lunes, 27 de enero de 2014

Lo espurio de una historia lineal y gradualista. La UP y la transformación del cambio cuantitativo en diferencia cualitativa (enero 2014)

Lo espurio de una historia lineal y gradualista. La UP y la transformación del cambio cuantitativo en diferencia cualitativa

“…la corrección de la ley, descubierta por Hegel en su Lógica, de que los cambios cuantitativos simples en cierto punto son transformados en diferencias cualitativas” (Marx, El Capital)

El siguiente texto es producto de un aporte realizado por el compañero Rafael Agacino en un debate realizado sobre el tema de la UP en septiembre de 2013. En esa ocasión, Agacino, al describir someramente la experiencia de los cordones industriales, creyó pertinente a la hora de realizar esa tarea la utilización de la expresión “saltos de conciencia de clase”. Los cordones habrían sido expresión e indicador de este tipo de dinámica. En su momento nos pareció una idea novedosa y fértil -y aún nos parece en gran medida una noción útil-. Sin embargo, la misma requiere de ciertas modificaciones si es que ha de ser utilizada fértilmente para analizar la lucha de clases que pertenece al terreno del pasado (la historia de la cual deben sacarse lecciones), así como también para analizar/actuar en la lucha de clases de hoy. En lo que sigue mostramos las modificaciones que creemos necesarias para una aplicación fértil de esta noción – “saltos de conciencia de clase”- al período de lucha de clases propio de los años del gobierno de la Unidad Popular.

 En primer lugar, debe reconocerse la filiación histórica específica de la noción que aquí tratamos. La misma, aquí postulamos, encaja de buena manera en la tradición teórico-práctica de la corriente comunista-consejista. Al respecto, véase, por ejemplo, la siguiente cita que extractamos de un texto de Paul Mattick:

“Es, por supuesto, concebible que nada mueva a la población obrera, que aceptasen cualquier miseria que se les ponga al paso en lugar de alzarse en oposición al sistema responsable de ella. De cualquier manera, la ausencia de una conciencia revolucionaria no es la ausencia de la inteligencia. Es mucho más probable que la clase obrera moderna no soporte indefinidamente todo lo que el sistema capitalista le tiene reservado; puede haber un punto de ruptura en que la inteligencia puede llegar a incluir la conciencia de clase. La prontitud a asumir los pasos revolucionarios no requiere de un comportamiento de oposición consistente antes del primer acto independiente; una clase obrera apática bajo ciertas condiciones puede convertirse en una clase obrera despierta bajo condiciones diferentes. Porque es esta clase la que será más profundamente afectada por la reversión de la suerte de la producción de capital…” (Crítica de Marcuse. El Hombre Unidimensional en la sociedad de clases, XII, 1972, Paul Mattick)[1] 

Como puede verse en esta cita, la tradición comunista-consejista, junto a la noción de “saltos de conciencia de clase”, tienen ciertas dimensiones inherentes que impiden un análisis materialista objetivo de la realidad de la lucha de clases. Ciertamente, su espontaneísmo y su relativización de la necesidad de la construcción partidaria a largo plazo, no constituyen elementos capaces de explicar los procesos revolucionarios de lucha de clases que pertenecen al pasado (e.g Revolución Rusa, Revolución China, etc) –lo cual nos hace dudar de la fertilidad de su aplicación a procesos de lucha de clases revolucionarios propios del futuro próximo-. Sin embargo, la noción de “saltos de conciencia de clase” (y su filiación comunista-consejista), de hecho, sí tiene una dimensión positiva que designa una realidad objetiva propia de los procesos históricos. Esto puede verse en su negación de la concepción de la historia como proceso “lineal” y “gradual”. Antes bien, la noción que aquí tratamos (y su tradición consejista aparejada) concibe la historia como hecha de “rupturas” y “quiebres” (de ahí la noción de “salto”). Y la historia nos demuestra que, de hecho, ésta es una dimensión crucial para comprender el devenir de los modos de producción (las sociedades de clase) y su transformación. En efecto, el paradigmático paso del feudalismo al capitalismo requirió de una larga “transición” (s XVI-XIX), cuya dimensión “acumulativa” (e.g crecimiento de las fuerzas productivas) habría resultado inane sin momentos específicos de “ruptura” (las revoluciones burguesas en Holanda, Inglaterra, Francia, Alemania, eeuu, etc). Claramente, estos momentos revolucionarios de ruptura serían inexplicables sin sus procesos acumulativos antecedentes. Y lo mismo es válido para lo que se ha denominado “ciclos de lucha de clases”[2], noción en la que creemos es fértil insertar los rasgos útiles contenidos en la idea “saltos de conciencia de clase”.
 Con esto en mente, y en segundo lugar, podemos comprender que lo que Glauser denomina “período potencialmente revolucionario” (1972-1973 en Chile), es parte de un “ciclo de lucha de clases”, el cual presenta “fases acumulativas” y “momentos de ruptura”. Entonces, un indicador de la emergencia de estos momentos de ruptura sería lo que Agacino denominó “saltos de conciencia de clase”. Si bien la expresión tiene visos algo idealistas (en el entendido que “es el ser el que determina la conciencia” y no a la inversa), la realidad material que designa, los momentos específicos en que las contradicciones materiales se agudizan y se hacen más evidentes a ojos de los mismos actores, es crucial a la hora de analizar los procesos de lucha de clases. En el caso chileno que aquí tematizamos, los “antecedentes acumulativos” que explican la posibilidad de la emergencia de los citados “momentos de ruptura”, pueden ser vistos en:

a) El crecimiento absoluto del número de sindicatos y la masa de afiliados entre los años 1964-1970


Número de sindicatos
Masa absoluta de afiliados a sindicatos

1964
1863
271000

1970
4519
551000
-          20% del total de asalariados y empleados
36% de afiliación sindical en la fuerza de trabajo industrial
50% de afiliación sindical en la gran industria

b) La celeridad de este crecimiento sindical en área agraria (1964-1970)

Sindicatos agrícolas

Año
Nº de sindicatos
Nº de miembros
1964
24
1.658
1965
32
2.118
1966
201
10.647
1967
211
47.473
1968
325
71.721
1969
385
101.232
1970
488
127.680

c) El auge de ocupaciones de tierras

1967
1969
1971
9
148
1.278

d) La dinámica de las huelgas


1969
1970
N° de Huelgas
1.939
5.995
N° absoluto de trabajadores movilizados
230.725
316.280

Respecto de esta última dimensión, el mismo Eduardo Labarca describe de esta forma el contexto de la elección presidencial de 1970:

“No pasó un día sin que una huelga no estallara, sin que una ocupación de tierra no ocurriera, sin que 10, 50 o incluso 200 fundos no fueran ocupados por sus trabajadores agrícolas. Justo en medio de la campaña eleccionaria la primera huelga general de campesinos fue realizada, y 55 días antes de la elección una huelga nacional general fue llevada a cabo con éxito” (Eduardo Labarca)[3]

Es claro que estos “antecedentes acumulativos” se explican, a su vez, por la crisis larvada del modo de producción capitalista que comienza a emerger a mediados de la década de 1960 (derivada de la TDTMG[4]), crisis que en América Latina (y en Chile específicamente) se expresa en el agotamiento de la forma de acumulación capitalista implementada desde 1940 (el mal denominado ISI)[5]. A lo que apuntamos en este trabajo, sin embargo, es que el mismo auge de la lucha de clases (que comienza en 1965 aproximadamente), puede ser subdividido en un “proceso acumulativo” (si bien no lineal ni gradual, sino que desigual y combinado) y en ciertos “momentos de ruptura” (1972-1973).

En lo que sigue describiremos (e interpretaremos) ciertos eventos históricos que ilustran los comienzos de la emergencia de un “momento de ruptura” para los años 1972-1973.

1) Los cordones industriales: una dimensión esencial olvidada

Los cordones fueron muchas cosas. Lo que generalmente se olvida es que los mismos:

a) Tuvieron su eje en aquellas industrias medias y pequeñas que el programa antimonopolista de la UP no consideraba esenciales:

“Muchas de las pequeñas fábricas permanecían fuera del ámbito de influencia de la CUT, porque por ejemplo tenían menos de 25 trabajadores”[6]

Esto implicó que esta expresión de poder obrero clasista y consciente, nació y se desarrolló en el espacio estructural propio de más del 80% de la fuerza de trabajo obrera de esa época[7]. Su legitimidad y su vigencia práctica fueron, entonces, evidentes (aún si la izquierda y sus partidos pudieron no apercibirse de esto en ese momento).

b) Constituyeron una verdadera autoorganización por la base, manifestando el principio de la independencia de clase en la práctica 

“Los sectores tradicionalmente bien organizados de la clase trabajadora, estaban ausentes de la red nacional de cordones. Sus sindicatos eran el núcleo de la UP…Y la CUT trabajó duro para impedir cualquier contacto directo entre estos trabajadores —mayoritariamente del sector público de la economía— y los sectores organizados en los cordones”[8]

c) Constituyeron la negación práctica de la comprensión sociológica reduccionista de las clases, al reconocerse como clase explotada en la diversidad de sus distintas expresiones. Esto es, actuaron como “clase en general

(i) El mismo origen de los cordones, propio de Junio de 1972, demuestra un reconocimiento de la fracción agraria de clase obrera. En la zona de Melipilla existían grandes haciendas agrícolas susceptibles de expropiación (de acuerdo a los lineamientos establecidos por la Reforma Agraria). Sin embargo, el juez de la zona, Olate, se negaba a permitir la necesaria expropiación. Los trabajadores sin tierra se organizaron en Melipilla y comenzaron a luchar y presionar. En el contexto de una manifestación general, 22 dirigentes caen presos. A raíz de esto, la movilización de protesta se radicaliza (toma de la ciudad, cierre de accesos, barricadas, marcha a la capital):

“En el curso de la protesta, los trabajadores del área industrial vecina de Cerrillos se sumaron a sus compañeros rurales en lucha… De la lucha conjunta emergió una nueva forma de organización, forjada en el curso de las huelgas de Cerrillos, y que se autodenominaba "Cordón Industrial”[9]

Ésta, de hecho, no fue una alianza entre campesinos y obreros industriales (como postularía la sociología burguesa), sino la unificación práctica de distintas fracciones de la clase obrera[10]

(ii) En la reedición de los cordones de Junio-Julio de 1973, los nuevos “cordones” que se formaron incluían dentro de sí a sectores de la fracción improductiva de la clase obrera, junto a obreros por “condición” y no necesariamente por “posición”:
“Un nuevo Cordón en Santiago Central agrupó a funcionarios públicos y habitantes de edificios”)[11]
Los cordones, precisamente, actualizaban y ponían en práctica la premisa consejista-comunista de Paul Mattick:

“En cuanto al interés colectivo de los trabajadores, debe, para prevalecer, predominar sobre la competencia que se establece entre ellos…Todo esto se aplica al trabajo productivo como al improductivo…Cuando Marx habla del desarrollo de la conciencia de clase proletaria, lo hace sobre la base no ya de la distinción entre los dos tipos de trabajo, sino de los cambios que sobrevienen en las relaciones de clase al mismo tiempo que se mantiene la acumulación del capital y que, por este hecho aumenta la  división de la sociedad en dos grandes clases, mientras la masa de la población se proletariza progresivamente” (Paul Mattick, Marx y Keynes. Límites de la economía mixta)

(iii) Desde los sectores tradicionalmente no-organizados, los cordones buscaron la coordinación y unidad de la clase en tanto clase (como “clase en general”). Fueron más allá de lo particular-gremial:

“Lo que los cordones representaban era una alianza ente los trabajadores organizados y no organizados, la población de los barrios pobres, los trabajadores agrícolas y algunas organizaciones estudiantiles”[12]

(c) De acuerdo todo lo anterior, los cordones fueron la negación práctica de un cierto tipo de marxismo (gradualista y evolucionista). Este tipo de marxismo se apoyó (y aún se apoya) en extractos aislados de la obra de Marx como el siguiente:

“A medida que disminuye el número de los potentados del capital que usurpan y monopolizan todas las ventajas de este período de evolución social, aumentan la miseria, la opresión, la esclavitud, la degradación, la explotación, pero también la resistencia de la clase obrera creciente sin cesar y cada vez más disciplinada, unida y organizada por el mismo mecanismo de la producción capitalista. El monopolio del capital se convierte en una traba para el modo de producción que ha crecido y prosperado con él y bajo sus auspicios. La socialización del trabajo y la centralización de sus resortes materiales llegan hasta el punto que no pueden aguantar más en el entorno capitalista. Este entorno se rompe en pedazos. Ha sonado la hora de la propiedad capitalista. Los expropiadores son a su vez expropiados” (Karl Marx, El Capital) 

No, los cordones no constituyeron aquél tipo de contradicción inmanente mecánica, según la cual la misma forma de acumulación capitalista, al centralizar y concentrar la producción, conformaba el fundamento de un tránsito gradual “más allá del capitalismo”.  No, al emerger los cordones desde franjas trabajadores empleadas en fracciones no- monopolistas, al sostener la necesidad de la unidad de la “clase en general” (e.g. sumar al “proletariado agrícola”, a la fracción improductiva de la clase obrera –empleados públicos, al comprenderse como clase no sólo en función de una “posición” determinada, sino que también de una “condición” –cordones de que incluían a habitantes de edificios-), los cordones negaron en la práctica el etapismo y el gradualismo y recuperaron al Marx que más merece ser citado:

“El esclavo romano estaba ligado a su propietario por una cadena. El trabajador asalariado está ligado a su propietario por hilos invisibles. Sólo que su propietario no es el capitalista individual, sino la clase capitalista” (Marx,  El Capital)

 2) La gravitancia del ascenso obrero y expresión en sectores “no tradicionales”

Durante los dos paros patronales (Octubre 1972 y junio-julio 1973), se actualizó la tendencia a que los hospitales fueran tomados por sus trabajadores y continuaran en operación. Por ejemplo, en un contexto donde la UP y la misma CUT retiraron su llamado a la movilización de masas después de dos días de realizado el mismo (como en octubre 1972), un compañero sindicalista sostenía:

"A pesar de la huelga ordenada directamente por la derecha, las 600 mil personas por las cuales este hospital es responsable, verán que nosotros podemos ofrecer servicios mejores y más eficientes, trabajando junto a los comités de salud locales, que incluyen a personas de los distritos obreros"[13]

La cita es expresión de la tendencia mencionada, la cual demuestra que:

a) Sectores de la economía con pocos obreros en su proceso de producción[14] se incorporan a lucha desde una perspectiva clasista
b) Un sector de baja tradición obrera y clasista se suma a la lucha de manera decidida
c) Un sector que típicamente tiende a “polarizarse hacia la burguesía”[15] muestra elementos que fungen como contratendencia

3) Reconocimiento del enemigo/negación práctica del antimonopolismo

(I) Posición en la organización social del trabajo y efectos intra-clase de la lucha de clases

En el contexto del paro patronal de Octubre de 1972, ciertos funcionarios administrativos (de nivel medio-alto)  de una fábrica en Arica apoyaron la medida orquestada contra el gobierno y la clase obrera. Una vez este paro patronal fue eficazmente combatido por amplias fracciones obreras, el Ministro del Trabajo y dirigente de la CUT Luis Figueroa pretendió reincorporar a estos funcionarios “apatronados” e indemnizarlos íntegramente por el período de paro. Sin embargo, los obreros de la empresa se negaron. Discutieron acaloradamente con Figueroa y, cuando éste intentó imponer la medida por la fuerza, los mismos se tomaron la fábrica. Finalmente, la fuerza pública logró desalojarlos y hacer valer la medida. Ahora bien, este encadenamiento de hechos muestra que:

a) Los obreros de esa empresa reconocieron que, una posición de dirección y supervisión en el proceso de trabajo, es una estructuralmente distinta a propia de ellos mismos como clase[16]

b) La acción práctica de estos obreros fue consciente de que la “lucha de clases” (entre clases) tiene efectos intra-clase (en este caso, al interior de la clase obrera). En tanto estos trabajadores se negaron a aceptar como “iguales” (como parte de los suyos) a quienes tomaron una posición patronal en un momento decisivo de la lucha de clases, ellos fueron conscientes de la citada dimensión (constitutiva de las sociedades clasistas)

(ii) Las clases como extracción, condición y posición. Lucha contra la burguesía como un todo.

Durante el paro patronal de Octubre de 1972, los trabajadores de la tienda Bata, formaron comités de autodefensa, especialmente en barrios de clase media alta: 

"Nosotros formamos comités de autodefensa en cada local para repeler los ataques. Ya tuvimos que afrontar algunos ataques, particularmente en locales de barrios de clase media y alta. Pero nosotros no cerramos ni por un día siquiera. Estamos contra esta huelga, y cuando llegue el momento decisivo no vamos a ceder ante nadie. ¡Basta!"[17]

Con esta acción, estos elementos obreros fueron conscientes, en la práctica, de que la lucha relevante no era contra la “oligarquía”, unos pocos monopolios o incluso sólo contra los empresarios como tales. La lucha relevante era contra la clase dominante/explotadora, que como clase se explica por posición, condición y extracción. Es, de hecho, en lo que enfatizan Hal Draper y Perry Anderson:
  “…(la burguesía) es una penumbra social entorno al núcleo duro de capitalistas propiamente hablando, matizándose (oscureciéndose) en los diversos elementos sociales que funcionan como servidores o parásitos del capital sin ser propietarios ellos mismos de capital” (Hal Draper)
 “…está masa está típicamente compuesta…por la gama de grupos profesionales, administrativos y técnicos que disfrutan las condiciones de vida de los capitalistas mismos –todo aquello que por costumbre incluimos en el término “burguesía” en oposición a “capital”…” (Perry Anderson)

(iii) Producir sin patrones

En Mayo de 1973 un aserradero privado en Entre Lagos anunció un lock-out. 50 trabajadores de la empresa ocuparon la fábrica y declararon que ellos mismos, sin el patrón pero con ayuda de la comunidad, podían seguir operando la empresa. Así, se opusieron a la cogestión (obrero-patronal) propuesta por la CUT:
 "Nosotros pensamos que con el apoyo de toda la población de Entre Lagos, podemos derrotar a los que piensan que pueden usar el dinero del gobierno para construir fábricas para los patrones y simplemente dejar a los trabajadores de lado"[18]

Este caso nuevamente demuestra cómo ciertos elementos obreros visibilizaron, en la práctica, que lucha fundamental era contra los patrones en su conjunto, fueran estos pequeños, medianos o grandes. La contradicción central tenía un enemigo concreto: los patrones, y no la oligarquía, el imperialismo o unos pocos monopolios

4) Humanización del trabajo y socialismo como democratización de las decisiones propias de la esfera productiva

(i) En el contexto de las “tomas de fábrica” ocurridas durante el paro patronal de octubre de 1972, los trabajadores de Alusa, una fábrica de embalajes, declararon:

"La administración hizo un llamado a los trabajadores administrativos y ellos pararon de trabajar. Pero nosotros no podíamos permitirnos ser parte de esas maniobras. Los patrones no pueden venir a decirnos lo que debemos hacer… Así que abrimos los depósitos, sacamos las materias primas y simplemente continuamos produciendo: la producción aquí no paró en ningún momento. Y no vamos a parar ahora ni nunca. Nosotros vemos a la gente trabajando con verdadera alegría. Yo pienso que en pocos días nos hemos dado cuenta que lo que estamos defendiendo, es algo mucho mayor que un plato de comida"[19]

Cuando estos obreros decían ver que la gente ahora trabajaba con verdadera alegría, y que lo hacían por algo más que un mero plato de comida, los mismos definían tajantemente cómo el “producir sin patrones” contiene una dimensión inherente de “humanización del trabajo”. Estos obreros dotaban de real “sentido” al trabajo y transformaban en la práctica las relaciones sociales de producción intra-unidad productiva.

(ii) En varias ocasiones ciertos elementos obreros establecieron claramente que su objetivo era reapropiarse de las decisiones acerca de “cómo producir”, “quien produce”, “para quien se produce”, “qué se produce”, “cuánto se produce”. Actualizaron prácticamente la idea de que la democratización real solo puede ser obrera y clasista:

En el contexto de la oposición obrera al Plan Millas (de finales de 1972), los trabajadores del Cordón Panamericana-Norte, establecieron:

"¿Hasta dónde las personas de allá arriba van a continuar empeorando aún más las cosas? Esto está empezando a ponernos nerviosos, y avisamos que ninguna empresa será devuelta… de ahora en adelante permaneceremos en estado de alerta permanente para defender nuestro derecho de tomar las decisiones que determinen nuestras vidas"[20].

Asimismo, en la Carta de la Coordinadora de Cordones a Salvador Allende (5 de septiembre de 1973), los obreros fijaron claramente su posición sobre este punto:

“Los trabajadores sentimos una honda frustración y desaliento cuando su Presidente, su Gobierno, sus partidos, sus organizaciones, les dan una y otra vez la orden de replegarse en vez de la voz de avanzar. Nosotros exigimos que no sólo se nos informe, sino que también se nos consulte sobre las decisiones, que al fin y al cabo son definitorias para nuestro destino”

5) Independencia, centralización y coordinación

(i) Mientras gran parte de las organizaciones de izquierda seguían confiando en un gobierno que ya al asumir había renunciado en la práctica a cumplir con su mandato popular[21], uno de los primeros “lugares” desde los cuales emanó la necesidad de convocar a una “Asamblea Popular”, fue en el “Congreso de los trabajadores textiles” (mayo 1972). Esta convocatoria, que tuvo un eco práctico tres meses después (Asamblea popular de julio de 1972 en Concepción),  meramente actualizaba en la práctica el mismo programa por el cual había sido electo Allende (el programa establecía la necesidad de la asamblea del pueblo y la clausura del congreso, así como también ponía énfasis en la movilización por la base). Como puede verse, éste es un ejemplo de cómo, desde la base obrera, emergían interesantes intentos (independientes) de coordinación y centralización de las luchas

(ii) Terminado el paro patronal de Octubre de 1972, el 13 de noviembre 100 delegados de los Cordones se reunieron en la fábrica Cristalerías Chile para coordinar la lucha contra la devolución de las fábricas tomadas durante el paro. Esta amplia coordinación (“independiente” y con un objetivo claro de centralización de la lucha), fue ignorada, no sólo por el gobierno, sino que también por la gran mayoría de la izquierda. En palabras del presidente del cordón O’Higgins:

“La maquinaria de izquierda simplemente nos ignora… por eso los cordones tienen que cumplir la función de ayudar a conocerse mejor unos a otros, a entender las luchas particulares y a alcanzar conciencia de nuestro poder”[22]

(iii) Un ejemplo paradigmático de cómo la noción práctica de “Frente único obrero[23]-esto es, de la centralización y coordinación “de clase” de las luchas- es más fértil para los explotados en la lucha de clases que el mero frente político[24], se vio en 1973. En Junio de este año cristalizó el 1er Congreso de la UP. Realizado en el Teatro Municipal del Santiago, a este Congreso no acudió ningún líder partidario y sus declaraciones fueron de un elevado grado de abstracción (alejadas de la lucha de clases concreta). Contrastantemente, a partir de mayo de ese año los trabajadores realizaron masivos congresos por rama. A partir de mayo existieron 3 Congresos, los cuales abarcaron el sector textil, el maderero y el pesquero.  

6) Alianzas de los explotados con hegemonía obrera

(i) Batalla en constitución (mayo 1973)

El 21 de febrero la población de la zona de Constitución se reunió en una Asamblea del Pueblo para intentar abordar los problemas de los pobladores, trabajadores agrarios y trabajadores urbanos. Dos meses después la asamblea volvió a reunirse; en esta ocasión, se demandó la renuncia del gobernador regional, quien bloqueaba todo intento de solución a los problemas identificados por la Asamblea. Al alero de esta reunión se generó una movilización que terminó con la ciudad bajo control de la Asamblea, verdadera representante de los 25 mil habitantes de Constitución. Emergieron barricadas que cortaron los accesos, comités de salud y coordinaciones para que cristalizara una movilización efectiva y ordenada. Finalmente, el 11 de mayo Allende atiende a la demanda principal de la Asamblea: el gobernador es destituido. Esta movilización es interesante de recordar porque:

“Esa lucha ocurrió en una ciudad provinciana sin ninguna tradición de lucha. Eso muestra el nivel de conciencia de los trabajadores chilenos en aquel período…. Las divisiones sectoriales y los sectarismos existentes en la cúpula de la UP y de la CUT, fueron superados a nivel de las bases, en la medida que los trabajadores se organizaban conjuntamente para enfrentar problemas específicos”[25]

(ii) Congreso en el teatro del pueblo en Osorno (agosto 1973)

En agosto de 1973 en Osorno, los colectivos, coordinaciones y organizaciones del lugar se reunieron en el “Teatro del Pueblo”, orientados y dirigidos por el cordón industrial local. Su primera medida fue la publicación de un programa. En este:

a) Establecían la necesidad del restablecimiento del control obrero de la ciudad,
b) Propugnaban la acusación del proceso de expropiación de fábricas,
c) Otorgaban el apoyo a las luchas de los mapuche por la tierra,
d) Proponían la reorganización del servicio de salud bajo control obrero y
e) Cursaban una invitación a los soldados rasos a desertar y sumarse a los trabajadores

En ambos casos, tanto en Constitución como en Osorno, se formaron acuerdos entre fracciones explotadas y depauperadas bajo una hegemonía obrera clara y con objetivos que, si bien tenían niveles de profundidad diferentes, siempre apuntaron al desarrollo de la lucha obrera, a la autonomización por la base y a la necesaria independencia de clase (que demandaba una coyuntura designada como “potencialmente revolucionaria” por Glauser)

Conclusión

En este escrito hemos intentado demostrar tres cosas. Primero, que la idea de los “saltos de conciencia de clase” (sugerida por Agacino), modificada de la manera que hemos propuesto, es fértil a la hora de interpretar los “ciclos de lucha de clases”. Esto porque los mentados “ciclos” de hecho se componen de “fases acumulativas” y “momentos de ruptura”. El núcleo racional de la idea de “saltos de consciencia de clase”, en tanto designa una realidad material determinada, esto es, los momentos específicos en que las contradicciones materiales se agudizan y se hacen más evidentes a ojos de los mismos actores, de hecho apunta a la realidad de aquellos “momentos de ruptura”. Segundo, se ha intentado mostrar que este núcleo racional (“saltos de consciencia de clase”) sólo gana fertilidad, vigor y coherencia, cuando se lo inscribe en un marco que comprende un proceso “acumulativo” previo. En nuestro caso, la “fase acumulativa” que explica el  “momento de ruptura” (1972-1973), estuvo signada por un alza en la sindicalización, en la actividad huelguística y en las expropiaciones (fase acumulativa que comienza aproximadamente en 1965). Tercero, y último, intentamos ilustrar mediante indicadores aproximativos ciertos rasgos esenciales de este “momento de ruptura”. Es claro que el mismo no fue lo suficientemente profundo como para constituir un “poder dual” (paralelo al Estado capitalista); sin embargo, el mismo fue de hecho un “momento de ruptura” y no una mera defensa del “gobierno popular”:

“Este persistente apoyo de los trabajadores, en el que la Unidad Popular quiere ver la prueba de su propio carácter “revolucionario” y el “marxismo-leninismo” el efecto de la “hegemonía ideológica del revisionismo en el seno de las masa”, no era ciertamente ni lo uno ni lo otro…Sino que era el elemental instinto de conservación de una clase obrera carente a esas alturas de toda conducción política positiva y que no podía pues sino volverse hacia la única dirección efectiva que había podido probar en la realidad…Pero no porque esa dirección fuese revolucionaria, sino porque encarnaba en el Gobierno la defensa de lo ya conquistado. Ni tampoco porque la masa de los obreros fuese convencidamente “revisionista” y no quisiese ir más allá de ciertas limitadas reformas, por lo demás ya sobrepasadas en los hechos; sino porque no tenía otra alternativa práctica”[26]

Si para Glauser el “momento de ruptura” se enmarca en este contexto, para los mismos obreros de los Cordones Industriales, la cuestión iba incluso más allá:

“Por todo lo planteado, compañero, nosotros los trabajadores, estamos de acuerdo en un punto con el señor Frei, que aquí hay sólo dos alternativas: la dictadura del proletariado o la dictadura militar” (Carta de la Coordinadora de Cordones a Salvador Allende, 5 de septiembre de 1973)


Manuel Salgado (enero 2014)











[1] La filiación consejista que le reconocemos a la idea de la existencia “saltos de consciencia de clase”, tiene que ver también con el hecho de que esta corriente teórico-práctica pone énfasis  en los momentos de crisis como fundamentales para la actuación revolucionaria espontánea de las “masas”
[2] Ver, por ejemplo, el siguiente artículo del compañero Loren Goldner, parte de la corriente  de la “izquierda comunista”: http://insurgentnotes.com/2010/06/historical_moment/
[3] Citado en “Allende’s Chile: the politcial economy of the Unidad Popular” (Stefan de Vylder, 1974)
[4] Tendencia descendente de la tasa media de ganancia
[5] Para la crítica a la conceptualización de esta “fase” latinoamericana ver: “American underdevelopment: an interpretative essay on historical change” (Frederik Stearton Weaver, Latin American Perspectives, 1976); “Unity and diversity in Latino american History” (Ian Roxborough, Journal of Latin american studies, 1984); “Problemas y perspectivas de la teoría de la dependencia” (Agustín cueva, 1974)
[6] Chile 1972-1973: Revolución y contrarrevolución (Mike González, 1974)
[7] De acuerdo a las cifras que encontramos en “Allende’s Chile: the politcial economy of the Unidad Popular” (Stefan de Vylder, 1974)
[8] Chile 1972-1973: Revolución y contrarrevolución (Mike González, 1974)
[9] Chile 1972-1973: Revolución y contrarrevolución (Mike González, 1974)
[10] El marxismo siempre ha reconocido la existencia de la fracción agraria de la clase obrera. Ejemplos hay muchos: a) Marx entendía que la fracción “estancada” del ejército industrial de reserva –y el EIR era parte de la clase para Marx- se componía mayoritariamente de trabajadores desempleados del agro; b) Una de las tesis más fértiles de Lenin, dice relación con su énfasis en la existencia de obreros y capitalistas en el agro ruso (esta tesis fue desarrollada en el curso de su debate con los populistas rusos, quienes argumentaban sobre la pureza y viabilidad de un campesinado “anterior” al capitalismo); c) Una de las primeras expresiones históricas de una clase obrera propia del mpc , es de hecho el proletariado agrícola inglés, como vuelve a enfatizar majaderamente en los 1970s el historiador marxista inglés Robert Brenner
[11] Chile 1972-1973: Revolución y contrarrevolución (Mike González, 1974)
[12] Chile 1972-1973: Revolución y contrarrevolución (Mike González, 1974)
[13] Chile 1972-1973: Revolución y contrarrevolución (Mike González, 1974)
[14] En el entendido que la producción hospitalaria es un “servicio” en el cual solo cierta fracción de los participantes en el mismo tienen una posición en la organización social del trabajo que no es de dirección y organización (e.g. camilleros, enfermeros, etc)
[15] No por nada en el sector de la producción hospitalaria pudo constituirse un gremio cuyo presidente estableció en 1973: “Por supuesto que la gente morirá por falta de asistencia médica –en una guerra uno tiene que matar” (en respuesta a una pregunta de un entrevistador televisivo que inquiría acerca de si la decisión del Gremio médico de suspender incluso las tareas de emergencia en todos los hospitales tendría como resultado que mucha gente muriera) (Eduardo Cruz Mena, presidente del gremio médico, Agosto de 1973)

[16] Guglielmo Carchedi caracteriza a estas posiciones como “no-productores”; Erik Olin Wright habla en cierto momento de los “poseedores de bienes de organización”; una lectura marxista filtrada por Lenin entendería que, si estas posiciones cumplen la función del capital en el proceso de producción (la función de explotación), en ningún caso podrían ser “obreras” (sino, más bien, burguesas o con polarización burguesa)
[17] Citado en: Chile 1972-1973: Revolución y contrarrevolución (Mike González, 1974)
[18] Citado en: Chile 1972-1973: Revolución y contrarrevolución (Mike González, 1974)
[19] Citado en: Chile 1972-1973: Revolución y contrarrevolución (Mike González, 1974)
[20] Citado en: Chile 1972-1973: Revolución y contrarrevolución (Mike González, 1974)
[21] Por la cuestión del “Estatuto de garantías” que los parlamentarios DC hicieron firmar a Allende, si es que éste deseaba tener los votos suficientes para poder ser nombrado presidente por esta instancia “representativa” (recordemos que la Constitución de 1925 no incluía segunda vuelta y que el Parlamento nombraba tradicionalmente al candidato que en elecciones obtenía la mera mayoría simple). El estatuto de garantías impedía cambios sustantivos en las FFAA, la Iglesia, los medios de comunicación y la educación.
[22] Citado en: Chile 1972-1973: Revolución y contrarrevolución (Mike González, 1974)
[23] Idea de filiación trotskysta
[24] La idea del Frente único Obrero se contrapone a la noción de “frente político” con la cual opera actualmente la Facción trotskysta del Secretariado Unificado. Herederos de Mandel, estos trotskystas proponen la constitución de “partidos anticapitalistas amplios”; un ejemplo de este tipo de partidos es el NPA francés, el cual tiene ligazones con el PS y terminó apoyando a Hollande en su momento. Ver: http://www.wsws.org/en/articles/2014/01/13/npac2-j13.html y http://www.permanentrevolution.net/entry/2730 
[25] Chile 1972-1973: Revolución y contrarrevolución (Mike González, 1974)
[26] “Vamos parando el chamullo” (Kalki Glauser, 1977)

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