En lo que
sigue se presentarán 17 puntos que indican los errores y el carácter
anticientífico de la teoría de Ralf Dahrendorf
referida a las clases sociales y la transformación estructural
1) Eclecticismo: “contra
semejante proceder elevará su reproche el eclecticismo. El concepto se utiliza
aquí con cierta razón, pero no habrá lugar a reproche alguno. En la filosofía
puede considerarse el eclecticismo como pecado, pero la ciencia es, por
esencia, siempre ecléctica. Es más, el científico que como tal no es ecléctico,
no es científico o, a lo sumo, es un mal científico. La aceptación sin
limitación alguna de una teoría , el dogmatismo, constituye el pecado capital
de la ciencia”
1’) El
saber científico, contrariamente a lo que postula Dahrendorf, no funciona
mediante mecanismos eclécticos, sino más bien por medio de paradigmas. Estos
son marcos analíticos amplios, que pueden contener una o más teorías, y que se
caracterizan por delimitar problemáticas fundamentales en torno a las cuales la
comunidad científica trabaja. Como estas problemáticas no se encuentran
resueltas –algo bastante obvio ya que toda problemática resuelta deja de ser
“problemática”- el desarrollo científico consiste en su depuración y solución.
Por lo tanto, cuando el autor nos presenta como las dos únicas alternativas
posibles el dogmatismo y el eclecticismo, en realidad exhibe una dicotomía
espuria no propia de la naturaleza del funcionamiento científico. Esto porque
la misma noción de un “paradigma ecléctico” es una “contradictio in adjecto”,
así como todo “dogma”, en tanto supone la aceptación acrítica de sus
postulados, niega la crítica racional,
elemento fundamental del desarrollo científico. El hecho mismo de que la
ciencia no funciona mediante el eclecticismo, lo demuestra el fecundo
desarrollo del paradigma marxista en el curso del último siglo y medio
2) Funcionalismo: “se trata
especialmente de categorías conexas (“funcional” y estructural-funcional”),
ligadas en parte por una aceptación generalizada…La estructura de una sociedad
se manifiesta, en su aspecto más formal, como un sistema funcional…”
2’) En
este punto deseamos aclarar que la adopción explícita de un marco analítico
funcionalista para la investigación de la transformación de la estructuras
fundamentales de las sociedades, supone ciertos problemas de evidencia
palmaria. Sumariamente, diremos que la noción de conflicto y transformación
estructural son categorías ajenas a este marco analítico, cuyo mismo desarrollo
sistemático viene a negar las premisas propias del análisis funcional. Por lo
tanto, la utilización de las mismas en tanto ejes fundamentales del análisis,
sólo puede implicar la importación extrínseca de categorías, terminando el
intento de investigación científica en una madeja farragosa y deslavazada.
3) Transformación
permanente: las estructuras sociales…estas sometidas a una transformación
permanente (distinguida del proceso dinámico de desarrollo)… “sólo cuando en
este sentido interpretemos el cambio estructural como un elemento constitutivo
omnipresente de la estructura social…evitaremos simultáneamente la tarea,
apenas realizable de determinar cuando y donde empiezan y acaban los procesos
de evolución social” “…el cambio es un aspecto constante de las estructuras
sociales y su iniciación y terminación no son, por principio, determinables”
3’) Las implicaciones de las frases arriba
citadas, se encuentran conflictuadas con el carácter mismo del conocimiento,
más todavía con las premisas cognoscitivas de lo científico. Esto porque lo
fundamental al momento de aprehender la realidad (al menos al hacerlo de una
manera científica) es el acto de la ordenación y delimitación, primer paso
irrenunciable de todo conocimiento. El tiempo del análisis, de la división y
subsecuente definición de los componentes es inescapable. Sin embargo,
Dahrendorf parece olvidar esto, toda vez que afirma que el cambio puede ser
“constante”, una “transformación permanente” a la cual no tiene sentido
inquirir sobre sus delimitaciones temporales. Diremos que la noción de un
“cambio constante” es sólo válida en términos poéticos o descriptivos, mas
nunca como enunciado teórico sistemático. Esto porque todo cambio es sólo tal
con respecto a un punto de comparación que permanece incambiado. Si anulamos
este punto no podemos afirmar que algo ha cambiado. Asimismo, la necesidad de
delimitación (Perry Anderson dirá la necesidad de “periodización de las
discontinuidades”), que Dahrendorf desestima, es sólo una muestra del carácter
anticientífico de sus teorizaciones. Por último, no está demás consignar que el
tratamiento algo laxo y poco sistemático de la distinción entre dinámica y
diacronía (ver Balibar) no ayuda a la intelección precisa de las premisas que
intenta postular el autor.
4) “Es
preciso admitir como extraordinariamente improbable que la complicación de
la división del trabajo o los procesos tecnológicos, ofrezcan la posibilidad de
derivarlos de los conflictos sociales entre los grupos”
4’) La cita precedente realmente niega aquello que
la realidad social nos ha mostrado en el curso del desarrollo histórico de las
formaciones sociales en las cuales el modo de producción capitalista ha sido
predominante. Precisamente es la competencia intercapitalista (el “conflicto
entre unos grupos”) la cual impone la necesidad objetiva de la transformación
del proceso de trabajo a los agentes de esta clase. El capitalista que no
adopta el método productivo que abarata los costos de producción, simplemente
deja de ser tal y es eliminado por la competencia. Asimismo, Shaik argumenta
que esta necesidad de transformación emana no sólo –o no primariamente- de la
competencia (esfera de la circulación), sino que se origina por la naturaleza
misma del dominio capitalista del proceso de trabajo (es inmanente al proceso
de producción capitalista, en tanto supone el control y la dirección del
trabajo).
5) “Creía el
(Marx) que los conflictos dominantes en toda sociedad eran conflictos de clase
e incluso que todos los conflictos sociales y hasta todos los cambios de
estructura podían atribuirse a conflictos de clase”
5’) Esta una
interpretación que deforma el pensamiento del autor citado. Que todos los
conflictos insertos en una formación social se encuentren determinados en
última instancia por la naturaleza clasista del modo producción dominante, no
quiere decir que todos los conflictos sociales sean conflictos de clase. Sólo
implica que todo conflicto social tiene una pertinencia de clase, esto es, se
encuentra permeado por la dinámica propia de un modo de producción dominante, y
que por lo tanto puede ser “rastreado” hacia los fundamentos estructurales en
los cuales se encuentra inserto.
6) “Que Marx
interpretaba el concepto de revolución en todo su extremismo, como la súbita
transformación de una estructura social…esta concepción de que los cambios
sociales estructurales se realizan por saltos y mediante explosiones visibles…”
“…el error de que los cambios sociales en las estructuras (notar que no
es cambio “de” las estructuras) tienen en principio, carácter revolucionario…implica
la tesis de que una estructura dada solo puede modificarse por un acto radical
y violento…” “…la estructura, el
sistema, es en sí mismo constante; cuando cambia se destruye totalmente, se
transforma de un solo golpe…”
6’) Nuevamente
esta interpretación (porque el texto general en el que aquí nos basamos
sorprende por las pocas citas textuales que ofrece, en este sentido, nunca
es textualmente fáctico, sino que
“intepretativo”) deforma de manera sustancial el pensamiento de Marx y de la
tradición marxista en general. Por un lado, el hecho de que las
transformaciones en la estructura se incuben largamente antes de aflorar (el
conflicto ascendente entre relaciones de producción y fuerzas productivas),
demuestra el carácter falaz de la afirmación de que las transformaciones
estructurales ocurren de “un solo golpe”. Así también, el amplio debate en
torno a las transiciones (que abarcan siglos) tanto desde el feudalismo al
capitalismo, como desde el capitalismo al socialismo, viene a negar este
“inmediatismo” que le impone Dahrendorf a la teoría marxista. Con respecto a
esto mismo, las afirmaciones de Marx en el “Manifiesto Comunista” que aluden de
manera precisa a una “época de revolución social”, niegan el carácter “súbito”
de las transformaciones estructurales. Finalmente, el mismo Marx de alguna
manera sistematiza la necesidad de etapas transicionales: dictadura del
proletariado, socialismo, etc….
7) “Si los
cambios estructuras sociales tuvieran siempre carácter revolucionario no podrían
producirse cambios sin revoluciones…y de la inconsistencia de la afirmación de
que todos los cambios tienen carácter revolucionario…sobre el carácter
revolucionario de todo cambio social (según Marx)”
7’) Marx nunca
ha afirmado, en ningún momento, que todos los cambios sociales tienen un
carácter revolucionario. El hecho más evidente que demuestra esto es el
reconocimiento por él mismo de etapas de “reflujo social”, derivadas de cambios
sociales reaccionarios (como las que experimentó Europa luego de las
revoluciones de 1848).
8) Pauperismo absoluto “…Marx cuando
dice que el proletariado, por su miseria absoluta, imposible de mitigar y de
encubrir…se ve obligado a rebelarse contra esta inhumanidad”
8’) Si bien algunos escritos de
juventud, e incluso algunas anotaciones en los libros del capital, dan pie para
afirmar que Marx planteaba la revolución en función del “pauperismo absoluto”
de los agentes del cambio social, en este punto deben apuntarse ciertas
precisiones. Por un lado, existe una línea de continuidad, en todos los
escritos de Marx (tanto los de “juventud”, como los de “madurez”) que reconoce
la posibilidad lógica e histórica de un alza de los salarios reales. En este
sentido, la misma categoría fundamental de “plusvalía relativa” habilita, y
casi diríamos “requiere”, el reconocimiento del alza de los salarios reales al
mismo tiempo que un incremento de la desigualdad (descenso del salario
relativo). Por esto, afirmamos que la noción de pauperismo relativo
(desigualdad) posee un asidero teórico sistemático más fuerte en la teoría
marxista que la noción hegeliano filosófica de “pauperismo absoluto”
(Rosdolsky, Lebowitz y otros desarrollan esta idea y la fundamentan de manera
más acabada)
9)
Transformación
estructural parcial “De aquí que cuando hablemos de cambios de estructura
no pensemos en revoluciones…no debemos representarnos éste como una formación
monolítica que solamente puede transformarse…como “conjunto”. La transformación
estructural debe interpretarse como, más bien, como referida a aspectos
constantes de la sociedad. Así, puede iniciarse en ciertos ámbitos de la
estructura…más también puede quedarse circunscrito a un solo plano”
9’) Cuando
Dahrendorf establece que la transformación estructural puede limitarse a
ciertos ámbitos de la estructura, niega el carácter propio de la noción de
totalidad marxista. La interrelación entre las diferentes instancias, su
interdependencia (el hecho de que “cada consecuencia sea la vez un supuesto y
cada supuesto una consecuencia”), niega la posibilidad de transformaciones
estructurales (de transformaciones en los fundamentos de la estructura)
“parciales”. Cada nivel no posee la independencia necesaria para poder realizar
la afirmación fuerte de la existencia de transformaciones parciales en la estructura.
Al parecer la noción de totalidad que soporta la teoría de Dahrendorf, implica
interrelación extrínseca y mecánica entre las partes y/o niveles componentes de
la estructura.
10)
Para Marx….De ello se deduce, por ejemplo que el
efecto de las clases organizadas sobre la estructura en la que existen sólo se
produce en el momento de la revolución, limitándose a ese momento”
10’) El parágrafo arriba consignado,
nuevamente contiene una interpretación deformada (si no completamente errónea) de la teoría elaborada por Marx y la
tradición subsecuente. En este sentido, compartimos la afirmación de Althusser
(el cual se basa en Spinoza), el cual releva el carácter propio de la
estructura de la totalidad marxista: una estructura inmanente que sólo consiste
en su “efectos”. Esto quiere decir que es la misma acción cotidiana y constante
de las clases sociales en tanto que clases, la que reproduce la estructura del
modo de producción capitalista. De esta manera, en tanto la misma estructura
consiste solamente en la acción propia de las clases, es un sinsentido afirmar
que los efectos de las clases en la estructura solo se presentan en el momento
“preciso” de la revolución.
11)
“Si
la necesidad de la agudización lineal el conflicto de clases constituye un
postulado no sociológico que es preciso abandonar…”
11’) La noción lineal de la historia, y
del conflicto de clases como “motor” de la misma, es una imposición
sobreañadida al pensamiento de Marx y la tradición marxista. Partiendo por el
hecho de que Marx nunca afirmó tal cosa (el término “linealidad” no se
encuentra presente en sus escritos, así como tampoco constituye una categoría
fundamental desarrollada de manera sistemática), podemos afirmar que lo propio
de la concepción marxista de la historia es la discontinuidad de la misma (las
etapas, fases, transiciones), repleta de avances, retrocesos y reflujos.
12)
Conflicto como guerra civil. “Mas el
material de que disponemos nos permite llegar a la conclusión negativa de que
el conflicto de clases no adquiere siempre formas de guerra civil…si partimos
del supuesto, ingenuo, de la existencia permanente de una guerra civil entre
ellas…resulta falsa la tesis empírica de que aquellos conflictos adoptan
siempre la forma violenta de guerra civil, de lucha de clases”
12’) La
igualación de “lucha de clases” con “guerra civil”, es a todas luces una
forzada y no sustentada en nada fundamental de la teoría marxista. Si bien en
algún pasaje de alguna obra Marx hizo una alusión que pudiera interpretarse en
estos términos, existe una amplia corriente marxista que afirma que la misma
dinámica reproductiva del modo producción capitalista (como desarrollada en el
capital, por ejemplo), supone la lucha de clases como su “elemento activo”
fundamental. El proceso productivo, que supone la afirmación autoritaria del
capitalista (o del agente que lo representa), así como la continua posibilidad
de la organización y la huelga obrera (que implicaría la baja en la tasa de
ganancia), sólo se comprende como la manifestación de la lucha de clases. Y sin
embargo, para Dahrendorf la dinámica propia de una estructura no puede ser
función de la lucha de clases, porque la misma es coyuntural y solo existe
acotada en el tiempo (la idea de niveles de lucha de clases se omite en el
pensamiento de este autor).
13)
Clases
definidas solo por la propiedad privada. “La causa determinante de las
clases sociales era para Marx la propiedad privada de los medios de producción.
Su teoría de las clases basa todos sus elementos esenciales sobre esta
definición del concepto de clase” (criticar eliminación de la “apropiación
real” o “posesión”)
13’) He aquí un error importante. Esta
no es sólo una deformación, sino un error que demuestra la lectura rápida y
superficial que Dahrendorf realiza de Marx (si es que en realidad realiza
alguna lectura y no, más bien, se dedica a refutar lo que el sentido común
aprehende de Marx). La sustancialidad del error está dada por el no
reconocimiento de las relaciones de posesión/apropiación, como categoría de
análisis imprescindible de un modo de producción determinado. Si la
determinación de las clases solo supusiera la referencia a la propiedad de los
medios de producción, no podríamos, por ejemplo, diferenciar entre el modo de
producción capitalista y el modo de producción feudal: en ambos la clase
dominante es propietaria de los medios de producción; sin embargo, mientras en
el feudalismo el productor posee sus medios de trabajo, en el capitalismo se
encuentra desposeído de los mismos.
14)
) Asunción de la distinción entre propiedad y control,
basada en Burnham y Schumpeter
14’) El hecho
de que el autor base parte de su análisis en la teorización de Burnham (“La
revolución de los managers”), demuestra que las mismas bases de su
planteamiento se encuentran superadas. Tanto Sweezy como Ossowski explican que
la diferenciación entre propiedad y control (eje fundamental de los postulados
de Burnham), basada en el escrito pionero de Berle y Means, no supone ningún
cambio estructural fundamental en la dinámica reproductiva del modo de producción
capitalista: los controladores, en una abrumadora mayoría, son también
poderosos y eminentes propietarios.
15)
Noción idealista, basada en la autoridad, como
determinante de las clases
15’) En términos generales, no podemos
compartir el marco fundamental propuesto por el autor para la determinación de
las clases sociales, ya que el basamento del mismo supone la negación de la
aprehensión de la reproducción material de toda formación social. Las clases
mismas no pueden tener su fundamento último en las relaciones de autoridad (y
el poder en términos generales), porque la posesión de autoridad está siempre
fundamentada en ciertas posesiones materiales desiguales. La subordinación existe,
en última instancia, por la “amenaza mortuoria” (Weber) propia del Estado
moderno, el cual garantiza material el funcionamiento “continuo” de la
sociedad. Por lo tanto, las relaciones de mando y obediencia sólo existen
porque existe un excedente que es apropiado por una clase determinada, la cual
utiliza una fracción del mismo en la instauración de mecanismos de fuerza (el
Estado como fundado en la violencia) que garantizan que como clase será
obedecida. Es por esto que una teoría social de las clases es mucho más fecunda
si su premisa es material (la explotación) y no parcialmente ideal (la
dominación, como querría Dahrendorf)
16)
Independencia
de niveles estructurales “El estado político y la producción industrial
constituyen dos asociaciones de dominación, independientes por principio, y
cuyas relaciones constituyen un objetivo de la investigación científica”
16’) Cualquier comprensión de la
totalidad estructural que suponga la independencia de los niveles que la
componen, estará marcada por obscuridades que no podrá explicar. En última
instancia, si se asume la “independencia de niveles” como “principio”, el
análisis es muy proclive a abandonar la noción relacional de la realidad social
(la posibilidad de sustancialismo está entonces muy próxima). Por el contrario,
creemos que la noción de “autonomía relativa” desarrollada por la tradición
marxista, es un instrumento analítico de una fertilidad mucho mayor.
17)
Analogía
weberiana entre Estado y empresa “El estado es una asociación de dominación
y la producción industrial es asimismo una asociación de igual carácter”
17’) Ya que el autor que aquí
criticamos incorpora importantes elementos weberianos en sus elaboraciones
teóricas, debe, entonces reafirmar la analogía estructural que realiza Weber
entre el Estado y la Empresa
capitalista. Ahora bien, este paso autocontradictorio para la teoría de
Dahrendorf, ya que con esto implícitamente se niega la necesidad de la
determinación de la naturaleza de una subestructura mediante su funcionalidad
para con la totalidad. Es que la analogía estructural entre Estado y Empresa no
es pertinente una vez comprendemos que las funciones propias de cada nivel son
distintas. La empresa está dirigida hacia la ganancia (un marginalista diría:
“genera crecimiento”), mientras el Estado no lo está (sus funciones son más
amplias y diversas y, si bien es palmario que su funcionalidad específica no es
la de orientarse hacia la ganancia, no tenemos aquí el espacio para extendernos
sobre el tema de las funciones del Estado).
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