martes, 7 de mayo de 2013

Apuntes sobre la noción de Revolución (IV. Anderson, Nygaard, Vilar)


1.      La noción de revolución burguesa en Marx (Perry Anderson, 1983)

Si todo esto nos es suficientemente conocido, menor atención se le ha prestado, en cambio, al hecho de que, desde los últimos años cincuenta hasta el final de los años sesenta, Marx y Engels fueron testigos directos de una vasta oleada de ataques a las estructuras políticas absolutistas o precapitalistas; ataques que fueron conducidos con éxito, utilizando la fuerza de las armas, no sólo en Europa sino también en Norteamérica y en el Extremo Oriente. Por supuesto, me estoy refiriendo al triunfo del «Risorgimento» en Italia; a la unificación de Alemania bajo la égida de Bismarck; a la victoria del Norte industrial sobre el Sur esclavista en la Guerra Civil americana; a la violenta caída del reinado Tokugawa en Japón, que ha pasado a la historia con el nombre de Restauración Meiji. Todas estas imponentes sublevaciones de la segunda mitad del siglo XIX han sido consideradas, desde una mirada retrospectiva, por los historiadores marxistas de los países en que se desarro llaron -Italia, Alemania, Estados Unidos y Japón-, como momentos decisivos de la revolución burguesa en sus respectivos países; y hasta sus colegas no marxistas o antimarxistas, no importan las etiquetas, quisieron ver en esos levantamientos populares los inicios del proceso de formación del Estado moderno o los orígenes del orden político actual, en el seno de sociedades entre las que se encuentran las tres economías capitalistas más avanzadas de nuestro tiempo, la americana, la japonesa y la alemana.

Sin embargo, y es una cosa difícil de entender, estas mismas convulsiones políticas fueron muy poco estudiadas por Marx y Engels, que, de hecho, casi no le dieron relevancia alguna en sus escritos.

 Pero su relativa indiferencia respecto al «Risorgimento» italiano, la incomprensión que mostraron en cuanto a su naturaleza y significado -demasiado evidente, por ejemplo, en el desafortunado artículo de Engels Po y Reno, donde el autor acaba casi por ponerse del lado de la reacción austríaca en la península- son, sin duda, mucho más curiosas. Igual de desconcertante, si no más, es la poca consistencia del análisis que dedicaron al proceso de unificación de Alemania, su propio país. Marx no nos dejó ningún texto mínimamente significativo al respecto. Sólo Engels, un poco después de la unificación, escribiría El papel de la fuerza en la historia, un ensayo bastante penetrante. En definitiva, si bien es cierto que Marx y Engels se interesaron, de manera apasionada, por la Guerra Civil norteamericana, a diferencia de lo que hicieron con los otros tres grandes conflictos que antes he mencionado, no se puede decir realmente que sus juicios sobre la misma se distingan por su agudeza política o por su capacidad de comprensión histórica.

Baste recordar las alabanzas, del todo acríticas, tributadas a Lincoln, saludado por Marx como «el más eminente hijo de la clase obrera norteamericana», un título que -más allá de los méritos que se puedan atribuir a este político, burgués por excelencia- él mereció menos que ningún otropodríamos concluir que Marx y Engels no fueron conscientes del alcance y significado de las revoluciones políticas que efectivamente se produjeron en su tiempo, un período que inauguraba una nueva época en la historia del capitalismo, preocupados como estaban por las posibilidades de otro tipo de revoluciones

 Y es que, contrariamente a lo que se pudiera pensar, la noción de «revolución burguesa» -que, posteriormente, los marxistas han aplicado a aquellos acontecimientos- apenas podemos encontrarla en los trabajos de Marx, al menos formulada exactamente en estos términos y a tutte lettere. No la hallaremos, por ejemplo, en el Manifiesto del Partido Comunista, el texto en el que, más que en ningún otro, esperaríamos encontrarla. En muchos sentidos el Manifiesto es un auténtico himno a la vocación revolucionaria, a escala mundial, de la burguesía: pero esta vocación es entendida esencialmente en términos de impacto económico de la gran industria capitalista y de expansión del mercado mundial, y no de violenta ofensiva política de la burguesía contra el Ancien Régime o contra los estados del ordenamiento feudal. Si Marx no utiliza casi nunca, de forma exacta, la expresión «revolución burguesa», Engels, en cambio, sí lo hace, al menos ocasionalmente, aunque en ningún momento intenta construir, respecto a la misma, sistematización teórica alguna

la citada expresión, en sus términos exactos, no fue de uso corriente hasta finales del siglo XIX. De hecho, fue el movimiento revolucionario ruso quien, con los escritos de Plejanov y de Lenin, le dio por primera vez un lugar establecido en el vocabulario marxista. Esa noción asume su forma definitiva precisamente en el movimiento obrero ruso por razones esencialmente políticas y estratégicas. Plejanov y Lenin, en efecto, tuvieron que distinguir la revolución que se estaba avecinando en el Imperio zarista, de los proyectos de los «Narodniki». Éstos propugnaban una revolución directa y completamente socialista, porque estaban convencidos de que Rusia podía saltarse todas las fases de la dominación capitalista y alcanzar así, directamente, desde las condiciones feudales existentes en el campo, una forma más o menos campesina de comunismo.
Contra esta ilusión Plejanov y Lenin insistieron, durante largo tiempo, en afirmar que la inminente revolución sería burguesa, no proletaria, una hipótesis que, como sabemos, la historia no confirmó, al menos en estos términos tan rotundos y explícitos.

las primeras elaboraciones teóricas del concepto de «revolución burguesa» fueron el fruto de un análisis centrado en los problemas de la revolución proletaria que -no habría necesidad de decirlo para un pensador como Lenin constituían la preocupación principal. Por tanto, la idea de revolución burguesa surgió esencialmente desde una definición negativa de revolución proletaria y no por lo que en sí misma representaba.

el concepto no fue considerado digno de ser objeto de desarrollo teórico; por otra, el concepto fue reconstruido mediante una especie de proyección retrospectiva, cuyo modelo lo constituía la revolución proletaria.

Por analogía, a partir de aquí, la revolución burguesa se concibió como una colisión, igualmente directa, entre la clase de los propietarios terratenientes feudales y la naciente burguesía industrial

Es importante hacer notar que en aquel período no existía todavía una historiografía marxista, en el sentido que actualmente se le atribuye a este término. Sólo a partir de los años cuarenta y cincuenta de este siglo empezaron a nacer escuelas de historiadores marxistas en sentido estricto. Una característica común de estas escuelas es que centran sus intereses en la investigación de aquellos acontecimientos del propio pasado nacional que pudieran ser identificados con la revolución burguesa de sus respectivos países

…cuando estos historiadores empezaron a estudiar la Guerra Civil inglesa, la Revolución Francesa o la Restauración Meiji, no pudieron dejar de registrar una larga serie de anomalías y de desviaciones del presunto modelo de lo que habría debido ser una revolución burguesa…se reveló que era muy difícil individualizar, en una clase inequívocamente burguesa y portadora directa del modo de producción capitalista en fase ascendente, el sujeto histórico principal de aquellas insurrecciones.

 el historiador conservador inglés Hugh Trevor-Roper negó de manera absoluta que la Guerra Civil inglesa del siglo XVII fuera una «revolución burguesa», sosteniendo que, en aquel conflicto, el papel central fue protagonizado por un estrato de la pequeña nobleza agraria en declive y que, realmente, para la Guerra Civil inglesa no era ni siquiera apropiado el uso del término «revolución»…En Francia es bien conocida la postura adoptada por historiadores como Alfred Cobban, François Furet, Denis Richet y otros, que rechazan cualquier intento de aplicación de la noción de revolución burguesa a los acontecimientos que se iniciaron en 1789, basándose en que, por una parte, los que ocupaban posiciones destacadas en la Convención no procedían de la clase manufacturera o industrial, y por otra, en que, después de la caída de la monarquía, en Francia se produjo una ralentización, más que una aceleración, del desarrollo del capitalismo. Y la historiografía marxista, en su conjunto, no ha conseguido ofrecer una respuesta convincente a este tipo de objeciones.

 En vez de examinar primero los particulares episodios insurreccionales, nación por nación, para intentar después someterlos a verificación y confrontarlos con un modelo puro de lo que se presupone que es una revolución burguesa -con el resultado de encontrar inevitablemente un conjunto de anomalías y discrepancias en cada caso particular-, me parece más adecuado proceder en el sentido exactamente opuesto…comenzar tratando de definir la estructura formal y los límites de una revolución burguesa en general, antes de pasar al examen de cada uno de los distintos escenarios, o, en otras palabras, intentando construir el concepto de revolución burguesa antes de proceder al estudio de sus particulares manifestaciones históricas.

Creo poder sostener que, si procedemos de esta manera, seremos capaces de descubrir que las especificidades de aquella cadena de grandes convulsiones sociales, que los historiadores marxistas han definido como revoluciones burguesas, no representan una simple suma de anomalías y discrepancias, que resaltan la distancia existente entre concepto y realidad en una epistemología empirista, sino más bien constituyen variaciones inteligibles en el interior de un mismo campo.

la Revuelta de la Países Bajos en el siglo XVI, la Guerra Civil inglesa en el siglo XVII, la Guerra de Independencia norteamericana y la Revolución Francesa del siglo XVIII; el «Risorgimento» italiano, la unificación de Alemania, la Guerra Civil americana y la Restauración Meiji del siglo XIX. Intentamos hallar un fundamento conceptual capaz de reagrupar, en el seno de una unidad histórica inteligible, episodios tan diversos como los mencionados, que se sucedieron a lo largo de un período de cuatro siglos.

Tomando prestado un término de Althusser, pero sin obligarme por ello a utilizarlo plenamente en su misma acepción, es mi intención considerar estos cuatro elementos como las características constitutivas de lo que podríamos definir como la necesaria -no contingente- sobredeterminación de cualquier revolución burguesa.

El capitalismo, como nuevo sistema económico, se desarrolló entre los intersticios del feudalismo; la burguesía, como nueva clase social, emergió del interior del sistema de la monarquía absoluta. La relación entre feudalismo y capitalismo es, en este sentido, fundamentalmente distinta de la que existe entre capitalismo y socialismo, ya que el socialismo no tiene ninguna forma determinada de existencia histórica, como modo de producción, antes de la conquista del poder político por parte de la clase obrera…

la base objetiva de la coexistencia entre feudalismo y capitalismo, en el seno de formaciones sociales en transición, vino representada por su común definición de sistemas de propiedad privada. Por supuesto la propiedad feudal y la propiedad capitalista son fenómenos muy distintos pero, para los fines que nos hemos propuesto en nuestra investigación, el dato central es que


1)      Podemos definir todo esto como la sobredeterminación de las revoluciones burguesas desde arriba.
…en el proceso de desarrollo de cualquier revolución burguesa que tomemos como objeto de nuestro análisis, debe existir siempre la posibilidad de que burguesía y nobleza convivan y prosperen de manera pacífica y de que, en cuanto clases sociales, entretejan una sutil red de intercambios recíprocos. Dicha posibilidad queda, en cambio, absolutamente excluida en la esfera de las correspondientes relaciones entre burguesía y proletariado.

2)      la sobredeterminación de las revoluciones burguesas desde abajo.
la transición del feudalismo al capitalismo no supone nunca una simple relación entre nobleza o aristocracia, por un lado, y burguesía por el otro. En efecto, el feudalismo, en cuanto modo de producción, implica necesariamente la existencia de otra clase: los campesinos, de cuyo trabajo toda aristocracia terrateniente obtiene sus riquezas y su poder social; por su parte, el capitalismo implica, también necesariamente, la existencia de otra clase: los obreros, de cuyo trabajo la burguesía extrae la plusvalía

Con todo esto quiero hacer notar que ninguna revolución burguesa puede consistir simplemente en un enfrentamiento entre nobleza y burguesía ya que su estructura formal siempre implica una relación a cuatro bandas antes que bilateral. En otras palabras, la presencia difusa de clases populares -sean de la ciudad o del campo- en el proceso de desarrollo de las revoluciones burguesas, no es ni accidental ni extrínseca.

para Marx el capital, en cuanto propiedad privada de los medios de producción manufacturera o industrial, viene siempre tendencialmente definido por su grado de concentración, lo que quiere decir que tiende a convertirse en el atributo de un número siempre más restringido de grupos sociales a medida que avanza el proceso de acumulación del capital mismola esfera pura y simple del capital, entendido en sentido estricto, o de los propietarios de los principales medios de producción, es siempre demasiado reducida para actuar como fuerza autónoma en el ámbito de la lucha de clases. Para entrar en la escena política debe, por esta razón, dotarse de una fuerza gravitacional, de una masa de maniobra, en cierto sentido externa a ella. Esta masa se compone típicamente de una completa gama de grupos profesionales, técnicos y administrativos, esto es, de todo lo que habitualmente se incluye en el término burguesía, cuando se usa como concepto opuesto al de capital en sentido estricto. Por otro lado, esta misma burguesía no tiene una frontera claramente delimitada que la separe por abajo de los estratos de la pequeña burguesía, ya que la diferencia entre estas dos clases es a menudo más cuantitativa que cualitativa. Baste pensar, por ejemplo, en las figuras del pequeño empresario o del pequeño contratista….La burguesía, por tanto, se distingue netamente, como clase histórica, tanto de la nobleza como de la clase obrera.

3)      Todos estos elementos pueden incluirse en la definición de sobredeterminación de las revoluciones burguesas desde el interior.

Sin embargo, podemos decir que la aristocracia viene típicamente definida por una condición de derecho en la que habitualmente se combinan privilegios jurídicos y títulos civiles….la clase obrera, por muy diversos que sean sus componentes…se caracteriza, en su conjunto, por el trabajo manual que se desarrolla en el ámbito urbano….la burguesía, como grupo social, no posee ninguna forma similar de unidad interna: es una clase que, por naturaleza, tiene una estructura irregular.

4)      Podemos clasificar este último fenómeno bajo la definición de sobredeterminación de las revoluciones burguesas desde el exterior

En cuarto y último lugar, el capitalismo, como modo de producción, para imponerse en un determinado espacio territorial, necesita de la existencia de un Estado nacional. Por ello toda burguesía nace, por definición, como enemiga potencial de cualquier otro Estado o, en general, de cualquier otra clase dominante extranjera, sea ésta feudal o capitalista.
No puede existir ninguna revolución burguesa en cuyo curso la presencia y la presión de semejantes fuerzas externas no sean observadas en el seno del proceso mismo de insurrección.

se encuentra en la propia naturaleza de las revoluciones burguesas el ser desnaturalizadas. No corresponden nunca al proyecto lineal de un sujeto histórico identificable con una clase determinada. Más bien son una estructura que se presenta siempre compleja e irregular. La excepción es la regla. En este sentido podemos decir que toda revolución burguesa, sin excepción, nace bastarda.

Esta idea está tomada de Para Leer el capital de Althusser/Balibar. En este texto los autores franceses definen el centro estructural mismo como “ausencia”, siempre a través de una suerte estructuralismo lacaniano. Ver cómo este tipo de epistemología supone un nominalismo intrínseco (incluso uno exagerado). Esto porque elimina toda positividad en la determinación del centro estructural. Por el contrario, nuestro concepto de núcleo estructural, sí posee una positividad (derivada de ciertas relaciones sociales y procesos esenciales) intrínseca. En este sentido, Anderson cae preso del formalismo de Althusser/Balibar. Una solución de este problema es presentado tanto por Callinicos como por Davidson (las revoluciones burguesas serían tanto causa como consecuencia del desarrollo del capitalismo en sus distintas fases). Ahora, Anderson sólo adopta por una cuestión de forma (y se diría que casi estilística) la “ausencia” althusseriana; nosotros proponemos que sus tesis sustantivas de hecho pueden incorporarse sin demasiada modificación en un marco como el propuesto por Davidson

En primer lugar, la persistente y amplia presencia de clases rurales, antes que urbanas, al frente de tantas revoluciones definidas como burguesas por los marxistas. En efecto, se puede sostener que las revoluciones inglesa, norteamericana, italiana, alemana y japonesa fueron todas dirigidas por distintas clases vinculadas de alguna manera al campo, si bien en cada uno de estos casos las relaciones de uso y disfrute de la tierra eran diferentes. La pequeña nobleza agraria inglesa, por ejemplo, en el momento del estallido de la Guerra Civil, estaba sufriendo un proceso de transformación hacia una forma relativamente avanzada de capitalismo rural; los colonos americanos propietarios de tierras, un siglo después, eran plenamente capitalistas en una determinada área geográfica si bien, en otra, utilizaban mano de obra esclava; los junkers prusianos estaban viviendo, desde el tiempo de la Reforma, una rápida evolución hacia un tipo de propiedad capitalista muy particular, aunque se mantenían importantes mecanismos de control feudal sobre los trabajadores; los samurais japoneses que realizaron la Restauración Meiji estaban ligados a una economía rural de carácter bastante más clásicamente feudal. En cada caso, para estas clases agrarias de origen precapitalista, la posibilidad de desarrollar un papel en las revoluciones que, posteriormente, han sido definidas como burguesas, dependía de la transformación de un tipo de propiedad privada en otro, esto es, de propiedad feudal a propiedad capitalista.

Criticar la asunción de la existencia de feudalismo en tierras yanquis

en ninguna de las insurrecciones mencionadas se registró nunca una expropiación de tierras nobiliarias por parte de la burguesía. En ningún caso las clases aristocráticas perdieron, de una sola vez, todas sus tierras o su poder por efecto de una revolución burguesa: esto es cierto incluso para la Revolución Francesa que, a diferencia de las arriba citadas, no fue, en efecto, una insurrección dirigida por la nobleza sino precisamente una revuelta dirigida contra la misma.

la constante intervención y actuación de las masas populares -campesinos, trabajadores a domicilio, artesanos, obreros- en todas estas revoluciones. Baste pensar en la función de detonador que, en la Revuelta de los Países Bajos, tuvieron los grandes tumultos populares iconoclastas; en la explosión del movimiento de los Levellers en la Guerra Civil inglesa; en la insurrección de los campesinos y de los sans-culottes en la Revolución Francesa; o también en los indefinidos tumultos que acompañaron la Restauración Meiji en el Japón.

Retener la inclusión de la revolución holandesa (y notar la participación popular en ella…investigar esta cuestión). Retener la afirmación de la participación popular en la revolución burguesa japonesa

En tercer lugar se debe destacar el papel curiosamente marginal o periférico que desempeñó la burguesía industrial en la mayor parte de las grandes convulsiones revolucionarias…. la única revolución burguesa clara e inequívocamente guiada por una burguesía urbana, fue la primera, la holandesa, la más precoz y la menos madura de todas. Fue la única en dar vida, después de su victoria, a un Estado exclusivamente burgués, si bien es cierto que aquella burguesía era cualquier cosa menos industrial….la Guerra Civil americana es un episodio crucial en la cadena de las más importantes revoluciones burguesas, entonces nos encontramos con otro supuesto en que una burguesía, esta vez verdaderamente industrial, dirige una lucha revolucionarialos resultados de la Guerra Civil americana fueron quizás más limitados que los de cualquier otra revolución, puesto que, entre ellos, no podemos registrar ni siquiera el establecimiento, en el Sur, de un sistema generalizado de relaciones de trabajo asalariado libre ni, mucho menos, de una estructura política más democrática.

Criticar esta concepción sobre la guerra civil americana que la comprende como una revolución burguesa dirigida por una clase capitalista industrial, pero que no desarrolla el capitalismo. Anderson apoya su argumento en dos cuestiones: a) la inexistencia de trabajo asalariado libre en el sur después de la guerra civil; b) la inexistencia de una estructura política más democrática. Ambos elementos se derivan de premisas erradas. En el caso del trabajo asalariado, Anderson trabaja con una noción amarxista de trabajo asalariado obrero, ya que asume la libre voluntad individual ilustrada como propia del mismo. Anderson es incapaz de entender que la libertad del trabajador asalariado, correctamente entendida, es sólo una desposesión con respecto a los medios de producción, junto a una desadscripción de la tierra por parte del campesino. Incluso la movilidad del trabajo frente a “capitales particulares” es una movilidad que es función del mismo capital social total, una movilidad determinada por las tendencias de inversión/acumulación de los capitalistas. Es que la libertad del obrero frente al capital particular (cara a Chattopadhyay), es una muy limitada sino inexistente. En todo caso, la realidad que prima sin discusión es la esclavitud del trabajador frente al capital social total. Además, Anderson “tipifica” erradamente el mpc; olvida que en muchas ocasiones éste puede funcionar con mano de obra no-libre (como sugiere Brass). En segundo lugar, Anderson prejuzga el carácter democrático de las revoluciones burguesas. Este es un resabio de la deformación estalinista del concepto de revolución burguesa. Ninguna revolución burguesa ha sido democrática en sus consecuencias; los avances democráticos sólo han existido en ellas a través de la expresión efímera y no duradera de las clases populares. De hecho, la democracia sólo fue conseguida en occidente a través de la larga batalla de las clases trabajadoras (Therborn menciona muchos ejemplos: el sufragio universal masculino solo existió a partir de 1871 en Francia, en Inglaterra sólo en los 1920s, en estados unidos la igualdad civil formal solo existe a partir de 1970, etc)

En cuarto lugar, ningún fenómeno, en el proceso de realización de todas estas revoluciones, es más sorprendente que la universalidad del conflicto nacional y la expansión imperial. La revuelta de los Países Bajos nace como una rebelión directa contra el dominio español y se acaba con la conquista de un imperio colonial en Asia. La revolución inglesa se consolidó con las guerras contra Holanda, con las campañas de exterminio en Irlanda y con la conquista de Jamaica. La de los Estados Unidos se autodefinió directamente como una guerra de independencia contra Inglaterra. La francesa abrió paso a veinte años de conflictos militares con los viejos regímenes europeos y contra la hegemonía internacional de Gran Bretaña.

Las revoluciones alemana e italiana se realizaron a través de guerras contra Francia y Austria. La japonesa se llevó a cabo contra las presiones de las potencias occidentales, principalmente de los Estados Unidos, y en directo antagonismo con ellas, como vinieron a demostrar las expediciones japonesas de expansión en Formosa y Corea.

Si hacemos balance de los resultados conseguidos por todas estas revoluciones, lo que nos aparece es claramente su carácter profundamente incompleto. La única tarea histórica que llegaron a realizar, de manera plena, fue la construcción de un Estado nacional.

Esta es una nueva formulación errada. Las revoluciones burguesas, bien entendidas, nunca tuvieran otra tarea que cumplir que el desarrollo del capitalismo; en este sentido son transformaciones sociales y estatales que llevan a una mayor afirmación del mpc. De esta manera, vemos que Anderson construye su revolución burguesa “ausente”, no sólo en función de una epistemología althusseriana equivocada, sino que también a partir estalinista que concibe la necesidad de tareas históricas a cumplir por las revoluciones burguesas

En el terreno social, ninguna de estas revoluciones destruyó la propiedad agraria de las clases aristocráticas o esclavistas preexistentes, ni mucho menos realizó, en todo el territorio nacional, una reforma agrariaen general, lo que se produjo fue un gradual proceso de amalgama o de confluencia entre las antiguas clases nobiliarias o exfeudales y las clases burguesas de más reciente formación, con la conversión de las primeras a las formas y a los métodos de explotación propios de las segundas, y con la asimilación, por parte de éstas, de las formas de vida y pensamiento características de aquéllas.

En el plano político, no hubo nunca una revolución burguesa que instaurara un Estado en algún modo similar a la democracia representativa capitalista que hoy conocemos. Las revoluciones holandesa e inglesa no modificaron, en efecto, los criterios preexistentes de estrecha limitación del derecho al sufragio. Los Estados Unidos de los Padres fundadores no tocaron la institución de la esclavitud. La revolución en Francia desembocó en la dictadura militar y en la restauración monárquica. Las de Alemania, Italia y Japón dieron vida a diversos tipos de Estado fuertemente autoritarios que, posteriormente, se convirtieron al fascismo sin proceso alguno de ruptura en el plano interno….Sólo las revoluciones holandesa y americana acabaron con el régimen monárquico pero, en ambos casos, las dinastías que reinaban no eran autóctonas sino extranjeras. Las revoluciones más modernas, en Alemania, Italia y Japón, estuvieron realmente conducidas bajo banderas regias y en presencia de una intensificación, no de una disminución, de la ideología monárquica.

Repetir crítica

estas grandes revoluciones burguesas se caracterizan, como de hecho ya hemos señalado a lo largo del texto, por su dinámica ordenada y regular. En efecto, resulta evidente que la posición cronológica que ocupó cada revolución no fue indiferente a su naturaleza.

1)       En la primera el capital es esencialmente, o en gran medida, mercantil o agrícola, lo que quiere decir que estamos todavía en la época precedente a la Revolución Industrial. Esta fase incluye las experiencias de las revoluciones holandesa, inglesa, americana y francesa, y se extiende del siglo XVI al XVIII. En este período la burguesía preindustrial consigue agrupar en torno suyo, sin encontrar grandes dificultades, a las clases populares ya que casi siempre son posibles las alianzas sociales y políticas entre los núcleos de capitalistas urbanos o rurales y las masas campesinas o artesanas.

En el plano ideológico, casi todos los valores ideales de libertades burguesas nacieron precisamente al calor de estas insurrecciones y fueron forjados sobre todo en la época de las revoluciones inglesa, americana y francesa. Pero el punto verdaderamente esencial de este primer tiempo de las revoluciones burguesas es la conexión, que se puede claramente distinguir en cada una de ellas, entre lo que podríamos llamar la debilidad económica del modo de producción capitalista, todavía en su estado inicial, y la violencia política, el radicalismo de los conflictos sociales que en ellas se expresaron. Todo esto se produce como si un ataque político frontal contra la vieja forma de Estado absolutista fuese necesario precisamente porque no existe todavía una irresistible dinámica económica, por parte del mismo modo capitalista de producción, capaz de realizar, antes que aquella violenta ofensiva, su tarea y sus objetivos.

2)      Después de la Revolución Industrial, en los primeros decenios del siglo XIX, comienza una nueva fase. Las clases burguesas pueden ahora, de manera definitiva, transformarse en clases capitalistas, industriales en el sentido estricto de la palabra. Mientras, simultáneamente, comienza a emerger la moderna clase obrera industrial de las grandes fábricas y de las minas. En este punto, entre el capital y las clases populares, se abre un nuevo abismo social de dimensiones sin precedentes

La línea cronológica que separa las dos fases del ciclo de las grandes revoluciones burguesas la podemos situar en 1848, cuando en casi todos los países europeos se intenta revivir el modelo jacobino de alianza entre burguesía y clases populares, sobre todo en las ciudades. Pero, como sabemos, las revoluciones de l848 fracasaron precisamente porque ese tipo de pacto social se reveló ahora impracticable.

Las últimas revoluciones capitalistas en Alemania, Italia y Japón revelan un modelo de realización del todo particular. En este modelo se puede incluir también los acontecimientos de la Revolución americana, si queremos denominar así a la Guerra civil entre el Norte y los Estados del Sur. No es que la violencia disminuyese en intensidad. Todo lo contrario, la violencia estuvo presente, más que nunca, en estos procesos históricos. Pero la violencia ahora no era ni espontánea ni social, sino que tendía más bien a ser dirigida y controlada desde arriba. Era la violencia de los grandes ejércitos regulares de finales del siglo XIX, ejercida ahora con medios bélicos industrializados.

los imprevistos sucesos protagonizados por la Legión de Garibaldi constituyeron un último y fugaz recuerdo de otra época, así como también lo fueron los ideales democráticos y republicanos, destinados a desaparecer en el curso del Risorgimento. En efecto, en este período, los programas clásicos de las primeras revoluciones no tuvieron ninguna ulterior evolución, ningún desarrollo ideológico. Al contrario, la nueva fase supuso una contracción y regresión de aquellos programas. En vez de las banderas de la Libertad, de la Igualdad y de la Fraternidad, la burguesía utilizaba ahora los ideales de la Industria y de la Nacionalidad para movilizar las masas de conscriptos forzosos.

Gracias al desarrollo de esta moderna industria capitalista ya no era necesario acudir, como en el primer ciclo de revoluciones, a la movilización de las energías populares ni a la violenta lucha política contra el viejo orden.

La paradoja, por tanto, radica en el hecho de que la parábola de las revoluciones burguesas traza una curva no ascendente sino descendente hasta que, a finales del siglo XIX, el ciclo de estas convulsiones parece concluir precisamente mientras se cierra, provisionalmente, el círculo de los que Lenin llamó países imperialistas, o sea los Estados de capitalismo avanzado de hoy.

Quizás sea importante desarrollar la crítica a la utilización sistemática (y como concepto eje) de la noción de capitalismo industrial o clase capitalista industrial. Aún si Marx puede haber utilizado estas nociones de manera recurrente (ésta es una cuestión a verificar), las mismas llevan a una malcomprensión de los problemas asociados al término. Es que, existe industria urbana e industria agraria; la distinción relevante es la cuestión de si ésta industria es industria capitalista. Asimismo, el término capitalismo industrial tiende a evocar una imagen del capitalismo como fenómeno intrínsecamente urbano y negador de la vida agraria. Así, la palabra imposibilita concebir la existencia fundamental del capitalismo agrario; más todavía inhibe entender que el plusvalor relativo (¿y quizás también la subsunción real?) puede existir en el agro (para Brenner esta es una precondición necesaria incluso). Ahora bien, lo que se evoca con el término capitalismo industrial en realidad es el establecimiento sobre sus propias bases del núcleo estructural del mpc (esto es, la vigencia y autorreproducción del plusvalor relativo, la subsunción real, el EIR y la TDTMG). En efecto, es de esta manera como puede ser comprendida la necesaria ruptura entre capitalismo comercial y capitalismo industrial propuesta por Van Zanden

2.      Revolución burguesa: la génesis de un concepto (Bertel Nygaard)

La proposición principal en lo que sigue es que el concepto de revolución burguesa se desarrolló gradualmente durante el siglo XIX a través de una síntesis de tres visiones de mundo distintas, cada una con su periodo específico de aparición y dominancia:

a)      Las nociones ilustradas sobre la historia de la civilización dominantes en europa durante la segunda mitad del siglo XVIII (desarrollaron teorías de evolución histórica de largo plazo reconociendo distintas fases de desarrollo)
b)     Romanticismo que tomo fuerza después de la RF. Subraya la agencia y la ruptura, a través de nociones como “clase” y “revolución”
c)      Las críticas socialistas del capitalismo que tomaron fuerzas en los 1820s que culminan en los desarrollos de Marx

a)      Modos de subsistencia (reproducción socio-económica), progreso histórico hacia la moderna sociedad civil (Turgot, Adam Smith, Adam Ferguson)

Moderna sociedad civil
-          Se opone al Estado (no como en Hobbes y Locke, donde sociedad civil se iguala a sociedad política)
-          Sociedad civilizada, sociedad comercial, sociedad de clase media

b)     Quienes aplicaron las nociones ilustradas posteriormente en Francia, identificaron la sociedad comercial, civilizada, de clase media, con la categoría histórica, jurídica, social y económica de la burguesía, con base en las ciudades. Así, la sociedad comercial devino sociedad burguesa

a)      La noción de revolución aquí todavía no está conectada con las ideas de ruptura y agencia. Revoluciones son desde los pequeños cambios de todos los días (en la industria, en la manera de vestir), hasta la caída del imperio romano

a)      La idea de clase no está vinculada a una agencia ni a la noción de cambio histórico estructural

b)     Francois Guizot, Augustin Thierry, Thiers, Mignet. Por primera vez se conceptualiza la idea de revolución como comprendiendo una proceso concentrado de unos pocos años que posee las implicancias de un cambio estructural. Además, se entiende que la revolución tiene sus raíces en el desarrollo de largo plazo de la civilización

Se entiende la existencia de las clases y de la lucha de clases (tanto para el desarrollo a largo plazo de la historia de la civilización, como para la dinámica concreta de un periodo revolucionario)

Se pone mayor énfasis en el estado: es él que debe proteger, preservar y desarrollar la sociedad burguesa

c)      Sostiene que Marx utilizó la noción revolución burguesa muy poco; cuando lo hizo, fue en sus escritos tempranos, y generalmente influenciado por el debate político coyuntural del momento.

Marx trata la revolución francesa con más detalle en la cuestión judía. La entiende como una separación Estado/sociedad donde la sociedad burguesa sigue predominando.

Cuando trata la revolución burguesa en 1848 Marx la entiende como un proceso histórico global

1.       Pierre Vilar

La idea de un campesinado autónomo y autosuficiente no se sostiene como modelo ni como modo de producción; es sólo un caso muy especial que es de improbable ocurrencia. Así, Vilar describe a Languedoc (Francia) como una zona capitalista (que al menos sufrió una típica crisis capitalista) en la cual existían unidades familiares campesinas que vendían toda su producción y compraban todo aquello que necesitaban para vivir.

Dar el nombre de economía campesina aun sistema intermedio autónomo y estable no me parece útil sino más bien peligroso…El propósito de asumir que, entre el feudalismo y el capitalismo existe un campesinado capaz de escapar a las exacciones feudales y también a la ley del mercado…cuando en realidad al transición amenaza y ataca fuertemente al campesino pobre…el feudalismo ha terminado; el capitalismo comenzado su desarrollo, pero bien lentamente y mediante una cruel selección; la revolución es descorazonante o amenazante; la utopía campesina…es todo lo que permanece”

“El caso francés atrae y le repulsa a los teóricos de la economía campesina. No existe un ejemplo más clásico de una familia campesina que trabaja la tierra de la cual es frecuentemente propietaria. Pero no existe un país que no haya realizado más claramente la revolución burguesa, y haya seguido más rápidamente a Inglaterra en el camino capitalista”

El sarcasmo del mismo Marx: no sólo no consideraba al campesinado una clase, sino que a denominó un saco de patatas
Algunos marxistas, basándose en algunas frases dispersas del Dieciocho de Brumario, hayan utilizado expresiones como “modo de producción minifundiario” para describir la Francia decimonónica. Me parece que este uso de modo de producción es un alejamiento peligroso de la idea fundamental como fue desarrollada por Marx en sus trabajos maduros

“La masiva presencia de la realidad campesina en la revolución de 1789 no debe llevarnos a ignorar el hecho básico acerca de ella, que fue una liquidación institucional y legal del modo de producción feudal, que ya había sido bastante transformado antes de 1789 como resultado de la evolución económica subyacente, y la construcción legal e institucional necesaria para la maduración del orden burgués”

“El rol prominente del campesinado –un campesinado rico que deseaba obtener la libertad para vender (tanto productos como tierra), y el campesinado pobre, rebelde por su falta de sustento diario- impusieron a la revolución burguesa concesiones mínimas para ambos grupos de campesinos, a pesar del hecho de que el primer grupo estaba haciendo demandas en la misma dirección que la burguesía y el segundo en la dirección opuesta”
La idea de entender a la revolución francesa como la revolución campesina más importante de la historia deriva de los historiadores soviéticos Porchnev y Abo

Después de 1795 ya no existió una Francia campesina, sino campesinos franceses. La Francia occidental (Bretaña, el país vasco), con la aparcería y las presiones religiosas aún muy presentes, siguió siendo en algún grado feudal en espíritu. En las cercanías de París, en la Normandía y el norte francés el capitalismo estaba bien presente mediante el arrendatario empresario y la venta de ganado.

“La Francia minifundiaria, Francia como el país de los pequeños productores, estas son seguramente, fórmulas que expresan cual fue el modo social de trabajar la tierra (esto es, el método que fue mayoría en términos numéricos), pero en ningún caso el que era el modo económico, en tanto grandes terratenientes…producían la mayor parte de la cosecha vendida en el mercado”

De hecho existe un modo campesino de vida que incluye al caballero agricultor y al trabajador agrícola. Pero, como un instrumento de análisis social, no existe tal cosa como un modo campesino de producción (ni una economía campesina) en el cual las distinciones y luchas de clase características del capitalismo, del feudalismo, o de su combinación, desaparecerían en la transición”

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