La tesis del 1%
¿Por qué escribir hoy acerca de la tesis del
1% en el contexto de la formación social chilena? Fundamentalmente, por una
cuestión de urgencia política. Sucede que ya hace un tiempo varios discursos
políticos autodenominados “alternativos” a la forma de sociedad nacional hoy
existente, se plantean en términos de una lucha contra lo que refieren como el
1%. Desde intelectuales cercanos a las filas del partido comunista de vicuña
Mackenna, como Manuel Riesco:
“También,
ciertamente, es la causa principal de la escandalosa desigualdad. No solo de
aquella que se verifica al interior de la fuerza de trabajo, que es la que mide
la CASEN, que también resulta más desigual que en la mayoría de los países. La
desigualdad de verdad, sin embargo, es entre el 99 por ciento de la población
que representa la CASEN y el uno por ciento verdaderamente rico que ni siquiera
se digna responderla…”[1]
Pasando por asiduos colaboradores de la
revista Punto Final (por lo general crítica a la deriva actual del pc), como Paul
Walder:
“Un
muy reciente estudio de los economistas de la Universidad de Chile Ramón López,
Eugenio Figueroa y Pablo Gutiérrez nos dice que dentro de la concentración
existe algo así como un núcleo más duro e hiperconcentrado. Es en el uno por
ciento donde realmente se concentra el ingreso, fenómeno que casi no tiene
parangón en otro país”[2]
…hasta candidatos presidenciales populares como
Roxana Miranda[3] y aún
ciertas fraccionesdel movimiento estudiantil universitario (e.g. miembros de
izquierda autónoma) hacen uso de la mencionada tesis. Ahora bien, aún si este
discurso no es hegemónico dentro de quienes se posicionan del lado de los
productores y explotados, el mismo, como hemos intentado mostrar a través de
las citas precedentes, logra “peligrosamente” cierta difusión no menor. Decimos
“peligrosamente” porque la tesis central de esta nota es que la utilización del
mismo en tanto que consigna en las luchas contra lo que existe, lleva a tomar
caminos errados en el conflicto actual de nuestra sociedad dividida en clases,
esto al menos si los objetivos de quienes luchan se sitúan del lado de los productores y
explotados en búsqueda de libertad e igualdad sustantivas y materiales.
La tesis del 1% puede ser comprendida a través
de dos series de antecedentes que la explican en su forma actual: a)
antecedentes históricos; b) antecedentes estructurales actuales.
Dentro de los antecedentes históricos (a), aquí creemos posible y fértil situarse en el
contexto de las luchas clasistas de mediados del siglo pasado, tanto en el
espacio de las metrópolis como en el de los satélites. En este contexto, muchas
fuerzas que se planteaban como alternativas a lo que existe, formularon ciertas
tesis que hoy constituyen gran parte de la base teórica de quienes plantean la
necesidad de la lucha contra el 1%.
En primer lugar, la idea de la “clase salarial”[4].
Durante los “treinta dorados”, algunos teóricos ligados al mundo político
plantearon la idea de que la lucha más relevante era la de todos aquellos
remunerados en forma “salario” contra aquellos no remunerados de esta manera.
Así, se construyó un tipo “clasista salarial”, que incluía desde las más altas
cúspides tecnoburocráticas de la estructura social, hasta el trabajador manual
más depauperado. Esta “clase” (si podemos en realidad denominarla así), en
efecto luchaba contra la minoría “no salarial”, minoría que hoy se entiende
bajo la denominación del 1%. Esto último es claro en la cita de Riesco que
consignamos precedentemente, en la cual este economista considera que la
desigualdad verdadera y real es únicamente entre una fuerza de trabajo
concebida como 99% y un 1% privilegiado.
En segundo lugar, muchos de los teóricos que
hablaron acerca de la “clase salarial”, entendían también que la lucha relevante
era la de la “mayoría” (entendida ésta como clase salarial, pueblo, etc),
exclusivamente contra la “minoría” monopólica del “gran capital”. Esta misma
idea es tomada hoy por el periodista Paul Walder, quien ya hace varios años
escribe sistemáticamente denunciando la concentración monopólica vigente en
nuestra economía nacional; quien, como vimos en la cita de más arriba, ya se ha
decantado finalmente por la tesis de la lucha contra el 1%.
Ligada a esta idea, estuvo muy de moda por esos
años la generalización de la “cuestión pyme” (pequeñas y medianas empresas). Se
suponía que la lucha contra los monopolios incluía en el campo desfavorecido no
sólo a la pequeñaburguesía y la clase obrera, sino también al pequeño y mediano
capital: todos ellos se encontraban, supuestamente, en contradicción
estructural con el gran capital monopólico. Esta tercera idea, algo modificada,
es cierto –pero no precisamente de una manera racional y políticamente más
acertada- , también ha sido tomada por quienes sostienen que la lucha de mayor
importancia es aquella que sitúa en el campo enemigo al mentado 1%:
“Ciertamente,
al igual como ocurrió a lo largo de buena parte del siglo pasado, esta gran
transformación solo puede ser dirigida por el Estado, conducido por una nueva coalición
desarrollista, de trabajadores manuales e intelectuales, empresarios grandes,
medianos y pequeños y funcionarios, civiles y militares. También los
trabajadores independientes, pescadores y campesinos…”[5]
Como puede verse en la cita, no son sólo
“Meo” y los progresistas de la concertación quienes sostienen la validez para
la lucha actual de la “cuestión pyme”, sino que también teóricos ligados al
mundo comunista como Manuel Riesco.
En cuarto y último lugar, un antecedente
histórico de relevancia en las tesis acerca del 1%, fue la expresión de la
lucha antimonopólica en la periferia. En términos sumarios, quienes luchaban sólo contra el gran capital y los
monopolios en los centros capitalistas, en la periferia expresaron su lucha
como una cuyo objetivo a mediano plazo era el desarrollo de capitalismo contra
las remanencias feudales: en la tesis de la revolución por etapas[6],
se entendía que al socialismo debía preceder un capitalismo progresista, basado
exclusivamente en el plusvalor relativo. No debe sorprendernos, sin embargo,
que esta misma tesis sea tomada por uno de los teóricos que abogan en pro de la
lucha sólo contra el 1%, como es el
ya citado Manuel Riesco:
“La abrumadora
mayoría del país está de acuerdo con estas medidas (e.g. estatización), puesto
que benefician a todos. Incluso a la segregada elite que hoy vive aislada y
atemorizada, en un Apartheid que sabe que no puede continuar. Los auténticos
empresarios capitalistas serán los principales beneficiados de nivelar la
cancha para las inversiones productivas en base al trabajo calificado de los
chilenos y chilenas; de hecho, las principales corporaciones rentistas que hoy
explotan los recursos naturales de Chile, son extranjeras”[7]
Con respecto a estas cuatro reapropiaciones
históricas que realizan los “nuevos” teóricos del 1%, caben cuatro críticas
paralelas, las cuales a partir de un marco marxista no son difíciles ni
extensas de desarrollar. Primero, en lo que respecta a la “clase salarial”, un
análisis de clase verdaderamente racional (marxista) apuntaría al menos dos
cosas de simple comprensión: a) las clases no se definen ni determinan de forma
esencial por su forma de remuneración[8];
b) las tecnoburocracias salariales (en especial las altas cimas de las mismas)
en realidad cumplen la función del capital en la producción[9].
Segundo, en lo que corresponde a la lucha contra los monopolios: a) se opera
con una concepción del término amarxista, en la cual las leyes objetivas del
modo de producción capitalista parecieran ya no “pasar por encima de las
cabezas de los agentes”, sino que las mismas son manipuladas arbitrariamente
por cierto tipo específico de agentes (los monopolios)[10];
b) se asume la neutralidad de las fuerzas productivas[11];
c) se opera (al menos “tácticamente”) con una política de alianzas
interclasistas (colaboración de clases).
Con respecto a lo tercero, si bien se pueden aplicar las mismas críticas
hechas para el segundo caso, lo específico de esta tesis es que difumina la
diferencia entre la clase pequeñoburguesa y la clase capitalista. Nicos
Poulantzas expresa esto de la siguiente manera:
“…de otra parte, esfumar, esta vez, las líneas de
demarcación de clase entre el capital a secas, la burguesía de una parte, y la
pequeña producción manufacturera y artesanal, la pequeña burguesía, de otra.
Esto se hace por la introducción subrepticia, en esta escala de magnitud, del
término de pequeño capital, que cubre la pequeña burguesía. Se mantiene el
término de gran capital con el fin de designar el capital monopolista, al que
se limita de hecho la burguesía, y se emplea el término de capas no
monopolistas incluyendo en ellas, en una línea de continuidad, el capital medio
–el resto de la burguesía- y el pequeño capital –la pequeña burguesía-, y dando
entender que todo lo que no es gran capital no pertenece ya a la burguesía. El
capital medio se supone así tener, frente al grande, el mismo tipo de
contradicciones que la pequeña burguesía frente a la burguesía, y presentaría
entonces las mismas posibilidades de alianza con la clase obrera que la pequeña
burguesía…Se acredita así el mito de una unidad de las empresas pequeñas y
mediana (PME), que no es de hecho sino un medio por el cual el capital no
monopolista subordina a la pequeña burguesía apoyándose sobre ella en su lucha
contra el capital monopolista y le crea la ilusión de una comunidad de
intereses…”[12]
Por último, en lo que respecta a la tesis del
desarrollo del capitalismo en la periferia (revolución por etapas), debemos
consignar: a) el etapismo en realidad es una elaboración propia de los años
1920s por parte de Tercera Internacional y fue una apuesta táctica que tuvo
sentido para la China de esos tiempos, pero que se probó errada en la mayor
parte de los casos; b) la tesis de la revolución por etapas supone un
mecanicismo no soslayable que niega la discontinuidad que es propia de la
dialéctica marxista; c) hablar del desarrollo del capitalismo en lo actual como
un objetivo necesario de lucha, supone no comprender que el mismo es siempre explotador
(y aún más mediante el plusvalor relativo –mientras más productivo el capital
invertido por el capitalista, más alta es la explotación del obrero, estableció
Marx en El Capital-) y niega por sí mismo la libertad e igualdad sustantivas y
materiales.
Dentro de los antecedentes estructurales
actuales (b), es preciso consignar una cuestión de importancia, más todavía si
nos encontramos hoy en el contexto de una formación social a todas luces
todavía “dependiente”. La misma dice relación con el hecho de que la tesis del
1% no ha sido endógenamente generada por fuerzas nacionales (y nos atreveríamos
a decir, ni siquiera por fuerzas latinoamericanas), sino que proviene de las
formas y tácticas de lucha propias delos centros capitalistas en su decurso
actual. En efecto, la tesis del 1% se vincula orgánicamente a las elaboraciones
del grupo ATTAC[13] y ha
sido difundida recientemente por las luchas de los denominados “indignados”.
Por lo tanto, tenemos que ya desde su origen la tesis del 1% es susceptible de
generar suspicacia, al menos para quienes la noción “colonialismo intelectual”
todavía tiene algún sentido.
Anexas a las tesis del 1% existen al menos 4
dimensiones que aquí creemos necesarias consignar
En primer lugar, el conjunto teórico en el
cual en general se incluye esta tesis, conjunto que se compone de otras tesis
“solidarias” de que aquí tematizamos. A
este conjunto lo podríamos englobar ampliamente bajo la noción de “capitalismo
financiero”, término muy afín a toda esta corriente “teórica”. Bajo la
denominación “capitalismo financiero”, toda una serie de autores “progresistas”
entiende que lo que hoy prima es de hecho el capital “financiero”. Por lo
general una noción elusiva y con connotaciones diferentes, “financiero”, para
estos “teóricos”, viene a significar el predominio de los bancos, la economía
“no real” y el capital especulativo. Todo ello primaría sobre el capital
industrial productivo, el cual en general se entiende como eminentemente
nacional y normativamente positivo. Ahora bien, no es sólo que aquí se
presenten una serie de conceptos manejados de manera laxa (y muchas veces
realmente fuera del marco marxista), sino que con este cuerpo teórico se niegan
dos cosas de sustancial importancia: a) la determinación de la realidad social
por la producción (en términos estructurales, y de mediano y largo plazo); b)
el hecho empírico de que el autofinanciamiento de los grandes capitales
mundiales en realidad niega su dependencia de los mismos bancos, ya que en
realidad el mismo capital productivo “posee” la gran mayoría de estos bancos[14].
Esto por una parte. Por otro lado, se encuentran todas aquellas consignas de
lucha que se derivan de estas tesis (dentro de las cuales se encuentra la lucha
contra el 1%). Algunas de estas consignas de lucha son: a) impuesto a las
transacciones financieras; b) foco de la lucha en los bancos y contra el
endeudamiento; c) intercambio equitativo o justo. Todas estas tesis son lo
suficientemente endebles como para ser cuestionadas sin la necesidad de un conocimiento
demasiado especializado. En lo que respecta al impuesto a las transacciones
financieras, Rolando Astarita[15]
es claro al señalar que no existe el tipo de institución mundial “dispuesta” a
exigirlo (¿realmente se piensa que el Banco Mundial o el FMI exigirán de esta
manera a los grandes capitales?). En segundo lugar, la lucha contra los bancos
y el endeudamiento es criticable en términos del modo de producción vigente.
Bajo el feudalismo, la usura y el intercambio desigual eran las formas
paradigmáticas de generar sobreganancias, sin embargo, bajo el capitalismo ésta
relación tiende a invertirse: el capital comercial y “financiero” tienden a
regularse por la ganancia media de la industria determinada por el capital
productivo. Y, tercero y final, en lo que refiere a la necesidad de luchar por
un intercambio equitativo, sólo tenemos una consigna parcial que busca la
“justicia” en la esfera de la circulación, invirtiendo los términos de la
determinación de la realidad[16]
La segunda dimensión que aquí deseamos
tematizar se articula en tornoa las bases teóricas misma de la lucha contra el
1%. Sostenemos, sin riesgo de duda, que éstas se afincan en dos elaboraciones paradigmáticas:
a) la idea de “multitud”; b) la noción de “precariado”. La primera fue
elaborada por Toni Negri hace algunos años, fundamentalmente para designar al
sujeto transformador en el contexto de una lucha cuyo otro término opositor
sería el “Imperio”. La segunda es una noción elaborada por los sindicalistas
italianos de fines de la década del 70 del siglo pasado; ésta ha sido tomada y
desnaturalizada por algunos de los teóricos del 1% en los centros capitalistas
(e.g. el “marxista” Richard Seymour[17]).
Para el caso de la “multitud”, tenemos que la misma comparte con el 99% su
naturaleza elusiva, informe, ambigua y “masiva”. Y, para el caso del
“precariado”, tenemos dos elementos de importancia: a) la vinculación
sistemática que realiza Seymour entre la tesis del precariado y la tesis del
1%; b) la idea de que existiría una suerte de clase salarial amplia que hoy en
día compartiría el rasgo de la precarización (recordemos que una de las bases
de Riesco para hablar del 1% es conceptualizar la existencia de una suerte de
“clase salarial”).
Ahora bien, la idea de la existencia de un 99%,
derivada de la noción de “precariado” y de la idea de “multitud”, es
deficitaria en un punto sustancial: carece de especificidad y se encuentra
inherentemente imposibilitada de devenir categoría concreta aplicable a los
conflictos reales. Esto, en lo fundamental, porque nunca se ha intentado
definir sistemáticamente a este 99%. O, cuando se lo ha hecho, no se ha vuelto sino a las mitologías de
mediados del siglo pasado (“obrero colectivo”, “clase salarial” un pueblo
antiimperialista que incluye a la burguesía, etc). En suma, aquí planteamos
que, en realidad, el 99% no constituye sino un intento de configurar un tipo de
alianza negativa. El problema, sin embargo, es que lo que se “niega” carece de
la suficiente especificidad. Esto es, a diferencia de la alianza
anticapitalista (que define un enemigo específico –la clase capitalista y “su”
modo de producción-), el 99% (por naturaleza), lucha contra un “porcentaje”
(que por definición es poco específico) Por lo demás, cuando a éste porcentaje
se lo ha intentado definir, los resultados no han sido satisfactorios. Así,
como ya vimos, la idea de la lucha contra los bancos, el capital financiero
especulativo, etc, supone tomar caminos que no ayudan a la lucha de los
productores y explotados en aras de igualdad y libertad (sustantivas y
materiales). Por otra parte, si a éste 1% se lo entiende como privilegiado en
términos (nacionales) de consumo –como lo hace Riesco-, no me sorprendería ver
una lucha que se plantea en el mismo pie conflictivo ante: a) una inmobiliaria
no demasiado encumbrad; b) actores, directores técnicos, personajes de
farándula y futbolistas adinerados. El absurdo de tal práctica política es
evidente.
Sólo dos puntos críticos más. Primero, la
naturaleza “mediática” de este 99%. En efecto, la lucha del “99% de indignados”
en los centros capitalistas ha concitado una atención no menor por parte de los
medios de comunicación de masas (por lo general cooptados por el capital). Es
que la misma tesis del 1% tiene su base en una suerte de lucha “posmoderna” en
la cual lo real es inmaterial, informacional, etéreo, fluido, etc. Tanto es así
que el mismo Richard Seymour comprende que el 99% se constituye mediante una
mera “interpelación” (althusseriana):
“El precariado no es una clase, y su amplia
aceptación como un meme cultural en las culturas (sic) izquierdistas
disidentes, no tiene que ver con la afirmación de que de hecho lo es. Antes
bien, es un tipo particular de “interpelación populista” que opera a partir de
un antagonismo crítico real del capitalismo de hoy…El precariado no es
peligroso, exótico, extraño, o una clase incipiente que necesita ser tratada
con paternalismo. Somos todos nosotros…”
En suma, el “precariado”(que para Seymour es
también el 1%) no sólo se constituye en el campo de la ideología althusseriana
(y pareciera ser que Seymour no tiene en cuenta que este concepto en Althusser
es característicamente negativo y se opone a la “ciencia marxista” ), sino que
su realidad operativa es meramente
discursiva.
En segundo lugar (y final), quisiéramos
destacar que, en algunas elaboraciones que operan con la tesis del 1%, el mismo
pareciera invisible, etéreo e inaprehensible. No es sólo que el capital
especulativo ya haya partido viaje para ser invertido en un lugar menos
molesto, apenas ha sido “señalado”, sino que incluso éste 1% es inaccesible
mediante las encuestas regulares:
La
desigualdad de verdad, sin embargo, es entre el 99 por ciento de la población
que representa la CASEN y el uno por ciento verdaderamente rico que ni siquiera
se digna responderla…”[18]
Sólo
abandonando la categoría de clase y el análisis materialista, se puede
configurar un entendimiento de la realidad en el cual la referencia concreta del
antagonista parece desaparecer. Por el contrario, desde esta tronera, se
considera que bajo el modo de producción capitalista, éste siempre ha tenido
características definidas
“No es exacto
precisamente que la política de los grandes bancos deba ser siempre
también la política de la sociedad
burguesa. Determinados grandes bancos son históricamente más viejos que la
sociedad burguesa. La fuerza de la burguesía como clase no radica en grandes
casas bancarias o en algunos consorcios industriales, sino que se halla en
todos los fabricantes, comerciantes, agentes, altos empleados, etc, los cuales
constituyen, juntamente con las profesiones intelectuales, la sociedad
ilustrada de las ciudades…”[19]
[1]
http://www.g80.cl/noticias/columna_completa.php?varid=16167
[3] Ver el video de
presentación donde la candidata apoyada por el Partido Igualdad desliza
posiciones solidarias con la tesis del 1%: http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=2mI3asvdSN8
[4] Muy ligado a la
idea de “clase salarial” estuvo el concepto de “trabajador colectivo” u “obrero
colectivo”. Este concepto fue tomado de los escritos de Marx y “deformado” de
manera que el mismo se adecuara a las tesis esclerotizadas de la tecnoburocracia
de la época, la cual confundía socialismo y capitalismo.
[5]
http://www.g80.cl/noticias/columna_completa.php?varid=16167
[6] Esta tesis,
motejada de “etapista” por críticos de cuño marxista, en realidad imbrica de
manera compleja dos vertientes teóricas bien distintas: el desarrollismo
derivado de Rostow (“dejar el mundo tradicional y despegar hacia el desarrollo
moderno”) y la estrategia de los partidos comunistas alrededor del mundo, los
cuales planteaban la necesidad de una etapa burguesa previa a la consecución
del socialismo
[7]http://www.g80.cl/noticias/columna_completa.php?varid=16167. Como se ve en la cita, Riesco implícitamente desliza
tesis nacionalistas (su objetivo es el desarrollo de una suerte de capitalismo
nacional): esto no es gratuito ya que la expresión periférica de la lucha
contra los monopolios (el desarrollo del capitalismo en estas zonas) de hecho
se imbricó inextricablemente con la lucha antiimperialista nacional.
[8]Aún si la respuesta
acerca de la temática de las clases que iniciaba Marx en el último capítulo del
tercer volumen de El Capital, parte formulando la cuestión de esta manera, es
necesario tener en cuenta que la teoría de las clases marxista no se encuentra
allí (en un capítulo que se “corta” en media página), sino en todo el cuerpo
del análisis desarrollado por Marx. Así, de los tres criterios formulados por
Lenin para definir a las clases (derivados de su lectura de Marx y su
apreciación de la realidad concreta del capitalismo de principios del siglo
XX), a saber: a) la relación con los medios de producción; b)el papel
desempeñado en la organización social del trabajo;c) y la forma y cuantía de la
riqueza social apropiada, la tesis de la
“clase salarial” pareciera quedarse sólo con la mitad del tercer criterio (la
forma de la riqueza apropiada que es entendida como forma de remuneración)
[9] Como se ve en la
cita anterior, el segundo criterio consignado por Lenin para definir a las
clases hace referencia explícita a esta cuestión relacionada con la posición en
el proceso productivo. La tesis de la “clase salarial”, que operó con la idea
espuria de “trabajador colectivo”, obvía esta cuestión central. Por lo demás,
la teoría de las clases marxista desarrollada en el siglo XX precisamente se
caracteriza por tratar esta cuestión (ver, por ejemplo, Guglielmo Carchedi y
Nicos Poulantzas)
[10] La teoría del
imperialismo tomada por el neomarxismo yanqui (e.g. Baran y Sweezy) formula
este tipo de hipótesis. Las mismas son criticadas de manera certera por
infinidad de marxistas (e.g. ver “Valor, acumulación y crisis” de AnwarShaik).
[11] La tesis de la
“clase salarial” y la lucha contra los monopolios, en realidad tenía su base en
cierta idea bastante difundida en su momento: la homogeneidad entre el mundo
soviético y el mundo capitalista en los años 1950s-1960s . Esta supuesta
homogeneidad entendía que la lucha necesaria en el capitalismo era sólo contra
las remanencias rentistas y monopólicas, en tantola organización el proceso de
trabajo y las fuerzas productivas eran similares en ambos modos de producción
–ahora bien, la mentada “homogeneidad”, si bien en lo aparente no se alejaba de la realidad, en
verdad no lograba captar que la dinámica de ambos mundos era impulsada por
leyes de movimiento distintas (formas de acumulación diferentes)-.
[12] Las clases sociales
en el capitalismo actual (Nicos Poulantzas)
[13] Aún si algo
heterogéneo dentro de sí, el grupo ATTAC tiene una de sus expresiones
paradigmáticas en las elaboraciones pequeñoburguesas de Le Monde Diplomatique,
instrumento de comunicación que por lo general opera con bastantes tesis
propias de lo que en la antigua jerga política podría denominarse
reformismo/revisionismo (impuesto a las transacciones financieras, intercambio
justo, etc).
[14] Sobre el autofinanciamiento de las grandes
multinacionales (que son eminentemente productivas en términos capitalistas),
véase los desarrollos de Orlando Caputo: (e.g. http://www.youtube.com/watch?v=kPfuKvWhLMU)
[15] Economista marxista argentino que endeña en Córdoba. Sus
artículos están disponibles en: rolandoastarita.wordpress.com
[16] También se obvía
que solo un intercambio no capitalista puede operar bajo los términos de la
justicia, ya que la competencia capitalista en el reino de las mercancías es
siempre lucha y guerra (además de que en el mediano plazo las mercancías
siempre se intercambian por su valor).
[17]http://www.newleftproject.org/index.php/site/article_comments/we_are_all_precarious_on_the_concept_of_the_precariat_and_its_misuses
[18]
http://www.g80.cl/noticias/columna_completa.php?varid=16167
[19] Democracia y
socialismo (Arthur Rosenberg). Obviamente, desde nuestra postura, los
capitalistas también se encuentran en el agro, así como
tampoco lo ilustrado es necesariamente burgués.
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