas populares contra el aborrecido Antiguo Régimen. La hostilidad de los sans-culottes hacia la Iglesia era una de las formas de su instinto de clase”

“Había una oposición evidente entre la conducta que seguían los altos dignatarios de la Iglesia y la moral que predicaban. “Abate” y “libertino” habían llegado a ser sinónimos en el lenguaje ordinario”

“A comienzos del siglo XVIII, un modesto párroco de origen plebeyo, Jean Meslier, había lanzado el primer grito de rebelión contra la Iglesia. Su Testamento, junto con otros escritos del mismo género, circuló bajo cuerda durante mucho tiempo…No fueron solamente los grandes quienes lo leyeron. Modestos trabajadores: copistas, vendedores ambulantes, artesanos, tipógrafos…Mucho antes de 1789, habían abierto el camino a la descristianización”

 “Como una clase social nunca es absolutamente homogénea, los burgueses del siglo XVIII se adhirieron, en mayor o menor grado, a una de aquellas dos tendencias; unos insistieron en la necesidad de la lucha contra la religión; otros, en la necesidad de la religión para mantener en la obediencia al pueblo. La polémica filosófica entre los materialistas y los deístas fue reflejo en parte de aquellas preocupaciones divergentes”

“Los materialistas tenían una concepción de la moral análoga, en el fondo, a la de los deístas…Pero veían en la religión, aliada del absolutismo, menos un instrumento que podían utilizar que un obstáculo que había que destruir. Así que se dedicaron a desgajar la moral de la religión. Afirmaron que la moral vinculada la religión era de calidad inferior y que existía otra moral, tan capaz –o incluso más- de mantener a las multitudes dentro del respeto al orden establecido…En consecuencia, buscaron un fundamento diferente para la moral. No era la primera vez que se hacía un intento de ese tipo. Ninguno de los pensadores de la antigüedad había vinculado la moral a la religión; todos habían pretendido basar su moral en el razonamiento y en la experiencia. Los materialistas reanudaron aquella tradición. Sustituyeron a Dios por la Razón y dieron a esta abstracción acepciones muy diferentes, pero todas ellas conferían a la moral un carácter inmutable”

Los deístas…igual que los materialistas, estaban convencidos, al mismo tiempo, de la necesidad de combatir a la Iglesia con el fin de asegurar definitivamente la supremacía de la clase burguesa. Así pues, se dedicaron a separar a Dios de los curas. Afirmaron que los curas eran inútiles, pero la religión indispensable. Por eso, después de asestar repetidos golpes contra la Iglesia y su culto, se apresuraron a levantar de nuevo parte de lo que acababan de derribar”. Un ejemplo de deísta fue Rousseau

“Sin embargo, desde los comienzos de la Revolución, el miedo a las masas populares incitó a la burguesía a tratar con consideración a la Iglesia”

“…la Constitución civil del clero (12 de julio de 1790), quedó muy por debajo de dicho programa. Los miembros de la constituyente concedieron al catolicismo la situación de un culto privilegiado, cuyos párrocos eran asalariados nombrados por el Estado y vinculados a él por un juramento. Se limitaron a hacer algunas economías a expensas de los hombres de sotana. Redujeron el presupuesto de las instituciones eclesiásticas, simplificaron los engranajes de la máquina, instituyeron un culto estatal barato. Pero el clero no les dio muestra alguna de agradecimiento por su timidez. Incitó a los curas a negarse a prestar juramento, organizó contra la Revolución el sabotaje de los curas refractarios”

I. La escisión que había que evitar

 “Nuestro relato versa sobre la crisis suprema de una larga revolución comenzada en 1789, crisis que se desarrollo entre 1793 y 1795…fue la época en que, por primera vez, apareció, de forma todavía embrionaria pero ya clara, la lucha de clases moderna, la que va más allá de la eliminación del absolutismo por la burguesía y enfrenta a ésta con las clases que esclaviza y explota”

“Por sí sólo, el desarrollo intrínseco de la revolución debía producir alguna diferenciación dentro de lo que entonces se llamaba tercer estado. Pero un acontecimiento exterior a la revolución y que se incorporó a ella aceleró el proceso de escisión entre burgueses y descamisados: la guerra. La burguesía financió la guerra mediante la inflación. La guerra y la inflación le proporcionaron beneficios enormes. Pero, paralelamente, la emisión desordenada de signos monetarios tuvo como consecuencia la escasez y el encarecimiento de la vida. El contraste cada día más escandaloso entre la opulencia burguesa y la miseria popular abrió, sobre todo en las ciudades, un embrión de escisión entre los ricos y los pobres”

En vísperas de la revolución de 1789, Francia ventilaba un largo conflicto comercial con Inglaterra desde comienzos del siglo XVIII. La mayor parte de las guerras entre estos dos países durante este siglo se debieron a disputas en este sentido. Ahora bien, Francia tenía al menos 20 años de retraso (al menos) en relación al avance económico de los ingleses. Y en esta diferencia no ayudó la importante baja de aranceles decretada por la monarquía francesa en 1786: las telas y los vestidos ingleses inundaron el país galo, mientras las fábricas francesas cerraban y el desempleo obrero comenzaba ser un problema político-social de importancia. Esto explica que la burguesía revolucionaria siempre utilizara la bandera de la eliminación del tratado de 1786 durante el período revolucionario

“El encarecimiento del coste de la vida reducía el poder adquisitivo de las masas; la desaparición del lujo, debido a la evicción de la nobleza, perjudicaba gravemente a las industrias como la sedería: desde el verano de 1792, se manifestaron en Lyon los primeros síntomas de una crisis industrial. Había un medio para dar nuevo impulso a la economía: la guerra”    

“Por tanto, en 1792 y a comienzos de 1793, la idea fundamental de los gobernantes franceses era la conquista de Bélgica y Holanda; luego, la invasión del territorio nacional, la necesidad de defender la revolución apoyándose en la vanguardia popular, relegarían, por algún tiempo, aquél designio a un segundo plano. Pero la burguesía revolucionaria no iba a renunciar a él…el 21 de enero de 1975, las columnas de Pichegru iban a ocupar Amsterdam”
“Por depender entonces Bélgica de Austria, la burguesía francesa, utilizando como pretexto las concentraciones de emigrados a lo largo de la frontera del este, declaró la guerra al gobierno de Viena y no al de Londres. Pero el conflicto fundamental se ventilaba entre Francia e Inglaterra”

“Al principio, el ministro de su majestad británica (William Pitt) se había alegrado de que se produjese la Revolución, pues el debilitamiento del rey de Francia le había parecido provechoso para InglaterraPero, cuando a finales de 1789 estalló la sublevación belga y los insurrectos tendieron la mano a la Revolución Francesa, cuando Camille Desmoulins y Lafayette tomaron la defensa de aquéllos, la burguesía inglesa comenzó a temer y a odiar a la revolución. Unos meses antes, sus poetas la celebraban todavía con odas. Ahora, el liberal Burke, empujado a la tribuna por el conservador Pitt, pronunciaba una furiosa diatriba contra ella en el Parlamento (febrero de 1790). Pero Austria, apoyada por Inglaterra, consiguió aplastar la sublevación belga (diciembre de 1790)”

“A comienzos de 1792, los girondinos no podían haber olvidado aquél episodio…Con una temeridad que rayaba en la inconsciencia, los girondinos provocaron a Austria y a Prusia a la guerra. Las dos potencias entraron en ella sin entusiasmo, y después de haber intentado evitarla. Tenían puesta su atención en otro lugar, en Polonia, donde Rusia amenaza sus intereses esenciales. El conflicto habría terminado con un compromiso “honorable”, si las aspiraciones francesas con respecto a Amberes y a Amsterdam no hubiesen provocado la entrada en la liza de Inglaterra”

“La paz era más provechosa para Inglaterra que la guerra. Esa era la doctrina de Adam Smith, teórico de la expansión británica. Pero, aunque Inglaterra quería evitar, durante el mayor tiempo posible la participación directa en el conflicto, seguía fiel a su antigua táctica de comprometer a los otros, a Austria y a Prusia, en su lugar”

“…Después de Valmy (20 de septiembre de 1792)…El gabinete británico se quitó la más cara de la neutralidad…El 29 de enero (de 1793) los ejércitos recibieron la orden de invadir los Países Bajos. El 1 de febrero, la Convención declaró la guerra al rey de Inglaterra y al estatúder de Holanda…guerra a muerte entre ambas potencias”

“Así pues, aquella guerra que se insertaba como un cuerpo extraño en la Revolución no fue en sus orígenes, como muchas veces se la presenta, un conflicto ideológico entre la Europa monárquica y semifeudal y la Francia revolucionaria. Inglaterra no condenó las doctrinas revolucionarias hasta que vio amenazados sus intereses esenciales de tipo comercial. Por el lado francés, la pretensión de aportar la libertad a los países vecinos sólo fue un pretexto que ocultaba ambiciones expansionistas”

“…cuando Francia se vio invadida, cuando las conquistas de la Revolución estaban amenazadas y los sans-culottes se convirtieron en el alma de la resistencia, la guerra iba a revestir, temporalmente, la forma de una guerra de defensa revolucionaria. Pero muy pronto se haría de nuevo manifiesto su carácter fundamental de guerra de expansión y de conquistas. Por lo demás, aquella guerra estaba tan poco condicionada por la Revolución que iba a sobrevivir a ésta durante más de un siglo”



¿Quién pagaría la guerra?

-          No la burguesía mediante impuestos (de hecho, ésta había hecho la Revolución contra el rey para alivianar sus cargas impositivas: luego de 1789, cuando el cobro de los impuestos pasó del estado central a los municipios, controlados éstos por los propietarios, la recaudación bajó a la mitad)

-          No la burguesía mediante empréstitos (la banca no estaba suficientemente desarrollada, no existían pequeños ahorristas los expoliar, etc)

-          Pagarían: a) el pueblo trabajador por la vía de la inflación (la cuestión de los asignados); b) la contra-revolución (expropiación del clero y la Iglesia)

-          En un principio los asignados no fueron concebidos como un instrumento para fomentar la inflación, pero luego sí devinieron esto por: a) creación más rápida de asignados que la producción de bienes; b) especulación burguesa con los asignados. La inflación expresaba la devaluación de la moneda, el alza de los productos de primera necesidad y la escasez de éstos

“Los primeros síntomas de una escisión entre burgueses y descamisados aparecieron desde comienzos de 1792. En enero, se produjo en los barrios populares de la capital una agitación bastante amplia contra la subida del precio del azúcar. Delegaciones de secciones formularon su protestas, denunciando a los “viles acaparadores y a sus infames capitalistas”

“A comienzos de 1793, el antagonismo se concretó. En París y Lyon se produjeron movimientos de tipo nuevo, de carácter puramente económico, dirigidos no ya contra el Antiguo Régimen, sino contra la carestía de la vida y la escasez. Pero sólo en contadísimas ocasiones adoptaron la forma de huelgas, porque en aquella época muchos trabajadores no eran asalariados (el número de artesanos superaba al de obreros pagados por jornada), y también los asalariados, dispersos en una multitud de pequeñas empresas privadas, sin derecho, además, en virtud de la ley Le Chapelier (14 de junio de 1791), a mancomunarse, apenas podían ponerse de acuerdo para hacer triunfar reivindicaciones salariales”

“Además, los sans-culottes no comprendían bien el mecanismo, nuevo para ellos, de la inflación; no se daban cuenta que el alza de los precios era consecuencia directa de la multiplicación del signo monetario y no sólo resultado de la conspiración de algunos contrarrevolucionarios especuladores o acaparadores. Creían que era relativamente fácil dirigir los precios, mediante la ley y mediante algunas medidas policíacas. Por eso pidieron menos el aumento de la tarifa de los “jornales” que la fijación del precio de los productos”

“Pero, a finales de 1972 y a comienzos de 1793, los descamisados lucharon menos al nivel de la empresa que al de la sección local, que agrupaba a todos los ciudadanos. Las secciones parisienses se pusieron de acuerdo para presionar a la Convención y arrancarle medidas contra la carestía de la vidaEl carácter de clase que revestían aquellas manifestaciones no pasó desapercibido a la burguesía. Su reacción fue muy viva y –detalle que merece destacarse- unánime. Olvidando sus disensiones fraticidas, el ala derecha girondina y el ala izquierda de la Montaña se volvieron a poner de acuerdo contra la vanguardia popular

“…los jacobinos, que estaban en contacto más directo con los sans-culottes y además se veían amenazados de resultar sobrepasados por los extremistas, no fueron los que se mostraron menos encarnizados…ayudadnos primero a afianzar definitivamente la Revolución; después, y solamente después, os daremos pan”

“…febrero de 1793, una delegación de 48 secciones de París presentó en la tribuna de la Convención una petición que exigía una ley sobre las subsistencias y un precio máximo para el trigo”. Los principales jefes jacobinos (Marat, Robespierre, Danton, etc) se opusieron y declararon que ésta era “excesiva”, “extraña” y “subversiva para cualquier orden justo”.

“…desde las tribunas se elevaron gritos de que en ella (la República) había mercaderes, acaparadores, que se enriquecían con las desgracias públicas…El 25 (febrero 1793) los sans-culottes pasaron a la acción directa. Ante el estupor indignado de la burguesía, que habló de pillaje, invadieron las tiendas y obligaron a los comerciantes a ceder sus mercancías a precios que ellos mismos habían fijado; entre ellos, numerosas mujeres, sobre todo lavanderas, que se quejaban de la carestía del jabón”

“El día siguiente, 26 de febrero, una delegación de mujeres fue al Ayuntamiento a pedir la fijación del precio de todas las mercancías de primera necesidad. Pache, a quien acababan de elegir alcalde de la ciudad, les dio esta respuesta irónica: “Si se fijase el valor del trabajo de vuestros maridos, ¿qué diríais?, ¿estaríais contentas?”

Los jacobinos (y Robespierre por sobre todo) “rechazaban toda responsabilidad con respecto a un movimiento al que afirmaban haberse opuesto con todo su poder y que sólo sus adversarios podían haber provocado: “El pueblo de París sabe aniquilar a los tiranos, pero no visita en absoluto a los tenderos. No se divierte aplastando a pequeños acaparadores”

“…le sección del “mercado de trigos” puso en circulación entre las demás secciones un proyecto de memorial para la Convención en el que reclamaba una ley contra los acaparadores y mercaderes del dinero”

“El 1 de mayolas secciones barrio de Saint Antoine enviaron una delegación a la tribuna a la tribuna de la Asamblea. Su portavoz, un obrero tapicero llamado Francois Musine, uso un lenguaje rudo, de proletario:

“Hace mucho tiempo que prometéis un precio máximo general para todos los productos necesarios para la vida…Siempre promesas que no se cumplen…Haced sacrificios; que la mayoría de vosotros olviden que son propietarios…Hasta ahora el peso de la Revolución ha recaído solamente sobre la clase indigente; ya es hora que el rico, el egoísta, sea republicano también él y sustituya su fortuna por su valor…Esos son nuestros medios de salvar al país…Si no los adoptáis, os declaramos…que estamos en insurrección; diez mil hombres están a la puerta de esta sala”.

Se alzó un clamor procedente tanto de la izquierda como de la derecha, tanto de los girondinos como de los miembros de la Montaña”

“Los días 26, 27 y 28 de junio hubo grandes desórdenes en París…El 28, ciudadanos enviados por la sección Poissonniere se presentaron en el consejo general de la comuna y sugirieron que se distribuyesen 20 cajas de jabón que acababan de incautarse en algunas tiendas, al precio de 20 sous la libra. El Consejo rechazó aquella propuesta por unanimidad. Herbert (dijo): “¡Eh, diablos! Os divertís cazando moscas, cuando tenéis leones que aplastar. ¡Por la ira de Dios! ¿Acaso hemos de luchar contra los comerciantes de azúcar y de jabón?”

“Los sans-culottes no se indignaban solamente por la carestía de la subsistencias, también sufrían por su escasez…A finales de junio, como el aprovisionamiento en harina de la capital se volvía cada vez más precario, una viva emoción se apoderó de las secciones. Una, la de Beaurepaire, invitó a todas las demás a reclamara a la comuna los registros de los mercados y la divulgación de las existencias de harina”

“Aquella agitación, contenida durante tanto tiempo, iba a producir, a finales de septiembre, una explosión. El día I, una delegación de la sociedad fraternal de la sección de la Unidad se presentó en la comuna, dio lectura a un memorial en el que se describían los sufrimientos de los sans-culottes hambrientos, en que recordaba una vez los compromisos formulados y no cumplidos…El día siguiente, el 2, el movimiento se extendió por todo París, y llegó hasta los talleres, entre ellos los de la imprenta nacional. El día 4, desde el amanecer, los obreros abandonaron sus lugares de trabajo, y se reunieron, por miles, en la plaza del Ayuntamiento. Había obreros de la construcción, sobre todo albañiles y cerrajeros, trabajadores de las manufacturas de guerra, tipógrafos, etc. Por primera vez, el proletariado destacaba de entre la masa heterogénea de los sans-culottes…se estableció una presidencia. Se redactó y sometió a los asistentes una petición. Se nombró una delegación. Ésta se presentó al cuerpo municipal…Ciudadanos, la dificultad para conseguir pan en las panaderías es la causa por la que veníamos a interrumpir por un instante los importantes trabajos que os ocupan…Los oficiales municipales trasladaron la sesión a la gran sala. Pronto quedó llena “…¡Pan! ¡Pan!”


Los enragés, portavoces de la vanguardia popular

“Musine y Tiger…Pero lo que tenían que decir carecía todavía de consistencia y de claridad. Estaban obsesionados por las preocupaciones inmediatas. Su pensamiento se resentía del hecho de que trabajaban durante catorce horas por día y de que padecían hambre…Era necesario que algunos hombres, bastante próximos al pueblo para sentir sus sufrimientos, pero no esclavizados al largo trabajo cotidiano, que habían aprendido en los bancos de los colegios burgueses el arte de la palabra, la tomasen en nombre y en lugar de los descamisados. Jacques Roux, Théophile Leclerc, Jean Varlet, a quienes sus adversarios calificaban con el nombre de enragés (“rabiosos”), fueron en 1793 los representantes directos y auténticos del movimiento de las masas; fueron, como iba a escribir Karl Marx sin vacilación, “los representantes principales del movimiento revolucionario”

“A esos tres nombres hay que añadir el de Gracchus Babeuf. Es cierto que éste último va asociado solo parcialmente al movimiento de los enragés. Iba a ser más su continuador que su compañero de lucha”

“Habían hecho estudios brillantes. Jacques Roux pertenecía a una familia acomodada. Era hijo de un oficial, que había llegado a ser magistrado. Después de ordenarse sacerdote, había enseñado filosofía y física experimental en diversos seminarios, para después ejercer la función de capellán en un castillo. Leclerc, hijo de un ingeniero de puentes y caminos, había recibido cierta instrucción. Varlet, empleado de Correos, era también de “buena familia”. Había sido un alumno brillante del Colegio de Harcourt. Babeuf, que era hijo de un oficial y de profesión agrimensor-geómetra y especialista en derecho feudal, era muy instruido

Pero los cuatro habían sufrido a causa de la vida y de los hombres…Jacques Roux se había visto “oprimido, calumniado, perseguido”. Su amor por la justicia le había “creado enemigos irreconciliables”. Leclerc, que se había embarcado siendo muy joven en dirección a Guadalupe, había sido allí “víctima de la aristocracia”. Verlet, que, desde el comienzo de la Revolución arengaba a la multitud desde una tribuna móvil, al aire libre, había sufrido toda clase de vejaciones de parte de sus adversarios. Babeuf, cargado de hijos, había conocido la miseria más negra y se había creado un ejército de enemigos”

“Jacques Roux, que vivía entre los artesanos pobres de barrio de Gravilliers…Leclerc invitó a los legisladores a levantarse a las tres de la mañana para ir a alinearse entre los ciudadanos que asediaban la puerta de las panaderías: “Tres horas pasadas a la puerta de una panadería formarían más un legislador que cuatro años de ocupar los bancos de la Convención”. Varlet…los pobres diablos de los graneros razonan de forma más firme y atrevida que los señores brillantes, los granes habladores, los sabios titubeantes; si quieren aprender ciencia útil, que vayan, como yo, a frecuentar al pueblo”. Y Babeuf apostrofaba así a los parlamentarios: “¡Delegados! Entre vosotros no figuran sans-culottes auténticos. Prácticamente ninguno de vosotros, a la vista está, ha sentido nunca la angustia desgarradora de las necesidades”

“La libertad no es otra cosa que un fantasma inútil, cuando una clase de hombres puede reducir al hambre impunemente a la otra. La igualdad no es otra cosa que un fantasma inútil, cuando el rico, mediante el monopolio, ejerce el derecho de vida y muerte sobre sus semejantes. La república es un fantasma inútil, cuando la contrarrevolución se asienta día tras día en el precio de los productos que las tres cuartas partes de los ciudadanos no pueden conseguir sin derramar lágrimas” (Jacques Roux, 1793)

 “..ayer no eráis sino un empleado insignificante de las oficinas y hoy armáis barcos de guerra; ayer vuestra familia tendía la mano al primer venido, ahora hace alarde de un lujo insolente, está encargada de abastecer a las tropas por tierra y por mar. Es verdad que ya no me sorprende que haya tantas personas que amen la Revolución; les ha proporcionado un pretexto aparente para acumular patrióticamente, y en poco tiempo, tesoros sobre tesoros” (Jacques Roux, 1793)

“Los bienes del clero y la propiedades nacionales han pasado casi todos a manos de personas enriquecidas con la sangre de las viudas y de los huérfanos” (Jacques Roux, 1793)

“Pero el pensamiento de los enragés no iba más lejos de esa requisitoria. No fueron –no podían serlo- consecuentes en su oposición al sistema económico y financiero de la burguesía revolucionaria. Aunque vislumbraron y denunciaron la explotación capitalista, no comprendieron todo su mecanismo interno y no intentaron suprimirlo. Solo limitar sus efectos pretendieron. Creyeron, como el propio pueblo que “si los comerciantes hubiesen querido vender más barato, no se habría visto subir tan alto el oro y la plata”…Los oradores populares ya habían vislumbrado dichos remedios. Los enragés no hicieron otra cosa que formularlos mejor”

“Para detener el alza de los precios, reclamaron la fijación del precio de los productos de primera necesidad. Para remediar la escasez, preconizaron la prohibición de exportar dichos productos. Para acabar con el agio y el acaparamiento, exigieron que se actualizara el terror”

“Al final, los jacobinos, convertidos en demagogos, iban a tomar prestado de los enragés dicho programa y a ponerlo en práctica durante algunas semanas. Sin embargo, el interés privado iba a intentar eludir las reglamentaciones y las prohibiciones”

“Pero los enragés no podían llegar hasta ese extremo. Todavía no existían las condiciones para el paso a un nuevo sistema económico. Jacques Roux, Leclerc y Verlet representaban, no a los proletarios modernos, producto de la gran industria, todavía embrionaria en aquella época, sino a una masa heterogénea en la que predominaban los pequeño-burgueses y los artesanos apegados a la propiedad privada…Solamente se preocuparon las propiedades de los agiotistas y de los acaparadores, no de la propiedad en sí misma”

“Jacques Roux lanzaba pestes contra la propiedad de los bandidos y de los acaparadores, pero tomaba bajo su protección “las propiedades y las personas”. Varlet pedía que sólo “los bienes amasados a expensas de la riqueza pública mediante el robo, el agio, el monopolio, el acaparamiento, pasen a ser propiedad nacional”

“La medida más audaz que los enragés preconizaron fue, sin duda alguna, el establecimiento en las ciudades y en los pueblos importantes, de almacenes públicos en que los precios de las mercancías se fijarían por concurso, pues los granjeros ricos estarían obligados a llevar sus productos al depósito común”

“La tarea de superar el pensamiento de Jacques Rpux iba a estar reservada a Babeuf, mucho tiempo después. Pero ya llevaba ventaja a los enragés. Por su orígenes era el portavoz de los campesinos pobres de PicardíaLa ley agraria, “esa ley que temen y ven llegar los ricos”, esa ley en la que veía el “corolario de todas las leyes”, combinaba el reparto de las tierras con su propiedad colectiva y su inalienabilidad: colectiva la propiedad del suelo, individual su explotación. Babeuf ponía en tela de juicio el concepto mismo de propiedad, más allá del marco rural: “¿Por qué…reconocer –escribía- un carácter fundamental…a ciertas instituciones, que seguramente no son sino la expresión pasajera de un movimiento social que sigue avanzado?...La evolución continúa y el porvenir está abierto…Si no queda inmovilizada como un bloque de hielo, si se mantiene fluida y en movimiento, la democracia tiene por fuerza que acabar en la igualdad de hecho”

Los enragés fueron más allá del legalismo parlamentario de los jacobinos y pasaron a la acción directa. También se atrevieron a acusar al ídolo popular que era Robespierre

“En resumen, los enragés fueron portavoces útiles, pero insuficientes, para la vanguardia popular. Fueron más espejos que guías. Ellos mismos reflejaban la confusión de la vanguardia popular”

Los enragés fueron ambivalentes: en ocasiones llegaron sostener implícitamente que opresión antigua era mejor que la nueva, pidieron libertad de prensa cuando la represión aún era necesaria para luchar contra la reacción

“Los jacobinos…tenían una tendencia natural a confundir el adversario de izquierdas con el adversario de derechas, a ver en la más mínima oposición de la vanguardia popular la mano de una “quinta columna”…consideraban sin titubear de cualquier iniciativa autónoma de los sans-culottes como un acto inspirado por la contrarrevolución…En más de un caso, denunciaron a gritos conspiraciones realistas para destruir con mayor facilidad la agitación de extrema izquierda”

“En resumen, no hubo confabulación entre la vanguardia popular y la contrarrevolución, por lo menos en París. El caso se dio solamente en algunas importantes ciudades de provincias. Está demostrado que en Lyon, en Burdeos, en Marsella, en Toulon, la insurrección federalista consiguió arrastrar tras ella a una parte de los sans-culottes


La Montaña entre dos peligros

“La Montaña tenía que hacer frente a otra dificultad. Los jefes girondinos eran todos representantes del pueblo, miembros de la Convención. ¿Cómo amputar a la Asamblea de una de sus partes sin atentar contra la soberanía nacional, sin pisotear los principios mismos que habían servido de base a la Revolución, que la burguesía había invocado para derrocar el Antiguo Régimen? Problema tanto más delicado, cuanto que la Gironda, por un lado, y la vanguardia popular, por otro, se habían apropiado, cada una a su manera, la idea de soberanía nacional, y la utilizaban como un arma contra la Montaña”

“Los de la Montaña tenían que salir de un dilema: no podían atentar contra la soberanía de la Convención, so pena de abrir la vía a la insurrección popular, a la democracia directa; pero tampoco podían dejar que los girondinos paralizasen por más tiempo la Revolución y la guerra; y no podían desembarazarse de los girondinos sin la ayuda de los descamisados”

“…poner en movimiento a los descamisados, recurrir, quieras que no, a los órganos extralegales de la vanguardia popular…El 5 de mayo la sección el contrato social invitó a las 48 secciones a designar delegados para formar un “comité central revolucionario”

“La Asamblea irregular del obispado daba al movimiento en preparación un carácter independiente y subversivo, adecuado para inspirar confianza a los descamisados. Pero esa no era la única ventaja que presentaba. Permitía también a los jacobinos no comprometerse, conservar odas las apariencias de legalidad. Actuaban exclusivamente bajo mano…La comuna oficial, en la que actuaban los jacobinos, adoptó una actitud de mosquita muerta”

“No obstante, la mayoría de la Convención seguía haciéndose la sorda. Seguía siendo necesaria una presión popular, hábilmente dosificada, para obligarla a decidir por sí misma la eliminación de los jefes girondinos…Hubo que recurrir a medios más imponentes. La alarma, que volvió a sonar la noche del I de junio, convocó para el día siguiente, en torno a la Asamblea, a una multitud inmensa, calculada en unas cien mil personas. París había bajado a la calle….(los jacobinos) ordenaron que batallones de la Guardia Nacional muy escogidos y enteramente seguros rodeasen la Convención: de cinco a seis mil hombres. Aquella tropa selecta bastaba para intimidar a la Asamblea, para impedir que los jefes girondinos huyesen…al mismo tiempo, protegía a la Convención contra posibles excesos populares”

“Los representantes tuvieron que dar media vuelta, volvieron a la sala de sesiones y, obligados por fin a aceptar un compromiso, votaron la detención de veintinueve diputados girondinos. El juego había dado resultado”


De la Gironda a la Montaña

“La homogeneidad de la burguesía revolucionaria estuvo comprometida solo por un instante. La mayoría de los poseedores que habían sostenido a la Gironda se incorporaron a la Montaña. Dicha incorporación se manifestó en el plano parlamentario: la masa flotante de la asamblea, mucho más importante que la Montaña y la Gironda juntas, había votado hasta el 31 de mayo con los girondinos. Entonces, los quinientos y pico representantes conservadores y timoratos que los sans-culottes llamaban los “sapos de Marais” entraron dentro de la órbita de la Montaña”

“Acaparadores, monopolizadores de París, no os queda otra alternativa que arrojaros cabizbajos en brazos de los sans-culottes, con ellos no tendréis nada que temer, y vuestras propiedades estarán fuera de peligro” (Herbert en Le Per Duchesne). “Aquél lenguaje tranquilizó tanto más a los poseedores cuanto que era sincero y su sinceridad había quedado demostrada: ¿acaso no habían respetado escrupulosamente las propiedades los insurrectos del 31 de mayo?”

“Pero, por sobre todo, los de la Montaña consiguieron que gran parte de los burgueses aceptasen el ofrecimiento rechazado por la Gironda: se asociaron al reparto del botín; les tendieron el cebo de los bienes nacionales y de los beneficios de guerra”

Los hebertistas

Una vez liquidados los enragés, sucedió a éstos un grupo de hombres a los que se suele designar con el nombre de herbertistas. Ahora bien, Hebert nunca figuró como jefe de partido propiamente dicho. Incluso lo negó. En su sentido estricto, el término es aplicable a un círculo bastante reducido de políticos parisienses que se movían en torno Hebert y al Club de los Cordeliers que tenía ramificaciones en algunas ciudades de las provincias. Pero los personajes de quienes vamos a tratar rebasan esos límites restringidos

“Desde un punto de vista sociológico, sería preferible llamarlos plebeyos, es decir, hombres procedentes del pueblo, pero ya elevados por encima de él, con intereses particulares distintos de los de él. Ya fuesen de origen popular como Chaumette y Rosignol, ya fuesen burgueses desclasados como Hebert y Ronsin, no eran los intérpretes directos y auténticos de los descamisados”

Los enragés sólo se distinguían del pueblo por la instrucción…Eran absolutamente desinteresados. Aunque eran pobres, no aspiraban a ocupar cargos ni a obtener prebendas. No consideraban a la Revolución como una carrera. Tenían algo de ascetasNo se podía decir lo mismo de los plebeyos. Éstos no tenían alma de apóstoles. Tampoco eran vulgares arribistas. Para la mayoría de ellos la seriedad de sus convicciones republicanas estaba fuera de dudas. Lo que los distinguía de los enragés, era que estaban impacientes por gozar. En ellos se confundía la fe revolucionara y las ambiciones materiales….Los plebeyos sirvieron a la revolución burguesa, al tiempo que se servían a sí mismos. Su apego a la propiedad privada procedía de sus propias convicciones. Precisamente porque aspiraban a ocupar cargos, porque estaban ávidos de buenos sueldos, era por lo que querían garantizar a cada particular el disfrute de sus rentas…”  


Intercambio de trabajo directo

“Y, de forma completamente natural, surgió la idea en las mentes populares: ¿por qué no prevenir una posible caída del asignado? ¿Por qué no asignarle un valor estable devaluando el numerario pura y simplemente? ¿Por qué no derribar, de una vez por todas, el ídolo Oro? La idea estaba en el aire desde hace algún tiempo…El 14 de Octubre, Chaumette propuso audazmente en la comuna la sustitución del oro por el trabajo como patrón de valor: “Brazos y no oro es lo que se necesita para impulsar las fábricas y la manufacturas”

“Algunos días después, el 5 de Agosto de 1793, Robespierre reanudó las hostilidades contra los enragés en el club de los jacobinos. Atacó bruscamente a Jacques Roux y a Théophile Leclerc, “dos hombres pagados por los enemigos del pueblo”. Si hubiera habido que creerle, el cura había querido mandar a asesinar a los comerciantes, a los tenderos, porque vendían precios demasiado elevados. Los dos eran emisarios de Coblentz o de Pitt”

“Os denuncio en particular a dos hombres, Jacques Roux y el llamado Leclerc, que pretenden continuar su periódicos patrióticos y hacer hablar a su sombra (la de Marat) para ultrajar a su memoria y engañar al pueblo” (viuda de Marat, Simone Evrard)

“Chaumette acusó al cura de haber “atentado contra la soberanía del pueblo”, al destituir a dos elegidos del pueblo”


La cólera de los descamisados

“La reacción thermidoriana sacó a los descamisados de su pasividad taciturna y entristecida, transformó su reserva en hostilidad abierta. Por fin, comprendieron hasta qué punto se había burlado de ellos la burguesía. Pero su desengaño se expreso de forma algo confusa e impotente. Las condiciones objetivas de la época no les permitieron aprovechar todas las enseñanzas de su derrota. A partir de 1795, expresaron su profunda decepción: “Estamos a punto de lamentar todos los sacrificios que hemos hecho por la Revolución”, declaró el 17 de marzo, en la tribuna de la Convención, el orador delegado por las secciones de Finistere y de Observatoire. En el otoño de 1795, Babeuf describió en estos términos la opinión popular: “Nos dijeron que la República era algo magnífico. Lo creímos; hasta tal punto lo creímos que, para obtenerlo, hicimos esfuerzos sobrenaturales. La experiencia no justifica aquellos anuncios magníficos”. Y el futuro comunista añadía. “El pueblo confiado y absolutamente sincero tuvo que interpretar tuvo que interpretar literalmente aquellas expresiones sublimes: igualdad, libertad. Pero, ¡oh bribones!...desde el momento en que, una vez que os apoderasteis del sublime movimiento revolucionario, manifestasteis al pueblo que interpretabais dichas expresiones en sentido inverso al del diccionario, el entusiasmo que le inspiraba lógicamente se convirtió en indiferencia e incluso odio”

“La cólera de los descamisados se manifestó mediante coletazos elementales y brutales. Revistió la forma de motines provocados por el hambre”

“El I de Abril (12 de Germinal) todo el parís sans-culottes se alzó. Mientras la multitud invadía la sala de sesiones de la Convención, los oradores de las secciones se sucedieron en la tribuna.

“…(Los ciudadanos) están hartos de pasar las noches a la puerta de las panaderías: ya es hora de que quienes producen las subsistencias, quienes hicieron la Revolución, puedan subsistir” (Vaneck, lugarteniente de Dobsen, I de abril de 1795)
  
“La agitación llegó a su paroxismo el 20 de mayo (I de Pradial). Mientras los descamisados se habían adueñado de la Asamblea…”
  
“En aquél momento la manifestación tomó un carácter violento. Derribaron la puerta de la sala de sesiones de la Convención. Los diputados, que al principio se habían refugiado en los bancos superiores, tuvieron que ceder su lugar al pueblo…”

“La burguesía quedó consternada. “Nunca –iba a observar Carnot-, ni siquiera en las jornadas más terribles de la Revolución, vi al pueblo tan exasperado; aquella fue la única vez en que me pareció feroz…sus rostros revelaban la desesperación y el hambre”

Los insurrectos manifestaron cierta conciencia: “El pueblo, considerando que el gobierno lo obliga a morir de hambre inhumanamente…decreta lo siguiente:…Hoy, sin falta, los ciudadanos y ciudadanas se dirigirán en masa a la Convención nacional para pedirle: primero, pan; segundo, la abolición del “gobierno revolucionario”, cada una de cuyas facciones ha abusado sucesivamente para arruinar, para hacer morir de hambre y para esclavizar al pueblo; tercero…la proclamación y el establecimiento en el acto de la Constitución democrática de 1793; cuarto, la destitución del gobierno actual…y la detención de todos su miembros” (proclama del 20 de mayo de 1975)

“Los manifestantes habían perdido totalmente el respeto a la Convención. La ficción de la Asamblea sólo les inspiraba ya risas y sarcasmos. Ya el I de Abril, una mujer había respondido a un representante, que la apremiaba con mayor energía que los otros para que le devolviera su puesto: “Estamos en nuestra casa”. La proclamación de los insurrectos de Pradial desposeyó a la Asamblea de su soberanía: “Queda suspendido todo poder que no proceda del pueblo”
“Y un hombre gritó: ¡Marchaos todos!, ¡vamos a formar la Convención nosotros mismos”. Dicho y hecho: hasta media noche, los representantes de izquierda y los descamisados, sentados codo con codo en los bancos de la Asamblea abandonados por la mayoría, legislaron”

“Cuando las tropas thermidorianas los desalojaron de la Convención, los insurrectos convirtieron a la Comuna en el centro de su poder. El día siguiente, 21 de mayo, un representante anunció en la convención que existía una reunión sacrílega de rebeldes que se titulaba: Convención nacional del pueblo soberano”

“Hasta los miembros de la extrema izquierda de la Asamblea, los que recibieron el nombre de “los últimos de la Montaña”, los Romme, los Goujon, los Soubrany, provocaron la desconfianza y la ironía de los descamisados. Se vio con claridad, cuando Romme quiso dar preferencia a la cuestión de las libertades políticas sobre la de las subsistencias. Propuso a la Convención, que por unas horas habían vuelto a dominar los de la Montaña, como consecuencia de la retirada de la derecha, que se votase primero la liberación de todos los patriotas encarcelados: “Después de ese decreto –exclamó- debemos ocuparnos de proporcionar pan al pueblo”

“Entre aquellos jacobinos avanzados y los insurrectos de Pradial ya no había gran cosa en común. Lo único que  los reunió fue el cadalso. Los primeros no fueron sino oponentes parlamentarios, arrastrados a pesar suyo a la tempestad. Los segundos, el grabador Lime, el guarda-almacén Etienne Chebrier, el zapatero Francois Duvalo, el tintorero Pierre Dorisse y sus camaradas anónimos  fueron hombres de otra clase.

Los jacobinos avanzados fueron “los últimos portadores de la revolución burguesa. Mientras que los insurrectos de Pradial, predecesores de los de Junio de 1848 y 1871, fueron los precursores de la revolución proletaria”

“Pero los amotinados, después de haber proclamado la decadencia del poder burgués, volvieron a caer, como niños, en las trampas que les tendieron sus adversarios. La razón fue que la atracción de la clase contraria seguía siendo muy fuerte y la clase que estaba naciendo era todavía muy débil y muy poco homogénea”

“Los insurrectos de Germinal (I de abril) se habían limitado a invadir la sala de sesiones, cuando en realidad tenían en sus manos la posibilidad de dispersar a los representantes y de nombrar un gobierno insurrecto, y con un poco más de cohesión habrían podido adueñarse de la capital. En lugar de eso, se disponían a abandonar pacíficamente el recinto, cuando los thermidorianos, recuperados de su sorpresa, sí que pasaron a la ofensiva. La Guardia Nacional burguesa, que habían agrupado alrededor de la Convención, recibió al pueblo, a la salida de la Asamblea, a bayonetazos. A continuación, los insurrectos se atrincheraron en Notre Dame. Pero las tropas de Pichegru derribaron las puertas de la catedral y comenzó la matanza de los obreros.

“Los insurrectos de Pradial repitieron el error del motín anterior. Lo agravaron incluso, pues esta vez se hicieron con parte del poder: legislaron, pero no se les ocurrió adueñarse del poder ejecutivo. De nada sirvió que un hombre más decidido, el negro Delorme, diese la orden de disparar los cañones que apuntaban hacia las Tullerías. Los artilleros vacilaron a la hora de asestar un golpe sacrílego contra la sacrosanta Convención. Poco después, Delorme les reprochó amargamente esta vacilación: “Cobardes –les dijo- si me hubieseis dejado, seríamos dueños de París”

“Los thermidorianos habían reunido los batallones de las secciones que les eran fieles. Estos, hacia medianoche, expulsaron a los insurrectos de la sala de la Convención…Antes aquella provocación, la insurrección se reanudó. El día siguiente, 21 de mayo, las tres secciones del barrio de Saint Antoine, las más obreras de París, tomaron las armas. Los batallones así reclutados, numéricamente mucho más importantes que los del adversario, rechazaron cómodamente a las tropas de la Convención enviadas a su encuentro…y apuntaron sus cañones hacia la sala de Asamblea”

“A continuación la Convención les tendió toda clase de cebos. Revocó el decreto que establecía el libre comercio del dinero. Decretó que presentarían “sin cesar” las leyes orgánicas de la Constitución de 1793. No fue necesario nada más para decidir a los delegados de los sans-culottes a retirarse. No obstante, los más conscientes de ellos presintieron la trampa…Se reanudó la agitación…”

“El pueblo, que seguía paralizado por el prejuicio legalista, y también por un escrúpulo caballeresco –su proporción era de veinte contra uno-, siguió vacilando a la hora de provocar la guerra civil. Ante la pequeña columna de los thermidorianos, las barricadas se fueron abriendo una tras otra sin derramamiento de sangre”

“Pero los thermidorianos no hacían mucho caso de aquella “juventud dorada” (la pequeña columna mencionada). Confiaban mucho más en el ejército regular. Cuando el general Menou acabó de concentrar una fuerza de treinta mil hombres, compuesta de regimientos de la guarnición de París y de algunas guarniciones cercanas, dotada con numerosa artillería y agrupada apresuradamente, comenzó la feroz represión…Diez mil sans-culottes detenidos, encarcelados o deportados. Los jefes oscuros del motín murieron en el cadalso.”

Pero, entre los encarcelados de las prisiones de Plassis (en París) y de Arras, después, se encontraron militantes mucho más conscientes: Gracchus Babeuf y sus amigos. En ellas tomaron contacto directo con los supervivientes de las insurrecciones de germinal y de pradial. Pudieron admirar, con documentos en la mano. Los proyectos de poder popular que habían esbozado los insurrectos, así como criticar las debilidades de las dos insurrecciones”


Babeuf aprovecha las enseñanzas de la Revolución Francesa

“No hay derrota estéril, Gracias a la derrota, se educan los revolucionarios, y la Revolución toma conciencia de sí misma”

“¿Qué es acaso la derrota, sino la ruptura del velo que ocultaba a todos las relaciones de clase reales? Mientras un error no haya conducido a la derrota, la masa no advierte que se trata de un error. Hasta que no se salda con el aplastamiento del movimiento popular, con el derramamiento de la sangre de los revolucionarios, no se esfuma la ilusión ni se revela la verdad”

“¿Qué es acaso la derrota, sino el final de un ciclo? Mientras la revolución está desarrollándose, y lo errores cometidos no han provocado todavía sus últimas consecuencias, resulta prematura sacar conclusiones. Una vez cerrado el ciclo, se disipan las dudas, se revela la verdad”

“Después de Pradial, el movimiento de masas quedó aplastado durante mucho tiempo. Mientras los descamisados, desesperados, privados de guías, se hundieron la duda, en una apatía con tendencias retrógradas, Babeuf y sus amigos intentaron aprovechar las enseñanzas de la larga y trágica experiencia que acaba de finalizar, hicieron el balance de más de cinco años de revolución, en las cárceles a las que los había arrojado la burguesía. ¿Por qué había fracasado la Revolución? Porque sus dirigentes no la habían llevado hasta sus últimas consecuencias, porque no había sido total. “¿Qué es una revolución política en general?, preguntaba el Tribun du Peuple, ¿Qué ha sido, especialmente, la Revolución Francesa? Una guerra declarada entre los patricios y los plebeyos, entre los ricos y los pobres”. Había que rematar dicha revolución, que se había detenido a medio camino.

“El babouvismo descubrió lo que las masas habían buscado en vano, a tientas, durante toda la Revolución Francesa: una plataforma económica y social que superase a la revolución burguesa. Vislumbró que el pueblo había resultado vencido, porque no había sabido oponer a la burguesía su programa de clase”

“El comunismo de los Iguales no partía de una utopía, sino de un análisis –científico ya-de los fenómenos económicos. Babeuf, el primero, alzaba una esquina del velo que el socialismo moderno iba a levantar definitivamente. Escribió el primer capítulo de El Capital. Estuvo a punto de resolver el misterio de la plusvalía, denunció “la bárbara ley dictada por los capitales”, se “escandalizó” ante un sistema de producción e intercambio “gracias al cual se consigue poner en movimiento una multitud de brazos, sin que los que los mueven reciban el frito conseguido”

“El perfeccionamiento del maquinismo, el progreso técnico eran las causas de su colectivismo. Expuso con precisión y realismo de ingeniero, las ventajas de la economía organizada sobre la economía inorgánica; fue el primero que concibió la planificación”


“…rechazando lo que hoy llamamos el culto a la personalidad, añadió: “Estoy de acuerdo contigo en que la admiración, el capricho y la adulación fueron en parte las causas principales que obstaculizaron la Revolución: ¿quién mostró mejor hasta qué punto puede llegar el exceso, sino la monstruosa celebridad de Robespierre?  

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