lunes, 29 de abril de 2013

Adorno-Horkheimer al Chile actual


Ficha n°2. Teoría Social II.

"Explique el diagnóstico que realizan Adorno y Horkheimer sobre la crisis de la modernidad -aporía de la ilustración- y plantee la vigencia que esta crítica a la sociedad y cultura burguesas tiene actualmente para pensar la sociedad chilena"

“Eso no sería compatible con una teoría que atribuye la verdad a un momento temporal, en lugar de contraponerla, como algo inamovible, al movimiento de la historia”[i].

Esta frase, que se encuentra en el prolegómeno del análisis epocal sobre el devenir del proyecto ilustrado realizado por Adorno y Horkheimer, nos permite internalizar su concepto de verdad: ésta representa siempre un momento temporal, no un ser eternizado fuera de la historia. Por esto, si la verdad en sí misma, intrínsecamente, es histórica, debe plantearse si la teorización crítica de la sociedad que éstos autores presentan, mantiene su validez a través del tiempo, siendo que la misma es función de un marco temporal que al menos se aleja medio siglo, sino más. Asimismo, la teoría social que desarrolla la teoría crítica, objeto de estudio aquí tratado, comporta diferenciaciones geográficas importantes, si el análisis propuesto se hace a la luz de la realidad del país de Chile en la actualidad. En suma, deben tenerse en cuenta estas limitaciones inherentes al análisis, que conciernen, fundamentalmente, a las características espaciales y temporales. Tenido esto en cuenta, pueden ya afirmarse los contenidos del análisis crítico aquí desarrollado.

 Fundamentalmente, se entenderá que la teorización de estos “marxistas hegeliano-freudianos”, puede mantenerse en el análisis de la situación actual de nuestro Estado-Nación, siempre que se tengan en cuenta ciertas particularidades que matizan el argumento. El fundamento principal, que en sí mismo contiene también su propia limitación, está visto por la permanencia de una estructura determinada a través del tiempo y del espacio. El capitalismo, como estructura que constituye un modo de producción determinado, aún resiste a su modificación radical. Más todavía, su fase “monopolista”, de la cual hacían sus primeros ecos Adorno y Horkheimer, es aún la que prima en el contexto de un proyecto burgués –toda vez que aquí se entiende el post- fordismo como una mera modificación secundaria de esta matriz principal- que, en tanto total y universal, domina progresivamente cada rincón susceptible de devenir mercado. Sin embargo, la limitación propia de esta situación presentada como argumento, está vista por la misma forma de expansión de la estructura capitalista. Esto es, el desplazamiento de los límites de este proyecto histórico se realiza mediante su propia diferenciación según la especialidad y especificidad histórica de los territorios. Así, el análisis de la sociedad industrial avanzada, en su carácter monopolista, no puede adecuarse a la situación nacional actual en tanto la presencia de la estructura capitalista es aquí una diferenciada: la inserción en extremo dependiente de la economía nacional a los centros económicos, propone una limitación al argumento crítico propuesto. Primeramente, puede establecerse claramente que el capitalismo tardío o avanzado, no es propiamente el objeto que en este caso debemos analizar, sino su materialización en una economía dependiente. Esto comporta ciertos rasgos del todo social tratado. Por una parte, un desenvolvimiento capitalista en el cual la industrialización, tal como la presente en el fordismo monopolista, no se presenta propiamente, en tanto nuestro país se mantiene como exportador primario (de materias primas). Esto implica que el dominio de la técnica y del aparato, son experimentadas, en esta situación, doblemente mediatizadas. No es el trabajador productor quien determina el desarrollo de la técnica y su aplicación mercantil, tampoco es la burguesía nacional –primera mediatización- quien realiza esta acción, sino que es, a grandes rasgos, el capital extranjero-segunda mediatización-quien da forma a un dominio mediante la técnica. Esto contiene en sí un primer matiz. El dominio burgués, en una economía periférica crecientemente abierta-bajos aranceles-, no constituye una constricción dentro de un todo social determinado de manera directa, sino que la misma supone un dominio entronizado desde fuera de la sociedad nacional, o, si se fuerza el análisis, mediatizado por la burguesía nacional transnacionalizada. Esto contiene ciertas implicaciones. El dominio del aparato técnico y sus sostenedores -el gran capital monopolista- deviene menos evidente, en tanto la totalidad social -nacional-solo podría mediatizar un dominio ejercido desde fuera. Asimismo, la misma totalidad -y su dominio-, a pesar de estar más presente que nunca, pierde claridad y evidencia frente a la conciencia social. Por otra parte,  y en segundo lugar, es importante relevar otra limitación derivada de un capitalismo materializado diferencialmente en su periferia, esto es, que el movimiento real de la sociedad burguesa en su totalidad bajo la forma de su idea encarnada en personas e instituciones[ii], a saber, la Ilustración, en tanto que proyecto cultural e ideal (superestructural), es uno eminentemente europeo-occidental. La especificidad propia del cuerpo doctrinario de conceptos que comprende el proyecto burgués, es función de una materialidad espacial determinada -la europeo-norteamericana -, no extrapolable así a una especificidad histórico temporal propia de lo nacional. La cultura que soportaba -y soporta- el proyecto burgués siempre ha sido experimentada de manera extrínseca por parte de la periferia capitalista. Así, en tanto no inherente a lo propio nacional –que también es una construcción resultado de la dominación, por lo demás bastante sincrética y ambigua-, lo conceptual, en tanto que ligado a lo material, debe ser relativizado. De esta manera, si hemos de preguntarnos por la materialización de la razón en la realidad –su actualización según Hegel-, debemos siempre ser conscientes de este no despreciable matiz.

 Sabido esto, puede proseguirse con un análisis crítico –esto es, desde la teoría crítica- de la sociedad nacional. “Pero en todo ello se silencia, que el terreno sobre el que la técnica adquiere poder sobre la sociedad es el poder de los económicamente más fuertes sobre la sociedad”[iii]. Esta cita nos permite establecer que la sociedad de masas conceptualizada por Adorno y Horkheimer, no negaba, sino que restablecía el carácter de clase –pero transformado- de la sociedad analizada. Esto aún se cumple en nuestra sociedad nacional, aún si el dominio es meramente mediatizado por la clase dominante vernácula. Esto puede demostrarse, sin abundar en el problema fundamental de las clases, mediante cierta información manejada desde el sentido común sociológico. Así, la clase dominante constituye un sistema de salud a su medida –exclusivo y segmentado según el dinero-; un sistema educacional transversal propio –colegios particulares de élite y universidades cordilleranas-; un espacio territorial privativo –comunas de la capital que presentan una homogeneidad derivada del estatus social-. Esto es solo por citar algunas formas empíricas evidentes. Asimismo, los críticos de la Ilustración afirman que se producen bienes estándar en función de millones de receptores pasivos y pocos centros de producción; se reproduce incesantemente el círculo de manipulación y necesidad[iv]. Es la presencia de la sociedad clasista, y su concentración de capital y recursos, mediante el mercado y la cultura. Ambos, en nuestra realidad social, se encuentran en manos del gran capital monopolista, tanto nacional, como internacional. En el caso cotidiano de los centros de abastecimiento material primarios (supermercados, grandes tiendas, etc), debe apuntarse su alta concentración en pocas propietarios, lo que redunda en una cooptación generalizada de los mercados –muchas veces favorecida por la política estatal- reafirmando lo postulado por lo críticos: pocos productores- monopólicos éstos-, consumidores pasivos y manipulados. En lo que respecta a la cultura, puede indicarse que la masificación que presenta en nuestra sociedad reafirma su particularidad enajenante e ideológica, toda vez, que, por ejemplo, una telenovela reproduce este sistema de dominación en tanto que tal -reproduce lo existente -, solo basta observar el carácter de clase de los personajes representados: representan una sociedad inexistente para la mayoría, lo burgués reificado en ideal.

 En segundo lugar, deviene fundamental relevar que el dominio sobre la naturaleza, también efectivizado por un capitalismo periférico-dependiente, supone ciertos elementos que se presentan, realmente, en lo existente. Primero, el hombre ha devenido ser social alienándose de la naturaleza, objetivándola, convirtiéndola en mero material-cosa- a dominar. Cuestión que en la sociedad que aquí tratamos, no es meramente secundaria. La explotación extensiva e intensiva de los recursos naturales del territorio nacional, se manifiesta de manera preclara: mineras, forestales, pesqueras, todas ellas solo conocen la naturaleza en tanto pueden dominarla. Asimismo, la alienación de la naturaleza –irreversible según la teoría crítica, en tanto sujeto y objeto nuca llegarán a unificarse propiamente- es evidente en problemas concretos contingentes. Así, el conflicto mapuche –pueblo que reivindica a la naturaleza como elemento fundamental-, y las continuas desaveniencias con las comunidades locales existentes debido a la intención –diríase irracional- de instalación de centrales hidroeléctricas y termoeléctricas en territorios de potencial natural efectivo, constituyen manifestaciones de un desarrollo estructural que tiene a al naturaleza por mero material. Segundo, la estructura capitalista, en tanto que dominio sobre la naturaleza, supone la alienación de las relaciones humanas. Esto, en nuestro contexto nacional, es palmario. Solo puede relacionarse el hombre, reconocerse en su otro igual, mediante el mercado; las fuerzas irracionales que actúan por sobre los hombres pero que se constituyen, sin embargo, mediante sus propias relaciones, se presentan de manera clara. Si bien, no obstante, el individuo productor de ciertas relaciones que se objetivizan y lo dominan, en el marco temporo-espacial de nuestra sociedad nacional, encuentra relativizado su carácter productor, toda vez que muchas mercancías esenciales a esta cultura capitalista provienen del mercado exterior. Tercero, el hombre se alienado con respecto a sí mismo. Esto lo vemos en una cultura como la nuestra, donde los espacios propios y privados, en los cuales el ser social puede devenir “para sí”, se aminoran a cada paso –la alienación de sí mismo lo vemos en un hombre que ha renunciado a su propio conocimiento, toda vez que solo se conoce a través de un teléfono celular y un par de audífonos -. Cuarto, el pensamiento se ha reificado, ha devenido instrumento. Ejemplos con respecto a esto se obtienen con solo experimentar la cotidianeidad. Por solo citar uno, muy actual, conviene traer a la memoria la nueva medida del gobierno con respecto a la educación primaria y secundaria: la reducción de horas de historia y ciencias sociales en desmedro de otras disciplinas, supone, a todas luces, una mayor tecnificación de la formación. Toda vez que la técnica en su forma actual, constituye el epítome de la entronización de la cosa pensamiento, de la dominación, del predominio del medio sobre el fin (instrumentalismo).

  En tercer lugar, rasgo reconocido en Dialéctica de la Ilustración, la sustituibilidad y fungibilidad de los elementos del todo social es una eminente en toda estructura capitalista. En nuestro caso concreto, el de una economía dependiente, podemos afirmar esto como tendencia –a la manera de Marx-, esto es, como un desarrollo que propende-solamente propende- a su concretización. La base argumental de esta noción, está vista por el desarrollo de la economía nacional. Gran parte de la fuerza laboral se encuentra en el sector servicios (tercerización), en su mayoría en la esfera de la circulación (como dependientes de comercio, por ejemplo), lo que nos lleva a afirmar que la función ejercida en estos casos no supone un grado de cualificación elevado, toda vez que solo implica una socialización determinada por el interés burgués de la venta, accesible a gran parte de la mano de obra, que, por lo tanto, es sustituible en sus elementos. Esta tendencia, se encuentra matizada por una configuración material concreta, en la cual el acceso a un empleo (función), está relacionado con elementos de discriminación étnica –aristocracia de la piel- y discriminación social –clasismo.

 En cuarto puesto, cabe relevar el elemento de equivalencia que supone la reproducción de un modelo de dominación determinado. La mitología no es más que iteración de lo natural, cuestión que el proyecto burgués, aun si pretendía la liberación frente a la naturaleza, exhibe de manera particular. La repetición de lo mismo, propondremos aquí, puede verse mediante su expresión política. La elección unos representantes políticos u otros, en términos gruesos, es una que presenta un rasgo de indiferencia, toda vez que los proyectos evidenciados por las dos grandes fuerzas electorales manifiestan mínimas diferencias, sosteniendo un mismo modelo de dominio, una misma forma de organización social.

  En quinto lugar, los teóricos de la Escuela de Frankfurt, sostienen que la cultura burguesa no ha abierto sus espacios al arte sino a la fe…(ésta) es sospechosa en el sentido de que hace de la reconciliación una profesión[v]. Aun siendo un elemento secundario del análisis crítico aquí realizado, éste deviene importante en el contexto cultural que aquí analizamos, toda vez que el carácter eclesial de nuestra sociedad es evidente. La influencia de la religión católica, y su expresión institucional (ecclesia), como actor relevante en las transformaciones culturales, es una esencial. A modo de ejemplo, puede citarse la existencia de la segunda universidad con más renombre en nuestro país –y con recursos infinitos-, la cual es, precisamente, la pontificia universidad católica de chile. Asimismo, la opinión de los “ministros de fe” ha dificultado políticas que permitirían la liberación del sexo femenino –postura contra el aborto y la “pastilla del día después”.

 Por sexta parte, el análisis de la Ilustración realizado por los citados teóricos, contiene la aprehensión de una sociedad totalitaria, en la cual el terror (mítico) a la diferencia es predominante, siempre que lo distinto busca ser integrado y homogeneizado. Esta determinación, sin embargo, debe ser relativizada en su propio contexto, a la vez que en el contexto que nos atañe. Porque, la génesis de esta noción de la realidad capitalista, supone la experiencia de un régimen fascista que daba pie al paso hacia el capitalismo monopolista. Así, si bien Adorno y Horkheimer reafirman su análisis en el contexto de la sociedad norteamericana –y Marcuse todavía más unos años más tarde-, deviene fundamental relativizar la integración totalitaria que se argumenta se presencia. El capitalismo, cualquiera sea su forma o estadio, existe, en tanto que tal, solo mediante la efectiva presencia de un ejército industrial de reserva, el cual solo se vió eliminado-parcialmente- por la manifestación de una contratendencia –diríamos casi contingente-de carácter histórico. El fascismo, en tanto que forma política (y económico-social) de transición de una fase de un modo de producción a otra fase este mismo “modo”, contenía en sí la característica de absorber el paro (por diversas razones, dentro de las cuales se cuenta la economía de guerra). Por su parte, el capitalismo norteamericano de la década del cuarenta, tanto como el de la década del sesenta –periodo en el cual Marcuse revaloriza este análisis crítico-, suponía la mantención de una economía de guerra a gran escala (además de otros mecanismos de integración), todo lo cual hacía disminuir de manera radical la presencia del ejército industrial de reserva en esta sociedad. Sin embargo, ambas características constituyen rasgos secundarios de la estructura capitalista, tal como se reproduce en la realidad, toda vez que ya a partir de la década del setenta Poulantzas constatará la emergencia de crisis derivadas de un desempleo estructural (cuestión que, con la crisis actual que golpea fuertemente a los centros, se agudiza). Por todo esto, cabe señalar que el carácter de integración y homogeneización totalitaria, es uno relativo en el contexto de los centros económicos capitalistas. Asimismo, y más todavía, la no participación económica, que se traduce en una limitada integración socio-cultural, constituye uno de los rasgos particulares de las economías capitalistas dependientes. El paro en Chile, ya desde hace más de una década, fluctúa alrededor de un 8% de la fuerza laboral (cuestión que se agrava con la actual crisis; además, debe considerarse el carácter laxo de la medición de desempleo en nuestro país). En síntesis, la integración, muchas veces fortalecida por la emergencia de los créditos blandos masificados, constituye solo un fenómeno parcial en la sociedad que analizamos, toda vez que la estructura de la sociedad capitalista supone la existencia de un ejército industrial de reserva, ergo, una integración cultural deficitaria. Esto no quita, solo relativiza, la tendencialidad a la integración homogeneizadora, presente en toda sociedad burguesa, más todavía en nuestro país.

 En séptimo lugar, es menester destacar un rasgo propio de la sociedad capitalista, como analizada por la teoría crítica. Es la preformación del ser y la conciencia, la emergencia del hombre-masa. Al respecto, Adorno y Horkheimer sostienen: “a través de las innumerables agencias de producción de masas y de su cultura se inculcan al individuo los modos normativos de conducta, presentándolos como los únicos naturales, decentes y razonables. El individuo queda ya determinado solo como cosa. Su norma es la autoconservación, la acomodación lograda o no a la objetividad de su función y a los modelos que le son fijados”[vi]. Aquí sostenemos, que estas premisas, en tanto tendencia, se presentan en la realidad chilena actual. No siendo ésta una investigación rigurosa, sino solo un manuscrito de carácter ensayístico, podemos citar ejemplos desde la propia cotidianeidad. A la vez que en la televisión se presentan ciertas vestimentas y actitudes, también en la calle, en lo concreto real, esto se reproduce. Los hombres se reconocen en sus mercancías, diríase que es la apropiación de la propia alienación. Es la reificación total del fetichismo total de la mercancía[vii]. Así también, esta situación contiene una dualidad argumental. Por una parte, la sociedad nacional actual, reafirma el diagnóstico de la teoría crítica, toda vez que el individuo, en tanto que tal como ser real, no ha llegado a su existencia plena. El proceso de individuación se ha detenido, los hombres devienen puros seres genéricos –no el en el sentido de los manuscritos de 1844 de Marx, sino en el sentido que se le otorga a esta expresión en Dialéctica de la Ilustración- . El ser social, actual –que no puede devenir real- reproduce la dominación constrictiva del aparato social (moda, música, estilo, etc). Por otra parte, esta preformación del ser y la conciencia por el aparato social de dominación, supone el reconocimiento de la razón, en tanto que actuante, en la realidad concreta. Expresión de esto en nuestro contexto sería la autoimputación de un “gobierno de los mejores” –lo mejor entendido como lo técnico, como lo racional-, por parte de la administración que recién asume el poder. 

 En lo que refiere al octavo respecto, los pensadores de la Escuela de Frankfurt, consideran que la diversión es la prolongación del trabajo bajo el capitalismo tardío[viii], elemento que también puede constatarse en la realidad chilena actual. No obstante tendencia compleja, poseedora de infinidad de matices, puede ilustrarse la misma mediante la aprehensión de la dinámica de los juegos de video, muchos de los cuales requieren habilidades específicas que reproducen la fuerza de trabajo necesaria al capitalismo, a la vez que presentan un grado de violencia tal que permite colegir un proceso productivo inmanentemente violento. 

  Por último, es necesario explicitar la forma de solución que Adorno y Horkheimer elaboran frente a una razón ilustrada que ha devenido naturaleza, mitología, epítome de la dominación e instrumento. La solución de esta aporía reza de la siguiente manera. Si la estructura de la sociedad analizada por la teoría crítica es tal, esta no se constituye fundamentalmente por la mediación de una ideología que encubre la realidad a los dominados, sino que, se configura como consecuencia lógica de la sociedad industrial en su materialidad. Sin embargo, esta necesidad lógica no es definitiva:

“El dominio, en la economía de mercado, al objetivarse en leyes y organizaciones, tuvo al mismo tiempo que limitarse. Los instrumentos de dominio que deben aferrar a todos deben dejarse aferrar por todos. Así, en el dominio, se afirma el momento de la racionalidad como distinto de él. El carácter objetivo del instrumento, que lo hace universalmente disponible, su objetividad para todos, implica ya la crítica del dominio… al multiplicar la violencia a través de la mediación del mercado, la economía burguesa ha multiplicado también sus propios bienes, hasta el punto de que necesita de todos. Todos aprenden, a través del poder de las cosas, a desentenderse del poder. La ilustración se realiza plenamente.”[ix]

Si ésta es la solución de la aporía ilustrada que presentan los autores aquí tratados, solo el futuro puede indicar si lo gérmenes de emancipación, de razón y libertad, que hoy día se aprecian, por ejemplo en la calle –marchas por ejemplo-, dentro de nuestro contexto social, devendrán actuales en el sentido hegeliano. Porque, fundamentalmente, la teoría crítica evidencia un desiderátum; su carácter normativo es irrenunciable.




[i] Adorno, Theodor y Horkheimer, Max “Dialéctica de la Ilustración
[ii] Adorno, Theodor y Horkheimer, Max “Dialéctica de la Ilustración
[iii] Adorno, Theodor y Horkheimer, Max “Dialéctica de la Ilustración
[iv] Adorno, Theodor y Horkheimer, Max “Dialéctica de la Ilustración
[v] Adorno, Theodor y Horkheimer, Max “Dialéctica de la Ilustración
[vi] Adorno, Theodor y Horkheimer, Max “Dialéctica de la Ilustración
[vii] Marcuse, Herbert, El hombre Unidimensional
[viii] Adorno, Theodor y Horkheimer, Max “Dialéctica de la Ilustración


[ix] Adorno, Theodor y Horkheimer, Max “Dialéctica de la Ilustración

Manuel Salgado Muñoz


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