1.
La noción de revolución burguesa en
Marx (Perry Anderson, 1983)
Si
todo esto nos es suficientemente conocido, menor atención se le ha prestado, en
cambio, al hecho de que, desde los últimos años cincuenta hasta el final de
los años sesenta, Marx y Engels fueron testigos directos de una vasta oleada de
ataques a las estructuras políticas absolutistas o precapitalistas; ataques que
fueron conducidos con éxito, utilizando la fuerza de las armas, no sólo en
Europa sino también en Norteamérica y en el Extremo Oriente. Por supuesto, me estoy refiriendo al
triunfo del «Risorgimento» en Italia; a la unificación de Alemania bajo la
égida de Bismarck; a la victoria del Norte industrial sobre el Sur esclavista
en la Guerra Civil americana; a la violenta caída del reinado Tokugawa en
Japón, que ha pasado a la historia con el nombre de Restauración Meiji. Todas
estas imponentes sublevaciones de la segunda mitad del siglo XIX han sido
consideradas, desde una mirada retrospectiva, por los historiadores marxistas de los países en que se desarro
llaron -Italia, Alemania, Estados Unidos y Japón-, como momentos decisivos de la revolución burguesa en sus respectivos
países; y hasta sus colegas no
marxistas o antimarxistas, no importan las etiquetas, quisieron ver en esos
levantamientos populares los inicios del proceso de formación del Estado
moderno o los orígenes del orden político actual, en el seno de
sociedades entre las que se encuentran las tres economías capitalistas más
avanzadas de nuestro tiempo, la americana, la japonesa y la alemana.
Sin embargo, y
es una cosa difícil de entender, estas mismas convulsiones políticas fueron muy
poco estudiadas por Marx y Engels, que, de hecho, casi no le dieron relevancia
alguna en sus escritos.
Pero su relativa indiferencia respecto al
«Risorgimento» italiano, la incomprensión que mostraron en cuanto a su
naturaleza y significado -demasiado evidente, por ejemplo, en el desafortunado
artículo de Engels Po y Reno, donde el autor acaba casi por ponerse del lado de
la reacción austríaca en la península- son, sin duda, mucho más curiosas. Igual de desconcertante, si no más, es la
poca consistencia del análisis que dedicaron al proceso de unificación de
Alemania, su propio país. Marx no nos dejó ningún texto mínimamente
significativo al respecto. Sólo
Engels, un poco después de la unificación, escribiría El papel de la fuerza en
la historia, un ensayo bastante penetrante. En definitiva, si bien es cierto que Marx y Engels se interesaron,
de manera apasionada, por la Guerra Civil norteamericana, a diferencia de lo
que hicieron con los otros tres grandes conflictos que antes he mencionado, no
se puede decir realmente que sus juicios sobre la misma se distingan por su
agudeza política o por su capacidad de comprensión histórica.
Baste
recordar las alabanzas, del todo acríticas, tributadas a Lincoln, saludado por
Marx como «el más eminente hijo de la clase obrera norteamericana», un título
que -más allá de los méritos que se puedan atribuir a este político, burgués
por excelencia- él mereció menos que ningún otro…podríamos
concluir que Marx y Engels no fueron conscientes del alcance y significado de
las revoluciones políticas que efectivamente se produjeron en su tiempo, un
período que inauguraba una nueva época en la historia del capitalismo,
preocupados como estaban por las posibilidades de otro tipo de revoluciones
Y es que, contrariamente a lo que se pudiera
pensar, la noción de «revolución burguesa» -que, posteriormente, los marxistas
han aplicado a aquellos acontecimientos- apenas podemos encontrarla en los
trabajos de Marx, al menos formulada exactamente en estos términos y a tutte
lettere. No la hallaremos, por
ejemplo, en el Manifiesto del Partido Comunista, el texto en el que, más que en
ningún otro, esperaríamos encontrarla. En muchos sentidos el Manifiesto es
un auténtico himno a la vocación revolucionaria, a escala mundial, de la
burguesía: pero esta vocación es entendida esencialmente en términos de
impacto económico de la gran industria capitalista y de expansión del mercado
mundial, y no de violenta ofensiva política de la burguesía contra el Ancien
Régime o contra los estados del ordenamiento feudal. Si Marx no utiliza
casi nunca, de forma exacta, la expresión «revolución burguesa», Engels, en
cambio, sí lo hace, al menos ocasionalmente, aunque en ningún momento intenta
construir, respecto a la misma, sistematización teórica alguna
…
la citada expresión, en sus términos
exactos, no fue de uso corriente hasta finales del siglo XIX. De hecho, fue el
movimiento revolucionario ruso quien, con los escritos de Plejanov y de Lenin,
le dio por primera vez un lugar establecido en el vocabulario marxista.
Esa noción asume su forma definitiva
precisamente en el movimiento obrero ruso por razones esencialmente políticas y
estratégicas. Plejanov y Lenin, en efecto, tuvieron que distinguir
la revolución que se estaba avecinando en el Imperio zarista, de los proyectos
de los «Narodniki». Éstos propugnaban una revolución directa y completamente
socialista, porque estaban convencidos de que Rusia podía saltarse todas las
fases de la dominación capitalista y alcanzar así, directamente, desde las
condiciones feudales existentes en el campo, una forma más o menos campesina de
comunismo.
Contra esta
ilusión Plejanov y Lenin insistieron, durante largo tiempo, en afirmar que la
inminente revolución sería burguesa, no proletaria, una hipótesis que, como sabemos, la
historia no confirmó, al menos en estos términos tan rotundos y explícitos.
…las
primeras elaboraciones teóricas del concepto de «revolución burguesa» fueron el
fruto de un análisis centrado en los problemas de la revolución proletaria
que -no habría necesidad de decirlo para un pensador como Lenin constituían la
preocupación principal. Por tanto, la
idea de revolución burguesa surgió esencialmente desde una definición negativa
de revolución proletaria y no por lo que en sí misma representaba.
…el
concepto no fue considerado digno de ser objeto de desarrollo teórico; por
otra, el concepto fue reconstruido mediante una especie de proyección
retrospectiva, cuyo modelo lo constituía la revolución proletaria.
Por
analogía, a partir de aquí, la revolución burguesa se concibió como una
colisión, igualmente directa, entre la clase de los propietarios terratenientes
feudales y la naciente burguesía industrial
Es
importante hacer notar que en aquel período no existía todavía una
historiografía marxista, en el sentido que actualmente se le atribuye a este
término. Sólo a partir de los años cuarenta y cincuenta de este siglo
empezaron a nacer escuelas de historiadores marxistas en sentido estricto. Una característica común de estas escuelas
es que centran sus intereses en la investigación de aquellos acontecimientos
del propio pasado nacional que pudieran ser identificados con la revolución
burguesa de sus respectivos países.
…cuando
estos historiadores empezaron a estudiar la Guerra Civil inglesa, la Revolución
Francesa o la Restauración Meiji, no pudieron dejar de registrar una larga serie
de anomalías y de desviaciones del presunto modelo de lo que habría debido ser una
revolución burguesa…se reveló que era muy difícil individualizar, en una clase
inequívocamente burguesa y portadora directa del modo de producción capitalista
en fase ascendente, el sujeto histórico principal de aquellas insurrecciones.
el historiador conservador inglés Hugh
Trevor-Roper negó de manera absoluta que la Guerra Civil inglesa del siglo XVII
fuera una «revolución burguesa», sosteniendo que, en aquel conflicto, el papel
central fue protagonizado por un estrato de la pequeña nobleza agraria en
declive y que, realmente, para la Guerra Civil inglesa no era ni siquiera apropiado
el uso del término «revolución»…En Francia es bien conocida la postura adoptada
por historiadores como Alfred Cobban, François Furet, Denis Richet y otros, que
rechazan cualquier intento de aplicación de la noción de revolución burguesa a
los acontecimientos que se iniciaron en 1789, basándose en que, por una parte,
los que ocupaban posiciones destacadas en la Convención no procedían de la
clase manufacturera o industrial, y por otra, en que, después de la caída de la
monarquía, en Francia se produjo una ralentización, más que una aceleración,
del desarrollo del capitalismo. Y la historiografía marxista, en su conjunto,
no ha conseguido ofrecer una respuesta convincente a este tipo de objeciones.
En vez de examinar primero los particulares
episodios insurreccionales, nación por nación, para intentar después someterlos
a verificación y confrontarlos con un modelo puro de lo que se presupone que es
una revolución burguesa -con el resultado de encontrar inevitablemente un
conjunto de anomalías y discrepancias en cada caso particular-, me parece más adecuado proceder en el
sentido exactamente opuesto…comenzar tratando de definir la estructura formal y
los límites de una revolución burguesa en general, antes de pasar al examen de
cada uno de los distintos escenarios, o, en otras palabras, intentando
construir el concepto de revolución burguesa antes de proceder al estudio de
sus particulares manifestaciones históricas.
Creo
poder sostener que, si procedemos de esta manera, seremos capaces de descubrir
que las especificidades de aquella cadena de grandes convulsiones sociales, que
los historiadores marxistas han definido como revoluciones burguesas, no
representan una simple suma de anomalías y discrepancias, que resaltan la
distancia existente entre concepto y realidad en una epistemología empirista,
sino más bien constituyen variaciones inteligibles en el interior de un mismo
campo.
la
Revuelta de la Países Bajos en el siglo XVI, la Guerra Civil inglesa en el
siglo XVII, la Guerra de Independencia norteamericana y la Revolución Francesa
del siglo XVIII; el «Risorgimento» italiano, la unificación de Alemania, la
Guerra Civil americana y la Restauración Meiji del siglo XIX. Intentamos hallar un fundamento conceptual
capaz de reagrupar, en el seno de una unidad histórica inteligible, episodios
tan diversos como los mencionados, que se sucedieron a lo largo de un período
de cuatro siglos.
Tomando
prestado un término de Althusser, pero sin obligarme por ello a utilizarlo
plenamente en su misma acepción, es mi intención considerar estos cuatro
elementos como las características constitutivas de lo que podríamos definir
como la necesaria -no contingente- sobredeterminación de cualquier revolución
burguesa.
El
capitalismo, como nuevo sistema económico, se desarrolló entre los intersticios
del feudalismo; la burguesía, como nueva clase social, emergió del interior del
sistema de la monarquía absoluta. La relación entre feudalismo y capitalismo
es, en este sentido, fundamentalmente distinta de la que existe entre capitalismo
y socialismo, ya que el socialismo no tiene ninguna forma determinada de
existencia histórica, como modo de producción, antes de la conquista del poder
político por parte de la clase obrera…
…la
base objetiva de la coexistencia entre feudalismo y capitalismo, en el seno de
formaciones sociales en transición, vino representada por su común definición
de sistemas de propiedad privada. Por
supuesto la propiedad feudal y la propiedad capitalista son fenómenos muy
distintos pero, para los fines que nos hemos propuesto en nuestra
investigación, el dato central es que
1)
Podemos definir todo esto como la sobredeterminación
de las revoluciones burguesas desde arriba.
…en el
proceso de desarrollo de cualquier revolución burguesa que tomemos como objeto
de nuestro análisis, debe existir siempre la posibilidad de que burguesía y
nobleza convivan y prosperen de manera pacífica y de que, en cuanto clases
sociales, entretejan una sutil red de intercambios recíprocos. Dicha posibilidad queda, en cambio,
absolutamente excluida en la esfera de las correspondientes relaciones entre
burguesía y proletariado.
2)
la sobredeterminación de las revoluciones burguesas
desde abajo.
…la
transición del feudalismo al capitalismo no supone nunca una simple relación
entre nobleza o aristocracia, por un lado, y burguesía por el otro. En efecto, el feudalismo, en cuanto modo de
producción, implica necesariamente la existencia de otra clase: los campesinos,
de cuyo trabajo toda aristocracia terrateniente obtiene sus riquezas y su poder
social; por su parte, el
capitalismo implica, también necesariamente, la existencia de otra clase: los
obreros, de cuyo trabajo la burguesía extrae la plusvalía
Con todo esto
quiero hacer notar que ninguna revolución burguesa puede consistir simplemente
en un enfrentamiento entre nobleza y burguesía ya que su estructura formal
siempre implica una relación a cuatro bandas antes que bilateral. En otras
palabras, la presencia difusa de clases populares -sean de la ciudad o del
campo- en el proceso de desarrollo de las revoluciones burguesas, no es ni
accidental ni extrínseca.
para
Marx el capital, en cuanto propiedad privada de los medios de producción
manufacturera o industrial, viene siempre tendencialmente definido por su grado
de concentración, lo que quiere decir que tiende a convertirse en el atributo
de un número siempre más restringido de grupos sociales a medida que avanza el
proceso de acumulación del capital mismo…la
esfera pura y simple del capital, entendido en sentido estricto, o de los
propietarios de los principales medios de producción, es siempre demasiado
reducida para actuar como fuerza autónoma en el ámbito de la lucha de clases.
Para entrar en la escena política
debe, por esta razón, dotarse de una fuerza gravitacional, de una masa de
maniobra, en cierto sentido externa a ella. Esta masa se compone típicamente de
una completa gama de grupos profesionales, técnicos y administrativos, esto es,
de todo lo que habitualmente se incluye en el término burguesía, cuando se usa
como concepto opuesto al de capital en sentido estricto. Por
otro lado, esta misma burguesía no tiene una frontera claramente delimitada que
la separe por abajo de los estratos de la pequeña burguesía, ya que la
diferencia entre estas dos clases es a menudo más cuantitativa que cualitativa.
Baste pensar, por ejemplo, en las figuras del pequeño empresario o del pequeño
contratista….La burguesía, por tanto, se distingue netamente, como clase
histórica, tanto de la nobleza como de la clase obrera.
3)
Todos estos elementos pueden incluirse en la
definición de sobredeterminación de las revoluciones burguesas desde el
interior.
Sin
embargo, podemos decir que la
aristocracia viene típicamente
definida por una condición de derecho en la que habitualmente se combinan
privilegios jurídicos y títulos civiles….la clase obrera, por
muy diversos que sean sus componentes…se caracteriza, en su conjunto, por el
trabajo manual que se desarrolla en el ámbito urbano….la burguesía, como grupo social, no posee ninguna forma similar de unidad
interna: es una clase que, por naturaleza, tiene una estructura irregular.
4)
Podemos clasificar este último fenómeno bajo la
definición de sobredeterminación de las revoluciones burguesas desde el
exterior
En
cuarto y último lugar, el capitalismo, como modo de producción, para imponerse
en un determinado espacio territorial, necesita de la existencia de un Estado
nacional.
Por ello toda burguesía nace, por
definición, como enemiga potencial de cualquier otro Estado o, en general, de
cualquier otra clase dominante extranjera, sea ésta feudal o capitalista.
No puede existir
ninguna revolución burguesa en cuyo curso la presencia y la presión de
semejantes fuerzas externas no sean observadas en el seno del proceso mismo de
insurrección.
…se encuentra en la propia naturaleza de
las revoluciones burguesas el ser desnaturalizadas. No corresponden nunca al proyecto lineal
de un sujeto histórico identificable con una clase determinada. Más bien son
una estructura que se presenta siempre compleja e irregular. La excepción es la regla. En este sentido
podemos decir que toda revolución burguesa, sin excepción, nace bastarda.
Esta idea está tomada de Para Leer el
capital de Althusser/Balibar. En este texto los autores franceses definen el
centro estructural mismo como “ausencia”, siempre a través de una suerte
estructuralismo lacaniano. Ver cómo este tipo de epistemología supone un nominalismo
intrínseco (incluso uno exagerado). Esto porque elimina toda positividad en la
determinación del centro estructural. Por el contrario, nuestro concepto de
núcleo estructural, sí posee una positividad (derivada de ciertas relaciones
sociales y procesos esenciales) intrínseca. En este sentido, Anderson cae preso
del formalismo de Althusser/Balibar. Una solución de este problema es
presentado tanto por Callinicos como por Davidson (las revoluciones burguesas
serían tanto causa como consecuencia del desarrollo del capitalismo en sus
distintas fases). Ahora, Anderson sólo adopta por una cuestión de forma (y se
diría que casi estilística) la “ausencia” althusseriana; nosotros proponemos
que sus tesis sustantivas de hecho pueden incorporarse sin demasiada
modificación en un marco como el propuesto por Davidson
En
primer lugar, la persistente y amplia presencia de clases rurales, antes que
urbanas, al frente de tantas revoluciones definidas como burguesas por los
marxistas. En efecto, se puede sostener que las revoluciones inglesa,
norteamericana, italiana, alemana y japonesa fueron todas dirigidas por
distintas clases vinculadas de alguna manera al campo, si bien en cada uno de
estos casos las relaciones de uso y disfrute de la tierra eran diferentes. La pequeña
nobleza agraria inglesa, por ejemplo, en el momento del estallido de la Guerra
Civil, estaba sufriendo un proceso de transformación hacia una forma
relativamente avanzada de capitalismo rural; los colonos americanos propietarios de tierras, un siglo después, eran
plenamente capitalistas en una determinada área geográfica si bien, en otra,
utilizaban mano de obra esclava; los junkers prusianos estaban viviendo,
desde el tiempo de la Reforma, una rápida evolución hacia un tipo de propiedad
capitalista muy particular, aunque se mantenían importantes mecanismos de
control feudal sobre los trabajadores; los samurais japoneses que realizaron la
Restauración Meiji estaban ligados a una economía rural de carácter bastante
más clásicamente feudal. En cada caso, para estas clases agrarias de origen
precapitalista, la posibilidad de desarrollar un papel en las revoluciones que,
posteriormente, han sido definidas como burguesas, dependía de la
transformación de un tipo de propiedad privada en otro, esto es, de propiedad
feudal a propiedad capitalista.
Criticar la asunción de la existencia de
feudalismo en tierras yanquis
en ninguna de
las insurrecciones mencionadas se registró nunca una expropiación de tierras
nobiliarias por parte de la burguesía. En ningún caso las clases aristocráticas
perdieron, de una sola vez, todas sus tierras o su poder por efecto de una
revolución burguesa: esto es
cierto incluso para la Revolución Francesa que, a diferencia de las arriba
citadas, no fue, en efecto, una insurrección dirigida por la nobleza sino
precisamente una revuelta dirigida contra la misma.
la
constante intervención y actuación de las masas populares -campesinos,
trabajadores a domicilio, artesanos, obreros- en todas estas revoluciones.
Baste pensar en la función de detonador que, en la Revuelta de los Países
Bajos, tuvieron los grandes tumultos populares iconoclastas; en la explosión
del movimiento de los Levellers en
la Guerra Civil inglesa; en la insurrección de los campesinos y de los sans-culottes en la Revolución
Francesa; o también en los indefinidos tumultos que acompañaron la
Restauración Meiji en el Japón.
Retener la inclusión de la revolución
holandesa (y notar la participación popular en ella…investigar esta cuestión).
Retener la afirmación de la participación popular en la revolución burguesa
japonesa
En
tercer lugar se debe destacar el papel curiosamente marginal o periférico que
desempeñó la burguesía industrial en la mayor parte de las grandes convulsiones
revolucionarias….
la
única revolución burguesa clara e inequívocamente guiada por una burguesía
urbana, fue la primera, la holandesa, la más precoz y la menos madura de todas.
Fue la única en dar vida, después de su victoria, a un Estado exclusivamente
burgués, si bien es cierto que aquella burguesía era cualquier cosa menos
industrial….la Guerra Civil
americana es un episodio crucial en la cadena de las más importantes
revoluciones burguesas, entonces nos encontramos con otro supuesto en que una
burguesía, esta vez verdaderamente industrial, dirige una lucha revolucionaria…los
resultados de la Guerra Civil americana fueron quizás más limitados que los de
cualquier otra revolución, puesto que, entre ellos, no podemos registrar ni
siquiera el establecimiento, en el Sur, de un sistema generalizado de
relaciones de trabajo asalariado libre ni, mucho menos, de una estructura
política más democrática.
Criticar esta concepción sobre la guerra
civil americana que la comprende como una revolución burguesa dirigida por una
clase capitalista industrial, pero que no desarrolla el capitalismo. Anderson
apoya su argumento en dos cuestiones: a) la inexistencia de trabajo asalariado
libre en el sur después de la guerra civil; b) la inexistencia de una
estructura política más democrática. Ambos elementos se derivan de premisas
erradas. En el caso del trabajo asalariado, Anderson trabaja con una noción
amarxista de trabajo asalariado obrero, ya que asume la libre voluntad
individual ilustrada como propia del mismo. Anderson es incapaz de entender que
la libertad del trabajador asalariado, correctamente entendida, es sólo una
desposesión con respecto a los medios de producción, junto a una desadscripción
de la tierra por parte del campesino. Incluso la movilidad del trabajo frente a
“capitales particulares” es una movilidad que es función del mismo capital social
total, una movilidad determinada por las tendencias de inversión/acumulación de
los capitalistas. Es que la libertad del obrero frente al capital particular
(cara a Chattopadhyay), es una muy limitada sino inexistente. En todo caso, la
realidad que prima sin discusión es la esclavitud del trabajador frente al
capital social total. Además, Anderson “tipifica” erradamente el mpc; olvida
que en muchas ocasiones éste puede funcionar con mano de obra no-libre (como
sugiere Brass). En segundo lugar, Anderson prejuzga el carácter democrático de
las revoluciones burguesas. Este es un resabio de la deformación estalinista
del concepto de revolución burguesa. Ninguna revolución burguesa ha sido
democrática en sus consecuencias; los avances democráticos sólo han existido en
ellas a través de la expresión efímera y no duradera de las clases populares.
De hecho, la democracia sólo fue conseguida en occidente a través de la larga
batalla de las clases trabajadoras (Therborn menciona muchos ejemplos: el
sufragio universal masculino solo existió a partir de 1871 en Francia, en
Inglaterra sólo en los 1920s, en estados unidos la igualdad civil formal solo
existe a partir de 1970, etc)
En cuarto lugar,
ningún fenómeno, en el proceso de realización de todas estas revoluciones, es
más sorprendente que la universalidad del conflicto nacional y la expansión
imperial. La revuelta de
los Países Bajos nace como una rebelión directa contra el dominio español y se
acaba con la conquista de un imperio colonial en Asia. La revolución inglesa se consolidó con las
guerras contra Holanda, con las campañas de exterminio en Irlanda y con la
conquista de Jamaica. La de los Estados Unidos se autodefinió
directamente como una guerra de independencia contra Inglaterra. La
francesa abrió paso a veinte años de conflictos militares con los viejos
regímenes europeos y contra la hegemonía internacional de Gran Bretaña.
Las
revoluciones alemana e italiana se realizaron a través de guerras contra
Francia y Austria. La japonesa se llevó a cabo contra las presiones de las potencias
occidentales, principalmente de los Estados Unidos, y en directo antagonismo
con ellas, como vinieron a demostrar las expediciones japonesas de expansión en
Formosa y Corea.
Si
hacemos balance de los resultados conseguidos por todas estas revoluciones, lo
que nos aparece es claramente su carácter profundamente incompleto. La única tarea histórica que llegaron a
realizar, de manera plena, fue la construcción de un Estado nacional.
Esta es una nueva formulación errada. Las
revoluciones burguesas, bien entendidas, nunca tuvieran otra tarea que cumplir
que el desarrollo del capitalismo; en este sentido son transformaciones
sociales y estatales que llevan a una mayor afirmación del mpc. De esta manera,
vemos que Anderson construye su revolución burguesa “ausente”, no sólo en
función de una epistemología althusseriana equivocada, sino que también a
partir estalinista que concibe la necesidad de tareas históricas a cumplir por
las revoluciones burguesas
En
el terreno social, ninguna de estas revoluciones destruyó la propiedad agraria
de las clases aristocráticas o esclavistas preexistentes, ni mucho menos
realizó, en todo el territorio nacional, una reforma agraria…en general, lo que se produjo fue un
gradual proceso de amalgama o de confluencia entre las antiguas clases
nobiliarias o exfeudales y las clases burguesas de más reciente formación, con
la conversión de las primeras a las formas y a los métodos de explotación
propios de las segundas, y con la asimilación, por parte de éstas, de las
formas de vida y pensamiento características de aquéllas.
En
el plano político, no hubo nunca una revolución burguesa que instaurara un
Estado en algún modo similar a la democracia representativa capitalista que hoy
conocemos.
Las revoluciones holandesa e inglesa no modificaron, en efecto, los criterios
preexistentes de estrecha limitación del derecho al sufragio. Los Estados
Unidos de los Padres fundadores no tocaron la institución de la esclavitud. La
revolución en Francia desembocó en la dictadura militar y en la restauración
monárquica. Las de Alemania, Italia y Japón dieron vida a diversos tipos de
Estado fuertemente autoritarios que, posteriormente, se convirtieron al
fascismo sin proceso alguno de ruptura en el plano interno….Sólo las
revoluciones holandesa y americana acabaron con el régimen monárquico pero, en
ambos casos, las dinastías que reinaban no eran autóctonas sino extranjeras.
Las revoluciones más modernas, en
Alemania, Italia y Japón, estuvieron realmente conducidas bajo banderas regias
y en presencia de una intensificación, no de una disminución, de la ideología
monárquica.
Repetir crítica
…estas grandes revoluciones burguesas se
caracterizan, como de hecho ya hemos señalado a lo largo del texto, por su
dinámica ordenada y regular. En efecto, resulta evidente que la posición
cronológica que ocupó cada revolución no fue indiferente a su naturaleza.
1)
En la primera
el capital es esencialmente, o en gran medida, mercantil o agrícola, lo que
quiere decir que estamos todavía en la época precedente a la Revolución
Industrial.
Esta fase incluye las experiencias de
las revoluciones holandesa, inglesa, americana y francesa, y se extiende del
siglo XVI al XVIII. En este
período la burguesía preindustrial consigue agrupar en torno suyo, sin
encontrar grandes dificultades, a las clases populares ya que casi siempre son
posibles las alianzas sociales y políticas entre los núcleos de capitalistas
urbanos o rurales y las masas campesinas o artesanas.
En
el plano ideológico, casi todos los valores ideales de libertades burguesas
nacieron precisamente al calor de estas insurrecciones y fueron forjados sobre
todo en la época de las revoluciones inglesa, americana y francesa. Pero el punto verdaderamente esencial de
este primer tiempo de las revoluciones burguesas es la conexión, que se puede
claramente distinguir en cada una de ellas, entre lo que podríamos llamar la
debilidad económica del modo de producción capitalista, todavía en su estado
inicial, y la violencia política, el radicalismo de los conflictos sociales que
en ellas se expresaron. Todo esto se produce como si un ataque
político frontal contra la vieja forma de Estado absolutista fuese necesario
precisamente porque no existe todavía una irresistible dinámica económica, por
parte del mismo modo capitalista de producción, capaz de realizar, antes que
aquella violenta ofensiva, su tarea y sus objetivos.
2)
Después de la
Revolución Industrial, en los primeros decenios del siglo XIX, comienza una
nueva fase. Las clases burguesas pueden ahora, de manera definitiva,
transformarse en clases capitalistas, industriales en el sentido estricto de la
palabra. Mientras, simultáneamente, comienza a emerger la moderna clase obrera
industrial de las grandes fábricas y de las minas. En este punto, entre el capital y las
clases populares, se abre un nuevo abismo social de dimensiones sin precedentes
La
línea cronológica que separa las dos fases del ciclo de las grandes
revoluciones burguesas la podemos situar en 1848, cuando en casi todos los
países europeos se intenta revivir el modelo jacobino de alianza entre
burguesía y clases populares, sobre todo en las ciudades. Pero, como sabemos, las revoluciones de
l848 fracasaron precisamente porque ese tipo de pacto social se reveló ahora
impracticable.
Las
últimas revoluciones capitalistas en Alemania, Italia y Japón revelan un modelo
de realización del todo particular. En este modelo se puede incluir también los
acontecimientos de la Revolución americana, si queremos denominar así a la
Guerra civil entre el Norte y los Estados del Sur. No es que la
violencia disminuyese en intensidad. Todo lo contrario, la violencia estuvo
presente, más que nunca, en estos procesos históricos. Pero la violencia ahora no era ni espontánea ni social, sino que tendía
más bien a ser dirigida y controlada desde arriba. Era la violencia de los
grandes ejércitos regulares de finales del siglo XIX, ejercida ahora con medios
bélicos industrializados.
…los imprevistos sucesos protagonizados
por la Legión de Garibaldi constituyeron un último y fugaz recuerdo de otra
época, así como también lo fueron los ideales democráticos y republicanos,
destinados a desaparecer en el curso del Risorgimento. En efecto, en este período, los programas
clásicos de las primeras revoluciones no tuvieron ninguna ulterior evolución,
ningún desarrollo ideológico. Al contrario, la nueva fase supuso una
contracción y regresión de aquellos programas. En vez de las banderas de
la Libertad, de la Igualdad y de la Fraternidad, la burguesía utilizaba ahora
los ideales de la Industria y de la Nacionalidad para movilizar las masas de
conscriptos forzosos.
Gracias al
desarrollo de esta moderna industria capitalista ya no era necesario acudir,
como en el primer ciclo de revoluciones, a la movilización de las energías
populares ni a la violenta lucha política contra el viejo orden.
La
paradoja, por tanto, radica en el hecho de que la parábola de las revoluciones
burguesas traza una curva no ascendente sino descendente hasta que, a finales
del siglo XIX, el ciclo de estas convulsiones parece concluir precisamente mientras
se cierra, provisionalmente, el círculo de los que Lenin llamó países
imperialistas, o sea los Estados de capitalismo avanzado de hoy.
Quizás
sea importante desarrollar la crítica a la utilización sistemática (y como
concepto eje) de la noción de capitalismo industrial o clase capitalista
industrial. Aún si Marx puede haber utilizado estas nociones de manera
recurrente (ésta es una cuestión a verificar), las mismas llevan a una
malcomprensión de los problemas asociados al término. Es que, existe industria
urbana e industria agraria; la distinción relevante es la cuestión de si ésta
industria es industria capitalista. Asimismo, el término capitalismo industrial
tiende a evocar una imagen del capitalismo como fenómeno intrínsecamente urbano
y negador de la vida agraria. Así, la palabra imposibilita concebir la
existencia fundamental del capitalismo agrario; más todavía inhibe entender que
el plusvalor relativo (¿y quizás también la subsunción real?) puede existir en
el agro (para Brenner esta es una precondición necesaria incluso). Ahora bien,
lo que se evoca con el término capitalismo industrial en realidad es el
establecimiento sobre sus propias bases del núcleo estructural del mpc (esto
es, la vigencia y autorreproducción del plusvalor relativo, la subsunción real,
el EIR y la TDTMG). En efecto, es de esta manera como puede ser comprendida la
necesaria ruptura entre capitalismo comercial y capitalismo industrial
propuesta por Van Zanden
2.
Revolución burguesa: la génesis de un
concepto (Bertel Nygaard)
La
proposición principal en lo que sigue es que el concepto de revolución burguesa
se desarrolló gradualmente durante el siglo XIX a través de una síntesis de
tres visiones de mundo distintas, cada una con su periodo específico de
aparición y dominancia:
a)
Las nociones ilustradas sobre la historia de la
civilización dominantes en europa durante la segunda mitad del siglo XVIII
(desarrollaron teorías de evolución histórica de largo plazo reconociendo
distintas fases de desarrollo)
b)
Romanticismo que
tomo fuerza después de la RF. Subraya la agencia y la ruptura, a través de
nociones como “clase” y “revolución”
c)
Las críticas
socialistas del capitalismo que tomaron fuerzas en los 1820s que culminan en
los desarrollos de Marx
a)
Modos de subsistencia (reproducción
socio-económica), progreso histórico hacia la moderna sociedad civil (Turgot,
Adam Smith, Adam Ferguson)
Moderna
sociedad civil
-
Se
opone al Estado (no como en Hobbes y Locke, donde sociedad civil se iguala a
sociedad política)
-
Sociedad
civilizada, sociedad comercial, sociedad de clase media
b)
Quienes
aplicaron las nociones ilustradas posteriormente en Francia, identificaron la
sociedad comercial, civilizada, de clase media, con la categoría histórica,
jurídica, social y económica de la burguesía, con base en las ciudades. Así, la
sociedad comercial devino sociedad burguesa
a)
La noción de
revolución aquí todavía no está conectada con las ideas de ruptura y agencia.
Revoluciones son desde los pequeños cambios de todos los días (en la industria,
en la manera de vestir), hasta la caída del imperio romano
a)
La idea de clase no está vinculada a una agencia ni
a la noción de cambio histórico estructural
b)
Francois Guizot, Augustin Thierry, Thiers, Mignet. Por primera vez se conceptualiza la idea
de revolución como comprendiendo una proceso concentrado de unos pocos años que
posee las implicancias de un cambio estructural. Además, se entiende que la revolución
tiene sus raíces en el desarrollo de largo plazo de la civilización
Se entiende la
existencia de las clases y de la lucha de clases (tanto para el desarrollo a
largo plazo de la historia de la civilización, como para la dinámica concreta
de un periodo revolucionario)
Se pone mayor
énfasis en el estado: es él que debe proteger, preservar y desarrollar la sociedad
burguesa
c)
Sostiene
que Marx utilizó la noción revolución burguesa muy poco; cuando lo hizo, fue en
sus escritos tempranos, y generalmente influenciado por el debate político
coyuntural del momento.
Marx
trata la revolución francesa con más detalle en la cuestión judía. La entiende
como una separación Estado/sociedad donde la sociedad burguesa sigue
predominando.
Cuando
trata la revolución burguesa en 1848 Marx la entiende como un proceso histórico
global
1. Pierre Vilar
La idea
de un campesinado autónomo y autosuficiente no se sostiene como modelo ni como
modo de producción; es sólo un caso muy especial que es de improbable
ocurrencia.
Así, Vilar describe a Languedoc (Francia) como una zona capitalista (que al
menos sufrió una típica crisis capitalista) en la cual existían unidades
familiares campesinas que vendían toda su producción y compraban todo aquello
que necesitaban para vivir.
Dar el nombre de economía campesina aun sistema intermedio autónomo y estable no me
parece útil sino más bien peligroso…El propósito de asumir que, entre el
feudalismo y el capitalismo existe un campesinado capaz de escapar a las
exacciones feudales y también a la ley del mercado…cuando en realidad al
transición amenaza y ataca fuertemente al campesino pobre…el feudalismo ha
terminado; el capitalismo comenzado su desarrollo, pero bien lentamente y
mediante una cruel selección; la revolución es descorazonante o amenazante; la
utopía campesina…es todo lo que permanece”
“El caso francés
atrae y le repulsa a los teóricos de la economía campesina. No existe un
ejemplo más clásico de una familia campesina que trabaja la tierra de la cual
es frecuentemente propietaria. Pero no existe un país que no haya realizado más
claramente la revolución burguesa, y haya seguido más rápidamente a Inglaterra
en el camino capitalista”
El sarcasmo del mismo Marx: no sólo no
consideraba al campesinado una clase, sino que a denominó un saco de patatas
Algunos marxistas, basándose en algunas
frases dispersas del Dieciocho de Brumario, hayan utilizado expresiones como
“modo de producción minifundiario” para describir la Francia decimonónica. “Me
parece que este uso de modo de producción es un alejamiento peligroso de la
idea fundamental como fue desarrollada por Marx en sus trabajos maduros
“La masiva
presencia de la realidad campesina en la revolución de 1789 no debe llevarnos a
ignorar el hecho básico acerca de ella, que fue una liquidación institucional y
legal del modo de producción feudal, que ya había sido bastante transformado
antes de 1789 como resultado de la evolución económica subyacente, y la
construcción legal e institucional necesaria para la maduración del orden
burgués”
“El rol
prominente del campesinado –un campesinado rico que deseaba obtener la libertad
para vender (tanto productos como tierra), y el campesinado pobre, rebelde por
su falta de sustento diario- impusieron a la revolución burguesa concesiones
mínimas para ambos grupos de campesinos, a pesar del hecho de que el primer
grupo estaba haciendo demandas en la misma dirección que la burguesía y el
segundo en la dirección opuesta”
La idea de entender a la revolución
francesa como la revolución campesina más importante de la historia deriva de
los historiadores soviéticos Porchnev y Abo
Después de 1795 ya no existió una
Francia campesina, sino campesinos franceses. La Francia occidental (Bretaña,
el país vasco), con la aparcería y las presiones religiosas aún muy presentes,
siguió siendo en algún grado feudal en espíritu. En las cercanías de París, en la Normandía
y el norte francés el capitalismo estaba bien presente mediante el arrendatario
empresario y la venta de ganado.
“La Francia
minifundiaria, Francia como el país de los pequeños productores, estas son
seguramente, fórmulas que expresan cual fue el modo social de trabajar la
tierra (esto es, el método que fue mayoría en términos numéricos), pero en
ningún caso el que era el modo económico, en tanto grandes
terratenientes…producían la mayor parte de la cosecha vendida en el mercado”
De hecho existe un modo campesino de
vida que incluye al caballero agricultor y al trabajador agrícola. Pero, como
un instrumento de análisis social, no existe tal cosa como un modo campesino de
producción (ni una economía campesina) en el cual las distinciones y luchas de
clase características del capitalismo, del feudalismo, o de su combinación,
desaparecerían en la transición”
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